Asesinato de obreros clasistas en los ’70. Operación Masacre II

en El Aromo nº 5

 

 

El Aromo entrevistó a la periodista alemana Gaby Weber, responsable de una investigación de cuatro años acerca de la desaparición forzada de la Comisión Interna de la planta de Mercedes Benz en la provincia de Buenos Aires que plasmó en el documental Milagros no hay. Los desaparecidos de Mercedes Benz. Para Weber el principal hecho que desnuda su trabajo es «que la lógica de todo lo que pasó no empezó con el golpe militar, empezó antes. Y que según la coyuntura la empresa usa de instrumento lo que más le conviene para poder desarrollar sus objetivos. Y su objetivo es aumentar la productividad y la tasa de retorno hacia la empresa. El objetivo no es la violación de los derechos humanos. Esto es sólo un instrumento y según la coyuntura y la relación de las fuerzas, esto cambia. La empresa siempre busca lo que más le conviene. Antes del golpe, para poder lograr esto necesita armar una alianza estratégica con la burocracia sindical de la CGT, de la cual la figura principal es José Rodríguez. Hasta firmaron un convenio laboral con todas las firmas y sellos que garantizaba que un 1 % de las ventas de coches (no ganancias sino ventas) iba a un fondo extraordinario que dirigía José Rodríguez [SMATA]. Hoy sabemos que estos sindicalistas eran un instrumento que -junto a la policía- recreaban esta política de sembrar terror y tener los elementos combativos bajo control. Me he encontrado con documentos que muestran que ellos siempre colaboraron entregando listas de compañeros opuestos, entregándolas a la empresa. Hay documentos en archivos de Alemania, en los sindicatos de Alemania, que demuestran que han entregado listas con direcciones de otros compañeros. Siempre colaboraron con el Ministro de Trabajo [en 1974-75, Rükauf] en contra de la subversión, porque su argumento era ganar ese 1% que tenían asignado en las ventas. […] La empresa prefirió pagar ese 1% a un burócrata corrupto, antes que el Estado se haga cargo de la represión.». Le preguntamos también su opinión del lugar de los militares en la represión del clasismo: «Yo creo que acá hay un fallo de la lectura histórica. Porque acá se piensa que los militares son los culpables y que ellos recurrieron a ayudantes civiles. Y yo pienso que es al revés. No solo acá, tomá el fascismo en Italia, el nazismo en Alemania y en todos es lo mismo. En el caso argentino querían impulsar un proyecto económico y para realizarlo recurrieron a los militares. Con esto no quiero liberar a los militares de su culpa, creo que hay que procesarlos y ponerlos en su justo lugar. […] Otro ejemplo, el represor Rubén Lavallén, quien se cree que llevó adelante la represión de los obreros de MB. Es decir, hay testigos que lo vieron en los secuestros, familiares que lo acusan de torturas, etc. Es decir, las pruebas acá no fallan: él era el subcomisario de la comisaria de San Justo que era un centro de tortura y se adueñó de una menor de un año, fue mandado para eso y después […] la empresa lo toma como jefe de seguridad. Es impresionante, y en la película se ve muy bien, cómo él se acuerda de la bonificación exacta que cobraba. El dice ‘yo en MB cobraba cinco veces más que como comisario’. Es decir, era un simple sirviente de la empresa.»

El documental es una muestra de lo que pueden lograr la tenacidad y constancia casi militantes de una periodista como Weber para la lucha de clases. No sólo consigue documentación irrefutable que demuestra la relación orgánica entre empresarios, fuerzas armadas, ministros y sindicalistas propatronales a la hora de recuperar la tasa de ganancia asesinando la organización de los compañeros entre el `75 y la actualidad. Además lleva los resultados de su investigación a la altura de verdaderas herramientas de denuncia y propaganda en una campaña política contra las instituciones del sistema. Su investigación es central en las dos causas que se siguen contra Mercedes Benz y el Estado en Alemania y en nuestro país. Incluso motorizó la expulsión de Rodríguez de su elevado cargo en la Federación Internacional del Trabajo (organización que nuclea al sindicalismo metalúrgico mundial) para lo que la autora encabezó personalmente las tratativas con las direcciones sindicales europeas y americanas que lo despidieron.

Usted se preguntará el porqué del título del documental, la respuesta es elocuente: «El título Milagros… se lo puse porque hay un testimonio que hace el Gerente de Producción que declaró en los Juicios por la Verdad de La Plata; él cuenta que antes del golpe cayó mucho la productividad de la empresa. Cuenta que ellos [la Comisión Interna] hacían sabotaje, que metían cosas dentro de las máquinas y se rompían los motores, y no se podía mantener la línea de montaje y, si falla una máquina que es estratégica para todo el proceso, bueno entonces no va más. Entonces el juez le pregunta ‘¿usted cree que la Comisión Interna tenía que ver con ese sabotaje?’. Y él contesta ‘bueno, no sabemos, no tenemos pruebas. Obviamente estaban en condiciones porque después de un tiempo prudente, estas cosas no volvieron a pasar y… milagros no hay, Doctor’. Es decir, funcionó la represión porque después la productividad volvió a levantarse.».

El trabajo de Weber se inscribe en la mejor tradición del periodismo combativo, que en Argentina representó fielmente Rodolfo Walsh. La comparación no es para nada superficial. Contra la oposición férrea de uno de los capitales más importantes del mundo y sus personeros: el Estado Alemán, el Estado Argentino y la burocracia sindical. Contra la coherente «lentitud» del sistema judicial argentino y la falta de articulación de los diferentes organismos de derechos humanos que Weber sugiere en la entrevista. Contra todos y casi sin apoyo hace recordar las peripecias de Operación Masacre y El Caso Satanowsky. No sólo eso. El documental se cierra con la misma pregunta a los protagonistas (obreros sobrevivientes y familiares de desaparecidos): «¿Ud. cree que se va a hacer justicia?». La mayoría comparte el pesimismo en la respuesta. Pero la autora y uno de los delegados sobrevivientes aclaran que: uno, si nadie da la lucha, menos resultados habrá y dos, es imposible que el mismo sistema social que asesina se condene a sí mismo. Idéntica conclusión a que arriba Walsh en 1969 tras doce años de haber buscado justicia para las víctimas de los fusilamientos de José León Suárez: «Era inútil en 1957 pedir justicia para las víctimas de la ‘Operación Masacre’ (…). Dentro del sistema, no hay justicia.». Respuesta que -si uno la piensa bien- está llena de optimismo en la única vía para obtener justicia -o cualquier derecho humano fundamental-, a saber: la transformación definitiva de las relaciones sociales que fundamentan nuestra existencia, organizándonos y luchando por el socialismo.

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