La cosmética del enemigo. La estrategia visual en las elecciones 2017 y la ideología burguesa – Jeremías Costes

en El Aromo n° 98

No es de extrañar que, confados en su poder material, quienes defenden al sistema capitalista como representantes
políticos, acudan a la renovación de los artefactos ideológicos de dominación.

Jeremías Costes
Frente Audiovisual-CEICS


Las elecciones 2017 fueron inundadas por el fenómeno ¿político? del “esteticismo”, que este llegó para decirle basta al contenido y deslumbrar con formalismos posmodernos al proletariado argentino. Con bombos y platillos, Macri impuso a Durán Barba. El “brujo” de Cambiemos marcó la agenda del resto de los partidos, incluyendo los de izquierda.

La ideología se despliega recurriendo a la fetichización de la democracia, el derecho de todas las “voces” a “expresarse”, la cercanía del cuerpo político con los votantes y empatías varias a partir de apelativos como juventud, mujer, ciudadano, vecino, etc. En esta jerga aduladora se encuadran todos para decir nada acerca de lo que deberían hablar: de política. Contra todo pronóstico, la izquierda se suma con una producción ajustada al ideal burgués: apelativos esquivos al carácter de clase de la lucha obrera, nula disputa de la conciencia revolucionaria y pre formateados eventos de producción artística.

 

La pantalla es la estrategia

 

Los partidos que disputan y concentran toda la atención en estas elecciones son dos: Cambiemos y Unidad Ciudadana. El FIT merece un párrafo aparte (de paso, lo ayudamos a delimitarse del resto).

Cambiemos ha sido (en apariencia) el más vanguardista en esta moda decorativa de la imagen política, haciendo pública su estrategia de “inversión” para fabricar una imagen vendible: el votante (proletariado mayormente) es escuchado en vivo y en directo, el político atiende la demanda publica y acude en auxilio de tales preocupaciones. Salir a “timbrear” es la forma más eficiente en que la burguesía le hace creer al proletariado que son simétricos, que es cuestión de estar bien predispuesto a ayudar y ser ayudado, a trabajar unidos para que todo funcione. Otro poroto para el manual duranbarbista: la posición de los oradores, que ahora se ubican en medio del público y no frente a él, haciendo lo suyo para sumar en la confusión ideológica de un flagrante “todos al mismo nivel”. Una representación que describe bien el posmodernismo con el que la burguesía teje su ideología: en apariencia, no hay un eje vertebrador ni jerarquía.

La campaña kirchnerista, por su parte, debía sortear varios obstáculos teniendo dos de mayor peso: la división interna del peronismo y la pesada herencia. La salida fue cuidada y apelando a rescatar la imagen de una posible resistencia militante. El Kirchnerismo fue por la sinécdoque, la parte por el todo: el problema es Macri y su política neoliberal, el problema es el aumento de precios y el endeudamiento de la Nación. Copiando a Durán Barba, mejor que lo diga gente del común y no Cristina, cuya palabra está más que devaluada. Ella, en escenario circular, haciendo circular la palabra entre los afectados: un comerciante quebrado, un obrero desocupado…

 

Los spots burgueses

 

En unos treinta planos agrupados bajo un burdo ritmo por extensión, el video crea una secuencia patriótica y sensiblera de una serie de acciones individuales. Pasando de planos generales y medios a primeros planos, del contexto de la masa a la particularidad del militante K, aparecen la unidad, la bandera, la familia como los tópicos utilizados para amalgamar una sátira de nacionalismo preventivo: pongamos fin a las medidas de Macri, hagámoslo por la patria, por la familia. No hay disputas internas en la construcción del relato, todo el devenir es un constante ascenso hacia el abrazo final entre lágrimas, porque el mal, el conflicto está fuera de la escena y es señalado por el discurso (otra vez): tenemos que parar a Macri.

En el segundo spot de Unidad Ciudadana una serie de situaciones cotidianas son rematadas con la acción del voto. Al subir al colectivo en lugar de pagar se vota…. La idea: poder resignificar la acción votante como acción determinante en la vida de los obreros. Tu mensaje es tu voto, tu forma de comunicarte es a través de un mensaje “escrito” en un voto. En la misma dirección (la parte por el todo) encontramos el spot en el que un joven, al intentar retirar una boleta de Cambiemos que se asoma por debajo de la puerta de su casa se encuentra con la consigna kirchnerista: Macri es igual a un montón de boletas para pagar.

Cambiemos apeló al llamado directo, a la salida a la calle, en esa dirección el primer spot muestra que ahora el político va hasta tu casa. Desde los primeros planos, guiados por la voz en off de Vidal, se ven situaciones cotidianas a las que la cámara “accede”. Portadora de bienestar, la gobernadora acerca a la gente ambulancias y obra pública. No hay más “la patria es el otro”, ahora el Estado somos todos, y todos trabajando. Imagen de un pueblo con un objetivo de bien común, que necesita de un “equipo” que lo guíe. Un slogan más, “queda mucho por hacer”, cierra la estrategia proponiendo un claro si querés que terminemos esto, volvé a darnos tu voto.

 

El (cada vez más) delgado hilo rojo

 

Aunque parezca mentira, el Frente de izquierda no puede ostentar mejores propuestas ni de contenido, ni de forma. Parece olvidar aquello sustantivo para la clase obrera en su disputa por una hegemonía: el desarrollo de un arte proletario.

La lógica de la construcción de sentido para el FIT se asimila a los que ya vimos: escenarios apacibles, amables, invitación a hacerlo “juntos”… La cuestión, para la propuesta visual de campaña del FIT se reduce a una serie de acuerdos signicos aprobados (y probados en demasía) por la burguesía en su juego electoralista. Se trucan planos, pinceladas, gestos y colores según demande la época, como si todo el problema fuera actualizar tecnologías, emular superficies. Una serie de códigos aceptados que, puestos a rodar, parecen suponer, en sí, la confirmación del triunfo del discurso revolucionario. Pero esos códigos ajenos, por su carácter antagónico de clase, deben ser atacados, no aprovechados. Hablarle al proletariado supone también una elección de tema y forma, que guardan una vinculación entre sí.

Frente a la censura necesaria que todo estado burgués aplica hacia la política revolucionaria, el FIT antepone el derecho democrático de una campaña televisiva acotada en segundos de fama. Ese lugar, otorgado a sabiendas por la burguesía, poco o nada puede dañar su hegemonía: copiar la forma de un mensaje político electoral, no hace más que reducir el programa revolucionario a unas cuantas frases pegadizas. No contribuye a utilizar el desarrollo de las fuerzas productivas en favor del proletariado. Abandonar la fama, ocupar los medios. El costo de producción audiovisual de un material medianamente aceptable hoy es irrisorio y los canales para diversificar la obra, amplios, cada vez más amplios. Si la izquierda no entiende algo tan básico como esto y se rebaja en el juego degradante de la política burguesa es porque teme al lugar que ocupa, o porque no sabe qué hacer con él. Apelaciones que reproducen caracterizaciones vacías (como que rock es sinónimo de algo referido a la lucha del proletariado) se vuelven una estafa política a la clase obrera y una forma de desvalorizar los avances de la conciencia de clase.

 

Los spots ¿obreros?

 

Sumar votos, la importancia de la vida, y un orador en la calle rodeado por la gente, es la imagen y el mensaje que eligió el PTS para disputar la conciencia obrera. Es destacable el efecto visual que se plantea en uno de los primeros spots: la pantalla se multiplica a medida que el orador pide multiplicar votos. La profundidad de la lucha queda reducida a la consigna “Contra el ajuste”; la totalidad de un sistema queda reducida a un nombre, un partido, un gobierno y un momento. Implícitamente, la consigna es clara: “No es el capitalismo, idiota, es un gobierno…”

Por medio del estilo documental, los testimonios de quienes participan van a parar a la misma conclusión: seamos millones, frenemos el ajuste. Que una mujer hable de pasarse la vida encerrada en el trabajo (doce horas diarias) no puede cobrar potencia en una premisa inferida tal. La consigna del slogan debe someterse al programa, la entrevista debe ser montada no como instrumento de identificación de ese problema, sino como elemento para la acción: frente a ese problema esta solución. El argumento es llevado adelante por la voz en off de alguno de los referentes que debe ser elegido, al igual que en el discurso de cualquier candidato burgués: la cara vende un discurso, el texto se somete a la necesidad de transportar una conclusión y no de exponer una contradicción, fuerza una mimesis recreativa de situaciones frente a las cuales la solución es votar una consigna: contra el ajuste, contra Macri.

 

Una lección para Octubre…

 

No es de extrañar que, confiados en su poder material, quienes defienden al sistema capitalista como representantes políticos acudan a la renovación de los artefactos ideológicos de dominación. Lo que es extraño es que partidos con décadas en las calles y organización obrera, con sobradas luchas en su haber, con dirigentes desplegados por todo el país y con una masa de votantes cercana al millón de personas, no sepa o no se proponga otra estrategia de comunicación más que la posibilidad mediática regulada por el enemigo. El arte existe en tanto y en cuanto atraviesa la vida, y como la revolución, se conquista cuando se empareja con esta. Lo que vemos en la campaña del FIT es una involución estética porque hay una involución política: un programa reformista no necesita otra estética que la que la propia burguesía produce. El FIT entregó su programa en nombre de ganar votos. Las PASO mostraron lo inútil de tales concesiones. Otra política va a requerir de otra estrategia comunicacional y otra estética. Esperamos se entienda.

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