Por una Educación Socialista – CND Conti-Santoro

en El Aromo nº 93


14906900_1684481041866522_6578713377585063979_nPor una Educación Socialista.
 
Programa de la Corriente Nacional Docente Conti-Santoro

La Corriente Nacional Docente Conti-Santoro surge como respuesta a una necesidad política y organizativa de los docentes. No nos creemos los únicos capaces de ofrecer una alternativa a los problemas que nos aquejan como trabajadores de la educación, pero sí que las propuestas que queremos discutir con nuestros compañeros, pueden resultar una buena base para resolverlos.

Obviamente, ofrecer una “alternativa” presupone que existe alguna diferencia positiva en relación a las ya existentes. La primera diferencia surge de la forma en que nos planteamos el trabajo sindical. Nosotros creemos que no se puede modificar la realidad sin conocerla. Por esa razón, nuestras posiciones son el resultado de un análisis concienzudo de los problemas. En ese sentido, la piedra de toque de nuestras posiciones político-sindicales es nuestro balance particular sobre la situación en que se encuentra la educación argentina en la actualidad y del docente en ella, como trabajador y como intelectual. En resumen, pensamos que:

El proceso central que sufre la educación en la Argentina actual no es su privatización ni ninguna tendencia en tal sentido, que no se verifica en los datos empíricos.

Pública o privada, el fenómeno que caracteriza a nuestro sistema educativo es la degradación, es decir, la descomposición del proceso pedagógico y, por ende, de la situación de quienes lo protagonizan: docentes y alumnos.

Esa degradación se ha operado a partir de la descentralización del sistema educativo que, con diferentes excusas, ha copiado las situaciones locales creando una educación para cada espacio concreto, adecuándose a la miseria ambiente.

La descentralización no solo crea una educación para cada distrito sino que además fragmenta la formación docente, sus condiciones laborales, su salario y, sobre todo, su lucha.

En este proceso de destrucción de la educación en general, pública y privada, han colaborado todos los gobiernos desde Onganía, por lo menos, a la fecha. Se trata de una estrategia del conjunto de la clase dominante, no de esta o aquella orientación política.

Los sindicatos y las corrientes sindicales y políticas que se han plegado a esta estrategia son obviamente cómplices. Sin embargo, quienes no han sabido entender el proceso real y nos han llevado a luchar contra problemas falsos o inexistentes, por acción u omisión, han malogrado las energías puestas en la lucha.

En este sentido, la oposición privado-público impide no solo ver que el proceso que vive la educación no es la “privatización”, cosa que no sucede en ningún lugar del mundo, sino que también oscurece otros hechos: a) que los compañeros que trabajan en la escuela pública también lo hacen en la privada y sin que ello signifique condiciones de trabajo demasiado distintas; b) que es necesario incorporar a esos compañeros a la lucha en lugar de aislarlos; c) que aún la educación pública sigue siendo una educación de “patrones”, es decir, burguesa; d) que la lucha de los docentes no se acaba con elegir al “patrón” que más les gusta, sino que tiene el derecho y la obligación de intervenir con un criterio de clase en el contenido mismo de su trabajo.

El docente no es un simple “transmisor” neutro de “conocimientos”, sino un agente de construcción de la hegemonía social, de edificador del orden a través de las ideas que organiza en las aulas todos los días; por lo mismo, puede ser un agente de dinamización del cambio social y de la transformación de la vida en su conjunto. Una corriente sindical que se queda un paso atrás de estas afirmaciones, no comprende la naturaleza real del trabajo docente, sino que impulsa a sus compañeros a la ignorancia del papel que desempeña en la sociedad. Dicho de otro modo, se trata de un planteo puramente sindical, estrecho, incapaz de progresar políticamente. El compañero debe ser consciente del contenido de aquello que enseña y estar dispuesto a luchar por uno que responda a sus intereses de clase. La degradación de la educación no es simplemente una degradación de sus contenidos; ni siquiera es la degradación de las condiciones del trabajo docente. Es, más que nada, la degradación del docente como trabajador intelectual y, consecuentemente, como sujeto político.

Limitado de esta manera, el docente no llega nunca a pensar que la degradación es la expresión del tipo de sociedad en la que se vive, en la que la revolución de la ciencia y la técnica crea masas crecientes de desocupados y trabajadores cuyas necesidades educativas son cercanas a cero. Para obreros brutos, una educación degradada; eso es lo que el capitalismo nos ofrece, aquí y en el resto del mundo. La educación se vuelve, por lo tanto, de víctima en victimario: una educación degradada es una educación degradante para todos los que participan del proceso pedagógico.

Como el capitalismo argentino se degrada con mayor velocidad que otros, los problemas mundiales de la educación (de la salud, de la seguridad, de la vida en general) se manifiestan aquí con más agudeza. El trabajador docente debe comprender este contexto más general, so pena de empujar perpetuamente una roca que se despeña antes de alcanzar la cima: la lucha por una educación no degradada ni degradante es la lucha por una sociedad mejor, por una sociedad distinta.

Como el compañero habrá entendido ya, la Corriente Nacional Docente Conti-Santoro tiene una perspectiva socialista. No cree en la posibilidad de que las leyes del mercado, más o menos tuteladas por el Estado capitalista puedan ofrecer soluciones a los problemas que ellas mismas crean. Pero también se distingue de las corrientes de izquierda, tanto de la reformista (y las variantes del progresismo) como de la revolucionaria.

Los primeros suponen que las contradicciones del sistema educativo tienen arreglo dentro de este sistema social. Suponen que la crisis educativa actual es el resultado de malas decisiones en materia de política educativa: malas políticas y malos políticos. Así, la historia educativa se remite a la sucesión de gobiernos de signo político diverso que no lograron consolidar un proyecto político educativo de largo plazo. La discontinuidad y el corto plazo marcan un relato que carga las tintas sobre el neoliberalismo. Así, son incapaces de ver las continuidades en el proceso más allá del recambio del personal político. El principal problema de esta primera corriente es que no concibe los problemas educativos como resultado de la dinámica social que le imprimen las relaciones sociales de producción. En su perspectiva, el sistema educativo tendría arreglo bajo el capitalismo. Si eso fuera cierto, o los capitalistas son tontos o deliberadamente “malos”. Sin embargo, presuponer que todo burgués es un Sr. Burns que se regodea en la expansión de la miseria humana, es tan ingenuo como creer que quienes gobiernan el mundo desde más de 300 años no saben de qué se trata. No es un problema de individuos y políticas; el capitalismo funciona así, más allá de las voluntades o las capacidades individuales de los políticos burgueses.

La izquierda revolucionaria acierta en el origen de los problemas educacionales ya que, entiende, correctamente, que estos se hallan en la dinámica específica del capitalismo. Pero cree, equivocadamente, que el problema central que afecta al sistema educativo es la privatización. La educación, bajo este sistema social, se convertiría en una mercancía más. Siendo ese el principal peligro que afecta a la educación pública, uno de los objetivos principales de la lucha docente sería luchar contra las tendencias a la privatización y todas las formas que asume la mercantilización educativa. El principal problema que afronta la izquierda revolucionaria es el de organizar la lucha a partir de un problema inexistente, lo que la lleva a perder de vista el problema de la degradación.

Claro está no alcanza con conocer: el conocimiento debe servir para actuar a favor de una organización sindical docente. Y esa organización sindical docente no puede limitar su actuación al sindicalismo. No alcanza con tener buenas ideas ni con discutir únicamente paritarias. La lucha debe superar el plano de lo sindical-económico. Un docente es un intelectual. El contenido de su trabajo no le resulta indiferente, no es mecánico ni repetitivo. Lo compromete por completo, como miembro de la sociedad, como sujeto político. La degradación de la educación es su propia degradación como persona. Lo sindical-económico debe progresar hacia lo cultural. Las condiciones del trabajo docente incluyen su desarrollo como agente de la vida de la cultura. La degradación produce un alumno más bruto; los gobiernos quieren docentes baratos; un docente bruto es un docente barato. Un docente bruto es un ser humano embrutecido. Un sindicato que no lucha por horas de capacitación en condiciones adecuadas, pagas, con tiempo de estudio y desarrollo personal, año sabático, libertad y condiciones para la producción intelectual, espacios para compartir con sus compañeros esos resultados productivos, ese sindicato y esa corriente sindical, considera a sus “defendidos” como un simple animal, al que le alcanza con un poco más de alimento balanceado.

El embrutecimiento del docente es una función productiva de la dominación social. Un docente bruto no piensa ni genera pensamiento. Repite lo que el poder quiere que repita. Un sindicato o una corriente sindical que no es capaz de entender sus problemas como problemas de su clase social, termina siempre como furgón de cola de los partidos patronales, que se acuerdan de prometer antes de cada elección y de olvidarse de las promesas después de la elección. Los docentes tienen que construir una alternativa política independiente de los partidos patronales. Esa tarea, implica un combate ideológico contra el sentido común dominante que también atraviesa a corrientes sindicales docentes de izquierda. No luchamos contra fantasmas ni elaboramos consignas generales que no se corresponden con la realidad sobre la que vamos a intervenir. Tampoco de limitar nuestra lucha a las elecciones y la recuperación del sindicato y al armado de frentes electorales. Limitarse a esa experiencia escinde la lucha política más general y limita el proceso a la construcción de una conciencia corporativa. No nos negamos a la lucha por reivindicaciones parciales para la mejora de nuestras condiciones laborales o a luchas por aumentos salariales. Pero somos conscientes que la lucha corporativa tiene límites, acepta la estructura y los márgenes del sistema capitalista. Porque toda la discusión gira en torno a cómo mejor el valor de compra-venta de la fuerza de trabajo docente. Nosotros, no luchamos solo por parches. La lucha sindical debe ser el primer paso hacia la lucha política: aquella que combata el origen de los problemas de la educación como problemas de la sociedad (capitalista) en general.

Por otra parte, la consideración del docente como lo que es, un intelectual, lleva a otras conclusiones importantes a la hora de la tarea que acabamos de enunciar: la lucha por una sociedad distinta. La Corriente Nacional Docente Conti-Santoro entiende que los docentes son un elemento clave dentro de la vanguardia proletaria. Ganar la conciencia de una de las fracciones más ilustradas del proletariado argentino es vital para el desarrollo de la organización de los explotados contra el capital. Por ello la lucha sindical no se escinde de la lucha política. Los docentes no solo son una capa intelectual en el seno de la clase obrera, en el interior de una clase obrera cada día más embrutecida por la misma dinámica social y agravada por las políticas educativas de los últimos treinta años, sino que también son una de las fracciones más movilizadas y sindicalizadas. En suma, portadores de conciencia para el resto y activos militantes en relación al resto. Se trata de impulsar esa energía en la dirección correcta.

La Corriente Nacional Docente Conti-Santoro considera que inclusive la lucha económica que llevan adelante fracciones de la izquierda revolucionaria suele estar mal enfocada. Claro está, el rol del sindicato debe ser el de elevar las condiciones de vida de sus trabajadores. En general, el conjunto de todas las intervenciones se limita a pedir un salario inicial a la Canasta Básica Total y la eliminación de las sumas no remunerativas (en negro) en el salario. Las distintas corrientes docentes acuerdan en general en ese punto y discuten cuál es el valor testimonial de esa CBT (la inflación de San Luis, de Capital, la de la provincia, la elaborada por consultoras o por el INDEC). Pero que hasta la burocracia peronista (es decir, aquellos que representan el interés de la patronal en el seno de la clase obrera) pida más o menos lo mismo que nosotros debería llamarnos la atención sobre el escaso valor de esa consigna. La Canasta Básica Total no cubre más que los alimentos y un dudoso valor de alquiler. Así, un salario que solo alcanza para eso reduce, al conjunto de los compañeros que recién se inician en la docencia, a la pobreza lisa y llana. La canasta total no considera, por ejemplo, la adquisición de bienes culturales ni servicios que son de primera necesidad para un docente, como internet. La reproducción de un docente, en tanto trabajador de la cultura, necesariamente excede los montos que calcula la CBT: el maestro viaja, hace cursos, compra libros, va al teatro, necesita conexión a internet, acceso a material bibliográfico, a revistas, a artículos escolares, etc. El docente también usa parte de su salario para costear los materiales para sus alumnos, para los actos, salidas didácticas y una larga lista de etc. Por eso, dada las características de nuestro trabajo, deberíamos pedir que el salario inicial sea por lo menos, equivalente a dos CBT. Pedir ello y explicarle a los compañeros el sentido de esa consigna implica dar el puntapié inicial para pensar las condiciones de existencia de nosotros, los docentes, y reflexionar sobre nuestras condiciones de trabajo. Esa consigna implica luchar contra la pauperización intelectual y moral de los compañeros, luchar contra el embrutecimiento generalizado de la docencia. Pero también discutir la duración de la jornada de trabajo: ¿de dónde sacará tiempo el docente para capacitarse si no es de un planteo general que cuestione la duración de la jornada de trabajo? Un docente que debe acumular hasta 72hs. cátedra para vivir de forma razonable y sostener a su familia, por más que lo desee no tiene tiempo físico ni mental para capacitación alguna: fuera de servicio es imposible dadas las extensas jornadas de trabajo; en servicio, el docente no tiene espacio mental para aprovechar la jornada dado lo extenuante de su labor.

La Corriente Nacional Docente Conti-Santoro considera que las paritarias deben ser una instancia más abarcadora y de largo plazo que lo meramente salarial. El salario debería ser uno (no le restamos importancia) de los ítems a discutir con la patronal en las paritarias.  El problema de la vivienda (la imposibilidad para el acceso a una vivienda propia) afecta a miles y miles de compañeros, que o bien no tienen vivienda propia o bien viven en zonas inundables, cercanas a basurales a cielo abierto, en asentamientos, en zonas rurales, en zonas signadas por la inseguridad y la violencia social, sin acceso al transporte, etc. etc. En algunas jurisdicciones, las paritarias incluyen, aunque de modo testimonial, el problema de la vivienda. La Corriente Nacional Docente Conti-Santoro sostiene que a nivel nacional debe incorporarse de forma urgente ese ítem. Las condiciones laborales no son un dato menor. En escuelas cada vez más violentas, la actividad docente se vuelve cada día más insalubre. A pesar de ello, el sindicato en manos de la burocracia, aunque tampoco las corrientes de izquierda, ni por asomo se propone la realización de un estudio fundacional que reconozca las enfermedades laborales docentes de los últimos treinta años en todo el país. La insalubridad de la tarea docente no se limita a un problema en la voz o a las várices. Los docentes enloquecen sin que el sindicato se anoticie al respecto. Producto de la inexistencia de cualquier tipo de registro central, docentes que ejercieron en privada no consiguen el apto en el sector estatal producto de una enfermedad laboral que adquirieron ejerciendo la misma función docente bajo otro patrón. Así, la medicina laboral funciona tarde y a regañadientes. Y mientras la patronal proyecta las formas en las que intervendrá en Medicina del Trabajo (ítem aula en Mendoza, revisión de días de licencia como en Entre Ríos y Santa Fe) nosotros permanecemos sin reaccionar, sin que ello sea tomado como un problema que afecta a todos los docentes del sistema educativo. A menudo, las condiciones de transporte y el itinere de los docentes pone en riesgo su salud y su vida (los casos de docentes muertos en accidentes de tránsito, aislados y varados en las rutas, se acumulan a centenas). Y, sin embargo, las paritarias nacionales no introducen una coma sobre este punto más que una miserable porción de viáticos en algunas provincias.

La Corriente Nacional Docente Conti-Santoro lucha contra la precarización docente. La precarización es una realidad que viene profundizándose hace por lo menos treinta años en todo el país, como consecuencia de la descentralización educativa llevada adelante por radicales, menemistas, kirchneristas y macristas. La descentralización, además de redundar en la fragmentación sindical, condena a los docentes de las provincias más pobres a salarios inferiores y peores condiciones de trabajo. La fragmentación permite la continuidad de la dominación por parte de la patronal.  Por eso, el “federalismo educativo” redunda en un gigantesco ahorro de recursos para el Estado nacional, a costa de los docentes, además de asegurar que el sistema educativo copie la miseria local. La forma de superar la dispersión es levantar como consigna la unificación nacional del salario docente (Básico, antigüedad y cargo), y dejar solo librado a particularidades las variables correspondientes a zonas desfavorables por geografía. Una educación nacional unificada lleva, necesariamente, a un sindicato nacional unificado. Solo la unidad de todos los docentes del país puede encarar la magnitud de la tarea que tenemos por delante. Unidos, gobernamos; divididos, nos gobiernan.

La precarización e inestabilidad docente se profundizaron en la última década producto de la incorporación de planes de terminalidad escolar primero y de secundario acelerado luego: programas que flexibilizan al máximo la cursada y las exigencias de logro, que reemplazan a docentes por tutores, que funcionan en espacios físicos que no son escuelas y cuyo único objetivo es el de dar “títulos”. No hay otra forma que llamarlos, lisa y llanamente: demagogia educativa. El resultado de todo ese proceso no es más que la destrucción de la carrera docente, del Estatuto del Docente y la eliminación de la escuela como espacio de transmisión de la cultura. La escuela, bajo este sistema social, busca reproducir la ideología y la cultura dominante. Pero hoy no garantiza que nuestros alumnos aprendan a leer.  Mientras el Plan Fines II, Terminá la Secundaria, la escuela virtual de San Luis, los mecanismos de terminalidad en Salta y Córdoba prometen llevarse puesto todo el sistema, el sindicato deja pasar este enorme elefante que, de consagrarse, destruirá al sindicato mismo. Peor aún, las características de esos programas se propagan al resto de la “escuela común”: hoy la jornada extendida se implementa en clubes, organizaciones sociales y vecinales y no es claro el lugar de los talleristas en el Estatuto del Docente.

La precarización también se expresa en la inestabilidad laboral que afecta a miles y miles de docentes. La inestabilidad se expresa al inicio de la carrera: en más de una jurisdicción (CABA tal vez es el ejemplo más extremo, al que se suma Entre Ríos y tantas otras provincias) pasan años hasta que el docente joven aparece en los “listados oficiales”. A menudo, cuando aparece el “puntaje” (puntaje, credenciales, tiene distintos denominadores según provincia) no siempre es el correcto: o no se computa toda la antigüedad, o no se reconocen todos los antecedentes docentes o culturales previos, los cursos de capacitación no tienen validez nacional y toda una larga lista de situaciones “varias”. La revisión suele tardar tanto como la clasificación inicial. A menudo, es el docente inexperto el que debe decidir en qué materias inscribirse o debe elegir azarosamente una cantidad limitada de escuelas o de distritos en los que se postula como trabajador. No extraña así que el conseguir “horas” sea una odisea. A ese problema se suma el de la ausencia de concursos para titularizar horas, lo que coloca a los docentes que recién inician en forma permanente con un pie dentro y otro fuera de la escuela. A menudo, el Estatuto del Docente se reforma empeorando las condiciones de clasificación de los docentes, con anuencia de la burocracia sindical que consigue sus prebendas a cambio (valga de ejemplo, las decenas de pos-títulos, cursos de formación laboral con los que varios sindicatos hacen pingües negocios).

Como dijimos, la fragmentación es el gran instrumento de la burguesía para dominar, degradar y embrutecer a los trabajadores. Luchar por la escuela pública “a secas”, sin cuestionar el contenido mismo de esa educación, implica defender la reproducción de la ideología burguesa. Nosotros, los docentes que integramos la Corriente Nacional Docente Conti-Santoro luchamos por una educación socialista, es decir, una educación que esté al servicio de la lucha de los trabajadores por un mundo radicalmente distinto. Defendemos una educación científica que devele los hilos que atan la dominación capitalista. No defendemos la educación degradada que brota de la naturaleza de las relaciones sociales en descomposición. Por ello, reclamamos la centralización del sistema educativo, porque entendemos que frente a la fragmentación que sufre la clase obrera, un sistema educativo homogéneo mejoraría sustancialmente la calidad de la educación que reciben nuestros hijos. Pero, sobre todo, luchamos contra la degradación del contenido de la educación burguesa, que condena a nuestros hijos a la ignorancia y transforma las escuelas en aguantaderos de chicos y nuestra labor en la de “carceleros” o asistentes sociales.

Precisamente, porque creemos que los docentes deben disputar el contenido burgués de la escuela, porque creemos que no somos repetidores de ideologías ajenas, sino potenciales constructores de otro mundo, reconociendo esa particularidad, es que elegimos el nombre que nos identifica. Corriente Nacional Docente, porque buscamos articular la voluntad de lucha y organización de docentes de todo el país en una gran corriente que comparta las premisas aquí esbozadas. Conti-Santoro, dos grandes intelectuales, dos trabajadores de la educación, dos militantes políticos asesinados por la Dictadura, son la síntesis de aquello que nos proponemos: reconocernos como trabajadores, como una clase con intereses propios, que es capaz de crear un mundo nuevo.

Contra la degradación y el embrutecimiento:

  • Por una educación nacional centralizada
  • Por una organización nacional docente unificada
  • Por el reconocimiento del carácter intelectual del trabajo docente
  • Por una educación socialista
  • Por un instrumento político al servicio de la transformación social

Corriente Nacional Docente Conti-Santoro

Razón y Revolución

Septiembre de 2016

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