Trabajo (todavía) inhumano
El desflore de maíz después de los allanamientos del 2010/2011
Agustina Desalvo
TES-CEICS
¿Se acuerda que el gobierno, en el 2011, se rasgaba las vestiduras tras haber “descubierto” las condiciones del trabajo agrario? ¿Qué ha pasado con las causas judiciales? Más importante aún ¿cómo se trabaja hoy en los campos? Pase y vea…
En el verano 2010/2011, empresas rurales, la mayoría vinculadas a la producción de semillas híbridas, fueron denunciadas por no garantizar a los obreros las condiciones mínimas de seguridad e higiene. El caso Nidera fue el más representativo. Algunas compañías fueron acusadas de mantener a los peones “reducidos a la servidumbre” y fueron vinculadas con el delito de trata de personas. El gobierno de CFK, la CGT de Moyano, UATRE, organizaciones sociales como La Alameda y partidos de izquierda, como el PO y el PTS, sostuvieron que debía ponerse fin al “trabajo esclavo”.
El 16 de agosto del 2011, se publicó en el Boletín Oficial la Resolución 46/2011 de la CNTA (Comisión Nacional de Trabajo Agrario) sobre “condiciones generales de trabajo para trabajadores agrarios temporarios que se desempeñan en la actividad semillera”. Allí se establecen cuáles deben ser los requisitos mínimos de seguridad e higiene que deben cumplir específicamente las empresas que producen semillas híbridas. Asimismo, en diciembre del 2011, se promulgó la Ley 26.727 que rige el trabajo agrario en general. De este modo, el gobierno ha pretendido terminar con el “trabajo esclavo” imperante. Como veremos a continuación a partir de entrevistas realizadas a trabajadores empleados en la campaña 2011/2012, algunas cosas han cambiado. Los campamentos ya no son lo que eran: ahora cuentan con casillas más cómodas, con luz eléctrica, gas, baños químicos y comedores. Sin embargo, la esencia del trabajo sigue siendo la misma: si la actividad lo requiere hay que poner el cuerpo y trabajar lo que la empresa exige. Como dijimos en su momento, el problema no es el trabajo esclavo, sino el trabajo capitalista. Confundir los términos conduce a suponer que puede combatirse la explotación en los marcos de la institucionalidad burguesa.
Los allanamientos
La cantidad cada vez menor de tierras óptimas para el cultivo y la búsqueda de una productividad superior en esas tierras, obliga a desarrollar semillas que brinden un mayor rendimiento por hectárea. La producción de híbridos tiene esa finalidad. Argentina es el segundo productor en la región, el tercero de América y el noveno a nivel mundial. Las semillas híbridas de maíz se adquieren a partir de la cruza programada de linajes genéticamente diferentes. Su obtención es posible solo si se lleva a cabo una tarea fundamental: el despanojado o desflore de las plantas elegidas como hembras. Actualmente, tras un par de años donde la mecanización tuvo avances importantes, se estima que un 40% de la tarea se encuentra mecanizada [1]. Las máquinas no son lo suficientemente eficientes y se requiere de la mano humana para realizar las tareas de repaso. Por eso, hasta el momento, el desflore ha requerido, al menos en Argentina, gran cantidad de mano de obra, que proviene, principalmente, de Santiago del Estero. Como afirmamos en nuestra intervención en el programa 678 del 5 de enero del 2011 y en contra de las afirmaciones Julio Piumato, las condiciones de trabajo de los obreros del desflore, al igual que en gran parte de la producción rural, han sido históricamente pésimas. Sin embargo, la situación tomó estado público en la campaña 2010/2011, cuando varias de las multinacionales productoras de semillas híbridas fueron denunciadas, en un contexto de internas sindicales (UATRE-CGT) y de enfrentamientos del gobierno con la burguesía agraria.
Entre el 30 de diciembre del 2010 y el 4 de febrero del 2011 se llevaron a cabo 28 allanamientos en campos de diversas empresas rurales, sobre todo vinculadas con la producción de semillas híbridas. En efecto, en el 61% de los casos los trabajadores se empleaban en el despanojado de maíz, mientras que en el 14% lo hacían en la recolección de papa, en el 7% en la guinea y un idéntico porcentaje se repite para la cosecha de hortalizas. Finalmente, rastreamos un caso en que la actividad realizada se vincula con la tala de madera y otro en el que los trabajadores se emplean en la cosecha de yerba mate.
El primer allanamiento ocurrió en San Pedro, provincia de Buenos Aires. Fueron encontrados 130 trabajadores santiagueños que trabajaban para Nidera despanojando maíz. Según el diario Página/12, “no sabían dónde estaban, no podían salir, no tenían luz ni agua y se les descontaba del salario en negro las provisiones que la empresa les vendía a precios alucinantes” [2].
Nidera fue una de las principales empresas involucradas. Sobre ella recayeron el 18% de las denuncias que trascendieron y sobre las cuales tenemos datos corresponden a esa compañía, (4 casos en campos distintos de la misma firma). Un idéntico porcentaje se repite para Satus Ager, compañía que fue denunciada por no brindar a los obreros instalaciones sanitarias y habitacionales adecuadas y por hacerlos cumplir jornadas de hasta 12 horas diarias.
A Nidera y Satus Ager les siguen Pioneer (denuncias por 3 campos) y Southern Seeds Production (denuncias por 2 campos). El 1 de febrero del 2011, el juzgado de Río Primero, Córdoba, denunció a Pioneer por el delito de trata de personas y reducción a la servidumbre. La empresa contrataba santiagueños a través de Adecco que no tenían permitido abandonar el predio hasta terminar la labor y carecían de agua potable y luz eléctrica. Southern Seeds Production (SSP) fue acusada de no garantizar las mínimas condiciones de seguridad e higiene a los 69 peones santiagueños que trabajaban en uno de sus campos en el paraje La Luisa, también en la localidad de San Pedro. El 7 de enero, los ministros de trabajo de la Nación y de la Provincia, Carlos Tomada y Oscar Cuartango, realizaron inspecciones en 3 campos bonaerenses, dos de ellos de la empresa Satus Ager y el tercero de SSP. Los trabajadores, oriundos de Santiago del Estero, dormían en casillas de chapa, a pleno sol, sin instalaciones eléctricas ni sanitarias. Asimismo, no contaban con la indumentaria laboral necesaria y cumplían jornadas de hasta 12 horas. Además, si querían volver a su localidad de origen, debían pagar un monto a la empresa para costear el traslado [3].
El 79% de los allanamientos se realizaron en distintas localidades de la provincia de Buenos Aires y el resto se reparten entre Mendoza (2 casos), Córdoba, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe (1 caso cada una). Por otro lado, en el 68% de los casos de los cuales se disponen datos, los trabajadores provienen de Santiago del Estero. El 37% de las empresas son acusadas por no garantizar las condiciones mínimas de higiene y seguridad, mientras que en el 21% refiere a “reducción a la servidumbre”. Asimismo, dos casos fueron rotulados, al menos en un comienzo, como “trata de personas”. En la mayoría de los allanamientos intervinieron el ministro de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, Oscar Cuartango y de la Nación, Carlos Tomada. Asimismo, según las fuentes periodísticas consultadas, UATRE interviene en 14 de 28 denuncias.
Agua en el campamento, pero en el surco no
Luego de las inspecciones y denuncias detalladas, el gobierno y la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA) acordaron la Resolución 46/2011 de la CNTA donde se establecen las características que deben poseer los campamentos para el personal temporario. Según el testimonio de los propios trabajadores, en algunos lugares los campamentos cambiaron y en la última campaña fueron mejores:
“Dormimos en casillas con una buena cama. En las piezas tenés un ventilador, tienen cuatro camas cuchetas. Nos bañamos en duchas con agua caliente, si hace frío. Pero mis amigos dicen que nos tocó un buen lugar porque a ellos no les tocó lo mismo que a nosotros.” [4]
En similar sentido, otro trabajador señala:
“Nosotros ahora tenemos baños químicos instalados ahí. En algunos casos, si los galpones son grandes, están instalados ahí. Para ducharse, para defecar, todo eso. Y aparte están los baños químicos […] El año pasado ha estado mejor que otros años, teníamos un tanque, lo llenaban. Teníamos una bomba. Se mantenía el agua, tanto para el uso de la cocina, el uso de los baños, para ducharse. Antes cortábamos los bidones de los químicos, del glifosato […] se hacían baldes, llevaban el agua ahí y se bañaban. No había baños.” [5]
Y otro indica:
“Ha cambiado la parte de seguridad. En cierto modo, ellos te cuidan como para que no te pase nada, no te lastimes […] Te dan botas para que no nos vayamos a cortar. La cosa de la alimentación también. […] Ahora tienes heladera, tienes todo. O sea, en la parte alimentación, todo bien. Pero, bueno, mucho depende también de cada campamento, cómo se organiza. Hay inspectores que van, va gente a controlar, tienen sus jefes de seguridad, comisionados. Y bueno, en eso ha cambiado. Las camas: antes dormías hacinado, en unas casillitas donde tenían que entrar seis personas (tres de un lado y tres del otro) y a gatas entrabas. Con un colchón finito, te cagabas de frío si hacía frío, te cagabas de calor si hacía calor, porque es todo de chapa. Ahora no: tienes aislantes para que no haga tanto calor. Tenemos luz eléctrica. La parte de comodidad bien, dentro de todo. Hay un comedor donde comen todos, todas las cuadrillas juntas” [6]
Con respecto a la provisión de agua, un obrero nos informa que durante la última campaña no les ha faltado:
“Este año andaba el ingeniero, llevaba a los chicos a la bomba a traer el agua en bidones. Iban a traer y la dejaban en la cabecera […] y cuando se terminaba los volvía a llevar el ingeniero de vuelta. Continuamente, no faltaba el agua.” [7]
Sin embargo, al igual que en las campañas anteriores, no cuentan con aguatero en la mayoría de los casos. El aguatero es un peón de la cuadrilla que se encarga acercar el agua al resto que está desflorando al interior del lote. Asignar esta tarea a uno de los trabajadores implica, para la empresa, contar con un despanojador menos. Un entrevistado señala que tenían “cocinero pero aguatero no. El agua la llevamos nosotros en botellas o a veces sacamos para tomar de las cañerías de riego” [8]. En similar sentido, otro obrero señala:
“Como en Syngenta se trabaja por tanto vos, no puedes poner una persona que se dedique solamente a llevar el agua. Nosotros, cuando íbamos al lote, llevábamos bidones de 20 litros, a la mañana y a la tarde. Llevábamos el agua al hombro, caminando. ¿Y quién va a bancarse cargar semejante tarro? Teníamos que bancarnos llegar hasta la punta y ahí recién tomábamos el agua.” [9]
Aquí, nuestro entrevistado naturaliza la visión de la empresa. Pareciera que fuera imposible tener a un aguatero y que, ante esta situación, son ellos, los obreros quienes “optan” por no beber para no cargar con el peso de los bidones. Simplemente asignándole un jornal fijo, o uno vinculado con el promedio de lo que ganan los peones de la cuadrilla, una persona podría acercar agua los obreros en medio de su trabajo.
Ahora bien, aunque ha habido una mejora en las condiciones de trabajo, como veremos a continuación, no existe ningún cambio en la relación de explotación fundamental que estructura la sociedad capitalista. En lugar de contratarse más trabajadores, la jornada de trabajo continúa extendiéndose si la actividad lo requiere. Ni siquiera se designa un peón que haga las veces de aguatero y que alcance el agua a los trabajadores al interior del surco. Deben esperar a llegar a la cabecera, más de media hora a veces, para refrescarse. Esos son los límites del gobierno y de cualquier programa burgués: nunca combatirán la explotación.
El mito de las necesidades del agro
La ley promulgada en diciembre del 2011, que rige el trabajo agrario en general -y que se jacta de ser mejor que la de la dictadura-, habilita al empleador a hacer trabajar al obrero “según la naturaleza de la explotación y los usos y costumbres” (art. 40). Además, le permite violar los días de descanso estipulados cuando “necesidades objetivas impostergables de la producción o de mantenimiento lo exigieren” (art. 43) [10]. Respecto a la cantidad de horas trabajadas, los obreros indican que en la última campaña no podían trabajar más de 8 horas diarias. Sin embargo, y tal como estipula la Ley 26.727 en su artículo 40, esa cantidad podía ser modificada en función de las “necesidades de la producción”. Asimismo, como se establece en el artículo 43, los días de descanso quedan supeditados a la “naturaleza de la actividad”. En la producción de semillas híbridas el despanojado debe hacerse en el momento indicado, de otro modo el lote se echaría a perder. Como la ley lo permite, las empresas extienden la jornada, aduciendo que es un requerimiento de la actividad, pero no es una necesidad técnica: al mismo resultado se llegaría contratando más gente y distribuyendo las horas de trabajo. Eso no es lo que sucede:
“Trabajamos 8 horas. Más de eso no se podía, pero a veces llegamos a trabajar 9 ó 10 horas […]. Los feriados o domingos duplicaba el jornal y los sábados era un 25% más. Tenés francos una vez al mes; eso es obligación. Por los general se trabaja cuando llueve. Si las precipitaciones son fuertes o con granizos, se suspende el trabajo.” [11]
Asimismo,
“En el día trabajamos 8 horas. Serían como ocho horas hábiles y después hay dos horas que son extras. Esas dos horas no es obligatorio hacerlas, salvo si nosotros queremos hacerlas, y llegamos a 10. En caso que el maíz esté apurado, que las hembras tengan mucho polen, ahí sí o sí tenemos que hacer las 10 horas. Para tratar de que no se contamine […]. Si no, son 8 horas, trabajamos hasta el sábado al mediodía, nos pagan el 25%, y el domingo, si se trabaja, nos pagan el doble.” [12]
Se observa que, respecto a la cantidad de horas trabajadas, todos los obreros entrevistados indican que en la última campaña han trabajado 8 horas, salvo cuando “la flor apura”. Por eso, en ese aspecto, para algunos no hay mucha diferencia respecto a campañas anteriores:
“Yo diría que casi nada [cambió]. Este año salíamos a las 11. Entre que se lavaban y todo, teníamos que estar comiendo a las 12. A veces comíamos a la una, dos de la tarde y ya teníamos que volver al campo. Y los muchachos, a veces, se enojaban, porque nos decían que íbamos a almorzar a las 12 y no pasaba nada.” [13]
Asimismo, un empleado de Syngenta menciona que cumplían más de 8 horas ya que la empresa les sugería trabajar por tanto, es decir, a destajo:
“Bueno, en realidad ellos nos decían 8 horas de trabajo, pero nosotros nos pasábamos, hacíamos 12. Hemos llegado a trabajar 14 horas. Porque ellos nos decían ‘bueno muchachos, si ustedes trabajan por hora se les paga tanto por hora. Tienen un precio por hora, y si ustedes trabajan por tanto es mejor, porque por tanto van a ganar. Si hacen todas las hectáreas que están ahí (ponele son 100 hectáreas) y hacen todas las hectáreas es tanta plata’. Nosotros nos volvíamos locos y le metíamos por tanto” [14]
La supeditación del trabajo a las necesidades de la empresa también se verifica si se observa qué pasa cuando llueve. Aunque los trabajadores indican que actualmente, en caso de llover torrencialmente o de haber tormenta eléctrica, son retirados del campo, si las precipitaciones son suaves trabajan igual: “Por lo general se trabaja cuando llueve, si las precipitaciones son fuertes o con granizos se suspende el trabajo.” [15] “Si llueve mucho no se trabaja, si llovizna finito sí.” [16] Cabe destacar que, si el trabajo se para porque llueve, esas horas no se pagan.
Temores cercanos, deseos de otra cosa
Cuando iniciamos la investigación sobre el empleo de los santiagueños en el desflore, el trabajo era casi completamente manual. Tiempo después, en el 2009, un trabajador decía preocupado que habían probado máquinas “en Villa María, en el desflore, y se saca bastante. Y se quita más trabajo. Y con el tiempo se va a perder también trabajo”. Lo que ata a estos obreros a las compañías que los emplean no es otra cosa que su necesidad. Por ello, temen el avance de la mecanización que los sumiría en el desempleo.
En algunos testimonios existe incluso, una conciencia entre la contradicción de dos anhelos: uno más general, liberar a la humanidad de esta tarea extenuante y, otra, evitar el desempleo en caso de la mecanización:
“El trabajo sigue siendo muy duro. La desflorada yo creo que tiene que ser un trabajo que no lo tenemos que hacer más los humanos. Ellos tienen que ver la manera. Nunca la máquina les va a hacer el trabajo que hace la mano del hombre. Pero tienen que insistir con perfeccionar ese trabajo para que no nos maten a nosotros. Y después bueno, tampoco pueden dejarnos sin ese trabajo, tendrían que ver la manera de facilitar un poco el trabajo. Es muy jodido, yo creo que es uno de los peores trabajos que existen. Esclavizante.” [17]
El capitalismo no puede cumplir estos dos deseos, por eso los obreros miran con recelo el avance de la mecanización. Sólo en el socialismo, el avance de la maquinaria servirá para liberar a la humanidad y no para crear más riqueza por un lado y miseria, por otro. Las acotadas mejoras que se han visto en los semilleros en la última campaña (y que atañen exclusivamente a las condiciones de vivienda, pero no a las condiciones del trabajo mismo), parecen haber sido acompañadas de un avance de la mecanización. Como ya señalamos, se estima que se ha llegado a mecanizar el 40% de las tareas. Obreros señalaron que este año, donde les tocó entrar a trabajar después de que hubiera pasado la máquina, la paga descendía. Por lo tanto, aunque la máquina pudiera hacer más liviana la tarea, el trabajador debía recorrer más hectáreas para recibir un salario similar al que hubiera percibido de no haber pasado la máquina:
“el año pasado han usado máquinas: la desfloradora. Pero si pasó la máquina primero, el precio para el desflorador ya es menos. Si pagan 2.000, cuando no ha pasado la máquina, en el lote donde ha entrado la máquina nos pagan menos: 700, 600 pesos por hectárea” [18]
Conclusiones
En el verano 2011, el gobierno pretendió luchar contra el “trabajo esclavo” en el agro y, de paso, mostró a las patronales rurales cuál es la fracción de la burguesía que manda. Queda claro que, aunque ha habido mejoras en algunos establecimientos, el gobierno de CFK no avanzará más allá.
La Ley 26.727 defiende a los capitalistas agrarios: permite extender la jornada de trabajo aludiendo a necesidades impostergables del capital. Sin embargo, no la fija en ocho o, inclusive, menos horas teniendo en cuenta que se trata de una actividad pesada que requiere un enorme desgaste físico. No estipula la contratación de franqueros ni la obligatoriedad de contar con un aguatero -dada una cantidad determinada de trabajadores- que cobre un salario por desarrollar esa tarea. El motivo es sencillo: todo eso implicaría menos ganancia. La jornada de ocho horas resulta ser una farsa, no solo porque está permitido extenderla cuando el capital lo necesita, sino también porque sigue existiendo el pago a destajo.
Los partidos de izquierda, erróneamente, levantaron la misma consigna y habilitaron, de ese modo, la confusión. La consigna no puede ser “contra el trabajo esclavo”. No solo porque, como ya hemos explicado [19], este no existe en la actual sociedad sino porque eso permite suponer que con el mejoramiento de algunas condiciones de trabajo los obreros dejarán de ser explotados. Asimismo, supone que esas condiciones son excepcionales cuando, en realidad, son inherentes a esta forma de sociedad. Debemos luchar con consignas claras y como se desprende del último fragmento citado, por poner fin a la explotación en la sociedad capitalista. Solo en una sociedad distinta el trabajo pesado será hecho por las máquinas sin producir miseria y desempleo, sino verdadero tiempo libre para el disfrute de las potencias humanas.
NOTAS:
[1] Datos suministrados por personal de ASA (Asociación de Semilleros Argentino), agosto de 2012.
[2] Página/12, 02-01-2011.
[3] Página/12, 07-01-2011.
[4] Entrevistado 10, 19 años, empelado por SatusAger S.A en la campaña 2011-2012. Cardón Esquina, Figueroa, Santiago del Estero, 02-10-2012.
[5] Entrevistado 12, empelado por SatusAger S.A. en la campaña 2011-2012, cabecilla. Bandera Bajada, Figueroa, Santiago del Estero, 04-10-2012.
[6] Entrevistado 11, 30 años, empleado por Syngenta campaña 2011-2012. Villa Salavina, Salavina, Santiago del Estero, 11-10-2012.
[7] Entrevistado 9., 42 años, cabecilla, contratado en la campaña 2011-2012 por Adecco para Dow AgroSciences, Añatuya, Santiago del Estero, 05-10-12.
[8] Entrevistado 10.
[9] Entrevistado 11.
[10] Egan, Julia: «Farsa sobre farsa. El nuevo estatuto del trabajador rural y la realidad del discurso kirchnerista», en El Aromo n° 56, 2010.
[11] Entrevistado 10, op. cit.
[12] Entrevistado 12, op. cit.
[13] Entrevistado 9, op. cit.
[14] Entrevistado 11.
[15] Entrevista a 10, op. cit.
[16] Entrevista a 9,op. cit.
[17] Entrevistado11, op. cit.
[18] Entrevistado 12, op. cit.
[19] Egan, Julia: “¿Lenin o Espartaco? La izquierda, el llamado ‘trabajo esclavo’ y la necesidad de un programa contra la explotación capitalista en la confección”, en El Aromo n° 67, 2012; Flores, Juan: «El verdadero trabajo esclavo. Las características de la esclavitud en el Río de la Plata durante el siglo XVIII», en El Aromo n° 62, 2011.