Una vez más, el kirchnerismo intenta hacer pasar gato por liebre. Esta vez, con la reforma del régimen de pasantías para la educación secundaria. Entérese de este nuevo macanazo…
Natalia Alvarez Prieto y Carlos Di Paolo
GES – CEICS
¿Todo pasa?
Durante los primeros cinco años de gobierno K se mantuvo intacto el régimen de pasantías establecido por el menemismo a través del Decreto Nº 340/92 y la Ley 25.165/99. El decreto en cuestión definía las pasantías como: “la extensión orgánica del sistema educativo a instituciones, de carácter público o privado para la realización por parte de los alumnos y docentes, de prácticas relacionadas con su educación y formación (…)” (Art. 2º). La normativa planteaba que las pasantías brindarían a los alumnos y docentes la complementación de su capacitación teórica con la práctica en empresas e instituciones. Además, facilitarían la etapa de transición de los estudiantes desde el mundo educativo hacia el ámbito laboral. La reglamentación del decreto dispuso las condiciones generales en las que se desenvolvería la actividad. Las pasantías tenían un plazo máximo de cuatro años, con una actividad diaria mínima de dos horas y una máxima de ocho. Los estudiantes podían aspirar a ellas a partir de los 16 años, contando con la autorización de sus padres o tutores. Asimismo, los pasantes podían recibir una retribución por parte de las empresas o instituciones en las que se desempeñaban, en calidad de asignación estímulo para viáticos y gastos escolares. Es decir, su salario quedaba a disposición de la buena voluntad del patrón que les tocara en suerte.
En 1999, la Ley Nº 25.165 estableció un régimen de pasantías específico para el nivel superior en el que se introdujeron algunos cambios. Por un lado, se fijaba un plazo mínimo de duración de 2 meses, manteniéndose un máximo de 4 años. A su vez, las actividades no podían extenderse más de 5 días semanales con jornadas diarias de hasta 6hs. Por el otro, la ley establecía que los pasantes debían recibir una retribución en calidad de estímulo para viajes, gastos escolares y erogaciones derivadas del ejercicio de su “prestación”. Su monto era fijado por las empresas u organismos contratantes en acuerdo con las instituciones educativas, según la responsabilidad, grado de especialización, dificultad y tiempo de dedicación del pasante. Una vez más, el salario (en este caso su precio) quedaba librado a la discrecionalidad del empleador.1 Ahora bien, resulta ilustrativo cotejar la ley original con sus modificaciones. Al momento de ser sancionada, se estableció como plazo máximo un año de pasantía con actividades de hasta 4hs diarias. Sin embargo, en el año 2000, el Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 487 extendió dicho plazo a 4 años y 6 horas diarias. En aquel momento, De la Rúa justificó la extensión temporal de las pasantías sosteniendo que un plazo y una duración menores atentarían contra el rendimiento de los estudiantes y los objetivos perseguidos por el sistema. Que dicha extensión se haya llevado a cabo a través de un decreto de “necesidad y urgencia” pone en evidencia a qué intereses responde el nefasto sistema de pasantías.
A pesar de su evidente carácter regresivo, el régimen de pasantías para la educación superior recién fue derogado en noviembre de 2008, por la ley Nº 26.427. Es decir, se mantuvo intacto durante los primeros cinco años de gobierno kirchnerista. A partir de ese momento, las pasantías pueden tener una duración máxima de 12 meses con una carga semanal de hasta 20hs. Transcurrido ese plazo, pueden extenderse unos seis meses más. Por otro lado, los pasantes reciben una suma de dinero, de carácter no remunerativo, en calidad de “estímulo” que se calcula sobre el salario básico del convenio colectivo aplicable a la empresa o institución, proporcional a la carga horaria de la pasantía. En caso de no existir tal convenio, el cálculo se realiza en base al salario mínimo, vital y móvil. Si bien la reforma supuso un avance en relación a las condiciones previas, los mecanismos centrales que constituyen al régimen de pasantías en un vector de la precarización laboral siguen en pie. En este sentido, el salario (denominado eufemísticamente “asignación estímulo”), no es remunerativo, los pasantes no perciben aportes jubilatorios ni cuentan con representación gremial y lejos están de poseer un mínimo de estabilidad laboral. Por si todo ello fuera poco, tendrán que pasar otros tres años, hasta septiembre de 2011, para que sean reguladas las pasantías correspondientes al nivel medio.
Trabajadores gratis
El Decreto Nº 1.374, sancionado en septiembre de 2011, vino a saldar el vacío normativo para el ámbito de la educación secundaria producto de la derogación del régimen de pasantías de 1992. Al respecto, la Directora Ejecutiva del Instituto Nacional de Educación Tecnológica, María Rosa Almandoz, declaraba que “el sector empresario reclamó fuertemente por la ausencia de normas, porque cayeron todos los decretos que se habían creado por el decreto 340”.2 Como puede verse, el kirchnerismo responde servicialmente ante los reclamos del capital. Ahora bien, en qué consiste la ley aprobada recientemente. El marco normativo K establece, tal como el anterior, que las pasantías deben ser entendidas como la “extensión orgánica” de la educación secundaria a empresas e instituciones -públicas o privadas- para la realización de prácticas relacionadas con educación y formación (Art. 1º). Es decir, nada nuevo bajo el sol.
A diferencia del régimen anterior, la ley determina con precisión la cantidad de pasantes que puede albergar cada empresa. Cabe destacar que la distribución favorece claramente a las Pymes ya que éstas pueden disponer, proporcionalmente, de una cantidad mayor de pasantes. Mientras que las empresas de hasta 10 empleados pueden tener entre un 20% y un 30% de pasantes, la cifra se reduce al 10% para las empresas mayores. Es decir, la normativa favorece a la industria más ineficiente y explotadora, compensando parcialmente su menor productividad con la venta de buena parte de su fuerza de trabajo (los pasantes) por debajo de su valor.3 Por otro lado, se fijó la duración máxima de las pasantías en 6 meses con una actividad semanal límite de 20 horas y jornadas de hasta 6 horas. A las mismas pueden acceder los alumnos que se encuentren en los dos últimos años del secundario con una edad mínima de 16 años.
Como puede verse, si bien la definición más general de las pasantías resulta similar a la establecida en los noventa, la reforma introdujo una serie de cambios. Recordemos que el régimen del ’92 posibilitaba la extensión de las pasantías hasta 4 años, pudiéndose realizar jornadas de 8 horas diarias. A priori, podría considerarse que el esquema K resulta más progresivo. Sin embargo, lo cierto es que algunos aspectos centrales del régimen no han sido trastocados. En ese sentido, los pasantes no cobran ningún tipo de remuneración por su trabajo. Es decir, se constituyen en mano de obra gratuita para el capital. Una vez más, sólo si las empresas se dignan a hacerlo, pueden otorgarles “beneficios” tales como refrigerio, “estímulos” para traslado y viáticos, gastos educativos, entre otros.
Diversas provincias desarrollan pasantías con alumnos secundarios. En Capital Federal, desde 2003 funciona el programa “Aprender Trabajando”, promovido originalmente por el ibarrismo. Forman parte del programa distintas empresas. Entre otras, pueden nombrarse Microsoft, Renault Argentina, I.B.M. Argentina, EDESUR, EDENOR, Banco Francés y BGH. Dentro de las huestes oficiales, participan la Jefatura de Gabinete y distintos Ministerios, entre otras. En ese marco, los pasantes porteños llegan a recibir hasta 800 pesos mensuales. Es decir, en este punto el macrismo, reencarnación del nazismo según la ideología K, corre por izquierda al gobierno nacional & popular.
Todo un palo
Como hemos visto, más allá de algunas reformas parciales, las pasantías continúan siendo un vector de la precarización laboral al proporcionarle al capital mano de obra barata e, incluso, gratuita. Una de las claves del problema radica en el camuflaje de su significación real -trabajo precario- bajo el ropaje de la “formación integral”. En ese sentido, el artículo 3º del decreto promulgado recientemente plantea, contradictoriamente, que “debe considerarse a los pasantes como trabajadores vinculados por relaciones no laborales”. De ese modo, los pasantes encuentran negados sus derechos laborales entre los que se destacan su representación gremial y la realización de aportes y cargas patronales.
Cientos de miles de alumnos secundarios, terciarios y universitarios realizan pasantías en trabajos que nada tienen que ver con su formación o aspiración profesional. Se trata de una estrategia para obtener un ingreso -irrisorio- o para tratar de insertarse en un mercado laboral que los enfrenta a una feroz competencia. Ese hecho pone en evidencia que a la burguesía le importa muy poco la calificación de la fuerza de trabajo que explota. Por el contrario, todo indica que la ventaja crucial del sistema de pasantías (para el capital) radica en proporcionar un elemento más para precarizar las condiciones de trabajo de la clase obrera. En ese marco, con el establecimiento de la nueva normativa el kirchnerismo le ha dado un guiño más a la burguesía de cara a los tiempos de crisis que se avecinan. Por ello, no extraña que la iniciativa haya sido recibida con el beneplácito de la Unión Industrial Argentina, de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa y de la Asociación de Empresarios Argentinos. Dime quién te apoya…
2 Clarín, 20/9/2011.
3 Recordemos que las Pymes son, en términos generales, las empresas que poseen una mayor cantidad de trabajadores en negro y peores salarios. Al respecto, véase: Mussi, Emiliano: “El reino de los pitufos. Pymes en el imaginario Nac&Pop”, en El Aromo, nº 49, 2009.