Por Florencia Moreno – En El Aromo hemos venido abordando, desde hace tiempo, el tema de las fábricas ocupadas. Es por este motivo que consideramos oportuno hacer una reseña de una de las últimas películas referidas a esta cuestión, Corazón de fábrica, dirigida por Vilma Molina y Ernesto Ardito, estrenada en abril de este año. ¿Por qué es importante esta tarea? Porque a través de estos medios culturales se difunden ideas, opiniones y posiciones políticas que ejercen una influencia en la sociedad. Ideas que deben ser claras, precisas y que, por sobre todas las cosas, no tienen que confundir.
El documental se realizó sobre la base de una investigación del proceso de Zanón. Iniciada en 2004, finalizó este año. En el film se intercalan los relatos de los obreros sobre el conflicto, con imágenes de otras luchas del pasado y del presente. Aparenta ser un documental prometedor, en el cual no sólo hay una descripción de los sucesos, sino que también se introduce una buena cuota de política. Veamos cuánto y de qué tipo.
Virtudes para tener en cuenta
El film tiene tres virtudes, siendo una de ellas la puesta en escena. En efecto, hay que destacar la estética concebida por sus directores. Se aprecia claramente, a lo largo de todo el rodaje, la utilización de interesantes recursos fílmicos, metáforas, un buen manejo de la fotografía y la música y el intento de construir un producto artístico que no se limite a filmar entrevistas. Esto resulta importante ya que logran operar sobre las emociones, elemento fundamental en cualquier obra y que muchas veces está ausente en los documentales, sobre todo en muchos de los producidos por la izquierda.
La segunda virtud hace referencia al contenido. En primer lugar, es importante resaltar que los directores presentan la lucha de Zanón como un episodio más en la lucha de la clase obrera argentina. A lo largo de la película, este conflicto aparece permanentemente vinculado con otras luchas y hechos contemporáneos, como los reclamos de los docentes de Neuquén (mostrando las terribles imágenes donde Fuentealba es asesinado), las justas exigencias de los obreros del subte, los aeronáuticos, los trabajadores de la salud y los piqueteros. Un ejemplo de esta vinculación, muy acertado por cierto, puede percibirse en una de las escenas en las que los obreros de Zanón cuentan cómo se preparan para el primer intento de desalojo. Mediante un juego metáforas, se van intercalando estos relatos con las imágenes de Kosteki y Santillán asesinados en la estación Avellaneda. Es imposible no emocionarse ante la firmeza con la que aseguraban los protagonistas que no se darían por vencidos y que lucharían hasta las últimas consecuencias, del mismo modo en que ocurrió en aquella estación del sur bonaerense.
Por otra parte, los directores relacionan la lucha de Zanón, no sólo con el presente sino también con el pasado, al hacer un recorrido a lo largo de toda la historia argentina. Así, hacen referencia a la represión lanzada por Irigoyen en la Semana Trágica, aparecen imágenes de varias huelgas obreras de principios del siglo XX, se muestran escenas del Cordobazo, (en donde participó uno de los obreros de Zanón, que cuenta cómo se formaban políticamente con lecturas de Marx y de Lenin), se retratan los inicios del movimiento piquetero en las luchas de Cutral-Co, entre otros hitos de la historia argentina. Incluso se evidencia el papel jugado por la dictadura de 1976, mostrando a Don Zanón en el acto de agradecer a las Fuerzas Armadas por el “ambiente de seguridad” logrado luego de su intervención, que permite la inauguración de la fábrica en noviembre de 1980.
Todos estos hechos dejan en evidencia la continuidad de la lucha de la clase obrera a lo largo de la historia del capitalismo argentino. Continuidad que revela que no existen “nuevos movimientos sociales” y que el sujeto de la lucha sigue siendo el mismo, la clase obrera, así como sus métodos: asambleas, cortes, piquetes, movilizaciones, es decir la acción directa. Esta continuidad también se expresa en el film, como parte de la lucha más general del movimiento obrero internacional, inscribiendo estos hechos en la tradición revolucionaria a nivel mundial. Fotos de Marx y de Lenin, imágenes del movimiento obrero europeo del siglo XIX y pinturas de la Comuna de París aparecen a lo largo del rodaje, dando un marco internacional e histórico a la lucha de Zanón.
Otra virtud del film es la importancia que tiene la organización en la lucha que llevan adelante los obreros, destacando la unidad de los trabajadores ocupados y desocupados. También se desliza una crítica hacia el gobierno de Kirchner en dos ejes: por un lado, avalando las represiones de las distintas luchas y, por otro, como responsable del aumento del trabajo en negro, la precarización laboral y el ataque a la clase obrera ocupada luego de la recuperación económica.
Por último hay que mencionar el mensaje final del documental que se extrae de una de las últimas escenas de la película: uno de los obreros dirigentes de Zanón cuenta que solía leerle a su hija párrafos de La Historia de la Revolución Rusa y de El Manifiesto Comunista. Ella manifestaba cierto escepticismo diciendo que “todo esto es muy lindo pero nunca se va a dar”. Actualmente ella está militando (aunque no se dice dónde) y el padre muestra orgulloso una foto en donde se la ve marchando con sus compañeros. Esta es la herencia más importante que alguien puede cobrar y es una excelente forma de trasmitir la necesidad de la lucha y de la militancia.
Errores imperdonables
Si bien este llamado a la militancia está presente en la película, aquí es donde empieza a fallar el posicionamiento político de los directores, llevándolos a mostrar el proceso que intentan documentar de manera desvirtuada, incompleta y mezquina. En efecto, la obra es deficiente en dos aspectos que nos parece necesario resaltar. Por un lado, no se hace referencia al papel de los partidos políticos de izquierda, salvo en una ocasión y para desprestigiarlos. En ningún momento se muestra la participación de las distintas organizaciones políticas de izquierda que estuvieron presentes en el proceso desde sus inicios. Cabe recordar que éstas colaboraron en su difusión, participaron de todas las marchas, movilizaron a muchos de sus compañeros, dando apoyo financiero, aportando discusión y clarificación política y contribuyendo a gestar esa fuerza social que logró la continuidad de los trabajadores en sus puestos de trabajo. Este autonomismo de los directores, que se acerca incluso a un profeso antipartidismo, queda claro en la única escena en la que se mencionan explícitamente a los militantes de distintos partidos políticos de izquierda (PO, PTS, MST). Se trata de una reunión en la que estos militantes discuten con obreros de Zanón sobre la organización de una marcha. Aparecen aquí como gente que se pelea y discute sin llegar a ningún acuerdo, sin entenderse demasiado por qué están discutiendo. Es notorio que el film transmite en esta escena un clima tenso y problemático, seguido luego por una sensación de desánimo de algunos trabajadores de Zanón, que dicen que “nosotros tenemos nuestra forma de ver las cosas, sería contraproducente meternos con algún partido (…) porque los partidos solo quieren sacar rédito de esto”.
De este modo, se desprestigia la organización partidaria y la intervención política, que son los pilares que sostienen toda lucha. Hacer un documental sobre Zanón y no destacar el rol dirigente del PTS es, lisa y llanamente, falsear la historia. Aunque la película muestra la importancia de la lucha y la organización de los trabajadores, es decir el corazón de un movimiento, desdibuja el rol que cumplen en ella los partidos para avanzar exitosamente. Como diría el Trotsky que uno de estos mismos obreros leía a su hija hoy militante:
“Sin una organización dirigente la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor.”
Esta relación dialéctica entre masas y partido es lo que no aparece en el film, dejando la impresión de que no es necesario e incluso, sería contraproducente la intervención del partido en este o cualquier otro proceso, negando de este modo la lucha más general por el poder.
Por último, la segunda objeción que consideramos necesario destacar, y que se desprende de este mismo autonomismo, es la omisión de la problemática económica en la cual está inmersa Zanón como gestión obrera que debe sostener su producción dentro del capitalismo. Esta cuestión es esencial, ya que expresa la contradicción en la que está metida Zanón, inmersa en el sistema capitalista aunque esté gestionada por sus obreros y no haya patrones. Es decir, que sigue sujeta a las leyes de su dinámica y, por lo tanto, presa de la competencia. Por esta razón, como cualquier otra empresa, necesita lograr una alta productividad para poder sobrevivir en el mercado. En el film no se dice nada sobre este marco más general, no aparecen reflejados los problemas de la empresa para subsistir, la relación con la competencia, a quién le venden, cómo se sostienen, etc. Esto hace que la película tenga una tendencia a idealizar la situación por la que atraviesan la mayoría de las fábricas ocupadas del país, dejando de lado que esta lucha solamente tiene sentido en el marco de la más general, hacia el socialismo.
Vamos por más…
El Aromo fomenta este tipo de documentales, ya sea por su búsqueda estética como por su llamado a la lucha y a la militancia. Sin embargo, como vimos, el programa autonomista que se desprende del film opaca sus virtudes y lleva a los directores a tergiversar y omitir cuestiones fundamentales del proceso que documentan. Como resultado, le confiere al espectador una perspectiva acotada del combate por el poder. Combate que sólo se puede concretar con la presencia de los partidos políticos de izquierda. Precisamente, la pregunta que la película no se hace es: ¿qué futuro les depara a estos proyectos estando aislados e incluso teniendo que competir con otras empresas? Todo depende de que la clase obrera logre superar los planteos reformistas. Para eso es necesario que se organice políticamente por la transformación de las relaciones sociales. Y para esto, es necesario el partido. De lo contrario, a la corta o a la larga, todo será en vano.