En 1946, Perón recibió una procesión de indígenas del norte a quienes había prometido ayuda, pero después los echó de Buenos Aires. La razón: pidieron dejar de ser mano de obra barata.
Marina Kabat*
Días atrás, el “Tercer Malón de la Paz” llegó a Buenos Aires. Los medios han referido los antecedentes de esta empresa, en particular, al primer Malón de la Paz bajo el peronismo. Pero, poco se conoce de ese hecho histórico. En 1946 Perón hizo acompañar la procesión indígena por un militar, que se presentó como el “Jefe del Malón de la Paz”, de modo de controlar el reclamo, en gran medida alentado por sus promesas electorales de Reforma Agraria. Tras recibir a los representantes indígenas en el balcón de la Casa Rosada, los alojó en el Hotel de Inmigrantes, como si fueran extranjeros. Después de días sin atender sus reclamos, los echó de la ciudad y los envió compulsivamente a sus provincias en un tren custodiado por veinticinco agentes policiales. Para el secuestro de los indígenas se recurrió a gases lacrimógenos e intervinieron policías, bomberos y fuerzas de la Marina. Tres de los secuestrados, rompen ventanas, se tiran del tren en movimiento cuando no había alcanzado velocidad y relatan a la prensa lo sucedido. Creen que la represión se debió a una petición hasta entonces secreta, que le habían entregado en mano al Presidente en un sobre sellado. ¿Qué contenía el sobre? ¿Cómo se llegó a esas instancias?
Promesas electorales y esperanzas de justicia social. Bajo la dictadura que rigió el país entre 1943-1946 se había alentado la esperanza de restitución de tierras entre comunidades indígenas y éstas enviaron delegaciones a la capital. Para capitalizar cualquier medida o promesa en tal sentido, Perón hace que el Consejo Agrario Nacional pase a depender de la Secretaría de Trabajo y Previsión. A fines de diciembre de 1945 su gira electoral por Jujuy tiene como eje la Reforma agraria, la entrega de tierras fiscales y la expropiación de campos de Patrón Costas. La Secretaría de Trabajo y Previsión había absorbido también la Dirección de Protección al Aborigen, todo reclamo de tierras, contra el régimen semiservil en las reducciones indígenas o las condiciones laborales en los ingenios, quedaba bajo la órbita directa de Perón, quien dispuso una vasta campaña de propaganda.
No es extraño que al asumir Perón la presidencia, distintos grupos sociales esperasen que esas promesas se cumplieran y se dispusieran a movilizarse por ellas. No por nada Perón dilató su jura hasta el aniversario del golpe militar que había impulsado su carrera. Eso le permitió ganar algo de tiempo y gobernar de hecho como presidente electo, sin las molestias de un Congreso y sin que lo presionaran a tomar medidas. En esos meses Perón gozó lo mejor de dos mundos, la legitimidad de un presidente democrático y los medios de un gobierno militar. Antes de colocarse la banda presidencial, ya se habían sancionado por decreto las normas que creaban el IAPI y fundaban la economía peronista en la alta productividad de la gran propiedad rural. La reforma agraria con mayúsculas había sido clausurada. Aunque quedaba algo de espacio para pequeños gestos que la propaganda peronista pudiera magnificar. Quizás por ello el mismo peronismo alentó en sus inicios al Malón de la Paz y destacó a un militar retirado, el teniente Bertonasco, para que acaudillara la protesta. Pero, ni los maloneros tenían pretensiones tan modestas que Perón pudiera satisfacer y despachar fácilmente, ni el gendarme encargado de guiar la iniciativa indígena cumplió plenamente su misión. Pese a su fidelidad a Perón, Bertonasco era un hombre particular y tenía lealtades divididas. Los maloneros sabían que reclamaban más de lo que muchos querían darles y, por eso, para no complicar su misión guardaron en secreto el contenido del sobre que entregaron a Perón.
Aliados. Un militar con el corazón dividido y un laborista jujeño fueron los aliados de los maloneros desahuciados. Bertonasco era un personaje singular. Su padre era un alto militar “héroe” de la campaña contra los indígenas patagónicos, y de la posterior campaña contra los indígenas chaqueños. Su madre, de origen indígena, de niña había sido secuestrada y entregada a una familia de la sociedad a la usanza de la época. Ella le habría pedido a Bertonasco que velara por los más humildes, sus hermanos indios. Por eso, Bertonasco se toma a pecho la misión de guiar al Malón de la Paz. Quizás más de lo que Perón hubiera deseado. Por ello, cuando en la madrugada del 29 de agosto tres maloneros fugitivos que se escaparon del tren que condujo a sus compañeros a Abra Pampa acudieron a su casa, Bertonasco los albergó.
Teobaldo Flores, Exaltación Flores y Ciriaco Condori relataron lo sucedido. Tras pasar varios días incomunicados y con custodia militar en el Hotel de Inmigrantes, los llevaron engañados a Retiro. Cuando vieron que quería hacerlos retornar se resistieron. Mientras la policía subía a unos al tren, otros se bajaban. Todo a la vista de los transeúntes. Para evitar la mala prensa, la policía cejó en sus intentos y permitió que regresasen al Hotel de Inmigrantes. Sin embargo, a la madrugada se desplegó un nuevo operativo. Esta vez con gases lacrimógenos, policía, bomberos y Prefectura Marítima. Los efectivos se dirigieron primero al dormitorio de las mujeres y las arrastraron fuera y hacia los vagones esta vez dispuestos frente al Hotel. Tres agentes por cada mujer. Los hombres que se habían atrincherado en previsión de un nuevo intento de desalojo salieron a defenderlas y fueron igualmente llevados. Como responsables del desalojo estuvieron presentes Taboada, a cargo de la Dirección de Protección al aborigen y el antisemita Santiago Peralta, al mando de la Dirección General de Migraciones. Ambos, dijeron actuar por expresas órdenes presidenciales e impidieron la intervención del diputado laborista jujeño e hijo de uno de los maloneros, Viviano Dionicio, a quien también insultaron. Dionicio envió un telegrama a Perón e interpuso un habeas corpus por el secuestro de sus compañeros intentando evitar que se los enviara a sus provincias como finalmente se hizo.
El secreto del sobre lacrado. La mayoría de los medios que antes propagandizaron la llegada del Malón de la Paz guardaron silencio o apoyaron las medidas tomadas por el gobierno. Cuando la prensa recogió sus testimonios Teobaldo y Exaltación Flores y Ciriaco Condori, así también como Bertonasco adjudicaron la represión de la que habían sido objeto a una reacción al pedido entregado en mano al Presidente. Ésta era una reclamación especial sobre cuyo contenido habían acordado guardar secreto durante el viaje. ¿Qué pedían? ¿Y por qué no lo habían anticipado a los medios en los meses que duró su travesía? Quizás temían que, de conocerse esto de antemano, la caravana no contaría con el apoyo oficial que tuvo o que distintos funcionarios quisieran bloquearla. No era para menos, el sobre contenía el pedido de una intervención general en la Dirección de Protección al Aborigen, a la cual responsabilizaban de todas las penurias que vivían.
En el balcón de la Rosada, Perón, sin abrir el sobre les había dicho: si es algo para ustedes, denlo por hecho. Pero no se trataba de un pedido particular, sino de un reclamo general que afectaba todo el régimen de trabajo en el norte del país, que garantizaba obreros baratos a los ingenios y aseguraba la disciplina laboral y social de una capa de población sumergida. Algunas tierras para ciertas comunidades, eso se podía conceder. Pero, un cambio que modificara sustancialmente la forma que se gestionaba la mano de obra de origen indígena, eso no estaba en los horizontes del flamante gobierno. Dada la naturaleza del reclamo no es extraña la presencia de Taboada, a quien querían que se desplazara, en el desalojo.
La Dirección de Protección Aborigen no se toca. Tanto Bertonasco, el diputado Viviano Dionicio, como los tres maloneros escapados del tren se negaban a creer que la orden del desalojo hubiera partido de Perón y reclamaban reunirse con él. El Presidente, a la postre, solo recibió al diputado laborista. Para sorpresa de Viviano Dionisio, al llegar a la reunión se encontró con que Perón lo aguardaba acompañado por los mismísimos Taboada y Peralta, contra quienes él iba a reclamar. La maniobra recuerda a la que casi treinta años después Perón les jugaría a los diputados de la Tendencia, a quienes recibió acompañado de López Rega y con un operativo de prensa prefabricado para desarmar sus demandas. Del mismo modo, tras la entrevista solo trascendió que Perón escuchó las inquietudes del diputado y que crearía comisiones para averiguar lo ocurrido con los “pobladores norteños”, a los cuales ya no se les reconocía el estatus de indígenas, que había sido celebrado poco tiempo antes. Con Taboada presente en la entrevista quedaba claro no solo que el caso no se indagaría, sino que el funcionamiento de la Dirección de Protección Aborigen (ex Comisión Honoraria de Reducciones de Indios) no cambiaría. Era una pieza clave del control social en el norte, como el mismo Perón lo comprobaría un año más tarde: tras el genocidio Pilagá en Rincón Bomba, Formosa, confinará a los sobrevivientes de la masacre en las reducciones Francisco Muñiz y Bartolomé de las Casas. Algunas tierras, Perón podía conceder (como finalmente hizo en 1949), pero abdicar del control político, laboral y hasta militar de esa población no estaba en sus planes.
*Publicado en Perfil.com, 19//08/2023