Un síntoma recurrente
¿Es Malvinas una causa nacional?
Fabián Harari
LAP-CEICS
¿Las Malvinas son argentinas? ¿Hizo bien el trotskismo en apoyar la guerra? Como adelanto del libro La izquierda y la guerra de Malvinas, de Ediciones ryr, y a 30 años del inicio de la guerra, le proponemos al lector un balance de lo actuado por la izquierda ayer y hoy.
La izquierda ante la guerra
La izquierda no pudo hacer frente al nacionalismo y terminó apoyando esta aventura burguesía, aunque ese acompañamiento haya sido camuflado bajo críticas a Galtieri. El origen del problema fue haber equiparado a la guerra de Malvinas con una “guerra nacional”. En está última, el territorio donde vive el conjunto de la población es invadido y ocupado por alguna potencia (Irak, Afganistán, Palestina) y, por lo tanto, la gran mayoría, con independencia del origen de clase, se dispone a la lucha armada contra el ocupante. Quien ha puesto más explícita y honestamente esta confusión es el PTS, quien comparó la guerra de Malvinas con la primera Guerra del Golfo (1991) y a Galtieri con Sadam Hussein1. Efectivamente, el dictador irakí ocupó Kuwait en una medida distraccionista, pero las semejanzas con Malvinas terminaron en cuanto EE.UU. atacó a Irak. Allí sí, la clase obrera estaba obligada a intervenir, no a favor de Hussein, sino en defensa de sus condiciones de vida. No por la Nación en abstracto (o sea, la nación burguesa), sino por su propia clase. Su victoria (no la de Sadam) hubiera abierto la posibilidad de establecer un gobierno de trabajadores. Como resulta evidente, y como explicamos, este no fue el caso de Malvinas. Así y todo, la izquierda llamó a los trabajadores a “armarse”, a “extender la guerra al continente” o a “sumarse a los soldados”, pero en los hechos nadie tomó siquiera un cuchillo, con lo que todo resultó un acto de comedia que muchos preferirían olvidar.
Galtieri, el camarada
El PST fue dentro del trotskismo quien mayor apoyo brindó a la dictadura en su contienda. Puede decirse que fue, en términos nacionalistas, el más consecuente. Para justificar su posición, apeló a una cita en que Trotsky llama a defender al Brasil “fascista” de Vargas contra Inglaterra. Que haya calificado así al Estado Novo muestra el grado de desconocimiento que el creador del Ejército Rojo tenía de la realidad latinoamericana. Trotsky allí brega por el desarrollo en los países oprimidos de la conciencia “nacional y democrática” lo cual es apoyar, hoy en día, a los Kirchner y en el 1982, a Alfonsín. Asimismo, contrariamente a lo que señaló el dirigente bolchevique, la victoria de un fascista en Brasil no favorecería a la clase obrera, sino al régimen fascista en cuestión. En cualquier caso, la cita llama a apoyar al nacionalismo de algunos países, cualquiera sea su régimen y gobierno, frente a otros más poderosos, lo que es una concesión gratuita e innecesaria a las burguesías de estos países.
“la acción del gobierno argentino objetivamente cuestiona la inapelabilidad de las instituciones y el orden jurídico que garantiza la conservación de la explotación y el dominio imperialista del mundo y reivindica la acción directa contra ese orden”2.
Para Moreno, la Junta Militar se habría puesto a la cabeza de un movimiento revolucionario y nuestro Lenin no era otro que Galtieri (que tal vez bebía para eludir su destino). Ahora bien, ¿por qué la Junta Militar había cambiado su política? Por el propio desarrollo de la lucha de clases, que empujaba hacia la izquierda:
“[es en] el pueblo argentino, que aterroriza a la dictadura, donde hay que buscar la explicación para esta progresiva acción antibritánica protagonizada por un gobierno proimperialista hasta los tuétanos”3.
Todo esto puede parecer un disparate, pero es la explicación que brota de la posición más consecuente con el apoyo a la guerra. Si Malvinas es parte de las reivindicaciones de la clase obrera, entonces Galtieri representa, aunque más no sea parcialmente, esos intereses. Si lo que estaba en juego en el Atlántico Sur era el dominio del imperialismo, entonces se debe aceptar la centralidad de Malvinas en la política mundial. El PST llamó incluso a combatir “junto a los soldados argentinos”. Es decir, aceptando la dirección de Galtieri.
El armamento obrero
Política Obrera (PO), por su parte, no tenía una posición tomada sobre Malvinas y fue tratando de acomodarse a los hechos, en lugar de anticiparlos. Las consignas lanzadas en ese entonces demostraban, además de un anclaje en el nacionalismo, una dirigencia política aún en formación, todavía poco preparada para tomar responsabilidades de conducción nacional. Las caracterizaciones, las previsiones y las consignas expusieron a la organización a una serie de errores que tal vez deberían revisar.
La cuestión nacional en Argentina5
El hecho de que en 1982 la burguesía pudiera cabalgar la crisis y conducirla hacia el masivo apoyo de las masas al dominio del capital (en eso consiste la democracia burguesa) se explica por más de una variable. Una de ellas es la desacertada intervención de la izquierda, que apoyó la invasión a Malvinas. No es la única, claro. Uno podría preguntarse si, con una clase obrera saliendo de su peor derrota histórica, una política correcta hubiese bastado. El caso es que nunca podremos saberlo, justamente porque esa política no emergió. Peor aún, en caso de que Argentina hubiese ganado, se habría perpetuado un régimen de persecución a la clase obrera y a sus organizaciones (izquierda incluida), se habría profundizado la contrarrevolución en el continente y la guerra habría avanzado sobre Chile (ese era el plan original).
Notas
2 “La guerra de las Malvinas. En la primera fila del combate contra el imperialismo inglés”, Panorama Internacional, año VI, n° 20, mayo de 1982, en Apéndice del libro La izquierda y la guerra de Malvinas, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2012.
3 Ídem.
4 Para las posiciones de Política Obrera, véase “Malvinas: para luchar contra el imperialismo, ningún apoyo a la dictadura”, en Apéndice del libro La izquierda y la guerra de Malvinas, op. cit.
5 Sobre la base del prólogo a La izquierda y la guerra de Malvinas, op. cit.
6 “No solo los pequeños estados, sino también Rusia, por ejemplo, dependen por entero, en el sentido económico, del poderío del capital financiero imperialista de los países burgueses “ricos”. No solo los diminutos estados balcánicos, sino también América en el siglo XIX fueron, económicamente, colonia de Europa, según lo señaló Marx en El Capital. Todo esto, por supuesto lo sabe muy bien Kautsky, como cualquier marxista, pero ello no tiene nada que ver con el problema de los movimientos nacionales y del Estado Nacional. El problema de la autodeterminación política de las naciones en la sociedad burguesa, de su independencia estatal, Rosa Luxemburgo lo sustituye por el problema de su autonomía e independencia económica. Esto es tan inteligente como si alguien, al analizar la reivindicación programática acerca de la supremacía del Parlamento, es decir, de la asamblea de representantes de pueblo en un Estado burgués, se pusiera a exponer su convicción, plenamente justa, de que el gran capital domina en un país burgués, cualquiera sea su régimen.”, en Lenin, Vladimir Illich: “El derecho de las naciones a la autodeterminación”, en Obras Completas, Cartago, Buenos Aires, 1961, t. XXI, p. 319.
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