El domingo 22 de octubre finalmente se llevaron a cabo las elecciones generales en vistas de la renovación de la mitad de las cámaras legislativas. Los resultados pusieron en evidencia que estamos ante el nacimiento de un nuevo partido de alcance nacional capaz de disputar el poder con los partidos tradicionales, algo que no sucedía desde el ’45. Sacó el 41% a nivel nacional. En efecto, en esta instancia el macrismo mostró que es capaz de armar verdaderas topadoras electorales. De esta forma obtuvo victorias en 13 de las 24 provincias y mejoró los resultados obtenidos en las PASO. Se impuso, además, en los cinco principales distritos del país: Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Ciudad de Buenos Aires y Mendoza, algo que no se daba desde 1985 con la UCR a la cabeza. En otras palabras, acaba de ser plebiscitado por la población argentina.
Por su parte, el kirchnerismo sufrió una derrota categórica. Del 54% a nivel nacional, en 2011, pasó al 37% en 2015 para finalmente recolectar el 21 % este año. En dos años, estando en la oposición de un gobierno que no mejoró la economía, el kirchnerismo no solo no consiguió sumar votos, sino que perdió más de la mitad de los propios.
Esto se puede explicar por una serie de motivos. Por un lado, el macrismo ganó por contar con lo mismo que tuvo el kirchnerismo en su momento y le dio victorias electorales durante 12 años, a saber, el tener el control de la caja del Estado. Ese manejo le permite a Macri formar alianzas con gobernadores e intendentes y apuntalar a sus socios por medio de la asignación de partidas para, por ejemplo, la obra pública en zonas determinadas. Es decir, Cambiemos ganó con el Estado.
Otro elemento que explica la victoria de Cambiemos es el mismo kirchnerismo. La existencia de Cristina le permite a Macri polarizar muy fácilmente con ella y presentarse como la valla de contención de un posible retorno del kirchnerismo. Además, la propia Cristina, con posiciones impresentables, ayudó a que ganara el oficialismo.
No obstante, el dato más relevante es que asistimos al derrumbe del peronismo. La derrota electoral de los kirchneristas y ortodoxos le impide a todo el PJ sacar en limpio algún líder. Hoy, el partido es solo una alianza de administradores de cajas financiadas por el Estado central. Por lo tanto, van a donde vaya la plata. Y hoy la plata la tiene Macri.
¿Qué hizo la izquierda en este contexto? Está estancada desde 2013. Sin embargo, las direcciones de estos partidos hablan de una “gran elección”. En realidad, los números muestran que, tras seis años de existencia el FIT no ha salido de su estancamiento, no ha tenido un crecimiento real y sigue sin ser una alternativa política para el 95% de la población argentina. Lo único que hace es recolectar los votos dispersos de otras fuerzas de izquierda y centroizquierda.
Desde la asunción del macrismo, el FIT no crece por el deliberado objetivo ir a la retaguardia del kirchnerismo. En su intento (inútil) por captar a la base kirchnerista y en función de la dirección del PTS sobre el FIT ha claudicado incontables veces frente al reformismo. Esto se pudo ver en la marcha del 24 de marzo (en la cual no se disputó a los K el espacio de la plaza para realizar el acto del EMVJ) y en la movilización contra el fallo del 2×1 (se bajaron del acto independiente para marchar con los K). Lo mismo se puede decir en relación al caso De Vido. Por temor a ganarse el rechazo de la base kirchnerista, terminaron defendiendo en el Congreso a un ladrón y asesino de obreros.
Párrafo aparte merece el caso Maldonado. La izquierda fue imprudente en relación a este tema. Salió a repetir el mito kirchnerista en lugar de armar una comisión independiente que esclarezca lo sucedido. El resultado de esa imprudencia fue que terminó abrevando aguas a Mauricio y Carrió.
De ahora en adelante, con la crisis terminal del kirchnerismo, queda vacante un amplio espacio opositor sin dirección. La primera opción es que ese bloque se mantenga en el reformismo buscando otra estructura. Tal vez Stolbizer y tal vez Del Caño-Bregman, si no surge ningún cuadro nuevo. Pero hay una segunda opción, la oportunidad de que una parte de esos descontentos procese más adecuadamente la experiencia pasada, supere el reformismo y estemos ante la creación de una importante corriente revolucionaria
Las agrupaciones estudiantiles van a formar parte de esas disputas proceso. Tendremos, seguramente, federaciones que se dicen “de izquierda” pero estarán cada vez más ligada al reformismo y a la conciliación con las gestiones.
Si queremos intervenir, si buscamos la resolución de los problemas reales de la Argentina, necesitamos es poner en pie un movimiento estudiantil verdaderamente revolucionario, que sea ese puntal tan necesario para la construcción del Socialismo.