Los ensayos que presentamos, aunque aparentemente distantes en el tiempo y en los objetos de estudio, tienen un interés común para proponerlos como lectura conjunta: discuten sobre el problema central de la autonomía del arte. Leídos desde esta perspectiva el gran hiato temporal entre la década del ochenta del siglo XIX y los años setenta de nuestro corto siglo se constituyen como dos hitos: el momento de construcción del gusto de la burguesía local por el mercado de arte internacional; y el momento de ruptura de la autonomía por la politización de la sociedad.
El ensayo de Roberto Amigo estudia la cultura del bazar, en la etapa especulativa previa a la crisis del noventa, en la constitución de un mercado local para la pintura europea. El segundo, escrito por Andrea Giunta, explora el desplazamiento desde la violencia como proceso creativo a la tematización de la violencia social en las artes plásticas sesentistas. Luego, Fernando Peña y Carlos Vallina presentan los comunicados del E.R.P. (1971-1972) filmados por Raymundo Gleyzer, recuperando del olvido esta producción clave para comprender el cine militante y la violencia revolucionaria. Finalmente, León Ferrari reflexiona sobre la paloma de la paz para demostrar el carácter reaccionario de tal iconografía pacifista.
Roberto Amigo.
El infierno
(Instalación escrita)
En un rincón de la sala
colgaré una jaula
con una cruz calada en el piso
por donde asoman diez mecheros de gas,
una puerta trampa en el techo
y al fondo el Juicio Final del Giotto
que adorna la Capella degli Scrovegni en Padua.
Al lado una estatua de Cristo murmurando palabras
que los capellanes repitieron en la ESMA:
«Así será el fin del siglo:
saldrán los ángeles y apartarán los malos de entre los justos
y los echarán en el horno del fuego:
allí será el lloro y el crujir de dientes.
¿Habéis entendido todas estas cosas?».
Del otro lado una jaula mayor con varios gatos blancos y grises.
El espectáculo comienza cuando se encienden los mecheros,
se toma un de los gatos de la segunda jaula
y se introduce por la puerta trampa en la primera,
cuidando que su alarido acompañe a la pregunta
¿habéis entendido todas estas cosas?
Copiaré mi Jesús del que pinta San Juan apocalíptico:
Y me volví a ver la voz que hablaba conmigo:
y vuelto vi siete candeleros de oro;
y en medio de los siete candeleros,
uno semejante al Hijo del hombre,
vestido de una ropa que llegaba hasta los pies,
y ceñido por los pechos con una cinta de oro.
Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca,
como la nieve; y sus ojos como llama de fuego.
Y sus pies semejantes al latón fino, ardientes como en un horno;
y su voz como ruido de muchas aguas.
Y tenía en su diestra siete estrellas:
y de su boca salía una espada aguda de dos filos.
Y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
Y cuando yo lo vi caí como muerto a sus pies.
Y él puso su diestra sobre mí diciéndome:
Yo tengo las llaves del infierno y de la muerte.
Haré esta estatua
con el carburo de silicio más refractario que encuentre,
lo pondré blanco incandescente
con el fuego revolviéndolo por dentro
y saliendo por los ojos como dos sopletes de autógena,
la banda de oro apretándolo en el pecho
y la lengua de dos filos flexible entre las llamaradas del aliento.
León Ferrari (1996)