Nicolás Villanova
Oficina de Estadísticas Sociales – CEICS
Todo el arco de los intelectuales kirchneristas insinuaba que la llegada del macrismo eliminaría a buena parte de la política social “conquistada” durante la gestión anterior. Sin embargo, eso no ocurrió. No solamente no se modificó casi nada, sino que la forma de gestionar el financiamiento de la caja de la ANSES, de donde brotan los pagos a la Asignación Universal por Hijo (AUH), el plan PROGRESAR y otros programas, tampoco cambió. Ahora, el eje del debate contra el macrismo pone el énfasis en hallar modificaciones allí donde no las hay, ocultando el carácter real de todo el sistema de “seguridad social”. Uno de esos debates gira en torno a la AUH, el gran “caballito de batalla” de la gestión de Cristina. Veamos qué es realmente la AUH, cuál fue su verdadero impacto y por qué es necesario impulsar una política de clase.
¿Qué es la AUH?
La AUH se anunció en octubre de 2008 y se implementó a partir de noviembre de 2009. No es casual que en un momento de crisis económica y luego de la derrota electoral en las legislativas de mitad de 2009, el kirchnerismo haya impulsado su concreción. En el mediano plazo, la AUH se constituyó como una forma de contener estallidos sociales de fracciones de la sobrepoblación relativa que habían hecho su aparición en las calles durante la insurrección de diciembre de 2001, mostrando una ruptura entre la clase obrera y la burguesía. En efecto, buena parte de la política asistencial del mandato “K” brota a los efectos de recomponer esa relación y contener mayores estallidos, inmersa en un proceso más general de “estatización” de la sobrepoblación relativa que excede al kirchnerismo. Este subsidio comenzó beneficiando a 3,3 millones de niños allá por el 2009, todos ellos hijos de desocupados o empleados informales, y hoy llega aproximadamente a 4 millones.
No obstante, el Estado burgués no entrega nada de manera gratuita. La AUH se constituye, a su vez, como un subsidio al capital (al igual que las moratorias). Se trata de un monto de dinero que se paga a los desocupados, pero su mayor alcance va dirigido a los obreros “en negro”. En este sentido, la AUH es algo parecido a las Asignaciones Familiares que perciben los trabajadores registrados de la economía. Cuando los empresarios no registran a los obreros que contratan se apropian de una parte de su valor, toda vez que no les pagan los aportes sociales ni la jubilación. La AUH, entonces, es un subsidio que permite a los empleadores negreros continuar con la elevada tasa de explotación, exceptuándose del pago de cargas sociales.
¿Y de dónde saca la plata el Estado para pagar la AUH? Todo el financiamiento de la caja de la ANSES brota de plusvalía que se extrae a los obreros mejor pagos de la economía, quienes tributan cargas sociales e impuestos al salario. Toda esa masa de dinero es redistribuida por el Estado a otras fracciones de la clase obrera, sin afectar las ganancias del conjunto de la burguesía. En lugar de avanzar en un blanqueo al conjunto de los obreros, el kirchnerismo y el macrismo buscaron apropiarse de una mayor carga impositiva de los trabajadores registrados. Esta ecuación es la que luego afecta a los obreros registrados que ven disminuir al mínimo sus haberes jubilatorios.
De este modo, toda la política supuestamente “inclusiva” del gobierno kirchnerista a través de la AUH, el PROGRESAR y las moratorias de jubilados (obreros envejecidos que en su vida activa fueron contratados “en negro”), política que actualmente continúa dirigida por el macrismo, no es más que una forma de contener mayores estallidos sociales, sostener la “gobernabilidad” en un capitalismo en crisis, sin afectar la ganancia de los empresarios y sin combatir el empleo “en negro”, por la vía del pago de un monto de dinero exiguo que ni siquiera tuvo mucho impacto en la disminución de la pobreza.
De miseria, virtud
Los defensores de la AUH (al menos tal cual la impulsó el kirchnerismo) sostienen que el cambio de gobierno habría impactado negativamente en dicha política. El supuesto cambio del “progresismo” K al “conservadurismo” de Macri habría modificado la agenda y el paradigma en materia de política social, de una “protección ampliada” se habría iniciado el camino del “asistencialismo extendido”. Mientras que bajo el kirchnerismo la agenda social se habría centrado en una política de ingresos, trabajo “decente” y seguridad social, ahora, por el contrario, Cambiemos profundizaría el empleo precario por la vía del “emprendedorismo” y las ocupaciones delívery.
Sin embargo, estos intelectuales se olvidan de que bajo el kirchnerismo el empleo precario bajo la forma de becas, pasantías, contratos a términos y planes de empleo proliferaron no sólo en el sector privado, sino también, en el Estado. A su vez, la disminución del empleo “en negro” llegó a su fin en el año 2010, momento en el cual rondó el 35% del conjunto de los asalariados (más de 4 millones de obreros), cifra que se mantiene hasta nuestros días. Por otra parte, los salarios del conjunto de la economía incrementaron su poder de compra luego de la gigantesca devaluación del 2002 sólo hasta el año 2013, llegando apenas al promedio salarial que rigió bajo el menemismo, para luego decaer.
Luego, los intelectuales K mencionan que el cambio de contexto económico bajo el macrismo (y el carácter conservador de su gobierno) habría modificado el espíritu inicial que supo tener la AUH. De ser esta última un “complemento del salario” de los trabajadores informales como política para “combatir la pobreza”, habría pasado a constituirse en un “ingreso esencial de subsistencia”. No faltan las voces que dicen que la AUH habría tenido un verdadero impacto en la disminución de la pobreza. Incluso, señalan que los aumentos de la AUH a partir de diciembre de 2015 serían completamente marginales, mientras que, durante el gobierno anterior esos incrementos se habrían realizado por encima de la inflación.
Pero, lejos de estas pretensiones, la realidad muestra otro panorama. Por empezar, la AUH presupone un ingreso bajísimo que apenas representó entre un 12 y un 16% del salario mínimo, vital y móvil. Su poder de compra, en pesos de hoy, se mantuvo entre los 1.700 (el mínimo) y los 2.500 (máximo) pesos. Si bien bajo el macrismo nunca llegó al monto más elevado que supo tener en el gobierno anterior, en cambio, su piso actual ronda el poder de compra equivalente a los períodos agosto-septiembre de 2011, julio-septiembre de 2012 y marzo-mayo de 2014 (gráfico N°1). Finalmente, la AUH no disminuyó la pobreza de la población beneficiaria (gráfico N°2).
Un examen más profundo del impacto de la AUH nos muestra que este subsidio constituye un reparto de miseria. Por su parte, los intelectuales K ahora defienden lo indefendible con un ataque a un gobierno que hace lo mismo que el kirchnerismo: a saber, contener la conflictividad social, ajuste mediante, por intermedio de subsidios miserables. A su vez, Macri puede hacer todo esto justamente porque el gobierno anterior contuvo y logró la desmovilización del movimiento piquetero. La “pesada herencia”, en realidad, ahora es aplaudida por el macrismo.
La falsa medida de la “equidad distributiva”
Uno de los intelectuales defensores del kirchnerismo y de la política asistencial de miseria, procedente del campo del Trabajo Social, Norberto Alayón, sostiene que el accionar del Estado podría atenuar e incluso neutralizar las inequidades propias del capitalismo a través de la política social. Según su parecer, el capitalismo argentino tendría un carácter dependiente de las potencias extranjeras donde el crecimiento de la deuda pondría un freno al desarrollo de las políticas sociales. De modo que el Estado aparece como un ente “neutral”, ajeno al capitalismo “antidemocrático” y empobrecedor. Según sea el carácter del gobierno de turno que ocupe el Estado, la asistencia social proliferará (gobiernos “progresistas”, como el peronismo y el kirchnerismo) o se contraerá (gobiernos neoliberales como el menemismo). La AUH sería, desde esta burda concepción, una política asistencial universal que serviría para erradicar la pobreza a partir de una “distribución justa de la riqueza”.
Sin embargo, esa “distribución” entre ricos y pobres no es tal. O, en todo caso, la política social se yergue, como ya mencionamos, sobre la apropiación de plusvalía producida por una fracción de obreros (los registrados) y administrada en otras capas de obreros (la población sobrante para el capital). Por la vía de una mayor tasa impositiva a los obreros, el Estado burgués recicla plusvalía sin afectar la ganancia del conjunto de los capitalistas, aunque más no sean subsidios miserables dirigidos a los desocupados. Por lo tanto, no hay ninguna distribución de riqueza entre clases con intereses contrapuestos (burguesía y proletariado), sino que una fracción de obreros sostiene a todo el sistema de “seguridad social” y de asistencia que utiliza la burguesía. De este modo, el Estado burgués garantiza la reproducción del conjunto de los capitalistas (negreros o no, pero todos explotadores) y contiene los estallidos sociales por intermedio de subsidios de miseria. El Estado, entonces, no actúa de manera neutral, sino que oficia de garante de los intereses principales de la burguesía.
Justamente, para mantener la gobernabilidad y sostener el régimen en un momento de crisis, el macrismo continúa con la AUH e incluso la universaliza a los trabajadores monotributistas. Y como Macri mantiene esta política, los defensores del kirchnerismo se ven obligados a mostrar diferencias allí donde no las hay. En este sentido, Alayón señala que, mientras que el kirchnerismo habría impulsado políticas sociales tendientes a combatir el “fundamentalismo” capitalista construyendo derechos para las mayorías, por lo cual podría ser considerado un “populismo de izquierda y progresista”, el macrismo, en cambio, desplegaría políticas “asistencialistas” sólo a los efectos de contener, controlar y disciplinar a los sectores vulnerables, abogando por un “populismo de derecha y conservador”.
Esta concepción fuerza la realidad, no sólo porque el kirchnerismo utilizó los mismos programas que ahora usa el macrismo para forjar redes clientelares y controlar potenciales estallidos. No olvidemos la infinidad de denuncias realizadas por cooperativas cuando se impulsó el Plan Argentina Trabaja allá por el 2009, pues algunas de aquéllas llegaron incluso a reivindicar la consigna “cooperativas sin punteros”. Por otra parte, todos los programas alimentarios y de empleo con contraprestación laboral que profundizó el kirchnerismo luego del 2001 ya existían desde los años ’80 y ’90. Allí no hubo ningún cambio cualitativo, sino que, en todo caso, el gobierno anterior los profundizó, luego del Argentinazo.
Una política de clase
Quienes defienden la política asistencial del kirchnerismo no hacen más que preservar el orden capitalista. Se llenan la boca hablando de “justicia social” y “equidad distributiva”, que serían propios de gobiernos “nacional y popular”, defendiendo a la burguesía negrera y explotadora. En este sentido, toda la política asistencial impulsada y profundizada por el kirchnerismo y que ahora mantiene el macrismo no resolvieron el problema de la pobreza que se supone es el fundamento económico de esas políticas.
La pobreza es una consecuencia del desarrollo del capitalismo, razón por la cual sólo su superación por una sociedad socialista puede resolver el problema. En lo inmediato, podemos arrancarle al capitalismo algunas mejoras que sólo pueden ser transitorias si no avanzamos hacia la construcción del Socialismo. Por empezar, debemos dar una batalla por un Subsidio Único al Desempleo, sin contraprestación laboral, cuyo monto sea superior al de la canasta familiar de pobreza. En toda familia obrera donde haya un desocupado, el monto que perciba del subsidio no puede ser inferior al de la canasta de pobreza, toda vez que la pauperización afecta a la reproducción del conjunto de la unidad familiar.
Luego, debemos dar una lucha por el blanqueo de todos los obreros “en negro” y que los empresarios se hagan cargo del pago de sus asignaciones familiares y aportes a la jubilación. El Estado (burgués) tiene todos los elementos para avanzar en un control sobre este asunto. Este proceso de “blanqueo” podría dar lugar al cierre de PyMES, que no pueden sostener sus ganancias si no es bajo la forma del contrato “en negro” de obreros, y la consecuente oleada de despidos. Para ello debemos impulsar la lucha por el reparto de las horas de trabajo, sin afectar el salario
Notas
1Véase Página/12 8/11/2018, https://n9.cl/E5RJ.
2Ídem.
3Véase Página/12 18/11/2013, https://n9.cl/xpGC.
4Alayón, Norberto: Asistencia y asistencialismo, Lumen-Humanitas, Buenos Aires, 2008 (4° edición).
5Véase Página/12 14/1/2017, https://n9.cl/Emty.