Un león (de peluche). Por favor, perdón y gracias, el último disco de León Gieco
Por Gabriel Falzetti
Grupo de Investigación de la
Música en Argentina- CEICS
Ya está en las disquerías el último producto musical de León Gieco. Podríamos hablar de un disco polémico, o muy publicitado quizá. O de ambas cosas. Por favor, perdón y gracias ha sido el título convenido entre el artista y la compañía discográfica tras haber abortado, valga la paradoja, la intención de llamarlo Santa Tejerina. Sin embargo no ha sido este paso atrás el único conflicto desatado por el larga duración. La primera edición del disco incluye el tema “Un minuto”, dedicado al cantante de Callejeros, Pato Fontanet, interpretado a dúo con él. No así una segunda edición que, tras las quejas de algunos familiares de víctimas del crimen social de Cromañón, no incluye el mencionado tema. Después de haber acertado al apoyar a los músicos de la banda (buscados hoy como chivos expiatorios por el gobierno), León flaquea ante la censura de los familiares que no comprenden el sentido de lo sucedido. Convengamos que el tema hace una lectura poco acertada del crimen, pero esa es otra discusión. León Gieco, artista afín al gobierno y fiel a la industria discográfica, es un ejemplo más en la historia de la autocensura propia de todos los intelectuales burgueses que comienzan por izquierda y terminan desdiciéndose hasta de sus más tímidas audacias.
El trabajo ha sido editado por EMI y no es éste el único aspecto internacional del disco. Participan artistas de diferentes partes del mundo con cierto renombre en el ambiente. Algunos de ellos: David Kemper, baterista de Bob Dylan; el cantante de la banda mexicana Café Tacuba, Raúl Albarrán; Gustavo Cordera, de La Bersuit; Andrés Ciro, de Los Piojos; Gustavo Santaolalla; Daniel Melingo. No faltan, tampoco, Los Pibes Chorros. Esta mezcla de talentos hace del disco un placer para el oído atento y refinado. Digámoslo, suena muy bien, a fuerza de sesionistas de alto nivel y algunos aciertos compositivos. Los temas que aborda son variados. En “Yo soy Juan”, León nos habla del aparecido número 77, tras la búsqueda constante de las Abuelas de Plaza de Mayo, un tema de rock con un fragmento del discurso dado por el mismo Juan Cabandié en el acto de la ESMA del 24 de marzo del año pasado. En “El ángel de la bicicleta” (primer corte de difusión) reivindica a Pocho Lepratti, en una cumbia con algunos miembros del grupo Los pibes chorros. En “Santa Tejerina”, de más está decirlo, nos convoca a escuchar su lectura del caso de la joven de Jujuy. Hay tiempo para algún cover: “Al atardecer”, bellísima canción de Los Piojos hecha a dúo con el líder de la banda. “Los guardianes de Mujica”, junto a la murga homónima de la villa 31, suerte de tango electrónico, funciona como excusa para reunir a Daniel Melingo y Gustavo Cordera. Queda lugar para temas incluidos en bandas de sonido de películas recientes: “Familia rodante” (para el film de Trapero) y “La noche se abre a la luna” (para PYMES). Otro de los temas polémicos es el ya mencionado “Un minuto”. Restan un par de títulos emotivos: “Ve la luna” y “Horal” (basada en un texto del poeta Jaime Sabines) y otros de menor importancia.
Disco llamativo, disco burgués, disco católico. Sobre todo, contradictorio. Porque mientras se ataca a la policía (burguesa) que asesinó al ángel de la bicicleta, se propagandiza el plan alfabetizador del gobierno y sus sicarios de Barrios de Pie, en la lamentable “Encuentros”. Se ataca al personal militar y policial de la burguesía pero no al político. Ese mismo sistema que desapareció compañeros, ahora se encarga de buscarlos. ¡Y nosotros tenemos que pedir por favor, decir perdón y dar las gracias! Algo similar ocurre con “Santa Tejerina”, dedicado a esa otra víctima del sistema capitalista y el patriarcado burgués. Acá el Padre León se mete en la piel de un sacerdote, o quizá del mismo dios (ver en la carátula del disco la indumentaria sacra que viste a Gieco). Dice: “Santa Tejerina es la santa preferida de los que piden perdón…” y “vamos a bailar que yo ya te perdoné”. El pastor León pierde de vista que Romina no tiene que pedir perdón por nada, el sistema debe pedírselo a ella (para una lectura más seria o más bien, no religiosa del tema- véase, de Rosana López Rodriguez, “El caso Tejerina”, en El Aromo nº 21). Un catolicismo culpógeno, (¿tercermundista?, ¿setentista?) recorre todos los temas. Si no es ese dios culpable de desproteger a los desaparecidos, es una virgen que nos cuida en la ruta, un ángel que pedalea repartiendo panes y peces. Santas, ángeles, angelitos, vírgenes, dioses distraídos se confunden místicamente a lo largo de las canciones, cual fauna oscurantista. El programa reformista y populista se manifiesta impecablemente en Los guardianes de Mujica, tan peronista como agobiante: “dan un revés a la derrota, antiglobalizadores, salud y educación gratuita, para todos vacaciones”. El caso Cromañón es abordado en el polémico Un minuto. Allí comenta la vivencia de un pibe de barrio que por primera vez consigue la fama pero que “en un minuto triste se borró como si nada”. El tema habla por lo que no dice: no hay denuncia de Ibarra, ni de Chabán, ni de la barbarie capitalista responsable de semejante crimen.
Arriesgado por haber incluido temas alusivos a hechos tan recientes, Gieco no logra sin embargo descubrir el su carácter clasista. Consciente o inconscientemente, encubre. ¿Complicidad con el gobierno? Y sí: ¿queda alguna duda a esta altura? Las complicidades de Gieco con los gobiernos de turno no son algo nuevo. Recordemos su participación en el Festival de la Solidaridad organizado por la dictadura militar para reconciliar al “gran pueblo argentino” en torno a la guerra de Malvinas. Allí el León (más bien cebra) aportó su granito de arena nada más ni nada menos que con… “Sólo le pido a Dios”. Después se arrimó al alfonsinismo y, saltando a Menem, fue uno de los apologistas de la Alianza. Un artista orgánico de la burguesía, sigue apostando al sostenimiento del régimen como todo “buen ciudadano” comprometido. Esta vez, rezando Por favor, perdón y gracias, con un disco atento, obediente, agradecido y amable. Y falsamente polémico, como le gusta al señor K. Menos nocivo (para el capitalismo) que el león de Madagascar. Amenazante, como un gran león… de peluche.