Natalia Álvarez Prieto
GES-CEICS
La cultura ocupa un espacio central en la lucha de clases. En ese sentido, la educación se ubica en la primera línea de combate. Como vimos en el número anterior de El Aromo, en relación a la prohibición de libros escolares durante la dictadura, la burguesía sabe muy bien que debe sentar desde muy temprano las bases de la ideología que construye, adoctrinando a los hijos de la clase obrera. Sin embargo, los textos escolares permiten descubrir no sólo la estrategia de la burguesía para la educación sino, también, el avance o el retroceso de la conciencia revolucionaria en el marco de la fase en la que se encuentra la lucha de clases.
A propósito del 1º de mayo, veremos aquí cómo se expresó, históricamente, la disputa por la construcción de la identidad de clase de los trabajadores y la caracterización del trabajo en los libros de uso escolar. Recordemos que tal fecha es motivo de una tenaz lucha por parte del proletariado, que debe pelear sistemáticamente contra los intentos de su apropiación simbólica por parte de la burguesía. En ese sentido, veamos las caracterizaciones del trabajo y de la clase obrera durante dos etapas históricas opuestas: durante el segundo mandato peronista -es decir, un momento de plena hegemonía burguesa- y durante los años previos a la última dictadura militar, a saber: en el contexto del proceso revolucionario abierto por el Cordobazo.
Veamos pues, los textos bajo el peronismo:
Casita de barrio pobre1
(Fragmento)
“Casita de barrio pobre
la casa en que vivo yo;
con sus manos, poco a poco,
mi padre la construyó.
Quiero que mis hijos tengan
un hogar propio, pensó;
y albañil en casa de otros,
su propia casa inició.
Casita de barrio pobre
la casa en que vivo yo;
no la cambiaría en mi vida
por el palacio mejor.”
Obreritos2
“Niño:
¿Has visto trabajar al albañil? Es un obrero. Sus manos han levantado la casa en que vives y la escuela donde estudias.
¿Has observado al carpintero, cuando cepilla la madera? La mesa en que comes
con tus padres y hermanos es obra suya.
El albañil y el carpintero son trabajadores. Tú también eres un pequeño trabajador.
Sé laborioso, leal, honrado. Sé bueno, sencillo, ordenado y limpio.
Si cumples con tu deber, estás trabajando para la felicidad de la Patria.
Tú y tus compañeritos son pequeños trabajadores, obreritos de la escuela, que es como un gran taller donde nadie permanece ocioso.
Trabaja, niño.
La Nueva Argentina espera mucho de ti.”
Ambos textos, publicados en 1952 y 1953, respectivamente, manifiestan uno de los pilares de la ideología burguesa: la naturalización del orden social capitalista y de las relaciones de explotación. En el primer caso, encontramos un canto a la pobreza y a la inacción. En ese sentido, se llamaba a los hijos de la clase obrera a amar su “casita de barrio pobre” y a no querer cambiarla “por el palacio mejor”. En el caso de “Obreritos”, la identidad de clase es subordinada a un interés teóricamente superior: la Patria.
Ahora bien, si esta fue la tónica dominante de los libros y manuales escolares en un momento de plena hegemonía burguesa, ¿qué ocurrió con la apertura del proceso revolucionario hacia fines de los sesenta y principios de los setenta? Veamos Un elefante ocupa mucho espacio de Elsa Bornemann, publicado en 1975 y censurado por la dictadura en 1977.
Un elefante ocupa mucho espacio3
(Selección)
“Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar ‘en elefante’, esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo… ah… eso algunos no lo saben, y por eso se los cuento:
Verano. Los domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa. Los animales velaban desconcertados. No era para menos: cinco minutos antes el loro había volado de jaula en jaula comunicándoles la inquietante noticia. El elefante había declarado huelga general y proponía que ninguno actuara en la función del día siguiente.
[…]
– ¿Se puede saber para qué hacemos huelga? -gruñó la foca, coleteando nerviosa de aquí para allá.
– ¡Al fin una buena pregunta! -exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó a sus compañeros que ellos eran presos… que trabajaban para que el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero… que eran obligados a ejecutar ridículas pruebas para divertir a la gente… que se los forzaba a imitar a los hombres… que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán. (Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los animales querían volver a ser libres… Y que patatán fue la orden de huelga general…)
– Bah… Pamplinas… -se burló el león. ¿Cómo piensas comunicarte con los hombres? ¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?
– Sí – aseguró Víctor. -El loro será nuestro intérprete -y enroscando la trompa en los barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. En seguida, abrió una tras otra las jaulas de sus compañeros.
Al rato, todos retozaban en los carromatos. ¡Hasta el león!
Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la ventana de su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas anaranjadas… (los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño del circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped…)
De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:
– ¡Los animales están sueltos!- gritaron a coro, antes de correr en busca de sus látigos.
– ¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas!- les comunicó el loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.
– ¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro delegado, el elefante! –
– ¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! – y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.
– ¡Ustedes a las jaulas! -gruñeron los orangutanes. Y allí mismo se lanzaron sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los barrotes.
La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró cerradas por grandes carteles que anunciaban: CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.”
Como puede verse, bajo la alegoría circense, la autora develaba las contradicciones propias de la sociedad capitalista, así como los intereses contrapuestos de sus clases fundamentales. En el mismo sentido, la alienación del trabajo era representada metafóricamente a través de la animalización del trabajador. De ese modo, el cuento contribuía a desnaturalizar las relaciones sociales de explotación y celebraba la constitución de la clase obrera como clase “para sí”, a partir de la toma de conciencia de sus propios intereses y de su organización. En definitiva, le proponía a los hijos de la clase obrera un maravilloso horizonte por delante: la posibilidad de transformar el mundo.
Notas:
1 Puig, Carlos: “Casita de barrio pobre” en: Robles de Perié, Aurora: Mi escuelita blanca, Libro de lectura para 2º grado, Ed. Luis Lasserre, Buenos Aires, 1952.
2 De García, Luisa: Obreritos, Kapelusz, Buenos Aires, 1953, pp. 1-2.
3 Bornemann, Elsa: Un elefante ocupa mucho espacio, Librerías Fausto, Buenos Aires, 1993.