HACIA UNA HISTORIA DEL MOVIMIENTO DE MUJERES EN LUCHA. CONCIENCIA DE CLASE, CONCIENCIA FEMENINA, CONCIENCIA FEMINISTA.

en Revista RyR n˚ 5

Este texto tiene una serie de virtudes, entre las cuales no es la menor la de tematizar como “historia” un fenómeno extremadamente reciente, incluso que aún no ha terminado de desarrollarse. Otra, igualmente interesante, es el afrontar a través de la investigación empírica, es decir, no en el plano meramente teórico, un cruce de categorías de difícil manejo, como son las de clase y género, evadiendo la tentación tan actual de examinar al segundo en abstracción de la primera.

Por Karina Alejandra Felitti (estudiante de historia de la Facultad de Filosofía Letras de la UBA)

Introducción

Si bien se ha avanzado mucho en el estudio de la situación de las mujeres en el mercado de trabajo urbano y su participación política en ese ámbito, las investigaciones que abordan la región rural pampeana han quedado eclipsadas por el estereotipo del chacarero varón, explotado y victimizado, siendo ignorada la cuestión de género.

Es nuestro interés explorar la imagen construida desde los medios de comunicación sobre estas mujeres pertenecientes a la pequeña burguesía agraria, el modo en que se configuran los estereotipos de género y su repercusión en la sociedad. Con este propósito tomamos como fuentes las opiniones que algunos de los principales medios de prensa escrita han recogido sobre el tema y los argumentos que ellas mismas han expuesto en ocasión de entrevistas o actos. Conocemos los límites que dicha selección plantea, pero consideramos este trabajo como una primera aproximación que nos permite suponer que la mujer chacarera ha participado de forma dinámica en las actividades y decisiones ligadas a la producción y comercialización, y que su desempeño en acciones políticas puede datarse desde mucho antes. Podemos suponer que hay otros fantasmas recorriendo la historia del agro pampeano.

El comienzo

El 3 de Junio de 1995, la esposa de un productor agropecuario en apuros organizó una asamblea de mujeres para impedir el remate de las tierras de su esposo. La señora era Lucy de Cornelis y esa asamblea fue la primera del Movimiento de Mujeres en Lucha (MML), el cual quedó fundado a partir de ese momento.

Su relato a una FM de Winifreda[1], un pueblo a 40 km. de la capital de La Pampa, conmovió a otras mujeres afectadas por problemas parecidos. Las llamadas de adhesión que recibió fueron tantas que se decidió convocar a una asamblea en la que participaron chacareras de 16 localidades de La Pampa y de Buenos Aires. Iguales motivaciones las llevaron a actuar colectivamente en  prosecución de metas que no podrían alcanzar de forma individual. Muchos casos similares se expusieron en la Asamblea que albergó a 300 mujeres rurales. ¿Cuáles eran sus reclamos? :

  • Exigir al gobierno provincial que pusiera frenos a los remates y las ejecuciones de los campos.
  • Analizar la legitimidad de la deuda y hacer quitas y ajustes de acuerdo con la modalidad de cada crédito.
  • Financiar los montos resultantes a plazos no inferiores a 10 años, incluidos tres de gracia, y a tasas que no excedan las de tipo internacional, analizando cada caso en particular, según el tipo de producción y la capacidad de pago.
  • Favorecer el arreglo de las deudas agropecuarias y así evitar que se vendan las tierras a terceros a largos plazos y con beneficios que no se otorgan al deudor.
  • Que una vez revisado cada caso, y su solución en el tiempo, facilitar el acceso a nuevas ayudas financieras para motorizar la producción, siempre atenta a los proyectos futuros que cada uno presente.

            Tal como podemos apreciar el endeudamiento y la falta de crédito fueron las principales preocupaciones : “Yo sabía que la gente que me iba a escuchar me conocía. Este es un pueblo chico, pero no me importó: no podía quedarme con los brazos cruzados esperando que me llevaran todo lo que tenía” [2]. Antes de las elecciones de 1995, los Cornelis recibieron una oferta del Banco de La Pampa para cancelar la deuda: “Nos pidieron que juntáramos 40.000 pesos en una semana, lo que fue absolutamente imposible y el 16 de mayo nos anunciaron que nuestra casa iba a ser rematada”[3].

En la provincia de La Pampa, la producción agropecuaria representa el 48% del Producto Bruto Geográfico. Allí, como en el resto de la Argentina, el endeudamiento de los chacareros y la presión tributaria  provoca la desaparición de las pequeñas economías, que no encuentran una política que vele por sus intereses y necesidades. De este modo quedan libradas, en clara situación de inferioridad, a la competencia con grandes empresas agropecuarias. La Sociedad Rural Argentina estimaba que en 1996, el endeudamiento en todo el país sumaba 8.000 millones de dólares – distribuidos en 6.000 con el Banco Nación y 2.000 con bancos provinciales, privados y acopiadores- con una tasa de interés del 15 % promedio para las nuevas financiaciones. El principal problema consistía en que las tasas eran muy elevadas para una producción que depende de tiempos biológicos y que casi nunca coincide con los plazos de financiamiento bancario. De los 900 millones de dólares que producía el campo en La Pampa, la deuda al sistema financiero representaba el 41,6%.

La problemática que las mujeres del naciente movimiento exponían podía asimilarse también a otras localidades[4]. Las mujeres habían alzado la voz en representación de los pequeños productores rurales; sus demandas tenían que ver con una situación que los involucraba[5]. Sin embargo, la modalidad de lucha tenía que ver con una construcción de género; peleaban como mujeres dando un nuevo significado a los atributos que el patriarcado les había asignado, transformando su “pasividad” en ágil respuesta.

La acción

Luego de la Asamblea comenzaron a intervenir en su provincia intentando detener remates rurales. Su original modo de acción les permitió acceder rápidamente a los medios de comunicación; causaba asombro un movimiento con estas características: “Tomadas de sus manos, de pie frente a los compradores, rezando y mirándolos a la cara, medio centenar de esposas de productores agropecuarios intentaron detener ayer, sin suerte, un remate de maquinarias agrícolas de arrendatarios y contratistas rurales de Colonia Santa María”[6]. La presentación en sociedad fue durante la edición ‘95 de la Exposición de la Sociedad Rural en Palermo. Unos meses después, en septiembre, se reunió por primera vez la Mesa Coordinadora Nacional, de la que participaron representantes de las provincias de Santa Fe, Córdoba, Formosa, Buenos Aires y La Pampa. Una nueva oportunidad de acción llegó ante la inmediatez del remate de las propiedades de la fundadora del movimiento. Para evitar la incautación del auto, la casa y dos terrenos de Cornelis, situación a la que se llegó por su deuda con el Banco de La Pampa, el MML convocó a unas doscientas personas que invadieron la sala del Colegio de Martilleros y Corredores de Comercio de La Pampa.“La tierra se labra arando, no martillando, gritó una mujer de Formosa poco antes que el martillero público decretara suspendido el remate. (…) Los cantitos hicieron imposible al martillero llevar adelante la subasta y los gritos lo obligaron a abandonar la sala custodiado por cinco policías mientras repetía “esto es un acto judicial”. Ante la afirmación, una mujer con bombachas camperas y sin maquillaje le replicó a los gritos: “Esta es la mejor justicia, la del pueblo”. (..) Mientras se cantaba el Himno Nacional por segunda vez en la sala, un barrilete con un mensaje de “apoyo a Lucy” flameaba en el firmamento.”[7]

Esta modalidad, abigarrada mezcla de catolicismo, nacionalismo y melodrama, ya había sido puesta a prueba en otras oportunidades, pero no siempre lograban conmover y frenar las subastas. Sin embargo, en esta ocasión alcanzaron su objetivo. La prensa escrita volvió a hacerse eco de las necesidades de la pequeña burguesía agraria, reproduciendo gran parte de sus apelaciones sentimentales: “Lucy tomó créditos para producir. Porque se tenía fe. Porque creyó en la tierra, la lluvia y en el sol. No pudo o no supo enfrentar su deuda. Y empezó a correr el taxi de los punitorios, más intereses, más punitorios…(…) Su drama es la puesta sobre el escenario de cientos de otros que sólo han sido llorados por amigos y familiares”[8].

Como antes señalamos, sus demandas abarcaban a esa fracción pauperizada de la pequeña burguesía, pero sus reclamos se anclaban en su situación como madres y esposas chacareras; veían peligrar su función de regentas de la reproducción familiar. Luchaban por sus tierras,  por el futuro de sus hijos, por la salud de sus maridos: “El abuelo le enseñó a mi marido a pagar deudas y por eso esta situación lo está matando” dice la esposa. Luego Lucy se convierte en madre y afirma: “Lo que me alegra es que la menor de mis cuatro hijas estudia para ingeniera agrónoma y ahora se ocupa del campo”. Y vuelve a su rol de dirigente para afirmar: “Espero que los políticos comprendan que no pueden quitar el trabajo de varias generaciones por una deuda”[9]. Otra integrante del Movimiento afirmaba: “Yo a la plata no la timbé y no estoy en condiciones de pagar. Tuve malas cosechas y ahora hay sequías. Planté soja a 28 pesos y ahora vale 12. Todo lo hice y lo hago por mis hijos para que les sirva de ejemplo”[10].

La cuestión generacional está muy presente en todos los testimonios. Si los antepasados fueron fuente de aprendizaje y sabiduría, es en los jóvenes donde estas mujeres depositan sus esperanzas de progreso y mayor capacitación.

¿Por que las mujeres?

La voluntad transformadora y una vocación de lucha han recorrido la historia de los chacareros pampeanos. Superada la “leyenda negra” que los colocaba como víctimas de todas las conspiraciones, lo que se observa es que su comportamiento ha sido solidario con desarrollo del capitalismo, recreando las condiciones de competencia que el mercado exige[11]. Entendemos el accionar del MML como un movimiento de protesta dentro del sistema agrario pampeano en un contexto de crisis y reestructuración, pero ¿por qué esta vez fueron las mujeres quienes tomaron la iniciativa en esta lucha?

Emilio Cornelis, el marido de Lucy Abrahamm fundadora del Movimiento, sufrió un derrame cerebral unos meses antes que sus propiedades intentasen ser rematadas. Pero Lucy no tomó el lugar de su marido a causa de esta enfermedad. Para entonces ella ya era la líder del MML. De acuerdo a sus propias declaraciones, su testimonio en un programa radial de Winifreda movilizó a otras mujeres chacareras preocupadas “porque sus maridos estaban caídos”[12]. Según sus dichos, la obligación masculina de mantener y dar bienestar a su familia es un mandato más fuerte en el campo que en la ciudad, y cuando no lo consiguen se sienten avergonzados y deprimidos: “Se han dado muchos casos de adicción al alcohol y suicidios”. Además “el hombre es más orgulloso, no reconoce las deudas. A mí no me da vergüenza hablar de plata, porque yo no la malgasté”[13].

“Las mujeres estamos hechas de otra forma” afirma segura, María Eugenia de Layahe, otra mujer del Movimiento. “Nosotras no damos vueltas, vamos directo al problema y cuando queremos lograr algo no paramos hasta conseguirlo”. (..) Los hombres ya han hecho manifestaciones y tractorazos, y nada”[14]. En estos discursos se reproduce una visión que naturaliza y define de modo esencialista lo femenino y lo masculino y, en este sentido, son  funcionales a la tradicional división por sexos que rige el mundo rural. La masculinidad así definida, se ve amenazada ante el fracaso en la gestión política y económica; entonces son las mujeres, portadoras naturales de coraje y capacidad de sacrificio, quienes toman la posta en esta lucha.

Esta es la explicación que ellas mismas dan al origen del Movimiento. Debemos considerar también que otros factores coincidieron para que además de nacer el MML tuviese éxito. Debido a la débil inserción de las mujeres en la esfera política,  se supone que su escasa experiencia las ha librado de los vicios del poder. Ellas, como sujetos “nuevos”, podrán hacer correr una brisa de aire fresco en una esfera enrarecida por la corrupción y la falta de credibilidad[15]. Al apelar a su condición de mujeres han sabido convertir en ventaja lo que para muchas de nosotras constituye un obstáculo, a saber, el estereotipo que se construye sobre la imagen de la mujer siguiendo al arquetipo viril. Tomadas de la mano, rezando y llorando; peleando por la tierra de sus hijos; hablando en nombre de sus maridos desesperanzados; estas mujeres han obtenido lo que deseaban: impedir el remate de sus tierras y bienes, a la vez que se aseguraban una política crediticia más adecuada a sus posibilidades.

El llamado a la justicia desde el lugar de la maternidad ya es conocido en el accionar de los movimientos de mujeres en Argentina[16]. Es así como se diluye la barrera que separa al mundo doméstico de la política y se transforma a lo maternal en un instrumento para la lucha[17]. La defensa de los derechos otorgados a las mujeres por una división sexual del trabajo fundamentalmente conservadora, ha tenido en muchas oportunidades consecuencias revolucionarias. La conciencia de las mujeres sobre problemas políticos, económicos y culturales más amplios surgió en defensa de los derechos que les correspondían según este esquema;  violaron el supuesto que la originó y se enfrentaron al poder político.

El concepto de “conciencia femenina”, opuesta y en alguna medida complementaria al concepto de “conciencia feminista”, puede ayudarnos a entender esta modalidad de lucha. La conciencia femenina se centra en los derechos del género, en intereses sociales y en la supervivencia; emana de la división del trabajo por sexos que asigna a las mujeres la responsabilidad de conservar la vida. Pero al aceptar esta tarea, las mujeres con conciencia femenina exigen los derechos que sus obligaciones llevan consigo: el derecho a abastecer a sus comunidades, el derecho de las mujeres a proteger a los niños y a las demás mujeres[18]. Se fomenta así una visión social que incluye implicaciones políticas radicales que la teoría feminista rara vez reconoce. Cuando parece que está en juego la supervivencia de su familia, comunidad o clase, las mujeres activan sus redes de relaciones para combatir a quienes interfieren en su capacidad para conservar la vida tal como ellas saben.

Las mujeres agrarias ganaron un espacio que les fue espontáneamente cedido ante el fracaso de las iniciativas de los hombres pero es evidente que no lo abandonarán cuando sus maridos superen la “depresión”. Es precisamente gracias a este cambio subjetivo que se ha generado una conciencia de poder político femenino en el agro. Es allí donde podremos situar alguna esperanza de cambio estructural dentro de las relaciones que se establecen en estas sociedades.

Algunas consideraciones finales

El MML es un movimiento de mujeres chacareras. Sus demandas parten de su situación de clase, como pequeñas propietarias pauperizadas, y de mujeres, a partir de la crisis de representación que el patriarcado sufre en este fin de siglo. Deberíamos preguntarnos qué y quienes condicionan su discurso; examinar su infancia y educación; su formación ante la clase y el género; su situación en tanto mujeres del campo y miembros de la pequeña burguesía agraria; qué papel desempeñan dentro de las unidades de producción;  si tienen iguales derechos que sus esposos sobre sus tierras y, fundamentalmente, de qué manera se reproducen los estereotipos de género en el sector rural.

Deseamos que esta primera aproximación sirva para generar nuevas investigaciones y debates que permitan rescatar de la invisibilidad al “otro” componente fundamental de la realidad social argentina.


Notas:

[1] “Winifreda, como el nombre de una de las hijas del fundador Norman Drisdale, tiene 5.000 habitantes y es un lugar donde las mujeres siempre fueron protagonistas. Todos recuerdan a las maestras de la época de la colonización y se enorgullecen de un campo donde dos mujeres, de 24 y 25 años, trabajan sobre el tractor desde la muerte de su padre”, en “La Pampa: rematan los bienes de una luchadora del campo” en Clarín, Buenos Aires, 22 de septiembre de 1996. Es conveniente notar que en la actualidad el magisterio continua siendo considerado como una profesión “naturalmente” femenina y que estas asombrosas jóvenes que manejan un tractor lo hacen reemplazando a su padre. Es conveniente entonces colocar este protagonismo dentro de los límites de lo previsible.

[2] Cf. “Contra el viento” en Mujeres y Compañía, N? 5, Buenos Aires, Abril/Mayo 1996, p. 50.

[3] Cf. “Por primera vez en la historia” en Clarín, Buenos Aires, 12 de junio de 1995, pp. 18-19. Tal vez deberíamos relativizar esta afirmación de pioneras en la arenga política y por lo menos recordar la participación femenina en el llamado “Grito de Alcorta” durante 1912. Cf. Plácido Grela: El grito de Alcorta, CEAL, Buenos Aires, 1985.

[4] Sumados al reclamo de Winifreda los habitantes de Quemú Quemú, un pueblo ubicado 110 km. al nordeste de La Pampa, también elevaron un petitorio. “Nuestros problemas son particulares, tienen sus matices, pero son comunes a muchos productores, por esa razón es que nos sumamos al reclamo de Winifreda”. Cf. “Un grupo de mujeres interfirió la subasta. Intentan parar remates rurales en La Pampa” en Clarín, domingo 18 de junio de 1995, p.22.

[5] Con el transcurrir del tiempo y la institucionalización del movimiento, esta amplitud quedó reflejada en la cantidad de  adhesiones que el MML brindó a otros grupos de interés más allá de las clases rurales. Podemos tomar como ejemplo reciente el abrazo solidario al que convocaron en rechazo a la privatización del Banco Nación, cf. “Un abrazo contra la venta del Banco Nación” en Clarín, 7 de marzo de 1998, p. 31. Este tipo de asociaciones y conjunciones de intereses no debe sorprendernos ya que la actual situación de crisis ha llevado a que diferentes grupos se unan en defensa de temas puntuales, en este caso, la necesidad de crédito para los productores rurales y el resguardo de la fuente de trabajo de los empleados del banco.

[6] Cf. “Un grupo de mujeres interfirió la subasta. Intentan parar remates rurales en La Pampa” en  Clarín, Buenos Aires, 18 de junio de 1995, p. 22.

[7] Cf. “La gente impidió que rematen la casa de la líder de las mujeres del campo” en Clarín, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1996, pp. 44-45.

[8] Cf. Marcelo Cantón: “La economía y los afectos” en Clarín, 25 de septiembre de 1996, p. 45. Es sorprendente observar como un claro caso de competencia capitalista se desnaturaliza hasta convertirse en melodrama y expresiones literarias.

[9] Cf. “Tres generaciones trabajando la tierra” en Clarín, Buenos Aires, 25 de septiembre de 1996, p. 45.

[10] Cf. “Impidieron que se rematara el campo de un chacarero” en Clarín, Buenos Aires, 1 de noviembre de 1996.

[11] Cf. Eduardo Sartelli: “Campo de Batalla. La crisis agraria y  la “economía política” del chacarero pampeano (1920-1935)”, en trámite de publicación; Waldo, Ansaldi: “La pampa es ancha y ajena. La lucha por las libertades capitalistas y la construcción de los chacareros como clase”, Ponencia presentada en las Terceras Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia, Fac. de Filosofía y Letras, U.B.A., 1991.

[12] Cf. “Por primera vez en la historia” en Clarín, Buenos Aires, 12 de junio de 1995, p. 18.

[13] Cf. Mujeres y Compañía, p.51.

[14] Cf. Ibid.

[15] Es significativo el grado en que las mujeres, dentro de los partidos políticos, tienden a encauzarse hacia las áreas de salud, educación y bienestar; esto representa un reconocimiento inconsciente de que las mujeres tienen prerrogativas especiales y conocimientos socializados en esas áreas. Podemos también tomar en cuenta los comentarios recurrentes durante las pasadas elecciones para diputados nacionales, en octubre de 1997, acerca de la ventaja de contar con candidatas mujeres: Chiche Duhalde y su legitimación en tanto esposa del popular gobernador de la provincia de Buenos Aires y Graciela Fernández Meijide, reivindicada en la maternidad de un joven desaparecido durante el Proceso.

[16] Estamos pensando principalmente en el movimiento de Madres de Plaza de Mayo. Cf. Adriana Puiggrós: “Feminismos y organizaciones políticas de izquierda: la lucha política de la mujer argentina de Eva Perón a la Madres de Plaza de Mayo” en Fem., Vol.5, N?17, México, 1981; Susana Bianchi y Norma Sanchis: “Las Madres de Plaza de Mayo: la politización de lo doméstico” en Deslinde, N?17, Vol. VI, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México, julio- septiembre de 1987; Jean Pierre Bousquet: Las locas de Plaza de Mayo, Buenos Aires, Cid Editor, 1983; M. del Carmen Feijoó y Mónica Gogna: “Las mujeres en la transición a la democracia” en Elizabeth Jelin (comp.): Los nuevos movimientos sociales, Buenos Aires, CEAL, 1985; entre otros.

[17] “Ser mamá es una experiencia concreta, que atraviesa la vida de las mujeres. Es generadora de un pensamiento apasionado que se despliega con toda su fuerza cuando la vida impone o presenta situaciones radicales. Estas mujeres que van al frente logran extender su rol de madres desde el hogar hasta el espacio político, desafiando el status quo”. Cf. Mónica García Frinchaboy: “Ellas van al frente” en Para Ti, No 3935, 8 de diciembre de 1997, p. 12.

[18] Cf. Tema Kaplan: “Conciencia femenina y acción colectiva: el caso de Barcelona, 1910-1918” en James Amelang y Mary Nash (comp): Historia y Género: Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea, Edicions Alfons El Magnanim, Institució Valenciana D´Estudis I Investigació, 1990.

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