Los enemigos de Mayo – Fabián Harari

en El Aromo n° 22

Los enemigos de Mayo. Los Agüero y la defensa del sistema colonial

 

Por Fabián Harari

Grupo de Investigación de la
Revolución de Mayo – CEICS
Saber qué pasó en la Revolución de Mayo fue (y es) siempre una necesidad fundamental para todas las fuerzas políticas de nuestro país. Desde los debates de las fracciones burguesas que durante el siglo XIX construyeron el estado capitalista moderno, hasta las fuerzas de izquierda que disputaron su conducción o bien decidieron destruirlo. RyR viene defendiendo, contra todo el mundo, que el 25 mayo de 1810 se consumó una revolución en toda la regla.
Intentamos explicar cómo se construyó la dominación burguesa. Usted puede repasar el debate en nuestra revista, desde el inicio de la investigación1 hasta el más reciente coletazo 2.
En las páginas de El Aromo de este año hemos venido mostrando elementos que prueban esta caracterización a través del análisis de la historia de la familia Saavedra y de Mariano Moreno3.
También combatimos a quienes observan el proceso revolucionario como el resultado de “ideas” y “valores”, en lugar de intereses materiales. Es el caso de muchos progresistas (como Pigna) que reivindican románticamente a los héroes de Mayo, defendiendo su ética y la de su clase (la burguesía nacional). Como no se trata de confeccionar un panteón sino esclarecer los intereses de clase, la cuestión no se resuelve con la redención o la censura de ciertos personajes históricos. En artículos anteriores examinamos los intereses que movían a los revolucionarios. El análisis de una figura (nada simpática) como Diego de Agüero, nos servirá para descubrir la naturaleza social de la reacción. En este artículo, entonces, analizamos los intereses materiales que defendía la contrarrevolución. Su derrota abrió el camino del capitalismo en Argentina.

 

Robo para la Corona

La trayectoria de Diego de Agüero ilustra el desarrollo y la decadencia de la clase que gobernó el Virreinato. En 1814, y en nombre del Rey, Agüero fue expropiado y sometido a juicio. Sus menguadas mercancías pasaron a manos de los patriotas. Dos años antes, su más cercano compadre, Martín de Álzaga, era fusilado junto a cuarenta de los suyos y sus cuerpos permanecían colgados en la Plaza de Mayo durante un mes. Entender cómo y por qué se llegó a semejante nivel de violencia, requiere remontarse en el tiempo.
Diego de Agüero era un comerciante reconocido ya desde 1770. Por esos años, el comercio atlántico tomaba la hegemonía y Buenos Aires comenzaba a transformarse en una codiciada plaza comercial. Don Diego era comisionista de las casas mercantiles españolas. Recibía mercancías y las vendía en el interior, en Chile y en Lima, con una diferencia abusiva. La exorbitan te ganancia de nuestro personaje tenía como premisa el monopolio de los puertos españoles y las grandes distancias de los mercados del interior del espacio americano. Se trataba de manufacturas españolas que no podrían competir con las mercancías inglesas o francesas. O de éstas enviadas desde Cádiz en calidad de reventa. Su actividad drenaba fondos hacia la nobleza española, alimentando el feudalismo dominante. La creación del Virreinato del Río de la Plata brindó un exponencial despliegue económico a su flamante capital, Buenos Aires.
Sin embargo, nuestro personaje aún dependía de lo que decidiesen los comerciantes peruanos. El Consulado de Comercio, organismo que regulaba toda la actividad económica, se encontraba en Lima.
En 1785, Don Diego, junto a Martín de Álzaga, comenzó a presionar para la constitución de un Consulado en Buenos Aires. El objetivo era lograr la autonomía frente los comerciantes limeños y la constitución de una barrera a la penetración del mercado mundial. La burguesía criolla también pugnó por esta institución.
Ansiaban liberarse del yugo limeño, pero con la intención inversa: propiciar reformas económicas que liguen al continente con los sistemas capitalistas. Luego de varias disputas, en 1794, el Consulado inició sus sesiones. En ellas, detrás de tal o cual reforma comercial, se estaba debatiendo la organización social misma. El organismo presenció los combates que por su dominio enfrentó a los comerciantes monopolistas (Agüero, Martín de Álzaga, Gaspar de Santa Coloma, Jaime Alsina y José Martínez de Hoz) contra la burguesía criolla. Mientras esta última impulsaba la apertura comercial y el estímulo a la producción agraria,
los primeros intentaban bloquear todo desarrollo de las fuerzas productivas. La burguesía agraria tenía su principal cliente en Inglaterra, por lo que propugnaba su comercio. Hasta 1802, Agüero logra impedir toda reforma, con la excepción de 1795 y 1797. Luego, la hegemonía de sus antagonistas obliga a éste y a su compañero Álzaga a renunciar. Sin embargo, su clase no iba a abandonar la lucha. Los pedidos de un Consulado opositor, en manos de la burguesía criolla, fueron sistemáticamente desoídos por el Estado. Hasta aquí, los intereses de clase se enfrentan dentro del marco institucional.
La Revolución Francesa, como toda revolución, alimentó el coraje de las clases subordinadas y el miedo de las dominantes. En 1799, Juan Manuel de Agüero, sobrino de Don Diego, demostrando el rol de dirección no sólo material sino también moral que los comerciantes monopolistas se atribuían, escribió un tratado defendiendo la autoridad del soberano y la fidelidad debida de su pueblo, alertando a las fuerzas reaccionarias de las consecuencias nefastas de un posible contagio. Intentaba curarse en salud. Para contener una posible insurgencia está siempre el poder del Estado.
Pero es la primera invasión inglesa, en 1806, la que provoca su quiebra. Su poder de coacción fue disuelto y hubo que reconstruirlo. Cada clase conformó una fuerza armada bajo la forma de milicias, según el lugar de origen. La segunda invasión logró rechazarse, pero la clase dominante había perdido el monopolio de la violencia: el ejército regular de la colonia se había dispersado y había sido reemplazado por las milicias. El pueblo en armas había destituido al virrey sin autorización de la metrópolis. Los peores temores de Juan
Manuel de Agüero comenzaban a hacerse realidad. Diego de Agüero, debido a su avanzada edad, no participó de las formaciones militares pero sí otro de sus sobrinos, Miguel Fernández. Los combates entre las clases tomarían, a partir de aquí, forma abierta. Ya no habría más lugar para la conciliación. El rey estaba preso y el comercio con Cádiz, paralizado. Agüero y los suyos comenzaban a sufrir graves pérdidas. El 17 de octubre de 1808 las tropas que respondían al régimen colonial (Catalanes, Vizcaínos y Gallegos), se acuartelaron para intentar un golpe de estado y disolver las milicias revolucionarias. La conspiración fue abortada por la presencia en armas del Cuerpo de Patricios. El 1 de enero de 1809 la contrarrevolución, con Álzaga a la cabeza, logró deponer a Liniers, pero tras un breve combate la burguesía criolla devuelve al Virrey a su puesto. Los insurgentes, tras un pedido de los comandantes con armas en mano, fueron juzgados y sus cabecillas (Álzaga, Esteban Villanueva y el capitán del Tercio de Gallegos, Jacobo Adrián Varela) fueron deportados a Carmen de Patagones. Con la ayuda del gobernador de la Banda Oriental, huyeron a Montevideo.
Ese mismo año, el comercio inglés pidió que se autorizase la libre introducción de sus mercancías. Con el erario indigente, el Virrey Cisneros decidió consultar a las “fuerzas vivas”. Es en este contexto que Mariano Moreno lanza la Representación de los Hacendados, documento clave en el proceso que relatamos. Miguel Fernández de Agüero, el sobrino ya mencionado de Diego de Agüero, en nombre de los comerciantes de Cádiz responde al impulso liberalizador: “…si Vuestra Excelencia adhiriese a las ideas […] y permitiese la entrada a los buques y efectos ingleses […] consumaría la ruina del Comercio nacional y particularmente del de Cádiz. A más de esto acabaría con las últimas reliquias de nuestra marina mercantil […]. Nuestras fábricas, cuyo estado no es el de mayor prosperidad, recibirían con esto el último golpe que será sin duda irreparable…”4.
Sus “consejos” son desoídos y la revolución continúa su avance. Aunque ya en retirada, la toma del poder por parte de la burguesía criolla no desalienta a la contrarrevolución. Ésta va a intentar varios golpes más, como la última insurrección de Álzaga, que le costara la vida. Ninguna de las partes cedió, lo que explica la violencia con la que fueron tratados los Agüero y los de su clase.

 

Para un Balance

A través de las actividades de los Agüero, podemos observar que no son ideas políticas ni
los “valores” los que se enfrentan, sino concretos y materiales intereses de clase, de los que ellos son expresión. Los comerciantes como Agüero sostienen el predominio del feudalismo y del atraso. La crisis del sistema es su propia crisis. Hacia 1809 las grandes casas de comercio dependientes de Cádiz están quebradas. En 1806 se actualizaron esos intereses en forma político-militar. La clase dominante en peligro debía reconstruir su Estado mediante tres procesos: el rearme material, la eliminación física de su adversario por la vía militar y la recuperación de la iniciativa moral. El rearme material se tornó imposible: las milicias consumían todo el presupuesto, la metrópoli no podía enviar remesas y el comercio estaba paralizado. La eliminación física resultó inviable debido a que la fuerza revolucionaria logró una alianza más amplia. Es en la tercera vía, la disputa ideológica, en la que la clase dominante colonial tuvo mayores márgenes para operar, a través del clero y de intelectuales como Juan Manuel y Miguel Fernández de Agüero. Sin embargo, su iniciativa no puede compararse con la que emprendió la burguesía criolla. Ésta fue la que editó los periódicos pidiendo por los cambios, la que formó científicos a la altura de las tareas requeridas y la que construyó los principales artistas que propagaron el programa revolucionario a través de la literatura. Como toda clase en ascenso, su mayor potencia económica se tradujo en mayor fuerza política, militar y moral.

 

Notas

1Ver Harari, Fabián: “De un Argentinazo a otro: el estudio de la Revolución de Mayo” en
Razón y Revolución, n° 9, otoño de 2002; “En busca del sujeto revolucionario: las vaquerías en Buenos Aires a comienzos del siglo XVII”, en Razón y Revolución, n° 10, primavera de 2002 y “La Revolución de Mayo en la encrucijada. Empirismo, populismo, nacionalismo y una perspectiva científica”, en Razón y Revolución, nº 12, primavera de 2004. Véase también, Corbalán, Juan Manuel: “El Tercio de andaluces a la luz de la Revolución de Mayo”, en idem anterior.
2Para una discusión con el PCR, ver “La revolución devaluada. Individuo, sociedad y
lucha de clases.”, en Razón y Revolución, n°14, invierno de 2005.
3Ver “Los Saavedra y la historia de la burguesía argentina”, en El Aromo, nº 20, mayo de 2005 y “El fin, los medios y los excesos. Acerca del Plan de operaciones de Mariano Moreno”, en El Aromo, nº 21, junio de 2005.
4En Documentos relativos a los antecedentes de la independencia de la República Argentina, publicación de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1912, p. 426.

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