Richard Lewontin
Todos estos ensayos abordan temas de biología, especialmente biología humana. El hecho de que The New York Review haya publicado tantos ensayos sobre el tema, no sólo los míos contenidos en este volumen sino también los de otros muchos científicos, como S. J. Gould, Peter Medawar, Steve Jones y Max Perutz, revela la importancia de los temas biológicos en la conciencia del público lector y el papel hegemónico que la biología ha llegado a desempeñar en el conjunto de actividades contenidas en la palabra “ciencia”. (…) Para todo el mundo es evidente que, como ha aumentado el poder de manipular la realidad física, el punto para investigar la naturaleza del mundo ha pasado del ámbito del razonamiento filosófico al de las ciencias naturales, paso que se ha ido acelerando desde el siglo XVII. La percepción que tenemos comúnmente del mundo físico ha sido elaborada para nosotros por los físicos. Incluso cuando se trata de los fenómenos que están fuera de nuestro poder de manipular, esperamos que los meteorólogos, vulcanólogos, sismólogos y astrónomos nos proporcionen, al menos, alguna información predictiva de las catástrofes. Menos evidente es, puesto que se trata de un fenómeno histórico más reciente, la manera en que la biología ha desplazado a las ciencias físicas clásicas -tanto en prestigio como en poder económico- en la comunidad científica y en la conciencia pública. La entronización definitiva de la física como Ciencia Triunfante tuvo lugar el 6 de agosto de 1945, con una explosión que se oyó en todo el mundo e inmediatamente convenció a los más inteligentes estudiantes de bachillerato, rama de ciencias, de que debían estudiar física nuclear. Posteriormente, la importancia de las ciencias físicas, y en particular su materialización práctica en la ingeniería, recibió un nuevo impulso con la aparición del Sputnik en 1957. En 1960, cuando mis hijos iban a la escuela en Australia, la biología seguía siendo un tema de chicas, y no se consideraba un estudio adecuado para chicos inteligentes. No sólo las ciencias naturales sino también los temas relacionados con la historia y especialmente la filosofía de la ciencia estaban dominados por problemas que tenían lugar en el ámbito de las ciencias físicas. En el año que siguió a la aparición del Sputnik sólo se publicaron dos cortos artículos sobre biología en Isis, órgano oficial de la Society for the History of Science, y ninguno en la revista Philosophy of Science. Pero nosotros hemos cambiado todo eso. Después de un inicio lento en los años cincuenta del siglo XX, en la cima del prestigio y el éxito de las ciencias físicas, físicos y químicos empezaron a pasarse a la biología, con lo que se convirtieron en los fundadores de la moderna biología molecular. Esta deriva, aparentemente paradójica, fue en parte un reflejo de la prepotencia de físicos que, embriagados de éxito, no dudaban de que la ciencia utilizada para dividir el átomo podía resolver el problema, mucho más complejo, de diseccionar el protoplasma. Pero también se debió a un creciente sentimiento de que el éxito de las ciencias físicas significaba que todos los problemas realmente importantes que se podían resolver ya habían sido resueltos y que el único campo interesante que le quedaba a un científico era la biología. Los gastos estatales en ciencias básicas, que empezaron al mismo tiempo y experimentaron una inmensa aceleración tras la aparición del Sputnik, registraron un incremento exponencial, destinando a la investigación biológica sumas de dinero antes impensables. La biología no sólo era una ciencia interesante y de considerable importancia sino que además con ella se podía hacer una buena carrera profesional. El creciente dominio de la biología dentro de la ciencia, durante los últimos cuarenta años, ha provocado asimismo un cambio en el interés de los historiadores, filósofos y sociólogos de la ciencia. Los periódicos habituales ya están llenos de artículos de biología, pero además ahora necesitamos publicaciones especializadas como el Journal ofthe History of Biology y Biology and Philosophy para responder debidamente a la demanda. El paso de la física a la biología no significa meramente una reorientación de las preferencias académicas. Refleja ante todo nuestra visión general de lo que queremos saber sobre el mundo. Podemos estar interesados, de manera general, en saber cuánto tiempo hace que se produjo el Big Bang o cuántas clases de partículas indisolubles forman toda la materia, pero lo que realmente queremos saber es por qué unas personas son ricas y otras pobres, unas están enfermas y otra sanas, por qué una mujer no puede ser más como un hombre y por qué yo no puedo llegar a ser un centenario sexualmente activo. En la conciencia, como en la ciencia, lo animado ha pasado a dominar a lo inanimado y, en particular, ahora existe una creencia generalizada de que la principal pregunta de la investigación científica no debería ser qué constituye la materia sino qué es el ser humano. Nada ilustra mejor este cambio de prioridades que la cancelación por el Congreso de Estados Unidos del proyecto, inmensamente costoso, del supercolisionador de partículas, con el que se pretendía descubrir los últimos bloques que forman toda la materia, mientras aprobaba el Proyecto Genoma Humano, también inmensamente costoso, que pretendía describir la compleja secuencia de ADN que, según se dice, forma al ser humano.
Notas
*Fragmento de la introducción a El sueño del Genoma humano y otras ilusiones, Paidós, Barcelona, 2001