Correo Docente N°17- EDITORIAL: Bailando en el Titanic

en El Correo Docente 17/Novedades

Por Romina De Luca

La educación argentina se hunde. Indicadores sobran para graficar la debacle. El salario docente es uno. ¿Quiere un número deprimente? Hacia mediados de la década del ’30 un docente recién iniciado por un cargo con jornada simple cobraba el equivalente a más de dos canastas familiares de la época. En valores de febrero de este año poco más de 38.000$. La marcha descendente del salario docente la inicia Perón y se profundiza en los ’80 y a principios de los ’90 llega a un punto crítico. Entonces, el deterioro salarial lleva décadas y, por eso, no responde a las maldades del gobierno “neoliberal” de Macri, ni a los pedidos de ajuste del FMI tal como pretende instalar el sindicalismo docente K. En términos de tendencia, Macri es tan responsable como lo fue Cristina ayer, Néstor y Menem antes pasando por De La Rúa, Alfonsín y el mismísimo Perón. Claro está, el problema salarial va atado a la miseria jubilatoria de los docentes retirados. Los docentes jubilados apenas perciben un porcentaje del sueldo que, con la gigantesca cantidad de rubros en negro y no remunerativos que obtiene, no son tenidos en cuenta en el cálculo del haber jubilatorio. Como si fuera poco se retiran completamente desgastados luego de 25 o 30 años de servicio y muchos, dado el haber degradado que van a percibir como jubilación, deben seguir trabajando una vez retirados. La descomposición del salario y de las condiciones de trabajo en las que se ejerce, tornaron una otrora profesión prestigiosa en un espacio vacío del que muchos quieren escapar.

¿Usted está pensando en los problemas de infraestructura? Tiene razón: faltan escuelas y las que hay se caen a pedazos; sus accesos son malos; los materiales obsoletos; no cuentan con gabinetes, ni bibliotecas, ni nada. Leyes provinciales prometen dotar a las escuelas de equipos interdisciplinarios que nunca llegan. Promesas de planes de infraestructura que quedan en eso. Seguimos en 2018 esperando se erradiquen las escuelas rancho y quincho. Las escuelas son reemplazadas por sedes y seguimos esperando… Podríamos agregar las viandas, la comida en los comedores, la falta de libros, de computadoras y de tantas cosas que la lista se tornaría interminable.

Pero hay otro problema, silencioso pero no por eso menos palpable: la degradación de la escuela y del hecho educativo mismo. Este fenómeno se expresa en las reformas educativas que hace décadas bregan por un currículum mínimo, básico y regionalizado, es decir, descentralizado. Se refleja también en los sistemáticos pedidos de “promoción asistida”, “acompañada”, “automática”, “flexible”, que no son más que el reconocimiento de que poco importa lo que vayan a aprender nuestros alumnos porque una masa de ellos no necesita ningún tipo de educación. En que no nos parezca alarmante que solo 4 de 10 lleguen al último año del secundario. Es que cualquier test de medición de la realidad refleja lo que no queremos ver: la mayoría apenas puede leer o resolver ejercicios simples de matemática al terminar la secundaria. En lugar de tomar este problema en sus manos, la docencia recibe un único mensaje de sus sindicatos, de cualquier tipo y color: ese problema no existe. Pero, todos sabemos que sí está y que nada tiene que ver con la docencia. O sí, si entendemos que también estamos atravesados por la degradación.

Trabajo por proyectos, escuelas semi-presenciales se abren paso en la versión actual de la escuela 2030, del futuro, emprendedora. La escuela se adapta a ese horizonte de barbarie y degradación social que impone el capitalismo. Porque cuando decimos “los alumnos no necesitan” debe leerse “el capitalismo no necesita una clase obrera educada”, son los sobrantes. Así, la docencia es el espacio vacío para una escuela vaciada. Mientras el Titanic que es la escuela argentina se hunde podemos tomar dos caminos: negar que está ocurriendo y seguir bailando en la recámara o tomar el problema en nuestras manos. El adiós a esta escuela que nos condena al embrutecimiento requiere la construcción e imaginación de la escuela que la reemplazará en una sociedad nueva. Esa escuela no brotará mágicamente. Nosotros debemos fundarla sobre otras bases, proyectarla y construirla. Invitamos a imaginar, junto a nosotros, ese nuevo lugar.

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