Dos importantes economistas de México nos muestran el colapso de su país y sus consecuencias sociales y políticas como expresión de un problema global: el capitalismo. Pero no el capitalismo keynesiano o el neoliberal, sino el capitalismo a secas. Vea un adelanto en el prólogo de Juan Kornblihtt.
Juan Kornblihtt
Alejandro Valle Baeza y Gloria Martínez González son militantes sociales y gremiales1 e intelectuales con una larga trayectoria (los dos doctores en Economía). Trabajan como profesores en la UNAM y UAM-UI2, respectivamente, pero su influencia, en particular la de Alejandro, supera las fronteras de su país, como referentes de los autodenominados “economistas críticos” latinoamericanos.
Los planteos de Valle y Martínez nos permiten abordar los aspectos fundamentales de México, otro capitalismo fallido que presentamos a partir de ciertas consideraciones generales. En sus trabajos de investigación los autores se centran en las leyes generales del capital en cuanto expresión concreta en el desarrollo del capitalismo. Desde el título, el trabajo que publicamos en esta oportunidad marca la línea general. En México lo que ha fallado es el capitalismo. No una variante del mismo (el keynesiano o el neoliberal), ni una distorsión del mismo (el dependiente o subdesarrollado), sino el capitalismo sin adjetivaciones.
El aclarar esta postura podría llevar al lector a pensar que entonces no encontrará un análisis de las particularidades mexicanas, sino un simple repaso de las leyes del capital. Todo lo contrario, se analiza la evolución histórica mexicana pero con un método que permite rastrear sus especificidades y no responder que la culpa de todo la tienen elementos externos, como el imperialismo.
El texto empieza con el análisis de las condiciones particulares de la acumulación de capital en México a partir de las relaciones capitalistas en sus diferentes fases, poniendo especial énfasis en las formas en que se integra al mercado mundial. Dado que el capitalismo se desarrolla en forma nacional, pero tiene como esencia el mercado mundial, el estudio de esa relación resulta ineludible. En consecuencia, los autores se centran en los problemas de la competencia para explicar los límites de la burguesía mexicana y extranjera radicada en el vecino sureño de los EEUU. Encontramos, entonces, que el análisis histórico desarrollado en el libro va de la mano con los planteos teóricos y los descubrimientos empíricos de los autores, pero expuesto a un nivel de mayor generalidad y, por supuesto, dirigido a un público más amplio. Los autores logran de esta forma la difícil tarea de una explicación rigurosa y documentada con un gran sentido didáctico. Esto permitirá, al lector no especializado, adentrarse en una historia que desconoce, y a aquel que ya maneja elementos teóricos y tiene conocimiento de los debates económicos, no se sentirse subestimado.
En el primer capítulo, el análisis de la evolución de la economía mexicana parte del legado de la Revolución Mexicana y de los límites de la reforma agraria que, por un lado, le dieron un carácter popular, dada la extensión de la pequeña propiedad, pero al mismo tiempo impuso límites a la acumulación de capital. Explican además cómo la acción revolucionaria dio lugar a un partido (el PRI) que signó la historia de México, de la mano de una fuerte represión a las luchas obreras y de la pequeña burguesía. En el capítulo 2 se detienen en las bases económicas de la experiencia azteca. Primero analizan la transformación de la economía hasta mediados de los ’70, donde primaba un desarrollo industrial mercado-internista supeditado a las divisas provistas por los pocos capitales exportadores (en particular la renta petrolera). Luego dan cuenta de la apertura comercial y financiera y la fuerte extranjerización de la economía, marcada por la caída del salario y la destrucción de empleos, todos fenómenos ilustrados con datos contundentes que dan sustento a sus argumentos.
Lo más interesante del análisis es que los autores no caen en los lugares comunes de muchos estudiosos del llamado “neoliberalismo”. Criticar al neoliberalismo se convirtió, de la mano del ascenso de los gobiernos de tinte populista en América Latina, casi un sentido común. Tanto para intelectuales como para políticos progresistas (y no tanto), los problemas no serían producto del modo de producción y su crisis, sino de una forma particular de regulación o de un modelo específico. Desde esta postura, se argumenta que el fracaso del desarrollo industrial en los ‘70 fue el resultado de la derrota de la alianza entre industriales y obreros a manos de la cúpula financiera. Desde esta perspectiva, la cúpula financiera, dado su carácter internacional y no dependiente de la producción, no realizaría inversiones de largo plazo ni necesitaría del mercado interno. Por lo tanto, no generaría empleo ni se preocuparía por salarios altos. La solución sería volver a una distribución del ingreso progresiva motorizada por el Estado, que limite al sector financiero y favorezca a los capitales industriales. Nueva arquitectura financiera, aumento de la demanda agregada, bancos de desarrollo y proteccionismo, volvieron a aparecer en la prensa económica y en los discursos luego de un largo ostracismo. Se supone también que si los obreros no aspiran a mucho, algo conseguirán que los deje contentos.
Las crisis crónicas que vive México, entre las cuales Alejandro y Gloria destacan la de 1982, 1994 y 2008, deben verse a la luz de la imposibilidad de relanzar la tasa de ganancia.
Esta crisis crónica implicará un permanente ataque a las condiciones de vida de la clase obrera, que se refleja no solo en la caída del salario real sino en la transformación en su interior. De una clase obrera donde predominaba el empleo industrial y con un fuerte peso estatal, se pasa a una etapa marcada por el desempleo, la precarización y a la aparición de empleos mal pagos en las maquilas. Se produce entonces un proceso de expulsión de trabajadores que se refleja en el aumento de la emigración. Partida que no solo desagota la presión interna sino que además, en forma creciente, se constituye en fuente de divisas a través de los envíos desde los EEUU (las llamadas remesas). Esta nueva situación implica para los autores una marca característica de la etapa: “En todo el mundo, atrasado o desarrollado el capitalismo está siendo incapaz de explotar a toda la fuerza de trabajo disponible”.
Lecciones para la lucha
Las transformaciones de la clase obrera mexicana no son resultado de un proceso nacional sino producto de una tendencia global del capital: el crecimiento de la sobrepoblación relativa o población sobrante para el capital. El capital no solo ensancha el ejército industrial de reserva (los desocupados) sino que lleva a esta condición a gran parte de los obreros ocupados que cada vez más venden su fuerza de trabajo por debajo de su valor y son empleados por empresas que se encuentran por debajo de la productividad media3. El problema es que gran parte de esta población no es reconocida como parte de la clase obrera, no tanto por ellos mismos, sino por muchos militantes e intelectuales que se limitan a buscar nuevas/viejas identidades. En particular, esta distorsión aparece en términos de edad (los jóvenes mileuristas) de origen (las lucha de inmigrantes en los EEUU y en las periferias de París e Inglaterra) o por vivir en el agro (los sin tierra en Brasil o los supuestos campesinos de Santiago del Estero). Lejos de quedarse pasivas ante esta transformación, estas fracciones de la clase obrera se rebelan4. Irrumpen de diferente forma, en gran medida con programas que los llevan a una alianza abierta o encubierta con la burguesía.
En ese sentido, el recorrido por las luchas mexicanas que realizan los autores tiene la virtud de marcar la continuidad entre las peleas gremiales y políticas actuales con las del periodo previo a la crisis de los ‘60 y ‘70 y no ver elementos novedosos por todos lados. Aunque no expliciten el carácter obrero de las luchas actuales, vemos en los electricistas enfrentando la privatización, los mineros, la comuna de Oaxaca, en los maestros y hasta en el zapatismo5 expresiones disímiles en términos políticos pero que dan cuenta de una unidad en el sentido de clase ante la estrategia del capital. El problema resulta ser, entonces, cómo mostrar el sentido común de las diferentes luchas, es decir en definitiva plantearse el problema del programa.
El libro no avanza en un sentido propositivo, aunque sí defiende todas las luchas. Esta limitación lleva a que se deslice en los autores ilusiones (vale decir muy acotadas) en la posibilidad de que esa articulación se hubiese dado de la mano del reformismo (como el del PRD, del cual fueron parte). Pese a esto, México, otro capitalismo fallido demuestra, tanto a nivel de las transformaciones económicas como sociales, que un programa reformista tiene pocas posibilidades de concretarse y, mucho menos, de revertir alguna de las transformaciones producto de la reproducción del capital y su crisis.
Los autores muestran con claridad que la crisis de México es la crisis de un modo de producción. Muestra además la inviabilidad estructural de las diferentes fracciones burguesas para encarar una salida progresiva, no por limitaciones extraeconómicas, sino por sus propias bases de acumulación. Un programa socialista aparece en el horizonte como la mejor forma de unificar las luchas y dar salida a las diferentes fracciones de la clase obrera. Como muestra su accionar, la clase obrera mexicana no permanece inactiva sino que necesita un programa propio que corresponda a un análisis científico de la realidad mexicana. Para ella este libro será sin dudas un aporte. Para los luchadores de otros países, una muestra de que el internacionalismo no es una consigna vacía, sino que responde a la obligación de enfrentar al capital de conjunto, sin ilusiones en posibles desarrollos nacionales basados en capitales inviables.
NOTAS
1 Alejandro fue uno de los fundadores del sindicato de Personal Académico de la UNAM.
2 Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad Autónoma Metropolitana.
3 Para un análisis de la sobrepoblación relativa como capa del proletariado en el pensamiento de Marx, ver Kabat, Marina: “La sobrepoblación relativa. El aspecto menos conocido de la concepción marxista de la clase obrera”, en Anuario CEICS 2009, Ediciones ryr, Buenos Aires.
4 Ver Sartelli, Eduardo: “La rebelión mundial de la población sobrante” en Razón y Revolución, nº 19, 2009, Ediciones ryr, Buenos Aires.
5 El estudio de la base social como población obrera sobrante es una tarea pendiente, pero dado el análisis de diferentes casos de movimiento de supuesta base campesina que ocultan las verdaderas relaciones sociales de producción, no nos extrañaría estar ante un caso similar. Ver Desalvo, Agustina: “Campesinos no, obreros rurales.Caracterización social de 157 familias del departamento de Loreto, Santiago del Estero” en Razón y Revolución, nº 21, primer semestre de 2011, Ediciones ryr, Buenos Aires y Iñigo, Valeria: “Una población obrera sobrante en el Chaco argentino: su determinación y sus formas” en Razón y Revolución, nº 19, 2009, Ediciones ryr, Buenos Aires.