Tamara Seiffer[1]
OME-CEICS
Si usted le creyó al Banco Mundial y a todos los intelectuales que dicen que gracias al ascenso social, millones de personas pasaron a ser “clase media”, lea esta entrevista. Comprenderá que lo que realmente aumento´es la pauperización y que el consumo de toda esta población sobrante en países como México y EE.UU. se explica por los créditos “basura”.
Un sinnúmero de intelectuales sostiene que la existencia de la población sobrante en países como el nuestro se debe a la falta de capitalismo, a un capitalismo deformado o, en sus versiones más izquierdistas, a la dominación imperialista. En este número de El Aromo, entrevistamos a Susanne Soederberg, activista e investigadora canadiense, sobre el crecimiento de la población sobrante en EE.UU., donde no corren esas formas de exculpar al capital.
Susanne, uno de los elementos que planteás como característica del capitalismo contemporáneo es la expansión de la población sobrante en los eufemísticamente llamados países “en vías de desarrollo”, como México, pero también en un país como los EE.UU. ¿Quiénes conforman esta población sobrante en uno y otro y a qué entendés que se debe su expansión?
Utilizo la concepción marxista de población sobrante en mi próximo libro[2] para comprender los mecanismos sociales implicados en las formas de dominación de clase y de reproducción social de subempleados y desempleados en México y Estados Unidos en relación a los altos costos del crédito al consumo, por ejemplo, préstamos en el acto, préstamos estudiantiles, préstamos para vivienda, etc. En mi análisis, la población sobrante refiere a esos trabajadores que son suficientemente pobres como para calificar para estos préstamos de consumo y suficientemente pobres como para no poder vivir sin ellos. Esto incluye a los trabajadores informales y formales en México, así como a los beneficiarios de asistencia social y la clase media estadounidense.
Siguiendo a Marx, considero a la población sobrante como un grupo homogéneo y estable de trabajadores, cuya definición y status está influenciado por las dinámicas más amplias de la acumulación de capital. Sin embargo, también entiendo a la población sobrante como representación de una categoría social de la sociedad capitalista que engloba identidades heterogéneas, como las étnicas, de género y raciales. Una de las identidades que estos trabajadores han asumido, en gran parte debido a las estructuras sociales de dominación, es la de “ciudadanos consumidores”, que en muchos sentidos ha erosionado una solidaridad colectiva, la solidaridad política.
Tanto en México como en Estados Unidos, la expansión de la población sobrante se debe al aumento de la acumulación estimulada por el crédito (por ejemplo, mediante el crecimiento de los intereses y comisiones envuelto en la creación privada de dinero) sobre las formas productivas de la acumulación, desde finales de la década del ‘70 e inicios de los ‘80, dependiendo de la ubicación geográfica. El aumento de la población sobrante es también inherente al imperativo neoliberal de desembolsar plusvalía a través del Estado capitalista en favor de las corporaciones y de las clases dominantes e imponiendo la disciplina del mercado sobre la población sobrante (por ejemplo, mediante la austeridad fiscal y la preferencia del consumo privado sobre el público).
Vos planteás que la población sobrante, además de su rol como ejército de reserva, cumple un papel a través de lo que, retomando los desarrollos de Harvey, llamás “acumulación por desposesión”. ¿De qué se trataría este proceso?
Población sobrante es una categoría social integral y necesaria para el éxito de la acumulación de capital. Para Marx, la sobrepoblación relativa es “la más poderosa palanca de la acumulación”, pero también revela por qué la acumulación de la miseria es una condición necesaria que se corresponde con la acumulación de riqueza. Debido a las razones mencionadas, la población sobrante se ha convertido en uno de los segmentos de más rápido crecimiento de la población mundial. No la “clase media”, como comúnmente pretenden los apologistas del capitalismo, los ingenuos y, de algún modo, también los entusiastas de los BRICS, cuyo poder descansa tanto en la inmensa población sobrante como en su enflaquecida clase media.
Por lo tanto, la pregunta es ¿cómo la clase dominante y los Estados reproducen la población sobrante? En la era de la acumulación estimulada por el crédito (término que prefiero al vago y despolitizado término de “financiarización”), la población sobrante carece de una base material (por ejemplo las prestaciones sociales) para confiar en el capital y en el Estado. La solución neoliberal al problema de la reproducción social fue la construcción de la dependencia de la población sobrante de formas secundarias de explotación (modificación de los ingresos de los trabajadores a través de intereses y préstamos) y el poder social del dinero. Al mismo tiempo, mediante el otorgamiento de créditos a los pobres en forma de micro-préstamos, hipotecas subprime, préstamos en el acto y también mediante la ayuda a los capitalistas para superar las inevitables paradojas inherentes a la acumulación de capital basada en el dinero creado de forma privada (crédito y sus valores ficticios) a través de la expansión territorial y la creación de nuevos mercados.
Rosa Luxemburgo ya plantea la existencia de una suerte de permanente “acumulación originaria” como una forma de acumulación de capital a partir de la relación entre espacios capitalistas y no capitalistas. Sin embargo, vos lo articulás retomando el concepto de población sobrante de Marx, que se refiere a una porción de la clase obrera a la que el capital no puede explotar en “condiciones normales”, pero que lejos de dejar de ser explotada o estar por fuera de la relación capital, es expresión de una de las máximas formas de explotación a las que puede estar sometida la clase obrera bajo el capitalismo. ¿Cómo lo entendés vos? ¿Encontrás alguna vinculación con los debates sobre la superexplotación de la fuerza de trabajo?
Estoy totalmente de acuerdo con la teoría de la superexplotación en relación a mi estudio de créditos al consumo y la población sobrante en México y Estados Unidos. A través de medidas retóricas y reglamentarias, los estados neoliberales han facilitado la expansión del dinero creado de forma privada para incluir a los trabajadores pobres, que utilizan el crédito para complementar y/o aumentar un salario digno y para pagar gran parte de la subsistencia básica. Hay que tener en cuenta que muchos de los servicios, como la educación y la asistencia sanitaria, se han privatizado e, irónicamente, son subvencionados por los estados. Esto significa que la población sobrante está sometida a formas primarias y secundarias de explotación. Por ejemplo, las tasas de interés de los préstamos en el acto en Estados Unidos fluctúan entre 364 a 550% anuales, sin incluir los gastos comunes, tales como cargos por pagos atrasados y tasas por rebote de cheques, que pueden costar casi tanto, o incluso más, que el préstamo en sí. Por otra parte, muchos de los miembros de la población sobrante dependen de los préstamos en el acto porque no ganan un salario suficiente para realizar el pago de la segunda semana. Otro ejemplo se basa en un estudio de 2012, en el que el 40% de los hogares en los Estados Unidos todavía depende de las tarjetas de crédito para costear sus gastos básicos, ya que no tiene suficiente dinero en sus chequeras o en sus cajas de ahorro, porcentaje que se ha mantenido constante desde 2008. Entre los hogares con ingresos anuales de menos de $50.000, el número aumenta a un 45%.
El poder del fetichismo del dinero y la presentación, en la política en general y en la literatura académica, de formas secundarias de explotación como exclusivas del ámbito del intercambio mejora aún más los poderes ideológicos y coercitivos de los capitalistas, respaldados por leyes estatales, para someter a la población sobrante al crédito al consumo bajo el nombre eufemístico de “inclusión financiera”.
¿Tenés medido qué peso tiene todo esto para la acumulación del capital bancario en EE.UU. y en México que son dos países que sabemos que has estudiado?
No he realizado un análisis cuantitativo del impacto de los créditos al consumo para la población sobrante sobre el capital bancario en los EE.UU. y México. Tengo, sin embargo, documentadas las corporaciones financieras dominantes implicadas en cada uno de los cinco estudios de caso que exploro en el libro. En estos casos, encontré algunas novedades interesantes. Por ejemplo, la corporación de préstamos en el acto más grande, que cotiza en bolsa en los Estados Unidos, Advance America está ahora controlada por el Grupo Elektra, un minorista mexicano que también se especializa en crédito caro a los pobres (o lo que denomina “consumidores desatendidos”) en toda América Latina. Por otra parte, desde la crisis sub-prime de 2007 y la posterior recesión, las ganancias anuales de las empresas préstamos en el acto del país que cotizan en bolsa (por ejemplo Advance America, Cash America, Dollar Financieros, EZ Corp, First Cash Financial, QC Holdings), han aumentado a los niveles más altos de la historia. Sus presentaciones anuales muestran que los principales prestamistas de préstamos en el acto de la nación en su conjunto ganan más por sus adelantos en efectivo de alto costo que antes de la crisis financiera. De 2007 a 2010 han aumentado un 2,6%, alrededor de u$s 30 millones en ingresos anuales.
¿La expansión del consumo, a través del crédito, permitiría discutir la idea muy difundida actualmente del crecimiento de la llamada “clase media”?
En tiempos neoliberales, el concepto de “clase media” es un dispositivo ideológico y disciplinario utilizado por el Estado para distorsionar el aumento de la desigualdad de ingreso creada por la acumulación de créditos dirigidos y las formas neoliberales de austeridad, la violencia estructural contra el trabajo, la preferencia por una inflación baja en comparación a las estrategias de pleno empleo (monetarismo), etc. En los Estados Unidos, cuando uno combina estancamiento de los salarios desde la década de 1990 con los siempre crecientes costos de educación, salud, vivienda, no es de extrañar que la “clase media” (alrededor de 50.000 dólares EE.UU.) se encuentre altamente endeudada con deudas caras e insostenibles.
En México, por otro lado, las tasas de pobreza han aumentado en los últimos años y la desigualdad socio-económica es tan amplia que los funcionarios no pueden hablar de una clase media en crecimiento, aun si quisieran. Incluso con cálculos conservadores, más del 50% de la población pertenece al sector informal. Sé que el Informe sobre Desarrollo del Banco Mundial de 2013 ha tratado de darle un giro positivo a la informalidad, planteando por ejemplo que la “informalidad es normal” e incluso deseable. Pero, independientemente de cómo se defina la informalidad, los trabajadores carecen de protección social, derechos de negociación colectiva y jubilaciones.
Vos plantéas que este proceso es acompañado por lo que denominás el Debtfare State[3] ¿De qué se trata? ¿Cuál es el rol que cumple el Estado?
Creo que ha habido nuevas formas de gobierno que han servido para financiar un pacto social tácito entre el capital neoliberal, los trabajadores, incluyendo la población sobrante, y el Estado. Dos características marcan este acuerdo. Por un lado, el desembolso de la plusvalía (o ganancia) por el Estado neoliberal continúa favoreciendo el capital corporativo y las clases altas. Por otro lado, los trabajadores renuncian a un compromiso material basado en el apoyo estatal a los salarios dignos, asistencia social y otros derechos colectivos y protección social frente a las perturbaciones provocadas por los mercados.
En lugar de ello, a través de las reestructuraciones neoliberales en curso, los trabajadores se ven obligados a depender de los mercados para garantizar su protección social y, al hacerlo, se vuelven dependientes de las corporaciones. Una significativa, aunque no exclusiva, forma de gobierno neoliberal es lo que llamo debtfarism, que encarna este pacto social. Este fenómeno es compatible con la dualidad de poder corporativo y ha tenido articulaciones nacionales e internacionales, Lo defino como una unidad tensa, un conjunto diferenciado de retóricas y reglamentaciones destinados a facilitar y normalizar la dependencia del crédito y al mismo tiempo renunciar a un compromiso material con la población sobrante, es decir, el apoyo público para el salario digno, que se ha convertido en un sello distintivo del neoliberalismo. Esto se logra de varias maneras. En primer lugar, por medios regularios y retóricos, el debtfarism recrea la comunidad del dinero, que refleja la ilusión construida a la que Gramsci se refiere como una sola clase, una sola sociedad. El creciente papel del crédito al consumo en la complementación, y en algunos casos la sustitución, de los salarios regulares y programas sociales financiados adecuadamente, como jubilaciones y prestaciones a la vejez, cuidado de la salud, cuidado de los niños, educación y bienestar, también ha significado un cambio en la forma en que se articulan y se libran las relaciones sociales de poder. A través del debtfarism las relaciones de poder de clase han sido distorsionadas en el ámbito del intercambio y, más ampliamente, individualizando aquello que Marx denomina “la comunidad de dinero” con su apariencia de democracia, libertad e igualdad.
Frente a esto ¿cuál creés que debería ser la respuesta desde una perspectiva socialista?
Esta es una pregunta difícil, pero importante. Mi anterior libro argumenta que los trabajadores (aquellos suficientemente afortunados como para estar registrados y tener jubilación) se han hecho más dependientes de las corporaciones y de su desempeño financiero, no solo por los empleos sino también por las jubilaciones.[4]
El dominio hegemónico de la doctrina de gobierno corporativo y su énfasis en el valor de los accionistas con respecto a otros valores no económicos, (tales como los salarios dignos, la responsabilidad ambiental, la fiscalidad de las empresas, etc.) esconde el poder de clase y del Estado. Este desarrollo también crea una realidad en la que los trabajadores no solo dependen del sistema que los explota, sino que además se han convertido en “ciudadanos inversores” y sujetos de la mercantilización de la justicia social (por ejemplo, los derechos laborales ocupan el segundo asiento de maximización de ganancias).
De la misma manera, y se añade a la construcción de la “ciudadanía de los inversores”, la dependencia cada vez mayor de los trabajadores –sobrantes y no sobrantes- del crédito y la intensificación de las formas primarias y secundarias de la explotación en el capitalismo contemporáneo han creado “ciudadanos consumidores”, donde las demandas de protección se expresan en el ámbito del intercambio (protección de los consumidores, inclusión financiera, etc.). Esto no solo sirve para individualizar, responsabilizar y mercantilizar aun más la resistencia, sino que además sitúa la lucha contra las abstracciones del dinero, por ejemplo, las tasas de interés, cargos por pagos atrasados, etc. Nosotros, como académicos y activistas, necesitamos repolitizar las bases de las formas secundarias de explotación, que es el poder de clase de las corporaciones, la participación activa de los estados neoliberales, y el poder social del dinero, sobre todo en su forma de dinero creado de forma privada.
La izquierda, al menos en Canadá, México, el Reino Unido y los Estados Unidos, ha descansado sobre interpretaciones post-estructuralistas y culturales de la “financiarización” y no ha regresado a la comprensión de Marx del crédito y dinero. Esto es un error. El dinero organiza todos los aspectos de nuestras vidas. Todo el mundo necesita dinero para satisfacer sus necesidades reproductivas básicas, como alimento, ropa y vivienda. Sin embargo, el dinero también es fetichizante e individualizante. La falta de dinero, que a menudo resulta en endeudamiento permanente, también sirve para intensificar las desigualdades socio-económicas, mientras enmascara sus razones subyacentes. Estas características del dinero, descritas por Williams, no son un fenómeno natural en la sociedad capitalista. Son construcciones sociales que expresan relaciones particulares de poder. La izquierda necesita hacer este poder -y su conexión con las corporaciones, la clase dominante y el poder estatal- claramente visible a la población sobrante. Tenemos que dejar de tratar al dinero como algo neutral y revelar su poder cada vez más en la acumulación estimulada por el crédito, no solo su comprensión fetichizada en el ámbito del intercambio.
Esto es difícil, lo sé. Pero, la falta de politización de los endeudados, solo produce vergüenza individual y ansiedad. Es algo que tenemos que hacer público, así como luchar por la responsabilidad del Estado sobre el 99%,[5] y no de las corporaciones y de la clase dominante. No podemos hacerlo como “inversores individuales” ni como “ciudadanos consumidores” Sólo podemos hacerlo como ciudadanos políticos estimulando el poder colectivo.
1Traducción propia.
2Debtfare States and the Poverty Industry: Money, Discipline and the Surplus Population, Routledge, London, 2014.
3Nota del Traductor: Debtfare state es un juego de palabras que hace referencia al estado de bienestar que en inglés se dice welfare state y reemplaza wel (que implica bienestar) por debt que significa “deuda”. La idea es un Estado que basa su política en el endeudamiento de la población.
4Corporate Power and Ownership in Contemporary Capitalism: The Politics of Domination and Resistance, Routledge, London, 2010.
5Hace referencia a la consigna de Occupy Wall Street: “Somos el 99%”.
[…] Susanne Soederberg, investigadora de la universidad canadiense de Queen, afirmaba a raíz de un estu… que la población sobrante es el sector que más crece en el mundo. Todas las personas que quedan fuera del cada vez más estrecho marco de lo aceptado, son estigmatizadas como inmundas, sucias, contaminantes. Son consideradas exclusivamente carne. […]
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