Grupo de investigación de la lucha de clases en los ’70-CEICS
Es un orgullo para mí prologar este libro, escrito en 1994, cuando las voces de victoria de la burguesía ocupaban casi todos los espacios con su alharaca del fin de la historia y de las ideologías. Cuando la derrota de las luchas revolucionarias de los ’70 se hacía sentir con fuerza aún entre los protagonistas. En ese marco de escepticismo, en el cual muchos intelectuales de izquierda se encolumnaban en las filas enemigas, Daniel Pereyra cumplía una tarea fundamental al reseñar una parte sustancial de la historia de los enfrentamientos que nos precedieron, la de las organizaciones armadas que nacieron a lo largo de toda Latinoamérica durante los años ’50 a ’70. Accesible y profunda es la mirada que nos propone sobre un tema que, hasta no hace mucho, resultaba políticamente incorrecto y difícil de abordar. Un tema vedado gracias a la eficacia de los intelectuales burgueses a la hora de imponerse en el plano ideológico con la teoría de los dos demonios, primero, y la del peligro terrorista, después. Arrebatada de la tradición de los trabajadores, la “violencia” pasaba a ser un pecado y la lucha un delito. En contra de estos discursos, aparece esta obra escrita por un militante con una extensa trayectoria dentro del trotskismo argentino. (…)
La obra
La concepción que guía el libro es que la lucha armada ejercida por las masas es una constante en la historia social de América. Una forma de lucha inserta en la larga tradición de enfrentamientos protagonizados por los pueblos latinoamericanos desde la conquista y, fundamentalmente, desde la formación de los estados nacionales. A partir de esta perspectiva, Pereyra sostiene la existencia de una conjunción entre lucha armada y movilización de masas, en tanto la primera se insertaría en el marco represivo desatado frente a las luchas económicas y políticas de las segundas.
Este enfoque le permite cuestionar con éxito dos argumentos fuertemente instalados en el sentido común. El primero, aquel que afirma que fue el impacto de la revolución cubana, principalmente en fracciones pequeño burguesas, el único detonante del accionar militar de las décadas de 1960 y 1970. Enfrenta de este modo uno de los tópicos que atraviesa con fuerza la historiografía existente sobre el tema: la noción de “copia” del modelo cubano. Así, Pereyra alcanza un valioso equilibrio al reconocer la influencia ejercida por la Revolución cubana sin perder de vista la historia particular de cada proceso presentado. El segundo, las innumerables versiones que defienden el carácter externo a las masas de las organizaciones armadas que intervinieron en aquellos años. En este sentido, su mirada de conjunto resulta funcional al objetivo de mostrar la intrínseca relación de la convulsión social continental con la lucha armada. De este modo, en contra del ejercicio burgués de fragmentar la realidad, este libro demuestra que cuando las organizaciones armadas llenaron las páginas de los diarios en los ’70, tenían detrás de sí una larga tradición.
Quienes por primera vez se aproximan al tema y quienes nos dedicamos a su estudio encontraremos en estas páginas un acercamiento claro y certero a la problemática armada. En primer lugar, la presentación completa de la larga lista de organizaciones que se erigieron en el periodo y de sus principales acciones. Información que constituye un recurso indispensable a la hora de iniciar una investigación particular, en tanto repone datos que permiten seguir adelante. Este señalamiento debe medirse teniendo en cuenta la dificultad metodológica que supone reconstruir la historia de organismos clandestinos que, además, fueron en su mayoría desbaratados por la represión. Asimismo, el autor, hace referencia al origen político extremadamente diverso de cada una de estas organizaciones, como así también a la diversidad de su composición social. Tarea que realiza mediante el uso de una amplísima bibliografía y de fuentes, la mayoría desconocida. De esta manera quedan planteadas, con acierto, la multiplicidad de factores que es necesario analizar para comprender el fenómeno guerrillero en el continente. En segundo lugar, analiza cada caso discriminando las estrategias militares (guerrilla rural y urbana, milicias, autodefensas campesinas, etc.) y los programas (socialistas, democráticos, etc.) desplegados por cada organización. Resuelve de este modo uno de los principales déficit existentes en la mayoría de los trabajos que, confundiendo radicalización estratégica con programática, definen como revolucionarias a todas las organizaciones que toman el camino armado.
Finalmente, encontraremos en este libro la posición del autor frente a los principales debates sobre el tema que trata: las causas del surgimiento de las organizaciones armadas, el militarismo y la derrota de dichas organizaciones. Dado el carácter pedagógico que la Biblioteca Militante tiene y sólo con la finalidad de que los lectores tengan más herramientas para su debate con el autor, presentamos a continuación una serie de comentarios críticos que, creemos, revelarán aún más la riqueza del material que Pereyra ofrece a la militancia.
Con respecto a la causa del surgimiento de las organizaciones armadas en Latinoamérica, el autor la encuentra en la “opresión” ejercida por EE.UU. En tal sentido, surgiría como respuesta a las agresiones ejercidas por la ofensiva imperialista. Desde esta perspectiva, y dada la subsistencia de dicha opresión, se desprende el planteo central del texto: la derrota militar de las organizaciones armadas en los ’70 no significaría su erradicación cómo método de lucha y, en consecuencia, las masas podrían seguir apelando a ella. Si bien, uno de los méritos de la obra es otorgarle a la lucha armada un lugar en el arsenal popular, el problema principal del planteo propuesto para explicar las causas de su surgimiento, es que, al relativizar los factores internos de cada país, hace perder de vista el papel que le cabe a las burguesías nativas en su responsabilidad frente al deterioro y la pauperización social.
Pereyra, al igual que el resto de los partidarios de la teoría de la dependencia, apela a una explicación económica social que se ha mostrado endeble para explicar el derrotero de los diferentes casos nacionales. En este mismo sentido, su adhesión a hipótesis que encuentran una nueva especificidad en el capitalismo neoliberal lo conduce a adherir a un enfoque que termina difuminando el antagonismo principal de cada nación, en tanto, la contradicción principal entre burguesía y proletariado es suplantada por la de imperio versus pueblos oprimidos. Así, la nueva naturaleza que asumiría el neoliberalismo (cuya impronta principal se verificaría en la disminución abrumadora de la clase obrera ocupada), generaría nuevos movimientos de resistencia. Por este camino, que termina subsumiendo a todas las luchas bajo el programa de la liberación nacional, la búsqueda de una mayor democratización se convierte en la única meta posible. De aquí surge el énfasis puesto en el papel del campesinado y en la principal bandera levantada por los campesinos: el derecho a la tierra. Si bien la metódica descripción de cada organización que realiza Pereyra permite acceder a las discrepancias estratégicas y político programáticas de cada una de ellas, sus conclusiones debilitan la posibilidad de comprender sus límites. El caso más notable, sin duda, es el del zapatismo cuya extensísima experiencia, defendiendo un feroz autonomismo, ha demostrado su incapacidad para resolver las demandas mínimas que impulsaron su nacimiento.
El segundo punto de debate es el del militarismo, causa principal, según Pereyra de la derrota de la mayoría de las organizaciones. Llega a esta conclusión partiendo de la idea de la existencia de una evolución de la lucha armada desde los primeros focos, pasando organizaciones armadas hasta llegar a las organizaciones político militares, última etapa en la cual la incorporación de las masas permitiría alcanzar la victoria, ausente en las experiencias anteriores. De esta manera, la segunda etapa, la de las organizaciones armadas, se habría caracterizado por sucumbir frente a una desviación militarista que, cercenando el debate y priorizando la incorporación de combatientes habría conducido a desguarnecer los frentes de masas. Ejemplo de ello serían, entre otros, los casos del PRT-ERP y de Montoneros. En principio, una explicación única difícilmente pueda servir para cada experiencia, en tanto el único camino para determinar cuál es la estrategia adecuada para un país en un determinado momento histórico es a partir de la realidad de ese país. En este punto, Pereyra no hace honor a la riqueza empírica que su libro ofrece. En esta línea, el análisis del proceso argentino, una vez más no cuadra en esta explicación.
Lo dicho en los párrafos precedentes no impide destacar, una vez más, que estamos ante un texto que adquirirá un valor de referencia ineludible, un libro militante, uno de esos que entran en la categoría de imprescindibles.
Nota:
(1) El siguiente es un extracto del prólogo del libro Del Moncada a Chiapas, Ediciones ryr, Biblioteca Militante, Buenos Aires, 2011.