Duérmete, duérmete… Acerca de los orígenes “hipnóticos” del psicoanálisis

en El Aromo n° 39

Por Jimena Camps – Una teoría fundada en los contenidos inconcientes del psiquismo y basada en el método de la asociación libre, genera fuertes objeciones en cuanto a su carácter científico. Muchas críticas realizadas al psicoanálisis lo definen como una práctica resultado de una teoría idealista y lo descartan por completo. Si bien no compartimos esta conclusión, veremos en este artículo que los orígenes mismos de la teoría freudiana se hunden en prácticas anteriores que dejan cierto sabor a “poco serio”. Nos referimos al problema del hipnotismo.

La hipnosis en la historia

Las primeros huellas que encontramos de hipnosis se hallan ligadas a los rituales de magia llevados a cabo hace 5.000 años atrás por los egipcios en los llamados “templos de sueños”. Los griegos y los romanos también experimentaron diferentes prácticas hipnóticas basadas en los “espíritus vitales” y fundamentadas en prácticas hipogénicas y mágicas para consultar el futuro. Algunas de las técnicas que se conocen de esos tiempos se establecían en la imposición de manos, el enfoque de la atención, cánticos y encantamientos de diversos estilos. Theophrastus Philippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, conocido como Paracelso, fue alquimista, médico y astrólogo. Como médico se interesó en la relación del hombre y la naturaleza. Según Paracelso, el médico es el servidor de la naturaleza y no su dueño, por lo tanto le corresponde a la medicina seguir la voluntad de la naturaleza. Para Paracelso, en cuanto a la cura de enfermedades, el poder espiritual es anterior al poder científico. Influenciados por este modelo de cura, en el siglo XVIII se desarrollan los primeros estudios sistemáticos relacionados a este tipo de fenómenos de la mano de Mesmer y su “cura magnética”. Mesmer fue un médico alemán que supuso la existencia de un fluido magnético físico interconectado con cada elemento del universo, incluidos los cuerpos humanos. De esta forma, la enfermedad resultaba del desequilibrio de este fluido en el cuerpo y la curación exigía la reconducción del fluido a través de la intervención del médico. Éste se servía de una especie de conducto por medio del cual el magnetismo animal era “encauzado” desde el universo al interior del cuerpo del paciente por medio de “pases magnéticos” de las manos del médico. En el curso del tratamiento, los pacientes experimentaban una “crisis” magnética, sensación parecida a una sacudida eléctrica, a partir de la cual comenzaban a recuperarse.

Un discípulo de Mesmer, Marquis de Puységur, llegó a reconocer, luego de una serie de experimentos, que los efectos magnéticos dependen de la fuerza de la creencia personal del magnetizador en la eficacia de la curación magnética, del deseo de curar y de la relación con el paciente. A través de estos estudios podemos evidenciar los primeros procedimientos psicoterapéuticos, donde se reconoció la existencia de un factor que legitima este accionar y que es la creencia en la eficacia de la cura, el deseo de curar y la naturaleza de la relación entre el paciente y el terapeuta.

Del magnetismo a la hipnosis

El primero que introdujo el término “hipnosis” fue el médico escocés James Braid. Braid utilizó los vocablos “hipnotismo” e “hipnosis”, derivados del griego hypnos, que significa sueño. Luego reconoció que la hipnosis no era igual al sueño. Descubrió, aunque ignorado por un siglo, que era posible inducir la hipnosis sin utilizar una técnica formal para ello. Braid se convenció de la realidad de los fenómenos físicos inducidos por el mesmerismo, llegó a la conclusión de que estos efectos físicos estaban inducidos por una peculiar condición del sistema nervioso, provocado por una tensión fija y abstracta, y no a través de la mediación de ningún agente especial que pasara desde el cuerpo del operador al paciente. Llamo al estado del sueño “hipnotismo” y sustituyó los “pases magnéticos” del mesmerismo por la fijación en un objeto luminoso.

Apartado de las “oscuras” teatralidades del método mesmeriano, surgen las investigaciones del psiquiatra Bernheim quien desarrolló un método hipnótico muy similar al que hoy conocemos. Este médico fue uno de los creadores de la “Escuela psicológica de Nancy”, que se conoce como pionera en el estudio de la hipnosis y es famosa además por su fuerte oposición a la escuela de Charcot, la “Escuela neurofisiológica de Paris” del hospital de Salpêtrière. La discusión que sostenían estas dos escuelas es analizada por varios autores, uno de ellos es Gladis Swain:

“Gladis Swain interpreta la polémica centrándose en las novedades en terapéutica que introduce Bernheim a través de sus textos destinados a refutar la obra de Charcot. Swain sostiene que fue Bernheim el que introdujo el termino psicoterapia (“cura por el espíritu”) en medicina y que sus desarrollos teóricos y el de sus alumnos son consideradas una de las fuentes del posterior advenimiento de las futuras psicoterapias, entre ellas el psicoanálisis. Esta obra se centraría básicamente en la reinterpretación de la obra de Charcot entendiendo a la hipnosis como un fenómeno de sugestión. A través de sus trabajos logró desplazar el interés medico por la patología a la terapéutica, en la cual se coloca al paciente en un estado en que se facilite la sugestión con el fin de aliviar un síntoma (Vertiente benéfica de la sugestión). Es más adelante que los alumnos de Bernheim terminaron de fundar las bases para la psicoterapia creando el tratamiento por persuasión por contraposición a la sugestión: se busca el origen de la patología y la participación consciente y voluntaria del paciente en el tratamiento, es decir no se le imponen ideas, sino que se las introduce con el consentimiento del sujeto a través de la reflexión, y como centro de la terapéutica se le exige al medico que convenza al paciente de su curación. Swain entonces, entiende a la polémica Nancy-Salpêtrière, a diferencia de otros autores, como un hecho que sirvió para fundar las bases de las psicoterapias modernas, entre ellas el psicoanálisis.” 1

Con el tiempo el interés por la hipnosis pasó de centrarse sólo en Europa para despertar fuerte interés en Estados Unidos, donde se hizo hincapié en las manifestaciones de ciertos pacientes histéricos con doble personalidad o personalidad múltiple. En Europa las influencias en hipnosis guiaron las investigaciones de Janet, quien utilizó el método de la hipnosis para alcanzar las capas más profundas de la conciencia. Luego Breuer y Freud emplearon la regresión hipnótica para llegar a los contenidos ocultos de los traumas. Charcot fue maestro de Freud y sus ideas lo influenciaron poderosamente. Con el tiempo cambió de perspectiva, abandonando sus ideas y reconsiderando las que procedían de la escuela de Bernheim, más centradas en la sugestión. De esta manera Freud emprendió su trabajo respecto de lo beneficioso de recuperar recuerdos reprimidos de los sujetos mediante hipnosis.

Un “pobre” hipnotizador

La época en que Freud se incorpora al ámbito de la hipnosis es alrededor de 1893, cuando publica junto al doctor Josef Breuer, en la revista Neurologisches Centralblatt, la “Comunicación preliminar” sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos. En este trabajo afirman que “es necesario hipnotizar al paciente y despertar en él durante la hipnosis los recuerdos de la época en la que el síntoma apareció por vez primera; procedimiento que nos permite ya establecer del modo más preciso y convincente la conexión buscada”. 2 Este trabajo marca el salto que se produjo entre los estudios de Charcot, Bernheim y Janet en relación a la nueva concepción del método hipnótico llevado a cabo por Breuer y en Freud. En esta nueva concepción se destaca el hecho que a través de la hipnosis se produjo el alivio de los síntomas que aquejaban a la paciente. La dinámica de la cura por hipnosis consistía en que proporcionara, en orden cronológico inverso, un relato de las circunstancias exactas bajo las cuales cada síntoma había aparecido. De esta manera, la curación se originó cuando la paciente siguió el rastro hasta el síntoma final, regresando a las circunstancias traumáticas de su advenimiento. La curación del caso más famoso de Breuer, la paciente Anna O. por medio del método “catártico”, que implicaba traer el trauma a la conciencia y permitir la descarga a través del afecto, de palabras y asociaciones guiadas, tuvo una gran influencia en Freud y fue el puntapié de sus trabajos en la hipnosis.

Sin embargo, para Freud la hipnosis no resultó un método con extraordinarios resultados, como lo había sido para sus antecesores. En su condición de neurólogo, Freud investigó la hipnosis en profundidad. Al principio, recurrió a la hipnosis para el tratamiento de la neurosis, pero posteriormente, lo abandonó. Freud rechazó la hipnosis como método terapéutico por dos razones. Por un lado, luego de varios intentos fallidos, reconoció que no era un buen hipnotizador, ya que no lograba imponer este estado en la totalidad de sus pacientes. Por otro, aduciendo la necesidad por los pacientes de ser plenamente conscientes de sus elaboraciones mentales, notó que luego de despertar de ese estado hipnótico, el paciente olvidaba lo ocurrido durante el trance y no servía de nada que lo trabajado no se encontrara en sus recuerdos concientes. Esta necesidad de conciencia le permite a Freud dar un salto cualitativo y fundar el psicoanálisis moderno.

Como fundador del psicoanálisis, Freud es el primero que desarrolla el método de la asociación libre. En realidad, el fracaso de Freud como hipnotizador le permitió seguir experimentando y buscar una solución más sólida para aliviar los síntomas de la neurosis. Puede que sea lícito considerar a Freud un idealista, pero es indudable que arranca el problema de su pasado místico y pre-científico para colocarlo en un terreno nuevo. Un camino que, tal vez, el psicoanálisis todavía no recorrió hasta el final, manteniéndose en deuda con esa notable audacia de su fundador.


Notas

1López, Rosana Celeste: La polémica Nancy-Salpêtrière en http://www.elseminario.com.ar.
2Freud, Sigmund: Obras completas. Tomo I, Ed. Losada S.A, Buenos Aires, cap.VI, pp.41.

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