Dos partidos en busca de un campesino – Roberto Muñoz

en El Aromo nº 93

michael_landon_pa_ingalls_little_house_on_the_prairie_1974Dos partidos en busca de un campesino. Acerca del lanzamiento como partido del MOCASE VC y la posición del Partido Obrero.

En los hechos, el programa campesino, inculcado por la militancia de la Iglesia y ONGs durante largos años, también ha sido adoptado por el PO. En su afán por ajustar la realidad santiagueña al Programa de Transición, se pierden en una política seguidista.

Roberto Muñoz

TES-CEICS


En septiembre de este año, el MoCaSe Vía-Campesina anunció la conformación de un ala partidaria, el Partido Compromiso Social y Agrario, para intervenir en la política electoral de Santiago del Estero. Con espíritu frentista, busca llegar a acuerdos programáticos con organizaciones con las que viene trabajando en el marco de la Mesa de Diálogo por la Tierra y la Producción, creada a instancias del Gobernador de la provincia y con el aval de la Iglesia. Ante esto, el Partido Obrero ha salido a señalar que este intento de construcción partidaria no constituye un salto en la conciencia política del movimiento campesinista, desde el momento que no desarrolla una política  independiente del “régimen y los partidos que actúan a favor del gran capital agrario”.1 Aunque esta frase parezca una ruptura con el seguidismo que ha caracterizado su accionar en relación a las organizaciones que se reivindican campesinas, el problema persiste. Para el PO, los errores del MOCASE no radican en su programa, sino más bien en los aliados que elige para llevarlo adelante.

Del autonomismo al kirchnerismo

El Mocase acaba de cumplir 26 años de existencia. Más de dos décadas batallando para inculcarle una identidad campesina a una importante fracción del proletariado rural argentino. Su surgimiento estuvo íntimamente ligado al accionar de la Iglesia Católica en los espacios rurales de las provincias del norte y de ONGs -también de raigambre católica- como INCUPO y FUNDAPAZ. Es así que todavía hoy uno de los principales dirigentes del movimiento es Ángel Strapazzón, ex cura tercermundista.

En 2001, la organización sufre una fractura. Una parte se transforma en apéndice estatal, asociada al Programa Social Alimentario (PSA), y aporta dirigentes a los partidos de la burguesía. Algunas de sus referentes son diputadas provinciales por el Frente Cívico, el sello del gobernador Gerardo Zamora. La otra fracción se constituye en MOCASE-Vía Campesina, que inicialmente tuvo pretensiones autonomistas. A su vez, van a ser los principales impulsores del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), constituido en 2003. Ya nos hemos ocupado del derrotero de esta entidad, su pasaje del autonomismo pequeñoburgués a su adhesión sin fisuras al kirchnerismo.2

Para el Mocase VC, actualmente se enfrentarían dos modelos de desarrollo antagónicos en el agro argentino. Uno, el encarnado por las organizaciones tradicionales de la burguesía agraria, aliadas con empresas transnacionales. El  otro, el que los tendría a ellos, supuestamente “campesinos”, como los principales protagonistas. Con este diagnóstico, los ejes centrales de su construcción programática son la “Soberanía Alimentaria” y la “Reforma Agraria Integral”. El primero consistiría en el derecho de cada “pueblo” a definir su modo de producción de alimentos, dando prioridad a las economías y mercados locales y fortaleciendo a la agricultura comunitaria que ellos llevarían adelante. Para ello, sería indispensable el segundo punto, la reforma agraria. Con ese horizonte, sus reivindicaciones inmediatas se concentran sobre los siguientes puntos: titularización de las tierras que ocupan, apoyo técnico y económico para la producción y comercialización, ley para la suspensión de los desalojos y ley de propiedad de la tierra para poner freno a la concentración y extranjerización de la tierra en la Argentina.

De esta manera, ya lo hemos señalado, el Mocase llevó adelante una importante lucha por la defensa de un medio de subsistencia: la tierra. Si bien el trabajo en sus parcelas constituye un elemento secundario en la reproducción de las familias obreras que componen la organización, sirve de complemento y espacio de vivienda. Esta defensa le ha costado una feroz represión a lo largo de estos años e incluso el asesinato de varios de sus miembros.

Sin embargo, ello no significó la ruptura de sus lazos con la burguesía, sino que profundizó su vínculo con el gobierno nacional. Incluso, como lo hizo el Mocase PSA desde un principio, habilitó la inserción de algunos de sus dirigentes en el entramado institucional armado para la “agricultura familiar”, tras el conflicto agrario. En particular, en la Subsecretaría de Agricultura Familiar, en manos de Emilio Pérsico, transformándose de hecho en el frente campesino del Movimiento Evita. Con este devenir, no es extraño que hayan llevado adelante una campaña activa en favor de la candidatura presidencial de Scioli. Es decir, la organización se abocó desde su nacimiento a negar la condición obrera de sus integrantes, aislándolos en una falsa identidad campesina, para luego, encolumnarlos detrás del kirchnerismo. Preocupados por una acción restauradora inviable -la vuelta al campo de las masas obreras que han migrado a las ciudades- los abandona precisamente donde está en juego su reproducción concreta. Uno de los ejemplos más extremos de esta política se vio en la intervención que tuvieron los dirigentes de la organización cuando, en el verano de 2011, salió a la luz la situación de cientos de obreros rurales santiagueños que trabajaban en condiciones de extrema explotación para distintas empresas productoras de semillas híbridas en diversas zonas de la región pampeana. A pesar de que muchos de ellos provenían de las mismas localidades donde activa el Mocase, para Strapazzón no era un problema que los incumba:

“Las personas explotadas en los predios encontrados no son campesinos […] Quiero aclarar que campesinos y campesinas somos autónomos e independientes, no tenemos patrones, no tenemos jefes, no trabajamos asalariadamente”3

De Cristina al Papa

Actualmente, el MOCASE sigue los pasos del movimiento piquetero ligado al aparato kirchnerista. Ante la descomposición de este último, se referencia en Francisco y se incorpora a la CTEP.4 Strapazzón, acompañado por Taina y el Chino Navarro, fue recibido por el Papa en enero de 2014. Luego, participaron de los Encuentros de Movimientos Populares, organizados por el Vaticano. De allí, volvieron a Santiago del Estero con tareas específicas:

“Entre los productos inmediatos del encuentro, nos llevamos dos cosas: la ‘Carta a los Movimientos Populares’, […] la cual nos comprometemos a distribuir masivamente junto al Discurso del Papa Francisco (que) sintetiza gran parte de nuestra experiencia, pensamiento y anhelos. […] ¡Tierra, Techo y Trabajo son derechos sagrados! ¡Larga vida al Papa Francisco y su Iglesia pobre para los pobres!”5

En este contexto, anuncian la conformación de un ala partidaria para intervenir en la provincia. Reconocen como antecedentes dos experiencias hermanas. Por un lado, Compromiso Social, integrado, entre otras organizaciones kirchneristas, por representantes del Mocase PSA, que actuó como colectora del Frente Cívico por Santiago. Por otro, el Partido Agrario y Social de la provincia de Misiones, que en 2015 se enorgullecía de ser la única fuerza que, por fuera del Frente para la Victoria, llevaba la fórmula Scioli-Zanini.

¿Alianza obrero-campesina?

Ante el anuncio del MOCASE, Jozami y Blanco, dirigentes del Partido Obrero en Santiago del Estero, salieron a denunciar que esto solo puede significar una mayor integración de la organización campesinista al Estado y a la política burguesa en general. Esto se inscribe en la estrategia de la Iglesia, con Francisco a la cabeza, de construir una alternativa política de contención. Hasta allí llega la crítica trotskista. Parece no haber ninguna cuestión programática que discutir. Es decir, esta integración no sería una consecuencia posible de un programa, sino una “traición” al mismo.

En los hechos, el programa campesino, inculcado por la militancia de la Iglesia y ONGs durante largos años, también ha sido adoptado por el PO. En su afán por ajustar la realidad santiagueña al Programa de Transición, se pierden en una política seguidista. Esta tarea, a su vez, no requiere más que un análisis fenomenológico: si todavía hay una población relativamente elevada viviendo en zonas rurales de Santiago y encima está hundida en la pobreza, no cabe duda, deben ser campesinos. ¿Quiénes conformarían este campesinado? Obreros, el mismo Jozami lo reconoce, que quedan desocupados tras la crisis de la rama forestal y el cierre masivo de empresas. Ahora bien, los que se mantienen en esas tierras abandonadas por el capital, para Jozami, se “campesinizan”. Por eso plantea que el principal problema en la provincia es “el atraso histórico de la región en términos económicos y sociales”.6 Así, confunde las limitaciones de la acumulación de capital en el país con el efectivo desarrollo de las relaciones sociales capitalistas.

En ese sentido, para el PO, antes de pensar en el socialismo hace falta más kirchnerismo, o en palabras de Jozami, mayor “desarrollo del mercado interno como premisa para el desarrollo capitalista”.7 Para Jozami, no tiene ninguna importancia la constatación de que la reproducción material de esta población esté atada a la venta de su fuerza de trabajo o a la caridad pública y privada. También desconoce la intervención estatal, a través de planes de “desarrollo rural”, para contener a una masa de población sobrante para el capital en los espacios rurales, en base a actividades de subsistencia. Con esta caracterización, es entendible que el PO no haya encarado una disputa con la dirección burguesa del Mocase, antes bien, la invitó a conformar listas conjuntas para competir en la provincia No sorprende, desde el momento que el programa es el mismo: repartir las tierras entre pequeños productores, otorgarles créditos y garantizarles el precio que necesiten. Precisamente, la consigna de “repoblar el campo” no implica otra cosa que transformar al obrero rural en un pequeño productor autosustentable, es decir, en un pequeño burgués. Manteniéndonos incluso dentro de los mismos términos que propone el PO, cómo esta propuesta que los aleja de la clase obrera habilitaría “un frente político y de lucha con los trabajadores de la ciudad y el campo de todo el país”, es una contradicción que los compañeros deberían tratar responder. Hacerlo implicaría abandonar una posición que tiene la virtud de no poner en cuestión el Programa de Transición, pero al precio de no tener ningún anclaje real en el movimiento concreto de la sociedad argentina, ni hacer avanzar la conciencia de los trabajadores rurales.

Notas

1https://goo.gl/oaza4y

2Véase Muñoz, Roberto, “Utopía Kampesina. El programa de las organizaciones campesinistas y su relación con el gobierno”, en El Aromo, nº 74, septiembre-octubre de 2013.

3https://goo.gl/X1TRuv

4Véase, Audisio, Nahuel, “De la Rosada al Vaticano. Sobre el movimiento piquetero y sus realineamientos en la era macrista”, en El Aromo, n°93, sept.-octubre 2016.

5https://goo.gl/WWmBmb

6https://goo.gl/Du8Jxw

7Así, el programa que reivindica resulta idéntico al que históricamente ha defendido la fracción más débil de la burguesía argentina, identificada con el peronismo. Ver: Sanz Cerbino, Gonzalo: “La lógica del enemigo. Los programas de la burguesía argentina y sus límites, 1955-1976”, en Razón y Revolución, nº 29, 1er semestre 2016.

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