Guerra de Yuanes
Por Verónica Baudino
China viene desarrollando una estrategia en Latinoamérica con el propósito de abastecerse de materias primas, necesarias para garantizar su desarrollo industrial, así como encontrar rentabilidad para sus inversiones en plena crisis internacional. Estrecha es la vinculación con Brasil y Venezuela, a la que fue sumándose progresivamente Argentina como socio menor.
La gira presidencial de Cristina Kirchner por China en el contexto del Convenio Marco de Cooperación en Materia Económica y de Inversiones fue exaltada por el gobierno argentino como una posibilidad de desarrollo nacional de la mano de un acuerdo de pares con el país asiático. Pero, el acuerdo replica las relaciones con otras potencias y expone una vez más los límites del capitalismo argentino y la continuidad de una estructura asentada en las mercancías agropecuarias.
El principal aspecto del acuerdo con China es el financiero. En ausencia de otras fuentes de financiamiento externo, y ante la urgencia de dinero por parte del gobierno nacional, se firmo un acuerdo del Banco Central con el Banco Popular de China por transferencias de swaps por un monto de 11.000 millones de dólares que se harán efectivas durante un plazo de 3 años. Hasta el momento Argentina solicitó u$s 3.100 millones que permitieron mantener las reservas del Banco Central.
Aunque aparezca como una entrada limpia de dinero, los swaps en realidad vienen a cubrir el déficit comercial de Argentina con China. Hace años que China es uno de los principales mercados de productos agrarios, a cambio de importaciones chinas.
La otra parte del acuerdo consiste en inversiones chinas en Argentina: en petróleo, energía hidroeléctrica y en una base espacial, entre otras. Éstas parecen encontrar en Argentina ganancias futuras garantizadas por sobreprecios estatales, al estilo de lo que ya ha ocurrido con la compra de ferrocarriles a precios superiores a los producidos internamente.
Informes periodísticos muestran que Argentina compró vagones chinos que no se correspondían con las necesidades de los planes de soterramiento (importaron vagones para cielo abierto); asimismo pagó un sobreprecio del 30% (más costos de importación) en durmientes de hormigón que también se producen en el país. La estación espacial, por ejemplo, será beneficiaria de exención total impositiva por 50 años.
La Unión Industrial Argentina tiene una opinión dividida entre aquellos que están a favor y en contra del acuerdo con China (por ejemplo el holding ítalo-argentino Techint).
El ángulo de la crítica es la exposición a la competencia de capitales chinos. Estos desacuerdos expresan la contradicción de una burguesía débil que requiere subsidios estatales y protección del mercado interno. Una burguesía que cuando no alcanza la riqueza para sostener a todos pretende protección para sí, y libre mercado para el resto. Hoy, el Estado argentino no tiene recursos suficientes para solventar ese esquema y requiere de financiamiento externo.
En un contexto de crisis internacional no abundan las fuentes de financiamiento y China aparece como la única opción. La contrapartida que exigen los préstamos chinos es mercado interno. Es decir, competencia para la burguesía local. Se encuentran en la disyuntiva de desaparecer por falta de financiamiento estatal o intentar campear la competencia de capitales más productivos.