Por Gonzalo Sanz Cerbino – Los crímenes ocasionados por la normal reproducción de la sociedad capitalista son moneda corriente. Lo ocurrido en Cromañón, en este punto, no es un hecho aislado. Sin embargo, hay un elemento que distingue a este crimen del resto: el desarrollo que ha tenido la lucha de las víctimas para exigir justicia. Esta lucha, a diferencia de otros movimientos similares, logró abrir una profunda crisis política en la Ciudad de Buenos Aires, que se extendió durante todo el año 2005 y que finalizó en los primeros meses del 2006, con la destitución del Jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra.
En este artículo nos ocuparemos de reseñar los primeros pasos de este movimiento y los puntos de contacto con el proceso de lucha en el cual se inscribe: el Argentinazo. La fuerza que adquiere el movimiento de los familiares de las víctimas de Cromañón no podría explicarse sin la ineludible referencia a estos sucesos.
El bautismo de fuego
La primera movilización por Cromañón se realizó casi sobre los hechos, el sábado 1º de enero de 2005. No existió una convocatoria previa: la iniciativa salió de los familiares, amigos y vecinos que se acercaron al lugar del siniestro, a metros de Plaza Once. Por esta razón, las crónicas periodísticas hablan de una movilización espontánea, aunque no tienen en cuenta la presencia de decenas de militantes de partidos de izquierda que ya estaban activando en el lugar. La marcha, de algunos “cientos de personas”, se dirigió entonando consignas que exigían justicia hacia los centros del poder político municipal y nacional: la Jefatura de Gobierno porteño y la Plaza de Mayo. Una de las consignas más escuchadas fue “que se vayan todos”, cuyo origen se remonta al Argentinazo.1 El bautismo de fuego del Movimiento Cromañón deja algunos elementos para destacar. En primer lugar, la rapidez con se identifica la responsabilidad del Estado. En segundo lugar, la implementación de la acción directa, bajo la forma de una movilización al corazón del poder político. Sin duda, estos hechos son producto de la experiencia adquirida por las masas en las movilizaciones de fines de 2001 y principios de 2002, filiación que se hace explícita en las consignas elegidas para expresar el reclamo.
Al finalizar esta primera marcha, los participantes convocaron a una nueva movilización para el día siguiente. La nueva marcha, que reunió a más de mil personas, fue acompañada por un cacerolazo de los vecinos del lugar. En ella aparecieron por primera vez las consignas que explicitaban la responsabilidad política de los gobernantes: “Ibarra, Chabán, la tienen que pagar” y “¿Kirchner dónde está?”.2
La tercera marcha, convocada para el lunes 3, constituyó un salto cualitativo. A ella asistieron 10.000 personas y fue la primera que contó con la participación abierta de los partidos de izquierda y de las organizaciones piqueteras. Hizo su aparición también el primer intento de organización y coordinación que se da el movimiento: la Asamblea de Jóvenes Autoconvocados por la Masacre de Cromañón, que nucleaba a los familiares, amigos de las víctimas y militantes de izquierda que se reunían diariamente en Plaza Once.
En esta marcha también aparecieron algunos conflictos internos entre los manifestantes, concretamente, la desconfianza de un sector del movimiento hacia la presencia de los partidos de izquierda. Desconfianza que era acicateada por la prensa burguesa, que hablaba de “infiltrados” y de grupos que intentaban “politizar el dolor de los familiares”. La discordia se produjo porque ciertos sectores querían evitar que los partidos marcharan con banderas. La decisión de bajar las banderas fue lo que mantuvo, finalmente, la unidad de la convocatoria. Se produjo también una disputa de consignas, entre quienes señalaban explícitamente a Ibarra como culpable y quienes intentaban diluir su responsabilidad detrás de consignas más generales que sólo hablaban de “corrupción”.3
Pero estas divisiones tampoco eran “espontáneas”: desde el gobierno nacional operaron sobre los prejuicios de un sector del movimiento para tratar de convertir las diferencias en ruptura. Ésa fue la tarea de los funcionarios del Programa Anti-impunidad, que estuvieron contactando familiares en la Plaza Once, y de los intendentes kirchneristas de La Matanza e Ituzaingó, que movilizaron gente a las marchas. Tanto unos como otros fueron los encargados de reunir a los padres, quienes, en esa semana y en las siguientes, se reunirían con Kirchner y con Ibarra, haciendo lo imposible por evitar la ruptura de estos sectores con los funcionarios burgueses.4 Otra punta de lanza de los cruzados contra el movimiento fue encabezada por los organismos de derechos humanos “oficialistas”. A la marcha del lunes 3 se sumaron Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, Abuelas y Familiares de Detenidos Desaparecidos, pero se retiraron antes de que comenzara la movilización, horrorizados por la “violencia de las consignas”.5 La violencia a la que hacían referencia era la mención explicita de su aliado, el progresista Aníbal Ibarra, en las consignas. La ruptura, levantada por toda la prensa burguesa, fue un claro intento de alejar a la pequeña burguesía porteña del Movimiento Cromañón.
Izquierda y derecha en el Movimiento Cromañón
Al cumplirse una semana del crimen, el jueves 6 de enero, la división del movimiento en dos fracciones se hizo explícita. Para la marcha de ese día, la cuarta en una semana, hubo dos convocatorias diferenciadas. Los partidos de izquierda y la Asamblea de Jóvenes Autoconvocados llamaron a marchar nuevamente hacia Plaza de Mayo, bajo la consigna “Ibarra, Chabán, la tienen que pagar”. Por otro lado, un grupo de padres no identificados en las crónicas y un grupo de seguidores de Callejeros que firmaba con el nombre “La familia callejera”, convocaron a una concentración “en silencio” a Plaza Once.6 La segunda convocatoria se diferenciaba claramente de la primera: concentrar en Plaza Once implicaba no marchar, el silencio era la forma de intentar acallar las consignas que señalaban con nombre y apellido a los responsables políticos. El volante de la convocatoria era claro al respecto: “no queremos ser usados ni por la izquierda ni por la derecha”. Las diferencias se convertían en división, y la división en disputa por la dirección del movimiento.
De las convocatorias puede deducirse el programa político de ambas fracciones. El ala izquierda identificaba claramente la responsabilidad del Estado burgués en las muertes y utilizaba los métodos de la acción directa: marchas, cortes de calle, escraches. La dirección de esta fracción la ejercían los partidos de izquierda. Por el otro lado, vemos la intención de diluir la responsabilidad política de Ibarra y sus aliados, que se manifestaba en el pedido de silencio, en las consignas más generales y en el boicot a las marchas que se dirigían al corazón del poder político. Otro rasgo distintivo de esta fracción es su ataque a la presencia de los partidos de izquierda. La dirección de está fracción la ejercían los punteros del peronismo bonaerense, encabezados por el presidente del Consejo Deliberante del Partido de Ituzaingó, Juan Carlos Romieux, quien había perdido una hija en el incendio.7
Al finalizar esta jornada el balance fue claro: 10.000 personas marcharon hacia Plaza de Mayo, bajo las consignas y con los métodos impulsados por el ala izquierda. Apenas 3.000 personas permanecieron en Plaza Once.
Luego de esa movilización el movimiento entró en un reflujo. Contribuyeron a ello la represión policial que cayó sobre las marchas del lunes 3 y del jueves 6, y el acuerdo político para salvar a Ibarra de la destitución, entre una fracción del macrismo, el peronismo bonaerense, encabezado en ese momento por Duhalde, y el kirchnerismo. Este acuerdo, que catapultó a un hombre de Duhalde a la secretaría de seguridad porteña (Juan José Álvarez), fue lo que permitió que se frustrara el intento de algunos legisladores de hacer comparecer a Ibarra en el recinto para que diera explicaciones en el momento más álgido de la crisis política. Estas derrotas parciales se hicieron sentir: las marchas se espaciaron a una por semana y la convocatoria de cada movilización fue cayendo. Sin embargo, la calma sólo era aparente. Todos los sectores se estaban preparando para el último gran combate de enero de 2005: la marcha que se haría al cumplirse un mes del crimen.
Para la marcha del 30 de enero hubo dos grandes convocatorias. La primera llamaba a una marcha en Villa Celina, barrio del conurbano en el que vivían los integrantes de Callejeros. La segunda, a marchar de Once a Plaza de Mayo. A pesar de que la primera convocatoria llamaba a asistir “sin banderas partidarias”, lo que los diferenciaba del resto del Movimiento no era este punto, sino la defensa de Callejeros. De hecho, las consignas convocantes y los discursos que se pronunciaron señalaron la responsabilidad de Ibarra y del Estado municipal. La segunda convocatoria, encabezada por la Asamblea de Jóvenes y los partidos de izquierda, llamaba a marchar bajo las ya clásicas consignas en contra de Ibarra. En esa marcha hubo, nuevamente, más de 10.000 personas.
La resistencia a la presencia de las organizaciones ya casi no existía: pocos días antes, padres, familiares y representantes de los distintos partidos compartieron una movilización a la Legislatura porteña en la que las banderas políticas aparecieron claramente desplegadas. El ala derecha del movimiento quedó reducida a un pequeño grupo de padres que, a pesar de marchar, se enfrentó a quienes entonaban las consignas más virulentas. Este grupo, encabezado por José Iglesias, padre de una de las víctimas, rompió con el movimiento al llegar a Plaza de Mayo. Aunque se resistieron a que la dirección recayera sobre los partidos de izquierda, estos padres no dejaron de condenar a Ibarra y de señalar los intentos de encubrimiento por parte del gobierno nacional.8
Conclusiones
A pesar de que, al finalizar el primer mes de luchas, el principal responsable político del crimen de Cromañón se mantenía en el poder, la acción del movimiento lo sometió a un desgaste que abonó el camino hacia su destitución, poco más de un año después. Pero los pasos recorridos en este mes por el movimiento no fueron uniformes. La lucha política en su interior da cuenta de su vitalidad y de su propio crecimiento político. Hacia adentro, los partidos de izquierda se ganaron un lugar en el movimiento y poco a poco se transformaron en su dirección. La disputa política se terminó saldando en su favor: sus métodos y sus consignas aglutinaron los reclamos de la mayoría. En este proceso de clarificación política muchos familiares se distanciaron del movimiento. Otros tuvieron que aceptar a regañadientes el hecho de que la dirección recayera sobre la izquierda. Pero muchos más fueron superando, en estas primeras semanas, sus prejuicios hacia los partidos y hacia los militantes que orientaron correctamente un reclamo que no podía no ser “político”. En este proceso, el Movimiento Cromañón se consolidó y se radicalizó, dando forma así a quien sería el sepulturero de Ibarra. La filiación de estas luchas con el Argentinazo son muy visibles: en ambos están presentes los mismos métodos, las mismas consignas y los mismos partidos dirigentes. Es claro que lo que potenció la lucha del Movimiento Cromañón fue la experiencia política adquirida por las masas al calor de aquellas jornadas de diciembre de 2001. Sólo a la luz del Argentinazo puede entenderse lo sucedido en Cromañón, y el movimiento que surgió de allí es, a su vez, una prueba de que el proceso abierto en diciembre de 2001 seguía vivo.
Notas
1Clarín, edición digital, 1/1/05 y Página/12, 2/1/05.
2Clarín, edición digital, 2/1/05 y Página/12, 3/1/05.
3Página/12, 4/1/05.
4Página/12, 5/1/05 y 11/1/05.
5Página/12, 4/1/05.
6Página/12, 5/1/05 y 7/1/05.
7Entrevistas a Diego Vega y a Vanina Biassi, en poder del autor; Página/12, 6/1/05.
8Página/12, 29/1/05, 30/1/05 y 31/1/05.