Romina De Luca
Grupo de Investigación de Educación Argentina – CEICS
El Ministerio de Ciencia y Técnica acaba de lanzar su nuevo plan de inversión para el período 2012-2015. Si usted cree que es un síntoma de que el kirchnerismo va a invertir en Ciencia y Técnica, lea este artículo y entérese de lo contrario.
Recientemente, el Ministerio de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva (Mincyt) dio a conocer el nuevo Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2012-2015 elaborado por la Dirección Nacional de Políticas y Planificación del Ministerio1. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) se encargó de la contraparte técnica del trabajo. También se convocó a una comisión de notables encargados de brindar asesoramiento en materia de política científica. El documento se difundió a fines de diciembre pasado en el contexto de la “celebración” de los cuatro años de gestión de Lino Barañao al frente de la cartera de Ciencia y Técnica (C&T). Los ensalzamientos coincidieron con la movilización de cientos de científicos agrupados en organizaciones sindicales y políticas a propósito de las políticas de recorte, ajuste, expulsión de investigadores del sistema y persecución político-ideológica que se ha iniciado, en particular, en el CONICET. Resulta importante, entonces, centrarnos en el análisis del documento en tanto allí se trazan las grandes líneas del sector para los próximos años. Un futuro que se avecina sombrío.
Para la elaboración del nuevo plan, el Ministerio convocó a una serie de intelectuales encargados de conformar una Comisión Consultiva. Mario Albornoz, Dora Barrancos, Esteban Brignole, Eduardo Charreau, Juan Carlos Del Bello, Gustavo Lugones, Marta Novick y Carlos Pallotti fueron los elegidos para la partida. No se trata de nombres individuales cualesquiera, elegidos al azar, con itinerarios más o menos prestigiosos. La gran mayoría cuenta con una larga trayectoria en funciones de carácter público. Veamos.
Ciencia berreta
El lanzamiento del nuevo Plan para C&T se inició con un llamado por parte de Barañao. En su balance de gestión, invitó a los investigadores a una “mayor vocación” al tiempo que incitó al sector empresario a incrementar la inversión destinada a C&T. A decir del Ministro, de producirse esa conjunción de esfuerzos se realizaría la visión de país que nos mostró Tecnópolis. Barañao supone que la “megamuestra” habría reflejado el horizonte de un país innovador. Es por ello que llama a generar una nueva etapa en la que la ciencia se articule con el aparato productivo, fortaleciendo la especialización de la economía en su inserción a escala global. Presupone que ello generaría un círculo virtuoso y, a partir de ahí, se garantizaría que el progreso “apuntale la inclusión social y la sustentabilidad ambiental”. En pocas palabras, la apuesta del nuevo plan contiene la esencia de la vieja “teoría del derrame” reeditada en “sintonía fina”.
Así las cosas, poco lugar parece tener el nuevo plan para el desarrollo de la considerada “cenicienta” de las ciencias: la humanística. Peor aún, la estrechez de miras no se reduce al desdeño por lo social: el “criterio de aplicabilidad” también destruye a las ciencias básicas. El nuevo paradigma no pareciera dejar demasiado lugar al desarrollo científico que no arroje resultados inmediatos. Lo que este diseño no tiene en cuenta que el conocimiento avanza luego de una inmensa masa de ideas que no tienen un correlato práctico directo.
Trabajo barato en todo el mundo
En Argentina, la generación de “recursos humanos altamente calificados” se hizo a través de un sistema de becas. Dicha forma contractual resulta más barata a la hora de generar un shock de doctores, tal como se propuso nuestro país, sin más largas intenciones que la de garantizar un proceso de formación que en el país se encontraba atrasado. De allí, se entiende que los becarios no cuenten con estabilidad, obra social, antigüedad, aportes jubilatorios, afiliación sindical ni ningún otro beneficio de un trabajador de planta. Tal endeblez lleva al Ministro de C&T a equiparar a un doctor, productor y transmisor de conocimiento, con un estudiante secundario en formación.
A pesar del ruido oficial, el futuro para la ciencia no parece alentador. En primer lugar, la nueva etapa de inversión científica dirigirá su objetivo a todo aquello que tenga un grado de aplicabilidad pura e inmediata. Y el mote de superfluo le cabe tanto a las ciencias sociales como a las llamadas básicas. Ahora bien, cómo llegaremos a desarrollar una terapia génica para el cáncer (aplicabilidad) si no comprendemos cómo se desarrolla la enfermedad a través de la división celular descontrolada (ciencia básica) resulta un enigma. La impronta cortoplacista sólo puede condenar a la ciencia a desaparecer. Tal vez por ello, no llame la atención que los cerebros que diseñaron el plan sean aquellos que, ayer y hoy, se encargaron de ponerle el cuerpo al ajuste en ciencia y técnica.
Notas
2 Véase www.redvitec.edu.ar/novedades/index/aprueban-credito-bid-para-desarrollo-cientifico-y-tecnologico-argentino.