Para una bibloteca de la izquierda argentina

en Revista RyR n˚ 9

Todo juicio sobre el pasado alude también al presente. Investigadores de RyR reseñan los últimos libros editados sobre la historia de la izquierda argentina en el plano historiográfico y político. Fernanda Castagna, Stella Maris Grenat y Fernando Castelo son estudiantes de historia e investigadores de Razón y Revolución.

Apretando rec

“Por las sendas argentinas…” El PRT-ERP. La guerrilla marxista, de Pablo Pozzi, Eudeba, Bs. As., 2001. Reseña de M. Fernanda Castagna.

    Pozzi comienza su obra adelantando que no va a discutir sobre estrategias o líneas políticas, ni va a proponer ningún juicio de valor sobre el accionar armado. Sin embargo, a lo largo del texto desarrolla una fuerte crítica a la praxis del PRT-ERP. Juicio que se sustenta en una concepción de lo que debe ser un Partido y cómo habrá que estudiarlo. Se puede deducir que concibe al partido como una sumatoria de subjetividades. Por ello es que su forma de abordar el PRT-ERP será centrarse en “el desarrollo del militante guerrillero en el proceso histórico de cambio” (p. 28). Para esto va a utilizar las fuentes que él denomina tradicionales (archivos oficiales, prensa de difusión masiva, registros policiales), la prensa y documentación de la izquierda. Pero es el uso de las entrevistas el que va a predominar en su trabajo. Para justificar esta elección nos dice que las fuentes escritas proporcionan escasa información sobre la subjetividad del guerrillero y la militancia cotidiana. De esta manera, el libro se encuentra plagado de testimonios que son transcriptos, en la mayoría de los casos, sin el marco necesario para entender quién es el que habla, desde dónde habla y en qué momento.

El libro se organiza en capítulos temáticos. La primera parte de la obra se centra en el estudio del nivel subjetivo. Por un lado, pretende realizar un análisis de carácter sociológico de los integrantes del partido, basándose en la reconstrucción de la historia de vida de una muestra de militantes. Pozzi presenta esta reconstrucción como el resultado de un cruzamiento de distintas fuentes de información. La principal es el testimonio de ochenta y tres militantes del PRT-ERP, los cuales presentaron información propia y de sus compañeros. A partir de los datos obtenidos de esa muestra, desprende una serie de conclusiones entre las cuales destaca que el PRT captó militantes en todos los sectores sociales. Hay que señalar que utiliza una categorización a partir de la ubicación social de la familia de procedencia del militante y que, según los resultados que informa, el ochenta y siete por ciento de la muestra, una abrumadora mayoría, está compuesta por sectores medios (empleados, profesionales, docentes, intelec-tuales) y obreros (rurales, industriales y de construcción). Otra idea implícita en la muestra es que esta composición socialmente heterogénea del partido tiene un común denominador: la falta de experiencia política. En este sentido resalta el origen provinciano de la mayoría de los militantes, un predominio de jóvenes y el hecho de que las mujeres que ingresaron al partido, en gran medida, se incorporan, también, por primera vez a una organización política. A continuación, Pozzi señala que existe una afluencia masiva de militantes entre 1973 y 1975. Todo esto daría como resultado una organización en fuerte crecimiento, pero con serias limitaciones a la hora de contener y preparar a sus militantes. Es importante indicar que, en ningún caso, la muestra es analizada teniendo en cuenta la jerarquía dentro del partido, la distinción entre militantes, aspirantes, simpatizantes y los cuadros de dirección.

En segundo lugar, se dedica a estudiar la cultura del PRT, definida como “cultura social”, argumentando que el partido desarrolló criterios y patrones de conducta que conformarían un tipo de cultura social específica, una serie de valores y principios que generaban un comportamiento aceptado como propio y correcto. Todo lo cual constituiría una visión del mundo, una postura ideológica, siempre desde una perspectiva de grupo, y una forma de relacionarse con el conjunto sociopolítico. Se basa en la idea de que toda organización política desarrolla criterios que generan cohesión y sentimientos de pertenencia. Así, describe el estilo partidario, caracterizando a los militantes por “una actitud ética, cultural y moral a la que llamarían la entrega de cuerpo y alma a la revolución y saber escuchar a las masas” (p. 132, bastardilla del autor). Pozzi hace hincapié en que valoraban la tarea concreta por encima de las discusiones teóricas y políticas. El desarrollo de este estilo fue necesario para inducir la homogeneización de los componentes. Por otra parte, destaca que los militantes eran queridos y admirados por sus características, pero, este mismo estilo los alejaba del resto de la población, transformándolos en una secta. Sigue diciendo que “de acuerdo a varios testimoniantes, esto los convertía en marcianos” (p. 154).  Sin embargo, no transcribe ningún testimonio en este sentido. Es más, hace una llamada a pie de página donde aclara que otros entrevistados rechazaron tajantemente esta caracterización. De esta manera, concluye que el alejamiento o no dependía de la calidad personal del militante y que el PRT tuvo “marcianos y también dirigentes de masas” (nota al pie de la p. 154). Queda ausente del análisis cuál es el rol de la política concreta de la organización en este sentido. 

Con respecto a la línea política desarrollada por el PRT, Pozzi afirma que el partido nunca llegó a consolidar una concepción teórica significativa. Para justificar esto se remonta a los inicios de la organización. Allí destaca que, en la disputa con Nahuel Moreno, el ala de Santucho desplazó la discusión teórica hacia la práctica concreta. Por eso el PRT, desde su nacimiento, estaría marcado por una fuerte tendencia antiintelectual. Esto habría generado una relación particular con el marxismo: por un lado, la organización habría puesto más énfasis en la praxis que en la teoría y, por otra parte, también estaría implicando un cierto pragmatismo teórico. El que  abrevaba en todas las fuentes que le fueran útiles. De esta manera, retoma una caracterización realizada por Mario Santucho al decir que el PRT adolecía de insuficiencia de marxismo, que el manejo de la teoría era esquemático y superficial. Para ejemplificarlo va a analizar la postura del ERP frente a la apertura electoral de mayo del `73. El folleto “Por qué el ERP no dejará de combatir” estaría reflejando estas debilidades. En primer lugar, el autor sostiene que el folleto desconoce la teoría marxista del estado, esta sería la razón que les  permite anunciar que van a seguir atacando a las fuerzas armadas y no al gobierno. A continuación  señala la idea que, nos dice, subyace al documento: que el pueblo argentino ha sido engañado una vez más por el peronismo. La conclusión a la que arriba Pozzi es que el PRT, como resultado de una lectura errónea de la realidad, subordinaría la actividad netamente política al accionar armado, en lugar de aprovechar la apertura electoral. Esto último nos da pie para ingresar en dos cuestiones que atraviesan toda la obra: una es la cuestión armada y la otra, la cuestión de la democracia.

Con respecto a la problemática militar, Pozzi sostiene, de manera confusa, que, aunque el planteo del PRT era que la revolución se iba a alcanzar en la articulación de las diferentes formas de lucha, entre las cuales la lucha armada era una forma más, su pobre desarrollo teórico, la situación política y, principalmente, sus éxitos militares llevaron al partido “hacia una permanente fuga hacia delante por lo cual lo militar no guió a lo político, pero sí tendió a autonomizarse” (p. 271). La hipótesis planteada es que la separación entre el aspecto militar y el político acarreó que el primero se desarrollara de manera independiente, produciendo una aceleración en el plano militar que superó los desarrollos políticos. La idea implícita es la subordinación de lo específicamente político a las acciones militares. Sin embargo, en el desarrollo de la obra, no encontramos los argumentos que prueben esta presunción.    

Pozzi transcribe dos relatos que pueden verse como un ejemplo más de la ambigüedad de las hipótesis y conclusiones que maneja.  El primero, el del ataque a la fábrica militar de armas de Villa María, realizado el 11 de agosto de 1974, donde trata de mostrar la separación de lo militar con respecto a las necesidades políticas del partido. A continuación se narra (siempre a través de la transcripción de testimonios orales) el ataque a la división de informaciones de la policía, alojada en el Cabildo de la ciudad de Córdoba, el 20 de agosto de 1975. Según Pozzi, el objetivo político inmediato de esta acción era desarticular la cabeza de las bandas paramilitares represivas de la provincia y al  mismo tiempo acompañar la movilización popular que se venía desarrollando con epicentro en el Rodrigazo “con el accionar armado para contragolpear a la represión y forzar su retirada”  (p. 322). Pareciera que el único criterio para juzgar estas acciones es si se vinculan con una movilización popular. Hecho que marcaría la diferencia entre la acción de 1974 y la de 1975. Para Pozzi, no importa el programa que exprese esta movilización y si el PRT-ERP con su acción expresa ese programa. No reviste importancia, para el autor, la concepción que hace que un partido decida armarse ni los supuestos subyacentes que llevan a la organización a tomar esa vía de acción. Así, la acción armada, a su juicio, sólo sería justificable si es para enfrentar a un régimen autoritario. 

Con relación a la cuestión democrática, Pozzi señala que la organización intentó profundizar la participación popular a través de la articulación de distintas formas de lucha: “en este sentido el PRT-ERP se ubicó claramente del lado de la democracia popular, como también queda claro que algunas de sus grandes acciones militares después del 25 de mayo de 1973 fueron contradictorias con esta intención” (p. 331). En este sentido, a lo largo de la obra se reitera que el accionar del PRT-ERP contribuyó a defender y profundizar las libertades democráticas existentes en la tarea de imponer “límites concretos a las tendencias represivas y explotadoras de la burguesía” (p. 353). En este punto, Pozzi retoma la justificación del accionar armado ligado a la búsqueda de objetivos democráticos. Sostiene que, “en aquel entonces, era concebible que la lucha armada podía profundizar y ensanchar los espacios democráticos de poder popular” (pp. 11 y 12).

Finalmente, como habrá visto el lector, son pocos los problemas que Pozzi puede resolver y muchas las contradicciones y posiciones llenas de vaguedad que quedan en suspenso. Tal vez la causa esencial de esto habría que buscarla en la metodología que elige para contar la historia de un partido: si el conocimiento reside en la cabeza de los sujetos, las historias de vida  particulares (la base documental de este libro) permiten explicar el desarrollo del partido, ya que posibilitan emprender un estudio al nivel de las individualidades. Esto es así porque no considera al partido como un objeto de estudio, no está interesado en estudiar su historia, en reconstruir su trayectoria y analizar su programa político y sus acciones concretas. Pozzi disuelve una estructura objetiva (el partido) en la sumatoria subjetiva de sus individualidades. Y lo que es peor, procede a recolectarla, luego de treinta años de los sucesos, con el simple requisito de apretar rec y comenzar a grabar. 

“Y que el tiempo nos mate a los dos”

Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argentina. La historia de Jorge Ricardo Masetti y el Ejército Guerrillero del pueblo de Rot, Gabriel. Ed. El Cielo por Asalto, Bs. As. 2000.

Reseña de Stella Maris Grenat.

El libro de Gabriel Rot se propone llevar a cabo tres tareas. La primera es redescubrir la biografía de Jorge Ricardo Masetti y retomar la experiencia de la primera guerrilla guevarista en Argentina (p.13). El fin será recuperarla para la tradición política (p. 10) e incentivar el debate en torno a ella (p. 10). La segunda tarea, que se desprende de la anterior, es recobrar al Che como ideólogo del proyecto guerrillero que se constituiría como el origen de movimientos posteriores de fines de los ’60 y ‘70. La tercera y última, consiste en refutar todos los análisis previos. Para cumplir estas tareas, Rot va a sumergirse en la misión de estudiar al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP). Y con ese trabajo tratará de proponer una nuevperiodización del desarrollo del enfrentamiento armado en la Argentina “rescatando” a Masetti y, también, un método de investigación “histórico”.

Tarea de rescate I

Acordemos que la recuperación de un individuo o de un hecho particular es relevante si implica un avance para develar las leyes del desarrollo histórico social. Cabe preguntarnos, entonces: ¿En qué se fundamenta la primera tarea de salvar la figura de Jorge Masetti del olvido? Para Rot la biografía de Masetti nos daría  la clave de las características del EGP. Como si cualquier organización pudiera estudiarse a partir de la crónica de su dirigente. Entonces: la primera tarea queda abortada antes de empezar. No era a Masetti al que se quería estudiar (rescatar) sino al EGP ¡Hubiéramos empezado por ahí!

Tarea de rescate II

  En cuanto a la reivindicación del Che como promotor del proyecto guerrillero en Argentina, Rot debería demostrar  la filiación directa de Masetti y el EGP con Guevara y el carácter pionero de la agrupación del biografiado. El autor sostiene que  no hay dudas en la dirección del Che. La prueba de ello será la relación de amistad que unía a Masetti con el Comandante (p. 99). Aunque con eso puede probarse un vínculo de tipo informal no hay evidencias consistentes de una relación orgánica entre Che y el EGP. Para salvar esta carencia, Rot  va a recurrir a una serie de fuentes (tanto escritas como orales) tratadas de forma acrítica. Y desde allí, intentará reconstruir la secuencia de acontecimientos que manifestarían dicha filiación. Con ese fin, propone este razonamiento: Si Masetti  en la estructura jerárquica del EGP es el Comandante Segundo tendría que haber un Comandante Primero… y no sería otro que el Comandante (p. 100). Con esta misma lógica es posible afirmar que, si el EZNL tiene un subcomandante Marcos, debería haber un comandante (¿Emiliano Zapata?). Queda en evidencia que de dicha deducción no puede desprenderse una respuesta certera.

Finalmente, el método al que más firmemente recurre para comprobar su hipótesis va a ser la comparación de la totalidad de la experiencia del EGP  con lo que denomina el proyecto guevarista de revolución, la forma de organización foquista. Como se puede apreciar, el autor logra confirmar sólo parcialmente la primera parte de su hipótesis. Para probar el carácter pionero del EGP (punto de apoyo de todo el desarrollo del libro y que incluso le daría título al mismo), el biógrafo de Masetti destaca la solidaridad que expresaron tanto la agrupación Tacuara (en 1964) como el PRT (en 1968). Agrega como elemento probatorio que las problemáticas y obstáculos que se le presentan al EGP son similares a las que aparecerán en los años ‘70. Otra vez argumentación resulta sumamente endeble. Ya que un gesto de solidaridad no prueba una filiación política. Hoy en día abundan los llamados a la solidaridad a los  presos políticos de diversas organizaciones desde diversos partidos, sin que ello signifique una vinculación férrea entre las partes. Por otro lado, la solidaridad a la que se refiere Rot es expresada por organizaciones políticas aún no devenidas en focos guerrilleros (de hecho Tacuara era una agrupación católica de extrema derecha). Por lo tanto, desde aquí no se puede deducir la relación entre el EGP con ninguna organización guerrillera posterior. 

Por otra parte, Rot trata de establecer una vinculación en forma abstracta a través de ciertos elementos que serían comunes a ambas experiencias y a todo el foquismo: el carácter de la revolución; su modalidad y el sujeto revolucionario (p. 13). Asimismo procurará distanciar a la lucha armada del mero aventurerismo. El error reside en pretender que, sobre la base de estas características muy generales, se establezcan vinculaciones históricas más directas. Hablar del EGP como de una experiencia que inaugura un proceso histórico que desembocaría en los ‘70 supone una fuerte continuidad al nivel de la lucha de clases y de la crisis del régimen capitalista desde 1963 en adelante, variables que Rot desestima.

La segunda tarea entonces no puede realizarse por sí misma. Eso nos lleva a una tercera que tiene la misión de redimir a las dos anteriores. Nada más y nada menos que una nueva caracterización del guevarismo, superadora de las precedentes.

Tarea de rescate III

La caracterización del proyecto del Che adquiere relevancia en tanto el autor integra la experiencia de Masetti y del EGP en Salta al programa continental de aquél. A su vez, como ya vimos, propone trazar una línea que conecta al EGP con acciones guerrilleras posteriores. Y así, por deducción, todas estarían vinculadas a la estrategia guevarista. De este modo, las críticas que el autor hace al guevarismo implicarían una crítica a todo el foquismo en general. Desde esta perspectiva piensa discutir las biografías existentes sobre el Comandante, como también, los análisis del tema realizado por la izquierda. Para el autor, la crítica realizada por la izquierda en general se sustentó en un examen acotado que sólo tuvo en cuenta la lucha armada sin profundizar en el análisis político.

Para sustentar su posición presenta las acciones del EGP como parte de la Operación Andina (p. 128), concebida por el Che para salvar a Revolución cubana. La única solución era, según Guevara, una internacionalización urgente de la Revolución. Internacionalización que se apoya en dos supuestos. El  primero, refiere a la certeza de que un pueblo en armas puede destruir a un ejército regular. El segundo, que en toda América están dadas las condiciones objetivas para llevar adelante la Revolución. Sin embargo, faltaría aún que maduren las condiciones subjetivas. El Che pondría énfasis en lo último, por lo que teñiría al programa de voluntarismo (p.. 128). Esa tendencia voluntarista estaría presente en  las causas del descalabro: 1. por evitar la burocratización se militarizó la política (Pág, 164);2. se subordina al presunto sujeto revolucionario a un nivel de auxiliar en la práctica; 3. la lucha de clases se vuelve acción militar de aparatos (p. 164). En definitiva, la lucha armada adquiriría una importancia en sí misma (p. 129).

Sin embargo, según nuestro autor,  la causa última del fracaso estaría en la premura por llevar adelante la acción armada en todo el Continente. Esta necesidad exacerbaría los límites del proyecto (p.. 96). En consecuencia, puede pensarse que la crítica de fondo a la concepción foquista quedaría reducida a la ponderación de las condiciones particulares en que se desarrollan las acciones militares. El fracaso o el éxito del foquismo se determinaría sólo por sus aspectos tácticos y no por los estratégicos: la teoría que elabora sobre la realidad.

 En sus conclusiones, recordemos su intención de “superar” las críticas de la izquierda, Rot no hace más que retomar posiciones de otros autores. Posiciones expresadas por dirigentes políticos muy importantes del periodo que estudia y que han sido referentes, en su momento, del debate en torno al guevarismo. Trabajos que, por otra parte, no cita.

En un estudio de Guillermo Lora encontramos una clara delimitación: “Uno de los elementos fundamentales de las transformaciones de la situación política es la conciencia de clase en evolución, hecho que condiciona la importancia decisiva del factor subjetivo de la revolución, es decir del partido político. Según las tesis foquista y terrorista, el fusil tiene el poder de suplantar al partido político, en otras palabras, resuelve por sí solo la incógnita de la modificación de la conciencia de clase […] Sabemos que el fusil puede servir a la revolución o a la contrarrevolución según la clase social que lo empuñe; para la ultra izquierda el fusil es ya la revolución”.[1]

¿Habrá leído, el autor, este trabajo de hace 30 años?  Rot no sólo elude el análisis de las condiciones objetivas, sino también el problema que implica reemplazar al partido revolucionario por un foco armado. En este sentido, Lora sostiene: “El foquismo nace, vive y muere en los círculos pequeño-burgueses, se alimenta de la desesperación suicida de los intelectuales que no han podido encontrar el camino revolucionario.”[2] Leyendo el texto de Rot no hallaremos nada que supere este enfoque.

De vuelta a casa

Como se puede apreciar, cada una de las tareas no nos conduce a la siguiente. Ninguna se justifica por sí misma ni logra demostrarse enteramente. Al final del viaje, nos quedamos con las manos vacías. Mediante el relato de las particularidades de la vida de Masetti, Rot se proponía ofrecer nada menos que una explicación “superadora”. Para nuestra decepción, no lo logra. No consigue rescatar al EGP ni establecer nueva periodización de la lucha de clases ni dar una nueva caracterización de la experiencia de los grupos guevaristas. La razón de ello es que, para él, el desarrollo de un movimiento político se reduce a la acción de sus dirigentes.Al igual que en los viejos tiempos, la historia  no es otra cosa que el repaso de la vida de sus personajes. Esto nos demuestra que lejos de aspirar a un análisis histórico que implique un acercamiento a los acontecimientos entendidos como una  totalidad, donde la acción subjetiva se vincula dialécticamente con el proceso económico, social y político concreto, opta por adherir a una posición ahistórica. Así termina en una mera descripción anecdótica de una experiencia.

La cuarta versión de Judas

Peronismo y cultura de izquierda, de Altamirano, Carlos. Temas grupo editorial. 2001. Reseña de Fernando Castelo.

Los años ‘90 han despertado entre muchos intelectuales “desilusionados” el apasionamiento por volver a esa pesada cruz de la historia política argentina que ha sido el peronismo. La razón de este retorno era demostrar que el fenómeno de Menem estaba profetizado en el viejo peronismo. Para citar sólo un ejemplo, el trabajo de Mariano Plotkin no puede ocultar al lector atento que, mientras la pluma recorre los 40 y 50, la cabeza del autor está en los diez “largos” años de Menemismo.[iii] Todos estos trabajos tratan de analizar el aparato simbólico y discursivo construido por el régimen y reproducido tras la caída de Perón por sus partidarios.[iv] Según estos autores hay un vacío intelectual en la visión de la historia encarada por el peronismo. Desde el Estado, Perón usufructúa una serie de imágenes históricas altamente contradictorias entre sí sin organizar una nueva hegemonía cultural. Queda así una suma caótica de significantes sin significados que los intelectuales deben darse a la tarea de organizar y llenar de contenido.

El autor que nos ocupa dará a estas ideas una vuelta adicional. Para él la relación entre intelectuales de izquierda y peronismo, desencontrada al principio, con los años tendrá que aproximarse a la simbiosis. Producto de ello aparecerá un peronismo “verdadero” opuesto al peronismo “pragmático” representado por la burocracia sindical, Perón, López Rega, Lúder, entre tantos. A los intelectuales no les alcanzará con que sea “el hecho maldito del país burgués”. Deberá ser una narrativa y una narrativa políticamente correcta. Aquí reside la tarea de “inventar”[v] el peronismo (p. 9). Para Altamirano la historia del peronismo y de la izquierda será el producto de la acción de algunos sujetos (los intelectuales) con capacidad para organizar la realidad y cuyo fin estará en iluminar al resto de los individuos mostrándoles la verdad como Revelación. Para hacerlo deberán acercarse al pueblo; de ahí su necesidad de ser peronistas. Sin embargo, sobre ese pueblo peronista actúan otras fuerzas desarticuladoras que sólo pretenden utilizar a las masas para su propia subsistencia. Estas hipótesis estarán presentes en los ocho ensayos que forman el libro, de los cuales los tres primeros son inéditos, cuatro fueron publicados originalmente en las revistas Punto de Vista y Prisma entre 1992 y 1996  y uno en Latin America Studies Center Series (1992).

En el prólogo de Peronismo… el autor enuncia el tema central de los ensayos. Por más que parezca delirante: todo se articula tras la idea milenarista (p. 11), la realización de la Alianza de los intelectuales con el “pueblo”, la asunción de la culpa y el perdón. En fin, “las relaciones entre la esperanza escatológica y la esperanza revolucionaria […] ofrece una clave para enfocar ciertos hechos de la experiencia argentina reciente” (p. 12). Así, el primer ensayo narra el acto de contrición de la izquierda, en especial el Partido Comunista, tras la incomprensión del 17 de octubre y del régimen en general (p. 21). Para Altamirano este sentimiento de culpa por no haber interpretado el fenómeno peronista y no haberse encolumnado tras de él estará presente en toda la izquierda y determinará su accionar posterior.

El ensayo siguiente analiza la raíz historiográfica de la confrontación entre las dos Argentinas. Su intención es mostrar que en la dimensión de los discursos históricos se da el enfrentamiento peronismo/ antiperonismo. Retoma la idea de que en verdad la “ideología” peronista es un engendro pragmático. Es decir, que no constituye una “narrativa”, sino que es una concatenación de significantes vacuos que son cargados de sentido por la acción del “líder”.

Continúa con los “Duelos intelectuales” desarrollados tras la caída de Perón. Aquí la idea es mostrar el desarrollo de la “invención” del peronismo por la intelligentsia y probar una de las ideas fuerza de la compilación: el autor considera que la culpa es el motor que impulsa el acercamiento de los intelectuales de izquierda hacia el peronismo. Por tanto, este primer momento de “invención” del peronismo está organizado en torno de un principio ético (los primeros conversos serán Ezequiel Martínez Estrada y Ernesto Sábato).

Sigue con dos ensayos cuyo fin es observar el reacomodamiento de la izquierda a las nuevas relaciones de fuerza desarrolladas tras el golpe de 1955. Altamirano se interroga sobre los distintos modos de expiación y la articulación del duelo de los intelectuales hasta la reconstrucción de un nuevo ideal mesiánico. Así concluye por ver que la actitud flagelante tiene su primer motor en la percepción de los intelectuales de su origen de clase: la pequeña burguesía. En otras palabras, adjudica el desarrollo de un fenómeno político, la aproximación de una fracción de clase, en un principio opositora al movimiento peronista, no a los cambios de relaciones de fuerza posteriores al ‘55 sino a factores totalmente subjetivos: el sentimiento de culpa por ser pequeño burgués.

Los tres últimos trabajos se ocupan de mostrar de qué manera se lleva adelante el acto de contrición pequeño burguesa. El foco de la discusión está fijado por el peronismo. Más aún, por la existencia de dos peronismos. Uno, el empírico, pragmático, el real y, el otro, el “verdadero”… el mesiánico. El triunfo del peronismo “empírico” se evidenciaría por primera vez en la expulsión de la Plaza de la JP y Montoneros el 1º de Mayo de 1974. En este aspecto, resulta interesante ver cómo lo que caracteriza al Menemismo aparecería ya perfilado en aquel acontecimiento.

Ya es posible ahondar en los problemas más serios. Desde el prefacio el autor nos ha enunciado la intención de hacer una historia política y una historia de las ideas, razón suficiente para intentar una lectura política y ver qué encontramos. El primer problema es que casi de inmediato verificamos que trata de ver el devenir histórico desde una estructura ahistórica. Lo religioso. Concepción que limita su análisis a lo individual, a lo subjetivo. A causa de ello cae en una contradicción irresoluble: durante todo el libro reproduce una de las críticas más vulgares al marxismo: su equiparación con una narrativa escatológica, donde el lugar del Mesías lo ocupa el proletariado y el Fin de los tiempos la Revolución. Además, sostiene que esa es la lectura que hicieron los intelectuales marxistas. Siendo así, el lector espera encontrar una explicación histórica y política superadora. Pero Altamirano expone en esos mismos términos su historia. Reivindica la idea de que la culpa judeocristiana es la que lleva a los intelectuales a formarse como “nueva izquierda”. Para explicar al “otro peronismo”, aquél que construye la idea de la revolución, hace uso  del cristal religioso. No hay ninguna lectura política.

Por ejemplo, él mismo señala la crítica del dirigente peronista Ernesto Goldar hacia Walsh (p.111) y, sin embargo, no se da cuenta que es la explicación política más probable. La izquierda “intelectual”, el peronismo de izquierda, no hizo más que, como dice Goldar, “querer salvar al peronismo del peronismo” (p. 111). La crítica va dirigida hacia el “entrismo” de los intelectuales dentro del movimiento. Y esta es una explicación política. En este sentido, el fracaso del peronismo de izquierda comienza cuando Perón decide sacarse la máscara de clase (p.135 y ss.)… Así, a la JP y a Montoneros no le queda más que irse de la Plaza de Mayo. Obviamente, Altamirano trata de suplir la explicación política por un argumento donde juega la culpa. Es decir, la retirada de la Juventud Peronista de la Plaza sería causada, desde su postura,  por la decepción hacia el Padre/ Líder que los reprende y los echa.

Otro de los problemas de su trabajo está relacionado con la noción de izquierda que maneja. Al parecer la Izquierda se reduce a un conjunto de organismos demonizados, los partidos, y a los intelectuales. Y en este último caso, sólo importa la subjetividad de los intelectuales que organizan la cultura de Izquierda. La carencia de una definición sustantiva[vi]  restringe la búsqueda de Altamirano a la reproducción de lo que los sujetos dicen de sí y lo recrea como explicación de lo que realmente es. Esta posición lo ciega y no ve la constante política. Hay una inversión de la función intelectual. Esta inversión hace que la intelligentsia debe ir al peronismo para integrarse al “pueblo” en vez de cumplir la función de elevar la conciencia. Hay evidencias que la acción de los intelectuales los conduce al abandono de sus funciones políticas específicas. Es más, estas evidencias pasan delante de sus narices. Sin embargo, Altamirano, impávido, las deja pasar y cae en su propia crítica al peronismo “empírico”. Si éste peca de pragmatismo y no se da la tarea de constituirse en dirección ético cultural, el peronismo “verdadero”, tampoco. Y, entonces, qué sentido tiene separarlos. Descartamos que el autor haya tenido jamás la intención de explicar por qué ha sido así.

Como su trabajo, al fin, es parte de una justificación corporativa de los intelectuales “desilusionados” tras el menemismo deberá mostrarnos que ellos son el único sujeto posible de la historia. Que son quienes pueden articular una “narrativa”. La idea de la intelligentsia de izquierda está ligada con el gran ausente en todo esto, el pueblo, el supuesto sujeto de la redención.  Si bien él no lo dice, en el epílogo cita de Luis Alberto Romero para afirmar que ya no existe la clase obrera, que se ha extinguido el poder colectivo que aquella clase representaba (p.142). De esta manera sugiere que el pueblo, al fin, siempre ha sido como los perros de Pavlov que responden al estímulo de un discurso por naturaleza vacío sin fijarse en el acto real.

La conclusión que extrae es que aquel peronismo mesiánico, que fue asimilado por la izquierda, siempre fue un imposible. En este mismo sentido afirma: “el presente no es nunca el tiempo del peronismo verdadero” (p.109). En fin, el peronismo “verdadero” termina no siendo objeto histórico. O es una narración mítica o una profecía de la salvación. Respuestas no hay, pero sí abre un interrogante y es: por qué pretende que su libro sea un ensayo histórico. Tal vez si lo caratulara como New Age podría tener más sentido.

Para terminar, el resultado será que los intelectuales de “izquierda” ya no sentirán culpa por no acercarse al “pueblo” y la “cultura de Izquierda” no tendrá necesidad de la política. Claro está que la pugna por espacios académicos para estos “intelectuales” no es política. La expiación se ha llevado a cabo gracias al Menemismo. En otras palabras, como el “pueblo” es peronista y el peronismo es el Menemismo la “cultura de izquierda” académica y desilusionada justifica su desdén hacia la masa amorfa (como el PC en 1945). Ahora sólo profetiza un futuro para sí misma. Como en el cuento de Borges: si el Verbo debió rebajarse a mortal (Los intelectuales vueltos peronistas “verdaderos”), la salvación de la humanidad será concluida cuando el discípulo del Verbo deba rebajarse a traidor (Vandor, los dirigentes montoneros, Menem, o tal vez ¿ellos mismos?).


Notas

[1] Lora, Guillermo, Revolución y Foquismo. Balance de la discusión sobre la desviación guerrillerista. El Yunque, Bs. As. 1972. p. 7.

[2] Ibídem, p. 31.

[iii] Ver: Plotkin, M: Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955). Ariel. Bs. As. 1994.

[iv] El ejemplo más claro de este género de análisis se puede hallar en: Svampa, M. y Martuccelli, D: La plaza vacía. Las transformaciones del peronismo. Losada. Bs. As. 1997. Págs. 83 y ss.

[v] Neiburg, F: Los intelectuales y la invención del peronismo. Estudios de antropología social y cultural. Alianza. Bs. As. 1998

[vi] Véase: Barton, A. et al.: “Izquierda. Apuntes para una definición de las identidades políticas”. En: Razón y Revolución Nº 5. Otoño de 1999.

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