Por Eduardo Sartelli
Qué lamentable ceguera política la de los «progresistas» chilenos, que lloran porque los obreros chilenos no se comieron el sapo de una constitución queer, posmoderna, populista y anti-obrera. Pero, por sobre todas las cosas, porque se dieron cuenta de que lo que se pone en el papel no cuenta nada comparado con lo que se hace en la vida real. El gobierno Boric lleva ya meses sin haber hecho nada que testimonie en la realidad la voluntad de un cambio profundo. Más bien, lo contrario. En ese contexto, la nueva constitución suena a palabrerío barato, otro político charlatán que te endulza los oídos con promesas y cuando se trata de hacer, hace lo contrario. Poner algo en un papel no garantiza nada. Lo que sí garantiza el empobrecimiento es haber gobernado meses sin ninguna transformación seria en sentido popular. En la Argentina, el artículo 14bis garantiza el derecho al trabajo. Desde que se sancionó ese artículo, la Argentina pasó de 3% de desocupación a más del 20. No votaron contra la constitución, sino contra los que la promueven. No les creen, los sienten preocupados por otras cosas y no por lo que sufre el común de los mortales. Los chilenos ya han visto cómo Morales impuso el «plurinacionalismo» y eso no ha modificado en nada la vida real de los pobres bolivianos. Ya han visto la creación de un «ministerio de la felicidad del pueblo» en Venezuela, y saben de la felicidad de los seis millones de venezolanos que abandonaron su patria. Están del otro lado de la cordillera, saben cómo se hunde en la miseria el proletariado argentino bajo el kirchnerismo y su «expansión de derechos». No es el obrero chileno asustado el que rechazó el cambio, es la bancarrota del «progresismo» charlatán.
Puede leerse un análisis más amplio aquí: https://bit.ly/3cOBIIZ
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boric sera tan valiente como allende?…..con los dirigentes solo no alcanza, tienen que ser los pueblos, los que produzcan el cambio…. cada uno debemos preguntarnos…. si somos valientes….. que jodido el tema
El «progresista» Boric se está negando a vetar el tpp 11, que regala nuestra soberanía nacional al someternos al arbitrio de tribunales extranjeros respecto de nuestros propios RRNN. El «progresismo» es la gran farsa del siglo XXI, que permite seguir lavando la cara al capitalismo más atroz, pero ahora disfrazado de feminista, inclusivo y diverso, pero tan antiobrero como de costumbre.