“Si nos ponemos de pie, somos más que las empresas”. Entrevista a Mónica Basterrechea, del Sindicato Argentino de Trabajo a Domicilio Textil y Afines (SATAD)
Más allá de los límites del trabajo a domicilio, el SATAD se propone luchar por el acatamiento de la ley y el registro laboral de todos los costureros a domicilio. Para conocer más sobre las tareas que lleva adelante, El Aromo conversó con Mónica Basterrechea, su Secretaria General.
Julia Egan
TES-CEICS
Durante 2015, comenzó a gestarse en Mar del Plata el Sindicato Argentino de Trabajo a Domicilio Textil y Afines (SATAD), a partir de la iniciativa de un grupo de costureras a domicilio empleadas por talleres y fábricas que les niegan sus derechos laborales ya que no las registran laboralmente.
El trabajo a domicilio es una modalidad de empleo utilizada hace más de un siglo en Argentina y está especialmente difundida en la industria de confección de ropa. Se trata de una forma de tercerización del trabajo, que permite a los patrones invertir menos dinero para poder producir. Su conveniencia radica en que facilita evadir el registro laboral de los trabajadores y el pago de salarios y tarifas mínimas. Esto incluye la falta de aportes, ART, seguro de vida y obra social. A la vez, no tienen que hacerse cargo de los costos referidos a maquinaria, hilos, energía eléctrica y elementos de trabajo (sillas, mesas, iluminación, etc.), entre otras cosas.
Como el Estado no controla el trabajo a domicilio, los patrones también pueden exigir que los obreros trabajen jornadas que excedan el límite legal y así produzcan más. En este sentido, el pago a destajo (por prenda producida) obliga al trabajador a autoexigirse para aumentar los ritmos y, por ende, la cantidad de producción. Esto lleva a que en muchos casos se incluya a los hijos y otros miembros de la familia en el trabajo. Es decir, que los empresarios y talleristas se aprovechan de las necesidades que apremian a los trabajadores para exprimirlos a más no poder, para no pagar horas extras y para emplear la fuerza de trabajo de la familia de forma gratuita.
Por último, y no menos importante, facilita la atomización de los trabajadores. Separados en miles de pequeños talleres o en sus casas, no se pueden comunicar ni discutir sus problemas, lo que resulta muy conveniente para evitar la organización y la acción sindical.
Sin embargo, existe una normativa de carácter nacional que regula el trabajo a domicilio. Se trata de la ley 12.713, que regula las condiciones de trabajo de los obreros domiciliarios de todas las actividades económicas. El aspecto más importante de esta ley es que reconoce que tanto el dador principal de trabajo (que terceriza la producción) como los talleristas e intermediarios, son responsables por las condiciones laborales y salariales de los trabajadores domiciliarios. Así, los trabajadores se aseguran que se encuentran cubiertos legalmente ante cualquier irregularidad. A la vez, la ley establece la obligatoriedad del registro de todos los empleadores y trabajadores. Sin embargo, desde su sanción en 1941, esta ley no es respetada por los empresarios y talleristas y el Estado tampoco vigila su cumplimiento.
Por eso, más allá de los límites del trabajo a domicilio, el SATAD se propone luchar por el acatamiento de la ley y el registro laboral de todos los costureros a domicilio. Para conocer más sobre las tareas que lleva adelante, El Aromo conversó con Mónica Basterrechea, su Secretaria General.
¿Cuándo empezaste a coser?
Muchas de nosotras no fuimos a escuelas, a lo mejor hicimos algún curso. Pero ante la necesidad, sabiendo que Mar del Plata es un polo textil, tratamos de aprender el oficio. A los 18 años, terminando la secundaria, tenía mi primer hijo y todo el mundo pedía overlockistas en el diario. Yo me preguntaba qué era ser overlockista. Así terminé en un taller, que ya funcionaba en negro, donde me enseñaron el oficio. Hacía prendas para Le Ciel, una marca que había en Mar del Plata. Ahí aprendí un montón de cosas. Es todo el conocimiento de haber trabajado y seguir trabajando de esto lo que te permite hablar con claridad.
¿Y cómo surgió el sindicato?
Esto surge ante la necesidad de que nuestro trabajo mejore, que sea mejor pago y se termine la precarización. Fue en 2015, como una inquietud, viendo que pagaban poco por las prendas que estaba haciendo. Lo descubro viendo una vidriera, donde la prenda que me pagaban 67 pesos estaba a 3 mil pesos. Mi cabeza hizo un clic. Porque para hacer esa prenda yo uso la ayuda de mis hijos, mi plancha, mis hilos, mi máquina y la luz de mi casa. Entonces al ver esa diferencia, nos juntamos con otras costureras para ver cómo mejorábamos el precio. ¿Cuánto te están pagando? ¿Para quién trabajás? ¿Cuánto hace que trabajás? Nos encontramos con que todas trabajamos para grandes fábricas y que nos están pagando mal, que no coinciden las tarifas con el precio de venta, porque para que yo me compre una prenda de 3 mil pesos ¿cuántas costuras de 67 pesos tengo que hacer? Es más, no tengo una prenda de la fábrica para la que yo trabajaba, porque es demasiado cara. Estamos cansadas de esta situación. Entonces, fuimos a la Casa del Trabajador, donde hay abogados laborales gratuitos, y ahí nos asesoraron. Nos dijeron que tenemos derechos y hay una ley que nos ampara: la ley de trabajo a domicilio. Todas nos quedamos mirando porque no sabíamos de esto. Y así empezó la iniciativa de armar un sindicato: Sindicato Argentino (para todo el país) de Trabajo a Domicilio (porque trabajamos desde nuestras casas) Textil y Afines (porque no solo trabaja la costurera, trabaja el cortador, el que borda, el que teje a mano, los que estampan, subliman, pegan botones, hacen ojales, planchan…). Porque la industria textil saca todo afuera.
¿Cuáles fueron sus primeras acciones?
Yo empecé reclamándole a la fábrica donde trabajaba que se cumpla esa ley. Y ahí empiezan a enterarse de que hay un sindicato que va a reclamar por los derechos de todas las costureras. En mayo de 2016, pedimos la “banca 25”1, para que todo este circuito se dé a conocer. Nos dijeron que no podían desconocer el tema, que en sus barrios pasan y escuchan el ruido de las maquinas atrás de garajes o de persianas cerradas, o que saben dónde llevar la camisa a cambiar el cuello. Entonces, no es que no lo conocían. No lo hablan, no les interesa saber en qué marco están las costureras que están en la ciudad. Y por qué hay tantas. Porque las fábricas de Buenos Aires y La Salada traen la producción acá. Yo, por ejemplo, cosí camperas para YPF. Me pagaron 150 pesos las camperas, no me pareció mal. Pero debe convenir que alguien traiga desde Buenos Aires hasta mi casa el corte completo cerrado para que yo le haga las camperas. Y esta campera que lleva tres horas nos permite sacar 450 pesos por día. Pero por otros cortes, ¿cuántas prendas de etiquetas de dos pesos tengo que hacer hoy para poder sacar el plato de comida del día? Entonces te imaginás que somos muchas las que estamos en esta situación y dijimos basta. Es una industria que se mueve silenciosamente. Si nosotras no abrimos la boca por miedo, esto va a continuar.
¿Y qué respuesta hubo del Concejo Deliberante?
Ninguna. Yo le pregunté al concejal qué pasó, él hizo una presentación. Es como que Mar del Plata no vio lo que pasó con las costureras. En los medios locales no salió, porque las marcas bancan la publicidad. Después de eso, nos hicimos visibles también en la peatonal de Mar del Plata, en la vidriera de Genoa, que es la marca a la que le reclamo la continuidad del trabajo.
Ustedes saben que ya existen otros sindicatos en la actividad, como el Sindicato del Vestido (SOIVA) y la Asociación Obrera Textil (AOT), que no están impedidos de organizar a los obreros a domicilio. ¿Por qué arman otro nuevo sindicato?
Yo me entero por unas modistas que en Buenos Aires está SOIVA hace más de 20 años. Nunca desde que empecé a coser lo había escuchado. Cuando estaba en relación de dependencia en Textil Ana conocí la AOT. Pero en 2001, la mayoría renunciamos porque ya no nos representaba. Ese sindicato era el que estaba para los que tenían relación de dependencia. Pero que yo no lo veo en la calle frente a sus trabajadores cuando hay que pelear precios. Con el SOIVA pasa lo mismo. Acá seguro hay un lugar que dice “SOIVA” y te aseguro que es todo lo que hay. No hacen nada por los trabajadores. Sinceramente, nadie del Vestido se ha contactado para decirnos que nos afiliemos, que nos pueden representar, o cómo estamos trabajando.
El tema es que este año nosotras vemos por la televisión que los sindicatos reclaman bonos y ayudas y la costurera hoy no tiene nada: ni ART, ni obra social, ni bono a fin de año, ni nada que te pueda ayudar para las fiestas. A mí, todas las navidades me vas a encontrar cosiendo hasta último momento. Me ha pasado que la fábrica te deja trabajo y hasta el 7 de enero no vuelve a retirártelo. O al revés, quince días antes ya te dejan sin trabajo, y las fiestas arréglate como puedas. Entonces, vos pasaste todas las fiestas sin un peso. Por más que quieras pasarla bien, la angustia es mucha. Y el año que pasó fue muchísimo peor.
¿Y el Estado?
El Ministerio de Trabajo tampoco está. Fuimos a ver al delegado de Mar del Plata y nos dijo que para él la ley de trabajo a domicilio era una novedad, que nosotras le expliquemos de qué se trata. Ellos están cuando hay una denuncia puntual y después desaparecen. Porque si invitan a las industrias a que vengan, la idea es que haya un control, sino cualquiera viene. Los industriales crecen con esto, con la mano de obra en negro. Se quejan de los aportes, pero yo me pregunto cuántos aportes pagaron en los últimos 20 años, o más atrás, para que no les dé el bolsillo para pagar los aportes.
¿Qué problemas trae aparejado no tener ningún tipo de derecho laboral en esta actividad?
Bueno, además de que no tenemos aportes y jubilación ni regulación de las tarifas, no tenemos ART ni obra social. Entonces, si yo me pincho el dedo o me corto, tengo que ir a parar a la sala, si es que te pueden atender, en el estado que está la salud pública. Ni te cuento de la vista, la espalda o las piernas. Si se te rompe una máquina, vos tenés que ir a parar al mecánico y pedirle por favor que no te cobre tanto para arreglarla porque es tu herramienta de trabajo. La luz, la calefacción, la pagás vos. Ponemos todo nuestro empeño y todos se hacen los distraídos con la ley.
¿Cuáles son las posibles soluciones para empezar a mejorar esta situación?
El sindicato lo que está haciendo principalmente es hablar con cada una de las costureras para perder el miedo de decir “soy una trabajadora” y dar a conocer lo que la industria textil niega, que es la mano de obra calificada. Para que puedan, a través de una lista de precios que hicimos, pedir que mejoren el valor de la prenda, saber cuánto tiempo lleva. Ese es el cometido del sindicato: primero perder el miedo, porque somos más que las empresas, para poder terminar con la precarización. Si nos ponemos de pie, somos más y podemos reclamar mejor. Si somos cuatro, no es una piedra en el zapato. Pero si contamos, solo con las cuatro mil de Mar del Plata, ya ahí lo van a pensar, porque están utilizando una mano de obra que la necesitan y a la que le pueden dar una mejora.
Notas
1La Banca 25 es un espacio que un Concejo Deliberante municipal otorga a personas tanto físicas como jurídicas para utilizar una banca de ese órgano, con el objeto de expresar un asunto de interés para la comunidad. No todos los municipios ofrecen el espacio.