No hay dos sin tres. Alemania ante la crisis de las alianzas internacionales
Desde comienzos de este año los Estados miembros de la Unión Europea prevén una escalada en la conflictividad. Hasta el momento, el enfrentamiento se manifiesta en términos económicos, pero se espera una mayor escalada en una reconfiguración de las alianzas internacionales.
Nadia Bustos
Grupo de Análisis Internacional-CEICS
La política internacional se encuentra en plena crisis, a los cuestionamientos a los gobiernos por parte de la población, la disolución de partidos tradicionales y la tendencia a la acción directa de las masas, se agrega la ruptura de las alianzas históricas que marcaron la posguerra. Principalmente, la que unía a EE.UU, con los estados europeos, en especial, Alemania.
Las divergencias entre Merkel y Trump se produjeron en varios frentes. El primero y más importante, el comercial. Estados Unidos es el mayor comprador mundial de bienes alemanes, fundamentalmente aquellos vinculados a la industria automotriz, siderúrgica, química y de maquinaria. Trump amenazó con imponer aranceles comerciales a la importación de autos y tomar medidas para proteger la industria del acero estadounidense. A esto se suman las críticas por el superávit comercial europeo y la devaluación del euro.
Otro de los focos de enfrentamiento fue la salida de Estados Unidos de los acuerdos por el cambio climático. El documento, firmado el año pasado por 195 países, estipulaba la reducción paulatina de emisión de dióxido de carbono. Esto demandaba adecuaciones productivas a las industrias ya existentes, ya sea mediante la utilización de energías alternativas o desarrollo de nuevas tecnologías que disminuyan la emisión de carbono a la atmósfera. Además, obligaba a las principales potencias a financiar a los países más atrasados para su adopción. En suma, implicaba millones de dólares en investigación y adecuaciones productivas que Trump no estaba dispuesto a ceder.
La situación es más clara si vemos los ganadores y perdedores al romperse el acuerdo. Los primeros perjudicados son los capitales más concentrados, ya que comenzaron las inversiones tecnológicas para reducir la emisión. En consecuencia, los primeros reclamos vinieron de Apple, Intel, Morgan Stanley, Unilever, Ingersoll Rand, Uber, Tesla, Disney, HP, Cargill, General Electric, Nike, Goldman Sachs y la lista sigue.
Las quejas subsiguientes vinieron de las compañías energéticas, que tienen inversiones en energías alternativas, como el gas, la energía eólica, solar y los biocombustibles.[1] Entre ellas: Exxon Mobile, Chevron, Shell OilCompany, NationalGrid y ConocoPhillip.
Otro perjudicado, aunque en menor medida que los anteriores, serían los capitales pequeños y medios de los países más atrasados, ya que no obtendrán financiación para readecuaciones productivas.
¿Quiénes ganan? Por un lado, los capitales medios de Estados Unidos, los cuales no deberán hacer las readecuaciones. Estos capitales se encuentran agrupados detrás de la National Association of Manufacturers (NAM). Por otro lado, la industria del carbón, que ya venía decadencia producto del auge del fracking. Esto permitió la expansión de la oferta de gas natural, una baja en los precios de este recurso y un mayor lugar en la matriz energética. La salida permite darle nuevos incentivos a la industria del carbón, la cual promete más de 50 mil puestos de trabajo en sus bastiones electorales: Virginia Occidental, Wyoming, Pennsylvania y Kentucky.
Como era de esperarse, la salida del acuerdo de uno de los mayores países emisores dióxido de carbono, obliga al resto a una retirada. Los primeros en poner el grito en el cielo fueron las automotrices alemanas, ya que la reactivación de la industria del carbón, le permitirá a los capitales estadounidenses adquirir energía más barata.[2] En consecuencia, Merkel, Macron y Gentiloni sacaron un comunicado conjunto diciendo que el acuerdo no sería renegociado.[3]
El punto que aparece constantemente en las acusaciones de Trump es la OTAN. Desde los inicios de su campaña electoral, reclama a los países europeos y Alemania en particular, que aporten lo acordado para sostener el organismo.
Como respuesta, Merkel negó las acusaciones y comenzó un paulatino rearme del ejército europeo. Para ello se decidió desarrollar la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), un instrumento que busca aumentar las capacidades de defensa, llevar a cabo operaciones y entrenamiento de combatientes en República Centroafricana, Malí y Somalia. Además, estipula la creación de un fondo de defensa común para el despliegue de las operaciones. El eje fundamental de esta cooperación es el desarrollo de un cuartel militar permanente. La puesta en marcha de este proyecto fue vetada sistemáticamente por Reino Unido, ya que se superpone con las operaciones de la OTAN.
Ahora bien, ¿Qué hay detrás de la disputa entre Trump y Merkel? A simple vista, pareciera que los desencuentros tienen su origen encrecimiento de la productividad de los capitales alemanes y el rezago de la industria estadounidense. Ambos gobiernos son conscientes de esto. Por este motivo Trump asume con una política defensiva: protección a la industria nacional y reconfiguración de las alianzas internacionales.
Sin embargo, hay algo más profundo gestándose detrás y es el aspecto político del enfrentamiento. Las discusiones con Trump postulan a Merkel como líder indiscutida de la Unión Europea. Uno de los elementos que permitió esto fue la salida de Reino Unido, uno de los Estados díscolos que impedían la hegemonía alemana. En este contexto, el proceso de la ruptura con Estados Unidos demanda la búsqueda de nuevos aliados y al inicio de un proceso de realineamiento de las alianzas internacionales.
Idas y vueltas en el frente ruso
Alemania y Rusia mantienen una relación tensa luego de la anexión de Crimea por parte de Putin. Alemania está en contra de este movimiento, demanda el fin del conflicto y la aplicación del protocolo de Minsk, el acuerdo que busca poner fin a la guerra en el este de Ucrania.[4]
A pesar de ello, la firma de un acuerdo de la Unión Europea con Gazprom parece ser un importante bálsamo para el conflicto. Rusia es el principal proveedor de gas de la UE. Durante 2016 cubrió el 34% de la demanda de gas.[5] A fines de abril, se firmó un acuerdo de financiación del gasoducto Nord Stream 2 que va desde el oeste de San Petersburgo, a través del Mar Báltico hacia a Alemania, donde se distribuiría a otros países europeos. Esta tubería complementa el envío de gas ruso que actualmente se hace a través del Nord Stream 1.
Este acercamiento entre ambos países puso en alerta a la administración norteamericana, que no demoró en intervenir aumentando las sanciones contra Rusia. Esta vez incluyeron a las empresas que vinculadas a las tuberías de exportación de energía.
Sin embargo, el acuerdo no goza de pleno acuerdo de todos los países de la UE. La resistencia viene por parte de Letonia, Lituania, Estonia, Polonia, Hungría, Rumanía, Eslovaquia y Ucrania, los cuales esquivan cualquier acercamiento de la UE hacia Rusia. Ucrania es tal vez el más perjudicado, ya que aparecerían nuevas vías de llegada de gas hacia la UE.
Nuevos amigos
El aumento de la conflictividad con Estados Unidos llevó a Merkel a reforzar las alianzas que hace tiempo venía tejiendo. China es un socio vital para Alemania, ya que es el principal comprador de bienes luego de Estados Unidos. Merkel busca ampliar la asociación con los asiáticos, por lo que solicitó una mayor apertura del mercado chino para la llegada de productos alemanes y la realización de acuerdos de cooperación en automóviles, aviones, reciclaje e inteligencia artificial.
Merkel consolidó su posición de líder de frente a la negociación con China. En una reunión a principios de junio con el primer ministro chino, Li Keqiang, la canciller puso sobre la mesa la necesidad de acuerdos inminentes que profundicen la asociación entre ambos países. La propuesta consistía en acuerdos de inversión entre China y la UE en el corto plazo. A una vez concretado este paso, Merkel ofreció negociar acuerdos de libre comercio.
Otro punto de encuentro fueron los acuerdos de París. La decisión de Trump llevó a China y la UE a emitir un comunicado conjunto, donde se condenaba la medida y se comprometen a avanzar en nuevas políticas y medidas bilaterales.
El acercamiento entre Alemania y China pone en jaque a Estados Unidos y su poder internacional. El avance en este sentido, será un paso más en la decadencia de Estados Unidos.
La ruptura y realineamiento de las alianzas internacionales es la forma en que se procesa la crisis entre Europa y Estados Unidos. Se trata de un proceso que inicia con la partida de Reino Unido de la UE, dejando a Alemania la hegemonía del bloque.
Por lo tanto, estos entredichos entre Estados Unidos y Alemania parecen ser solo el comienzo de una colisión más amplia. El problema es que ya no hay dos contendientes (EE.UU.-China), sino tres (Alemania) y esa multilateralidad todavía se expresa en alianzas frágiles y enemistades cambiantes. En caso de que la propia crisis no decante en una polarización, alguno de los jugadores estará obligado a levantar la apuesta y pasar a acciones más decididamente militares.
[1]https://goo.gl/Fy6MrQ
[2]https://goo.gl/mboFK6
[3]https://goo.gl/q2TPzS
[4] El acuerdo firmado en 2015 por Ucrania, Rusia, Francia y Alemania. Estipula un alto al fuego y la salida política al conflicto mediante el control total de la frontera estatal por parte de Ucrania, el desarrollo de elecciones locales, autogobierno de las regiones sublevadas y la devolución de Crimea.
[5]https://goo.gl/cpdLg8