La izquierda argentina consiguió un logro histórico en las elecciones de este año. ¿Eso quiere decir que estamos a las puertas de la toma del poder? No parece. ¿Se trata de un mero “voto protesta”? Tampoco. Si quiere saber qué es lo que expresa esa votación, cuáles son las perspectivas reales que esta abre y cómo debemos navegarlas, lea esta imperdible nota.
Eduardo Sartelli
Director del CEICS
En las últimas elecciones el FIT logró un éxito histórico en más de un sentido: aumentó un 40% los votos obtenidos en las PASO, multiplicó casi por tres lo obtenido dos años antes y ganó en Salta superando a todas las variantes del peronismo. Este escenario era impensable para la dirección del Frente apenas hace un año y medio, cuando festejaba haber logrado superar el escenario “proscriptivo” al arañar el 2,5% con una campaña democratista (el celebérrimo y rialísimo “un milagro para Altamira”). Ahora, con los resultados en la mano, el diputado electo Néstor Pitrola anuncia que el FIT será alternativa de poder en apenas dos años: se viene “Altamira presidente”. Más reflexivo, Marcelo Ramal señaló que está en marcha un nuevo movimiento popular bajo las banderas del socialismo. Como veremos a continuación, sí y no. No obstante, conviene repasar algunas polémicas con respecto a las perspectivas pasadas, a fin de entender estas renovadas ansias de futuro.
Ayer no decías esto…
En efecto, la dirección del FIT, en particular los miembros del Partido Obrero, no tenían esta perspectiva en mente cuando Cristina reventó las urnas con el 54%. En ese momento dijimos que el 2,5 finalmente obtenido sobre la base de un programa democratizante (“superar la proscripción”) y una campaña que buscaba dar lástima (“un milagro para Altamira”) era un fracaso, no un éxito. Señalamos, en intervenciones sucesivas, que el Frente podía darse una meta del 10% de los votos, que para ello bastaba con profundizar el proceso de unidad alcanzado como resultado imprevisto de la creación de las PASO y que ello era factible porque el Argentinazo no había pasado en vano, había dejado una amplia base militante y simpatizante. También aclaramos que si bien era cierto que la recuperación lograda por el bonapartismo ponía límite al crecimiento de la izquierda, ello no explicaba tan magros guarismos. En ese momento, por diferentes vías, representantes de los tres partidos del frente dijeron que estaba loco, que tal cosa era imposible y que, peor aún, plantearlo era “parlamentarismo juanbejustista”. Son los mismos que ahora festejan como “históricos” los últimos resultados. Repetir uno por uno los permanentes virajes de cada uno de los partidos del FIT sería largo y aburrido, pero el lector puede encontrar un resumen de ellos en nuestra página web.[1] Concentrémonos ahora en la curva reciente de este largo y sinuoso camino.
¿Qué está detrás de este abrupto cambio de opinión? El empirismo, por un lado; las líneas generales que pueden partir el frente, por el otro. En efecto, lo que caracteriza a la izquierda argentina no es el análisis concreto de la situación concreta sino más bien la “intuición” o, como dijo alguna vez Altamira, el “instinto” revolucionario. Sucede que ni la intuición ni el instinto pueden ser bases de comprensión política de corrientes que pretenden defender el “socialismo científico”. Esta debilidad metodológica general, la que los hizo patinar durante el conflicto del campo del 2008, es también la que impidió un mejor resultado en 2011 y ahora. Porque aquel 2,5 y este casi 7% no recogen todo lo que habrían podido recoger. Es cierto que no tiene mucho valor la hipótesis contrafáctica según la cual si hubiéramos hecho otra cosa, el resultado hubiera sido distinto. También se puede aducir que en el contexto de una descomposición del bonapartismo K es lógico que la izquierda crezca. Pero no alcanza: habría que responder por qué tanto voto se expresó en agrupamientos que perfectamente caben en el FIT o que podrían haber sido absorbidos por el frente. Además, si fuera así, significa que no hemos hecho nada ni para aquél fracaso ni para este éxito, lo que quita sentido a toda acción política. Si bien la coyuntura siempre cuenta, la forma en que se prepara uno para ella tiene su parte. Así acaba de reconocerlo Christian Castillo (según declaró a La Nación): “los votantes de izquierda agradecen que en el cuarto oscuro no encuentren 20 boletas distintas”, si bien limitando su análisis al problema puramente electoral. Más explícito es el reconocimiento del PO, por boca de Pitrola, también en declaraciones al mismo diario:
“Esta elección nos abre la perspectiva de una superación del peronismo, para tener fuerte influencia en los sindicatos. Estamos iniciando un gran movimiento popular. Se ha reabierto la crisis de partidos de 2001 con el fin de ciclo del kirchnerismo y la burocracia sindical ha quedado dividida, golpeada y marginalizada en su representación. Este voto a la izquierda fortalece las perspectivas del clasismo, que ya es importante.”
Los dos tienen razón y los dos se equivocan: la unidad de la izquierda revolucionaria tiene un rol fundamental en esta historia; hay un movimiento popular en formación. Pero la primera verdad fue una consecuencia de las PASO y no de una convicción en la necesidad de la construcción del FIT. La segunda, por su parte, es noticia vieja, la venimos anunciando desde el 2001y no necesitaba, para su concreción, de la crisis del bonapartismo. La perspectiva de “superación del peronismo” está planteada desde fines de los ’90 por las transformaciones del conjunto de la realidad argentina. A eso nos referíamos cuando señalábamos allá por el 2003 que el Argentinazo había abierto un “proceso revolucionario”: a que la clase obrera comenzaba un giro hacia la independencia de clase. Que ese giro podía congelarse también lo dijimos y ya explicamos por qué. Pero lo que está claro es que el Argentinazo cambió el piso del escenario político del país. En ese momento reivindicamos al Bloque Piquetero Nacional como germen de partido revolucionario, porque allí se estaba produciendo el encuentro entre la clase y el partido. De allí nuestra defensa de las Asambleas Nacionales de Trabajadores Ocupados y Desocupados. El impasse que supuso el bonapartismo depuró aquel agrupamiento y creó otro, el FIT, como dijimos, contra la voluntad de sus participantes. Prepararnos para soportar el impasse y para renacer con el retorno de la crisis presuponía avanzar en la construcción del partido. En eso se concentró (y se concentra) toda nuestra atención en relación al FIT. Si Pitrola está en lo cierto, si el PO está en lo cierto (y creemos que es así) la urgencia por el partido es mayor que nunca. Lo que nos lleva al segundo problema.
El FIT, aparentemente más consolidado hoy que antes, corre riesgo de romperse. Y las líneas ya están claras: las insinuaciones del PTS acerca del “juanbejustismo” y del carácter anecdótico de estas elecciones, advierten que en algún momento intentará romper el FIT acusando al PO de “electoralismo”; las palabras de Pitrola son testimonio de lo mismo: si es cierto que está en marcha lo que él imagina, debiera estar llamando ya a un proceso de unificación general de la izquierda, salvo que crea que semejante marea puede ser absorbida solo por el PO. En los dos casos (en los tres, porque en realidad Izquierda Socialista no ha dicho nada tampoco al respecto) no hay ninguna insinuación de proyectar una unidad ni más extensa ni más profunda.
Esperamos tu palabra
Hay una extensa base militante y simpatizante más allá del FIT. Si la crisis se profundiza, las demandas que caerán sobre la izquierda serán lo suficientemente poderosas como para desestabilizar no solo al Frente sino a todas las estructuras partidarias. Habría que prepararse para ese cimbronazo, que puede ser fatal si no lo enfrentamos como corresponde. ¿Qué pasó en estas elecciones? Que se confirmó que esta izquierda es real, que tiene carnadura en las masas y que se encuentra al borde de construirse como dirección histórica. Para que las olas impulsen el barco, en lugar de destruirlo, es necesario que se ponga a la altura de su misión. Si salimos a navegar con barquitos de papel, no vamos a dominar la corriente. Llamamos a los partidos del FIT a convocar a un amplio congreso de unidad de la izquierda revolucionaria, teniendo en mente la conformación de un partido único, con tendencias y fracciones, que exprese esa unidad en la lucha que se viene. Sobre todo si se le quiere dar, a ese movimiento popular, el contenido político socialista que hoy no tiene.
[1]Véase la sección “El debate por el partido”, en http://goo.gl/SXDX5Y.