Hace algunas semanas, la situación de los trabajadores de Sancor ocupó por un tiempo algunas páginas de los diarios y unos minutos de televisión. No era para menos. Suspensiones encubiertas, sueldos atrasados, descuentos pactados por el sindicato sin consentimiento de los afiliados, falta de aportes jubilatorios y servicios de salud y el fantasma de los despidos masivos. Son cinco mil familias las que están desesperadas, sin saber si mañana o pasado mañana van a tener un ingreso en su hogar.
El problema es que la empresa se encuentra, en términos capitalistas, muerta. Su último balance mostró pérdidas por 2.500 millones, y hace años que viene en el mismo camino. Como si fuera poco, acumula deudas por casi 4.000 millones de pesos. Obviamente, con este panorama, lo primero que hacen los burgueses es trasladárselos a los laburantes pagándoles menos, con atrasos y suspendiéndolos.
¿A qué se debe esta situación? Suele creerse que es un problema moral. Tal o cual empresario, particularmente ambicioso o malvado, quiere tener superganancias. Para eso inventa una crisis y reestructura su planta. Aparece entonces como un problema individual, para lo cual se necesita empresarios “honestos”, que apuesten a la “industria nacional”, o sea, buenos burgueses. Sin embargo, como el lector imaginará el problema es más profundo, hace al capitalismo mismo y su solución es otro tipo de sociedad.
Lo primero que hay que señalar es que la crisis no es solo de Sancor, sino de toda la industria láctea en nuestro país. Esto se debe a que, por un lado, las exportaciones cayeron. En buena medida, porque Venezuela, por su propia crisis, redujó abruptamente sus compras de lácteos argentinos. Se sumó Rusia como compradora, pero no alcanzó para compensar.
Por el otro lado, el mercado interno está “saturado”. Obviamente, “saturado” en términos capitalistas. Sabemos que miles de niños no alcanzan los consumos nutritivos básicos y que ni siquiera se pueden dar el lujo de un vaso de leche diario. Para nuestros salarios, la leche es cara. Si no se compra más, es por eso.
Frente a este panorama ¿Qué salida hay? Dos. La de los burgueses y la nuestra, la de los trabajadores. La primera seguro que ya la intuye. Sí, lo que está ocurriendo en Sancor pero en niveles más altos. Una feroz reestructuración: jornadas de trabajo más largas y con ritmos frenéticos y menos empleados, sueldos y “beneficios laborales”. Claro, esta salida supone que tienen que seguir existiendo esos pocos parásitos que no hacen nada y se quedan con todo.
La otra salida, se basa en la estatización y el control de la producción por los obreros. De Sancor y de todas las empresas de la industria láctea. En nuestras manos, esa producción dejara de estar al servicio del capital, de esos parásitos, para estar al servicio del conjunto de los trabajadores. Con solo darle un vaso de leche diario a los 4 millones de niños en situación de pobreza, habría que aumentar la producción en un 50%. Y dicen que el mercado está saturado…
Esto, a su vez, daría una experiencia fabulosa y un ejemplo espectacular para los trabajadores del resto de la economía. Para ello, necesitamos una organización propia, para tomar en nuestras manos estos problemas. Para que “recuperemos” no solo Sancor, no solo la industria láctea, sino el conjunto de la riqueza que producimos y que hoy se llevan unos pocos a costa nuestra. Para poner en pie una sociedad basada en las necesidades humanas y no en la ganancia.
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