Vladimir Illich Lenin [1]
(1870-1924)
La relación entre lo consciente y lo espontáneo presenta un enorme interés general, y es preciso analizarla minuciosamente. […]
Hemos consignado el apasionamiento general de la juventud intelectual de Rusia por la teoría del marxismo, a mediados de la última década del siglo pasado [siglo XIX]. También las huelgas obreras adquirieron, por aquella época, después de la famosa guerra industrial de 1896 en Petersburgo, un carácter general. Su extensión por todo el territorio de Rusia atestiguaba claramente cuán profundo era el movimiento popular que volvía a renacer, y, al hablar del “elemento espontáneo”, es natural que precisamente ese movimiento huelguístico debe ser calificado, ante todo, de espontáneo.
Pero hay diferentes clases de espontaneidad. También durante la década del ‘70, y también en la del ‘60 (y aun en la primera mitad de siglo XIX) hubo en Rusia huelgas acompañadas de destrucción “espontánea” de máquinas, etc. Comparadas con esos “motines”, las huelgas de la década del ‘90 pueden incluso llamarse “conscientes”: hasta tal punto era considerable el progreso del movimiento obrero en aquel período. Eso nos demuestra que, en el fondo, el “elemento espontáneo” no es sino la forma embrionaria de lo consciente. Y los motines primitivos reflejaban ya un cierto despertar de lo consciente: los obreros perdían la fe tradicional en la inamovilidad del orden de cosas que los oprimía; empezaban. . . no diré que a comprender, pero sí a sentir la necesidad de oponer resistencia colectiva y rompían decididamente con la sumisión servil a las autoridades.
Pero esto, sin embargo, más que lucha, era una expresión de desesperación y de venganza. En las huelgas de la última década del siglo pasado, vemos muchos más destellos de conciencia: se formulan reivindicaciones determinadas, se calcula de antemano el momento más conveniente, se discuten los casos y ejemplos conocidos de otros lugares, etc. Si los motines eran simplemente levantamientos de gente oprimida, las huelgas sistemáticas representaban ya embriones de lucha de clases, pero precisamente nada más que embriones. En sí, esas huelgas eran lucha tradeunionista, no eran aún lucha socialdemócrata; señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos, pero los obreros no tenían, ni podían tener la conciencia del antagonismo irreconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, no tenían conciencia socialdemócrata. En este sentido, las huelgas de la última década del siglo pasado, a pesar de que, en comparación con los “motines”, representaban un enorme progreso, seguían siendo un movimiento netamente espontáneo.
Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. [2]. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas que han sido elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales. Por su posición social, también los fundadores del socialismo científico contemporáneo, Marx y Engels, pertenecían a la intelectualidad burguesa.
De modo que existían tanto el despertar espontáneo de las masas obreras, el despertar a la vida consciente y a la lucha consciente, como una juventud revolucionaria que, armada de la teoría socialdemócrata, tendía con todas sus fuerzas hacia los obreros. Además, importa sobre todo dejar sentado el hecho, frecuentemente olvidado (y relativamente poco conocido), de que los primeros socialdemócratas de ese período, al ocuparse con ardor de la agitación económica (y teniendo bien presente en este sentido las indicaciones realmente útiles del folleto, entonces manuscrito aún, Sobre la agitación ), lejos de estimarla como su única tarea, por el contrario, ya desde el comienzo se asignaban las más amplias tareas históricas de la socialdemocracia rusa, en general, y la de derrocar a la autocracia, en particular.
Así, por ejemplo, el grupo de socialdemócratas de Petersburgo, fundador de la Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, redactó, ya a fines de 1895, el primer número de un periódico, bajo el título de Rabócheie Dielo. Completamente preparado para la imprenta, dicho número fue recogido por los gendarmes cuando registraron el domicilio de uno de los miembros del grupo, A. A. Vanéiev [3], en una irrupción hecha en la noche del 8 de diciembre de 1895. De modo que Rab. Dielo del primer período no tuvo la suerte de ver la luz. El editorial de ese periódico (que, quizás dentro de unos 30 años, alguna revista como Rússkaia Stariná [4] exhumará de los archivos del departamento de policía) esbozaba las tareas históricas de la clase obrera de Rusia, colocando en el primer plano la conquista de la libertad política. Luego seguía el artículo “¿En qué piensan nuestros ministros?”, dedicado a la disolución violenta de los Comités de Primera Enseñanza por la policía, así como una serie de artículos de corresponsales, no sólo de Petersburgo, sino también de otras localidades de Rusia (por ejemplo, sobre la matanza de obreros en la provincia de Yaroslavl). Así, pues, este “primer ensayo”, si no nos equivocamos, de los socialdemócratas rusos de la década del ‘90 no era un periódico de un carácter estrechamente local, y mucho menos “economista”: tendía a enlazar la lucha huelguística con el movimiento revolucionario contra la autocracia y atraer a todas las víctimas de la opresión política del oscurantismo reaccionario para que apoyaran a la socialdemocracia. Y todo el que conozca, por poco que sea, el estado del movimiento en aquella época, no pondrá en duda que semejante periódico habría sido acogido con plena simpatía tanto por los obreros de la capital como por los intelectuales revolucionarios y habría tenido la más vasta difusión. El fracaso de esta empresa demostró únicamente que los socialdemócratas de entonces no estaban en condiciones de satisfacer las exigencias vitales del momento, por falta de experiencia revolucionaria y de preparación práctica.
[…] Por eso, es de extrema importancia dejar sentado que una parte (acaso la mayoría) de los socialdemócratas que actuaron en el período de 1895 a 1898 consideraba posible con toda razón, ya entonces, en los albores del movimiento “espontáneo”, intervenir con el más amplio programa y táctica de combate [5]. En lo que respecta a la falta de preparación de la mayoría de los revolucionarios, siendo un fenómeno completamente natural, no podía provocar ninguna aprensión particular. Desde el momento en que el planteamiento de los objetivos era justo, desde el momento en que había suficiente energía para intentar reiteradas veces lograr esos objetivos, los reveses temporales representaban una desgracia a medias. La experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren con el tiempo. ¡Lo único que hace falta es querer desarrollar en uno mismo las cualidades necesarias! ¡Lo único que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que, en la labor revolucionaria, equivale a más de la mitad de la corrección de los mismos!
NOTAS
1 Extractos de Vladimir Illich Lenin: ¿Qué hacer?, disponible en www.marxists.org.
2 El tradeunionismo no descarta en modo alguno toda “política”, como a veces se cree. Las tradeuniones han llevado siempre a la práctica cierta agitación y lucha política (pero no socialdemócrata). En el capítulo siguiente expondremos la diferencia entre la política tradeunionista y la socialdemócrata.
3 A. A. Vanéiev murió en 1899, en Siberia Oriental, de tuberculosis, contraída cuando se encontraba incomunicado en prisión preventiva. Por eso, hemos considerado posible publicar la información que figura en el texto, cuya autenticidad garantizamos, pues procede de gente que conocía a Vanéiev personal e íntimamente.
4 Rússkcaia Stariná (La Antigüedad Rusa), revista histórica mensual, que apareció en Petersburgo de 1870 a 1918
5 “Al criticar la actividad de los socialdemócratas de fines de la última década del siglo pasado, Iskra no tiene en cuenta que entonces faltaban condiciones para todo trabajo que no fuera la lucha por pequeñas reivindicaciones”, dicen los economistas en su «Carta a los órganos socialdemócratas rusos» (Iskra, núm. 12). Los hechos citados en el texto demuestran que esta afirmación sobre la “falta de condiciones” es diametralmente opuesta a la verdad. No sólo a fines, sino incluso a mediados de la década del 90, existían plenamente todas las condiciones para otro trabajo, además de la lucha por las pequeñas reivindicaciones; todas las condiciones, salvo una preparación suficiente de los dirigentes. Y he aquí que, en vez de reconocer francamente esta falta de preparación por nuestra parte, por parte de los ideólogos, de los dirigentes, los «economistas» quieren cargar toda la responsabilidad a la “falta de condiciones”, a la influencia del medio material que determina el camino del cual ningún ideólogo logrará desviar el movimiento. ¿Qué es esto sino halago servil de la espontaneidad, sino enamoramiento de los “ideólogos” de sus propios defectos?
Tema imprescindible a esta hora