“Me haría kirchnerista”. Entrevista a Horacio Meguira, Abogado de la CTA.
Por Germán Suárez
Grupo de Investigación de la Clase Obrera Argentina – CEICS
El Aromo: ¿Cómo ve la CTA la problemática de la flexibilidad laboral?
Meguira: La flexibilidad laboral es presentada con términos que ya implican jugar semánticamente. Flexible es más simpático que rígido. Se empieza a decir que las políticas rígidas impedían crear empleo, a generar en el seno de los trabajadores una discriminación que siempre estuvo, pero que agudiza la propaganda: la diferencia entre empleados y desempleados, mejor y peor retribuidos, peores y mejores condiciones, legales y precarizados, etc. Se acaba la homogeneidad. La diversidad de situaciones es utilizada por el capital como estrategia. Todo el avance posterior a la posguerra, los años dorados de los ’60, no podrían haberse producido sin una presencia sindical fuerte. Hay una gran ruptura donde el sindicato no tiene capacidad posfordista, porque no tiene capacidad de reacción ante los diferentes cambios que fue adoptando el capital.
El sindicato por rama de actividad tenía una función distributiva dentro del capital. El convenio colectivo de trabajo, el salario mínimo, el convenio colectivo de actividad y el salario profesional tenían una finalidad distributiva. En las sociedades de pleno empleo, los sindicatos eran agentes que actuaban como pared para que el patrón no avanzara sobre las condiciones de trabajo. Todo eso se rompe por la segmentación del convenio colectivo de trabajo, la proliferación de unidades de negociación menores, la regionalización, el convenio colectivo de empresa. Todo es parte de un largo menú de destrucción del Estado social de derecho que no existe prácticamente en la periferia. Sólo subsiste en algunos países del centro y Europa, sobre todo en materia de Seguridad Social. El Estado de derecho, como existió desde Bismarck, prácticamente ya no existe en ningún lado, sin perjuicio de que los efectos son distintos: no es lo mismo lo que sufren los trabajadores de la Unión Europea, sobre todo el grupo de los 12, que lo que produce la flexibilidad en aquellos países que habían desarrollado parte del Estado social de derecho, aunque sin llegar a la plenitud. La flexibilidad es un período de reconquista de los poderes plenos disciplinarios y de organización del capital, un proceso lento de debilitamiento de la clase y sus organizaciones. Hay que acabar con los eufemismos: es un periodo de desregulación.
¿Por qué la CTA acepta cierta flexibilidad para las pymes cuando son las que más flexibilizan de hecho?
Todos los nuevos sistemas que utiliza el gran capital también exigen cierta subordinación de las pymes. Por ejemplo los Mc Donald’s o los leasing. Las formas contractuales que tienen los nuevos locales, prácticamente limitan la ganancia del tenedor de la marca a límites similares a los impuestos al trabajador. También él tiene una subordinación económica al gran capital. No tiene ninguna iniciativa ni posibilidad de riesgo empresario ya que el gran capital le garantiza los márgenes de ganancia. Todo eso ha eliminado un gran sector de la pequeña y mediana empresa. Ha establecido verdaderas cadenas de producción de gran capital disfrazadas. Hay otros sectores, sobre todo las economías regionales, que son interesantes para el desarrollo capitalista. En ese sentido admitimos algunas ventajas, pero todo subsidio se da desde la demanda y no la oferta. Solventando a las empresas para que empleen no se fomenta el empleo, porque toda subvención desde el lado de la oferta termina en mayor margen de ganancias y no mayor empleo. Sí hay que diferenciar algunas pymes dentro de un plan general de fomento de la producción y del gran empleo.
Ningún shock distributivo se da sin un marco de reindustrialización. Ningún gobierno ha planteado un plan de industrialización. En el gobierno actual, hay cierta recuperación del empleo industrial de lo que ya era capacidad instalada. Y ya está llegando a los límites de saturación. Se está produciendo casi al 80% de la capacidad instalada, con una mano de obra muchísimo más barata y en condiciones más precarias, con un menor número de trabajadores y por ende mayor productividad por trabajador. No hay reindustrialización en la Argentina. Por el contrario, lo que hay es cubrir las vacantes que ya estaban antes de la crisis y un aumento del empleo en los servicios. El empleo que se está generando es un empleo precario, no sólo el empleo en negro sino que el empleo en blanco también es de baja calidad, porque los salarios no cubren la canasta básica. Redondeando, damos ciertas prerrogativas a las pymes pero dentro de un plan general. En estas condiciones dar ventajas a las pymes es inútil.
Ustedes confían en los llamados “modelos de bienestar”…
Hoy en día nadie puede plantear un programa socialista. Lo que planteamos es la mejora de las condiciones productivas, de trabajo y de la seguridad social. Democratizar para nosotros es la herramienta revolucionaria. Democratizar las relaciones laborales, sociales e institucionales es una forma de reposicionar a la clase trabajadora. El capital no está hoy en día en condiciones de ser democratizado porque su propia concentración lo convierte cada día en más autoritario. Democratizar las relaciones laborales, sociales e institucionales implica mejorar las condiciones de clase no sólo de la clase trabajadora sino también de los sectores vulnerables. La segunda bandera, además de la democratización, es la soberanía. En un mundo como el actual, todas las herramientas que eran soberanía del Estado Nación van desapareciendo, subordinadas al capital globalizado. Un Estado que pueda ser soberano es una herramienta para los más débiles y los más vulnerables. Ésta es la segunda bandera. Y distribución del ingreso. Democratización, soberanía y distribución. Este es nuestro programa, un verdadero programa de gobierno, como la tradición de los grandes movimientos obreros, como el Plan de Huerta Grande y La Falda, que no son sólo programas de propuesta defensiva de la clase sino también ofensiva. Apostamos a la reactivación de los sectores que hacen a la cadena del mercado interno. Recontruir el mercado interno es una de nuestras prioridades. El gobierno actual sigue con el modelo o ideario neoliberal. Si uno lee sus declaraciones, apoyan un modelo exportador para conseguir divisas, etc. La visión desde el lado de la exportación es uno de los presupuestos que tuvo el modelo flexiblizador. Ser mercado internista es reestablecer las tres banderas de la CTA (democratización, soberanía y distribución).
¿Abstraerse del mercado mundial, producir todo acá?
No, por eso creemos en los elementos regionales, en el MERCOSUR, uno distinto al simple tratado de libre comercio, a una integración de pueblos. Además, creemos en la mundialización de algunos aspectos, como la necesidad de una Corte Superior Internacional de Derecho Social. Son insuficientes en algunos casos las fronteras del Estado Nación. Hoy está fuera de las fronteras no sólo el capital que rajó, que dirige a este pequeño sector del mundo, sino que también está afuera la decisión. El despido de 500 trabajadores de una multinacional en la Argentina no se decide acá, a diferencia de las multinacionales de la década del ‘60, que sí tenían una autonomía de gestión. El capital globalizado trabaja mucho sobre la expectativa de ganancia. Entonces, si la expectativa de un determinado conglomerado internacional o un conjunto de empresas internacionales, es que de la Argentina tiene que salir cierta cifra, hacen cualquier cosa con tal de que el número les resulte (cierre, despido, deslocalización). En ese sentido, requiere un ámbito de tratamiento distinto del derecho internacional del trabajo. El único hecho relevante a nivel de internacionalismo proletario fue la jornada de 8 hs. Por lo general, los movimientos clasistas quedaron atrapados por el imán del Estado Nación.
¿Qué papel juega la CGT en todo este proceso?
Son los responsables del período flexibilizador más salvaje de la historia argentina. Del ‘94 al 2000 perdimos todo. Si se hubiese flexibilizado la regla y la relación pero no se hubiese privatizado la seguridad social, estaríamos en un escalón más arriba para recuperar el derecho social. Si tuviéramos una prevención de riesgos del trabajo mejor a la actual, tendríamos una mejor posibilidad de administrar los fondos sociales y la participación estatal y universal en la seguridad social. Estamos ya en condiciones de predecir que más de un millón quinientos mil trabajadores en edad de jubilarse, no se van a jubilar. Y muchos de los que hoy están en edad de jubilación tampoco están en condiciones de jubilarse. Por lo tanto, hay que tomar una fuerte intervención estatal en la Seguridad Social, tratando de universalizar o reuniversalizar las prestaciones. No me opondría a un sistema similar al español, donde quien quiera tener aparte un seguro privado lo pueda tener. Otro sector muy importante es el sector desocupado. Tiene que haber un seguro universal para el trabajador que no tiene empleo y que eso esté ligado, como está en las sociedades más avanzadas, con la formación. No puede haber seguro que no tenga una ligazón con la capacitación y el intento del Estado de reinstalar al trabajador en el mercado formal. Es imprescindible la conformación de agencias de empleo estatales. El empleo y la intermediación en el empleo privado, también han fracasado. El seguro de empleo y formación no consiste solamente en ayudar a los desempleados, es generar una política activa de empleo de la cual este gobierno carece. Las asignaciones familiares, la universalización de un salario por hijo resulta imprescindible. Los sectores más vulnerables, tanto en la línea de pobreza como en la línea de indigencia, siguen siendo los sectores menores de 18 años. Hoy día, fortalecer la educación y generar políticas activas para la alimentación de los sectores más vulnerables, es fundamental para el futuro. Yo no veo que éste gobierno, que vive diciendo que su principal preocupación es la distribución del ingreso, esté haciendo algo al respecto. Aunque al Ministro de Trabajo le molesten las estadísticas del INDEC marca que el 10% de la población gana cada vez más y el 10% de menores ingresos gana cada vez menos. La distancia entre los más ricos y los más pobres se sigue extendiendo. Los índices del desempleo continúan. Hay algunas mejoras, pero de ninguna manera comparable con el índice de productividad de los grupos concentrados y el índice de superávit fiscal. Mientras el Estado se enriquece a un ritmo del 10% anual, los trabajadores pierden poder adquisitivo.
Recién ahora los trabajadores privados y en blanco han recuperado el nivel del 2001. Los trabajadores estatales están por un 20% por debajo y los trabajadores no registrados se encuentran en un 30% por debajo del poder adquisitivo.
Yo no veo la modificación de éste gobierno en la situación socio-económica. Tengo muchas ganas, me haría kirchnerista [se ríe] pero necesito alguna pruebita de amor y no creo, ya que por ahora los planteos tanto económicos generales como los planteos macroeconómicos van distanciándose de lo que podría ser una política distribucionista. Si no hay distribución, va a haber continuidad del 2001 y de las luchas del ‘90, como pasó ayer en Haedo: una explosión clásica de una insurgencia latente que está todavía en el pueblo y la clase trabajadora. Los que se insubordinaron y de alguna manera se “enojaron” fueron trabajadores que iban a su trabajo. Estaban apremiados por el presentismo que imponen los convenios colectivos de trabajo de los que tanto se jacta el Ministro de Trabajo. Las condiciones de trabajo flexibilizadas de la década del ‘90 están vivísimas en los convenios colectivos vigentes, que no han modificado las cláusulas flexibilizadotas: entre ellas, que las remuneraciones variables sean superiores a las retribuciones fijas; los premios a la puntualidad como forma de apriete feroz a los trabajadores.