Los crímenes invisibles del capitalismo

Hace unas semanas, el frío polar que azotó Buenos Aires y todo el país fue materia de discusión. No por tratarse de un efecto climático, sino por haber causado cinco muertos por hipotermia, según registran las crónicas periodísticas. La pregunta es: ¿fue “el frío”, o fueron las relaciones sociales en las que estaban insertos los fallecidos, las que llevaron al desenlace fatal?

En realidad, estamos ante un producto del capitalismo argentino. Como vimos numerosas veces, una buena porción de la clase obrera se encuentra sumergida en la pobreza más atroz. Esto es producto de la expansión de una población no “utilizada” por los capitalistas para producir al servicio de sus ganancias. En buena medida, viven del asistencialismo del Estado. Están en la indigencia lisa y llana. Eso no significa solamente que no tienen “para comer”, sino que no puede costear una vivienda mínima, e incluso no puede pasar la noche en un parador. Como se ve, esta porción de gente está abandonada y a su suerte bajo estas relaciones sociales. De este modo, a nadie le puede llamar la atención los muertos por hipotermia. El capitalismo los produjo.

Pero este no es un problema nuevo. Según el Censo de 2010, 876 personas vivían en situación de calle en CABA. Y en 2014, unas 2176 personas dormían en los paradores porteños en época invernal. Varios relevamientos hablan además de paradores colapsados, con deficientes condiciones higiénicas y salubres.

Del mismo modo, el frío encontró algunas protestas, en particular, en el sector educativo. Los trabajadores y estudiantes del sector, particularmente en la Provincia de Buenos Aires, participaron de numerosos “frazadazos”, reclamando calefacción para las aulas. Se trata de un reclamo ignorado bajo todos los gobiernos.

Según los relevamientos hechos por el SUTEBA, en el año 2005 el 23% de los establecimientos tenían problemas eléctricos, el 8% tenía problemas en la instalación de gas por la presencia de pérdidas o artefactos en malas condiciones y el 17% denunciaba la existencia de riesgo de contaminación de agua, o riesgo ambiental. Para el 2014 los datos son aún peores: el 40% de las escuelas no disponían de desagüe cloacal, el 25% no contaban con provisión de agua de red y casi el 20% no tenía gas de red. El 15% se encontraba próximo a basurales o zonas de rellenos y más del 18% a depósitos de sustancias inflamables. Casi el 22% estaba cercano a algún foco contaminante, el 32% estaba en zona inundable, el 21% con napas contaminadas. Recordemos que estamos hablando de la provincia de Buenos Aires, gobernada mayormente por el peronismo y el kirchnerismo.

Un escenario así no es ajeno a los oportunistas de turno. Los kirchneristas acusan al gobierno de ser responsables de todos estos hechos. Sin dudas, Macri es uno de los grandes culpables. Pero solo es uno. En las filas de los K, reinan los coejecutores del ajuste y los garantes de la pobreza consolidada. Como vimos, varios de los números reflejan tendencias que provienen de años, incluso décadas. Lo mismo le cabe a la burocracia sindical kirchnerista, al frente de los sindicatos docentes. Durante una década hicieron la plancha, para recordar que en las escuelas hace frío, cuando una explosión estalla en la cara de dos trabajadores, como fue el caso de Sandra y Rubén en Moreno. En este sentido, el frío y las muertes por hipotermia constituyeron auténticos crímenes sociales, o sea, crímenes producidos por una lógica capitalista. La mayoría son silenciosos, pero allí están. Por eso, no alcanza con las migajas del Estado para paliar el asunto. Se requiere un plan integral de vivienda, bajo control de los trabajadores, para satisfacer, no las ansias de ganancias de una empresa constructora, sino las necesidades sociales. Para eso, no podemos ir detrás de políticos burgueses con aparatos asistenciales o de sindicalistas oportunistas que entregan los sindicatos a candidaturas electorales. Al contrario, solo la organización independiente de la clase obrera, va a colocar esta salida de fondo a un problema tan acuciante.