La suba del 20% en el precio del litro de nafta acumulada durante un año genera serias controversias. Incluso si se tiene en cuenta que el barril de petróleo disminuyó, en el mismo período, más de un 50%. A simple vista, esta aparente contradicción pareciera ser la demostración de que los pulpos petroleros, gracias a su poder monopólico, imponen los precios que quieren. Es decir, se trataría de un problema que excede el ámbito de la acumulación de capital y se reduciría al terreno del lobby y la voluntad política del gobierno que se deja presionar. Sin embargo, esta postura no hace más que exagerar las potencialidades reales de la producción de petróleo y refinados en la Argentina, sin dar cuenta de los límites que viene mostrando este sector. Por lo que la solución no pasa por medidas parciales, sino por la necesaria estatización bajo control obrero de los capitales del sector tanto los dedicados a la extracción como a los de la refinación.
La nafta acá y afuera
El precio del petróleo representa cerca de un 90% del costo de fabricación de combustibles líquidos1. Es de esperar, por lo tanto, que las variaciones en el importe del crudo se trasladen sin mucha demora al de la nafta y demás combustibles. Sin embargo, eso no sucedió así en la Argentina de los últimos años. Por efecto de las retenciones a las exportaciones, desde hace cuatro años, el precio interno del barril de petróleo se encuentra planchado en torno a los 40 dólares, disociándose de la suba del valor internacional. De esta manera, desde 2005 el precio de venta al público de la nafta y el gasoil en Argentina se encontró por debajo de los de referencia internacional, tanto de los EE.UU. como del resto de Sudamérica (salvo Venezuela). Para tener una idea de la magnitud de la diferencia, si tomamos como ejemplo a julio de 2008, cuando el precio internacional del barril de petróleo superó los 140 dólares, en Argentina el dueño de una 4×4 llegó a recibir, debido a la diferencia entre la nafta local y la internacional, un descuento equivalente a un Plan Jefes y Jefas de Hogar por cada tanque y medio de nafta que llenó de su camioneta.2 Cabe señalar que el hecho de que al trabajador, en la actualidad, el litro de nafta le resulte caro, habla más de la evolución del salario que del precio de la nafta.
Desde la devaluación del 2002 a la actualidad, la economía bonapartista buscó mantener, en lo posible, la inflación a raya conteniendo los precios y tarifas de servicios públicos mediante precios subsidiados. El caso de los combustibles líquidos no es la excepción. La diferencia fue que en lugar de realizarse mediante un subsidio a las petroleras, implicó una transferencia de renta petrolera hacia el mercado interno. Esto se observa cuando registramos la evolución del margen de refinación. Con margen de refinación nos referimos a la diferencia entre el precio al que las refinadoras pagan el crudo en el mercado interno y el precio de venta final del combustible. Ese margen debe incluir los costos operativos de refinación, los costos de transporte, los costos de comercialización, los impuestos (que hoy representan un 62% del precio de venta en el caso de las naftas) y las ganancias. Manteniéndose constantes los impuestos, desde el 2002, a pesar de las continuas subas en el precio de los combustibles y del efecto de las retenciones a las exportaciones de crudo en el precio interno, el margen de refinación cayó más de un 55% con relación a la década de 1990, pasando de u$s 0,77 en 2000-2001 a u$s 0,35 por litro en la actualidad.
Concentración y centralización
Este achicamiento del margen de refinación generó una disputa en el interior de la burguesía y una reducción del número de competidores. YPF y Petrobras al tener producción propia de petróleo, se encuentran más protegidas. En cambio, Esso y Shell, al tener que comprar todo el crudo que procesan, tienen menos margen para reaccionar frente a una suba del precio interno y son más vulnerables. En efecto, desde 2002 se ha registrado un lento pero efectivo retroceso de ESSO y Shell y un avance, sobre todo de YPF. En el caso de Shell podemos ver que mientras en 1998 representaba un 16% del mercado interno de gasoil (principal producto derivado), en la actualidad, su producción alcanza el 12%. En cambio, la participación de YPF en las ventas ha pasado del 44,6% y 51,6% para naftas y gasoils en el año 2002, al 56,2% y 59% en lo que va del 2009. La situación de Esso no es muy diferente, al punto de que la empresa, durante el año pasado, llegó entablar negociaciones para vender sus activos e irse de la Argentina. En este marco se entiende la reciente pelea mediática entre Aranguren (Shell Argentina) y Eskenazi (YPF), que llegó a alcanzar los niveles de una pelea entre vedettes, cuando el presidente de YPF acusó públicamente de desequilibrado emocional a Aranguren. Detrás de la discusión había, entre otras cuestiones, un reclamo de parte de Shell por la creciente concentración del mercado en manos de YPF.
Se acaban los subsidios
La caída del precio internacional de los combustibles del último año agravó la situación en la medida en que al disminuir el ingreso por exportaciones caen las retenciones y la ganancia de las empresas locales. Mientras hace un año el litro de nafta exportado (teniendo en cuenta las diferencias entre el efecto de los impuestos a la exportación y en el mercado interno) generaba a las empresas un ingreso hasta dos veces superior al vendido en el mercado local, hoy se encuentran prácticamente nivelados por la caída en el precio de los combustibles derivados en todo el mundo3.
A esta situación, hay que agregarle la devaluación del peso registrada durante 2009 que no hace más que prometer futuras subas de precio. Por último, pero no por eso menos importante, persiste el problema de los límites que tiene el petróleo local. Desde el año pasado se escuchan los reclamos del sector refinador acerca de los crecientes costos provenientes de la escasez de crudo local liviano de buena calidad producido en el país.
Frente a esta serie de situaciones que nos anuncian las dificultades de poder mantener el acceso a un combustible relativamente barato, el gobierno ha tomado medidas que no hacen más que beneficiar a las petroleras a costa de que los trabajadores deban pagar un combustible cada vez más caro y de menor calidad. Por un lado, el gobierno atenderá el reclamo petrolero de incentivar la producción local por la vía de incrementar entre un 10% y un 15% el precio interno del petróleo. Este incremento, a la vez que permitiría recomponer recursos fiscales de las provincias petroleras por una mayor recaudación en regalías, busca generar mayores ingresos a las empresas y, como es de esperar, se trasladará al precio final de los combustibles sin mucha demora. Una suba similar fue aprobada para la venta de gas a boca de pozo en julio de este año4, el cual piensa ser financiado con el actual tarifazo. Además de los prometidos incrementos en el precio interno del petróleo, el gobierno les permitió a Shell, ESSO e YPF abandonar las cuotas de petróleo subsidiado que éstas les vendían a las empresas de transportes. A pesar de las compensaciones que luego recibían desde el gobierno, las tres empresas resolvieron que el mecanismo de venta de gasoil subsidiado al transporte generaba menos beneficios. El gobierno no sólo permitió este abandono de la cuota, sino que para poder seguir subsidiando al transporte importará el combustible, vía Enarsa, desde Venezuela, pagando precios más caros y, por lo tanto, teniendo que afrontar subsidios mayores para sostener el precio del boleto. No sorprendería que se busque compensar estos mayores costos con futuras subas en los boletos. A estas medidas en favor de las petroleras, se suma que el gobierno nacional y popular las autorizó también a que durante el 2009 vendan gasoil con menor calidad. Es decir, con mayor contenido de elementos corrosivos como el azufre5.
Se acaba la primavera nac&pop
El OME ha señalado ya que una de las bases del bonapartismo K era el margen de maniobra que le permitían los recursos extraordinarios provenientes de las exportaciones, en mayor medida agrarias, para reprimir el ajuste de tarifas y precios de los servicios públicos. Como en el capitalismo nada es gratis, contener el ajuste de los servicios implicó grandes masas de riquezas destinadas a subsidios. Con una crisis fiscal en puerta y con el gobierno pegando manotazos de ahogados (AFJP y retenciones) para recomponer sus cuentas, esta capacidad de contención se ve cada vez más reducida. El caso de los combustibles no es la excepción. El problema de fondo es, en definitiva, los límites de la producción petrolera local. La cual, al día de hoy tiene un lamentable horizonte de reservas de sólo ocho años. Es decir, la Argentina está a un paso de convertirse en importador neto. El margen que tenía el gobierno para planchar los precios se le está acabando. Frente a esto tiene varias opciones para contener las subas futuras. Una posibilidad sería reducir el impuesto a los combustibles. Sin embargo, difícilmente el gobierno renuncie a dicho ingreso siendo la crisis fiscal la amenaza más inmediata que tiene. Además una reducción del impuesto no sería más que patear la pelota para adelante (y no mucho). La otra opción es la que está tomando. Es decir, dejar de lado las peleas mediáticas y cosméticas que en su momento tuvo con las petroleras y darle las concesiones mencionadas. Todo esto, mientras las compañías amenazan de despido y persiguen a los miles de obreros petroleros que, al momento de escribir este artículo, permanecen en huelga.
1YPF: Balance 2008.
2Estimación propia en base a datos de precios de la nafta regular en Argentina y Estados Unidos. Véase Secretaría de Energía de la República Argentina y de la Energy Information Administration.
3Montamat & asociados: Informe mensual de precios de la energía, nº 37, junio, 2009.
4Petrolnews, 27/7/2009.
5Invertironline, 27/10/2008.