Estudiar la lucha de clases en la actualidad presenta varios inconvenientes. Es difícil analizar acciones que se encuentran en movimiento mientras el investigador las observa e incluso participa. Siempre existe la probabilidad de cometer errores y equivocaciones. Ante esa situación, sólo se puede oponer una metodología cuidadosa y honestidad intelectual. La realidad, lo hemos dicho en varias ocasiones, no se niega sino que se explica. Sin embargo, estas premisas no son compartidas por muchos investigadores que no son, precisamente, marginales. Un ejemplo de ello lo constituyen los académicos de la sociología rural argentina. Partiendo de una serie de prejuicios, se ignora, no sabemos si voluntaria o involuntariamente, información antes de rechazar hipótesis y presupuestos incorrectos. Veremos, en este artículo, los problemas con los que nos topamos al repasar la bibliografía existente sobre el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha (MML).
Nuevo… con olor a viejo
Nos referiremos aquí a los trabajos de Karina Bidaseca y Norma Giarraca, dos de las principales intelectuales que han escrito sobre esta organización. Aunque no lo confiesen, el supuesto autonomismo del movimiento aparece como un punto de partida. Así encontramos que Karina Bidaseca eligió estudiar al MML como ejemplo de “la emergencia de acciones colectivas autónomas respecto de los partidos políticos y los sindicatos”.1 Los presupuestos sobre la organización se repiten, aunque todos los indicios indiquen lo contrario. El MML sería una organización “de nuevo tipo”, un ejemplo de “nuevas ruralidades” y “nuevas protestas agrarias”, que desarrollaría acciones autónomas del resto de las organizaciones, especialmente de las organizaciones tradicionales del agro. También se diferenciaría por posturas de género y una organización de tipo horizontal que nunca son probadas. A pesar de ser una organización sostenida principalmente por mujeres, los reclamos de género no sólo no aparecen sino que sus miembros suelen sostener posturas reaccionarias al respecto, como la oposición a la legalización del aborto. En cuanto a su horizontalismo, tampoco es comprobado por quienes lo postulan y lo que se observa es, al contrario, una preeminencia de los liderazgos locales a la hora de tomar decisiones.
Sobre su relación con las organizaciones tradicionales del agro, la bibliografía reseñada señala que el MML rechazaría establecer alianzas con las organizaciones de terratenientes como la Sociedad Rural, e incluso con la Federación Agraria. Por el contrario, preferirían contactarse con organizaciones como el MOCASE o el MST brasilero. Como señala Giarraca, el MML habría establecido redes con el MOCASE porque “producen proyectos comunes, complementan acciones, buscan generar nuevos sentidos que los incluyan en conjuntos”.2 Bidaseca señala que el MOCASE y el MML se encontraron porque “ambas organizaciones comparten una concepción del mundo”.3 Como veremos, el análisis empírico demuestra todo lo contrario. Por otro lado, Bidaseca remarca el apartidismo de los miembros del MML continuamente, asegurando que mantenerse al margen de los partidos políticos es un eje importante de la organización. Veremos, nuevamente, que esta afirmación no sólo es un prejuicio de la autora, sino que sólo puede sostenerse ocultando la realidad más evidente.
Bajo la alfombra
El MML ha tenido una relación estrecha con la Federación Agraria desde sus inicios, con la asistencia de sus miembros a las movilizaciones organizadas por el MML para evitar el remate de campos, colaboración material y apoyo explícito en los medios de comunicación. Con otras organizaciones han establecidos contactos esporádicos, que son magnificados en la bibliografía. Por ejemplo, la relación real entre el MML y el MOCASE se limitó a una visita que las líderes de Santa Fe hicieron a la carpa campesina de La Simona en 1998 para solidarizarse con un grupo de familias que iban a ser desalojadas de las tierras que ocupaban. No obstante, a pesar de que Bidaseca admite que el encuentro fue coyuntural, le dedica a esta hipotética relación con el MML varias páginas en todos sus textos. La justificación de la pertinencia de plasmar esta relación sería que “si bien este encuentro ha sido coyuntural, la posibilidad de re-encuentros y alianzas está latente”.4 Es decir, no existe en la realidad sino en las esperanzas y deseos de la autora. Incluso, la contradicción resalta cuando explica el fracaso de los intentos de establecer alianzas con el MST brasilero (hecho que Giarraca no admite) porque, a su entender, representaba para las mujeres del MML el otro “tan temido”, que ya ha sido despojado de lo que ellas todavía tienen (la tierra) y serían “el devenir”. No se entiende entonces porque lograrían una relación con el MOCASE (también desposeídos de la tierra), si esa fue la causa que les impidió tejer alianzas con la organización del país vecino. Por el contrario, han marchado en más de una ocasión con la SRA, CONINAGRO y CRA. Incluso, la SRA les ha ofrecido un local para la filial de Buenos Aires. Por eso no es sorpresivo, si uno ha observado esos datos, ver que en el 2008, durante el conflicto agrario, el MML salió a las rutas bajo la órbita de la Mesa de Enlace. No existe un cambio de rumbo en el 2008. El MML siempre tuvo un programa de defensa de la pequeña propiedad agraria y para llevarlo adelante ha establecido alianzas con todas las organizaciones con las que tenían puntos en común. Las condiciones económicas de los ‘90 los impulsaron a acercarse a sectores expropiados. Así y todo, aún en esta etapa, siempre se mantuvieron cerca de las organizaciones agrarias con las que las unía su condición de propietarios de capital. Cuando las condiciones económicas cambiaron, esas alianzas con la FAA, SRA, la CRA y CONINAGRO se reactualizaron.
El caso más severo de ceguera se observa cuando se remarca el “apoliticismo” del MML. Cuando la filiación política de sus miembros se hace evidente, por ejemplo, la candidatura a una senaduría de la dirigente del MML Joaquina Moreno por el ARI, las autoras lo asumen como un evento excepcional y “precoz como para analizar sus consecuencias”.5 Tibiamente afirman “Hay un proceso incipiente de politización de las mujeres”.6 Sin embargo, la politización existió siempre. La presidenta del movimiento hasta el 2008, Lucy de Cornelis, por ejemplo, se acercó al ARI y posteriormente, de la mano de Graciela Ocaña, al kirchnerismo. En peor situación se encuentra la intervención del Partido Comunista Revolucionario. Sencillamente, no es nombrado ni siquiera una vez en los cientos de páginas escritas por las autoras. Sobre su vinculación nos hemos explayado en otro lugar7, pero no está de más señalar algunos elementos de este vínculo. El PCR ha impulsado desde el primer día al MML. Varias de las integrantes del movimiento son militantes del PCR, de hecho, su presidenta actual es miembro de su Comité Central y esposa de uno de los fundadores del partido. En su prensa han difundido las actividades del MML, sus comunicados y logros desde 1995. En realidad, el costado más combativo de esta organización es producto de la lucha de viejas y tradicionales organizaciones de izquierda en el seno del gremialismo agrario. Como lo discutimos en otro lugar, aunque con una caracterización errada y un programa burgués, el PCR ha sido parte de esta organización.
Mentiras idealistas
Discutir la validez de los trabajos académicos no sólo tiene la función de develar una falsedad. Lo que más nos preocupa son las consecuencias políticas que tienen esos trabajos. En este caso, se utilizan para reivindicar prácticas supuestamente autónomas y defenestrar la posibilidad de la acción partidaria. Se oculta la participación de los partidos de izquierda en los procesos de lucha, para condenarlos como agentes “externos a las masas”. A su vez, se inventan “nuevas formas de organización”, ajenas a los “vicios” de las “organizaciones tradicionales”, que se presentan como más eficientes a la hora de canalizar los reclamos de las masas. Sin embargo, estas “nuevas organizaciones” no son tales. Las autoras interpretan la realidad social con la metodología de Max Weber: se crea un tipo ideal abstracto, en este caso un movimiento de nuevo tipo, autónomo y con prácticas políticas novedosas, y con ese a priori se ordena la realidad, acentuando los rasgos que lo confirman y desechando los que lo impugnan.
NOTAS
1 Bidaseca, K.: “Interrogando la posibilidad de un mundo sin sujetos. Colonas y colonos de cereal, caña y algodón: cultura y política en una arqueología de los mundos rurales”, Documento de trabajo nº 50, IIGG, 2007.
2 Giarracca, N.: “El movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha: protesta agraria y género durante el último lustro en Argentina”, en Una nueva ruralidad en América Latina, Giarraca (comp.), CLACSO, 2002.
3 Bidaseca, K: “El Movimiento de las Mujeres Agropecuarias en Lucha: acciones colectivas y alianzas transnacionales”, en Jelin, E. (comp.): Más allá de la Nación: las escalas múltiples de los movimientos sociales, El Zorzal, 2003.
4 Idem.
5 Bidaseca, K.: “Negadas a la existencia y condenadas a la desaparición. Un estudio acerca de las luchas de las mujeres rurales en Argentina y Brasil desde la perspectiva de género”, en Giarraca, N. y Levy, B. (comp.): Ruralidades latinoamericanas. Identidades y luchas sociales, CLACSO, 2004.
6 Bidaseca, “El Movimiento…”, op. cit.
7 Telechea, R.: “Rebelión en la chacra. El movimiento de Mujeres Agrarias en Lucha (1995-2008)”, en Anuario CEICS, Nº 3, 2009.