Esperando la carroza – Romina De Luca

en El Aromo n° 26

Esperando la carroza. Reseña del libro de Mariano de Vedia La educación aún espera.

 

Por Romina De Luca

Grupo de Investigación de la Educación Argentina – CEICS

Las fechas aniversario suelen traer consigo una catarata de escritos de “reflexión” sobre el suceso que se conmemora. El 20° aniversario de la convocatoria del Congreso Pedagógico de 1984 no fue la excepción. En esta dirección, aunque el trabajo llega un poco tarde, Mariano De Vedia aporta su libro La educación aún espera1. Editado en marzo de 2005, se propone, en clave periodística, reconstruir la historia del Congreso realizado bajo el gobierno socialdemócrata de Raúl Alfonsín. Su obra adquiere importancia en tanto son escasos los trabajos que han tomado como objeto el estudio del Congreso Pedagógico y sus conclusiones. Pero no sólo eso. A partir del título, De Vedia formula un interrogante al lector: ¿Qué es lo que espera la educación? A continuación presentaremos, en forma breve, el análisis que De Vedia formula, los recursos que utiliza para defender su postura, las contradicciones en las que incurre para luego, a partir de la crítica, echar luz sobre el Congreso. Además intentaremos responder la pregunta que el autor le formula al lector y se niega a responder.

 

La “feliz experiencia” según De Vedia

 

Mariano De Vedia es periodista y editor de la La Nación sección de cultura del diario especializado en temas de educación. Por ello, el trabajo está plagado de entrevistas a los protagonistas directos e indirectos del Congreso. Pretende establecer una reconstrucción minuciosa.

Como busca rescatar la experiencia, señalará como aspecto positivo y original su forma de convocatoria. A diferencia del Primer Congreso Pedagógico de 1882, limitado a los especialistas, el segundo se presenta como un auténtico “Cabildo Abierto”. El autor pasará revista a los elementos que “atentaron” contra del Congreso e indicará qué salió mal. Un aspecto que el trabajo retoma -y es recurrente en la bibliografía sobre el tema- gira en torno al papel desempeñado por la Iglesia. Berta Braslavsky, entrevistada por el autor, tiene una mirada crítica hacia el rol de la Iglesia, a quien tilda de corporación “saboteadora” de la experiencia. De Vedia, si bien menciona la existencia de un “sector duro”, va a rescatar una segunda postura. Ésta se encarnaría en la figura del Obispo Bianchi de Cárcano quien, lejos de “quebrar lanzas”, destacará los consensos unánimes que se fueron gestando en el debate. La división al interior de la Iglesia habría, en tal caso, entorpecido el debate.

El dedo acusador recaerá, en cambio, sobre el rol desempeñado por los partidos políticos, en particular, el justicialista. El hito sería el retiro del justicialismo de las Asambleas de Capital. El hecho habría sido un verdadero escándalo, ya que ese partido junto a la Iglesia harían causa común contra el radicalismo, acusándolos de intentar hacer fraude en las Asambleas de Base. En realidad, nos recordará el autor, la experiencia comenzó mal desde sus orígenes. Se produjo una demora importante entre la convocatoria y el comienzo efectivo de las sesiones. De hecho, existieron distritos que no se organiza- ron hasta bien entrado el año ’87 como, por ejemplo, Capital Federal. La explicación que ensaya el autor se asienta en nuevamente los diferentes signos políticos. Las provincias “peronistas” miraban con recelo la iniciativa, entonces simplemente ignoraban la convocatoria. Un problema de apatía similar deberían afrontar con los docentes mayoritariamente peronistas. Sin embargo, la experiencia de todos modos habría llegado a buen puerto. El Congreso se realizó y sentó una postura que parcialmente se retomaría en la Ley Federal. ¿Qué se propuso? ¿Qué es lo que quiere rescatar y por qué?

 

Acerca de la “Caja de Pandora”

La propuesta de descentralizar el sistema educativo será el eje que sintetice los consensos del abanico de personajes que el autor presenta en su libro. Todos acordarán en torno a qué hacer.

Aunque el acuerdo debe contextualizarse en una serie de antecedentes lejanos. Según a quién le conceda la palabra, la descentralización se inicia o bien con Frondizi como sostiene Salonia o bajo la dictadura en el ’78 como lo hacen Braslavsky y Filmus-. Abonando la posición del primero, De Vedia nos hablará de los Seminarios Regionales, una especie de Congreso Pedagógico en 1960. En aquellos se debatía, en los distintos puntos del país, sobre los problemas del secundario y la necesidad de conectar a la escuela con el país actual y real. Ese proceso de debate fue de la mano de la descentralización. Además mencionará como otro antecedente favorable a la transferencia de escuelas primarias nacionales a las provincias, un acuerdo establecido en Santa Fe en 1957, entre los Ministros de Educación de todo el país. Más adelante veremos cuál es el marco de dicho acuerdo. Como no se establece un hilo conductor entre los diferentes antecedentes mencionados, el lector, confundido, aún espera respuesta en torno a cuándo empezó el proceso.

Pero la descentralización no se reduciría al acto de transferencia; se coloca dentro de un marco de acuerdos mayores. Ellos contenían, entre otros, la necesidad de extender la obligatoriedad y la necesidad de reformar la estructura del sistema. La tríada descentralización/aumento de la obligatoriedad/estructura será central en el pensamiento del autor porque le permitirá trazar rupturas entre la experiencia alfonsinista y lo posteriormente codificado en la Ley Federal. De Vedia va a plantear que la estructura educacional impuesta con la reforma menemista no estaba prevista en el planteo socialdemócrata (p.212). Sin embargo, “olvida” que algunas páginas antes señaló, en forma correcta, que una de las propuestas de las comisiones establecía articular el sistema de diez años en tres ciclos acoplados y áreas de conocimiento (p.171). Esto no es más que la posteriormente famosa EGB. La flamante Ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires, Adriana Puiggrós, argumentaba en el mismo sentido unos meses atrás en la revista Caras y Caretas cuando sostenía que los males de la educación se explicaban por su estructura2 y no por el acto de descentralizar. Entonces, detrás de un aparente consenso unánime extendido en el tiempo, se revelaría una gran discontinuidad. No es casual que el Ministro Filmus, junto a Van Gelderen y Etcheverry, haya estado en la presentación de éste libro, en tanto el Ministro hace el mismo balance. La ausencia de políticas de Estado para la educación, expresada en la discontinuidad, constituiría la madre de la cuestión. No sólo eso. La descentralización no se entendería de la misma forma en el “Cabildo Abierto”, la década menemista o la dictadura del ’76. En estas dos últimas, según estos especialistas, la categoría semántica escondería una lógica de tipo financiera. En cambio, bajo el gobierno socialdemócrata se habría tratado de aumentar la participación de la comunidad fortaleciendo la creatividad y la autonomía. Muy en línea con argumentos que hemos reseñado en otras oportunidades, el argumento discursivo se centra en formular que “lo que pasó nunca pasó”. La década menemista no habría descentralizado, sólo habría provincializado el sistema. La descentralización que propone el federalismo socialdemocrata sería… otra cosa.

 

Qué estamos esperando…

 

El problema de De Vedia es que, detrás de su pre-tendido minucioso análisis periodístico, se esconde una postura que intenta encubrir el significado real del Congreso. El autor no quiere hacer ciencia sino ideología. Por ello oculta su posición, incurre en contradicción y, por consiguiente, no explica el fenómeno que analiza. El autor sostiene como uno de los principales problemas la falta de continuidad en las políticas educativas. La deuda no saldada con la educación consistiría en fijar un tratamiento y continuarlo (p. 228). No obstante, menciona dos elementos que permiten refutarlo. En primer lugar, la historia misma de la descentralización. Existe una tradición que se inicia, concretamente, en el año 1956 cuando se reestablece, mediante la Ley 7.977, el Consejo Nacional de Educación. En el artículo 11º se le otorgan facultades para transferir escuelas a las provincias. Además se promueve la conformación de un patronato de cooperación destinado a recolectar el aporte de las empresas privadas para el sostenimiento material de la educación. El autor reseñado olvida este aspecto y nos habla, en cambio, de un abstracto acuerdo entre ministros que parece más una charla de café que el diseño de una política concreta que expresa las necesidades de una clase. Siguiendo la mención de olvidos, el autor tampoco menciona el proceso de descentralización efectuado bajo Onganía. Curioso aspecto, diría un desprevenido lector, en tanto bajo esa presidencia no sólo se avanzó en la descentralización sino que también se produjo una reforma integral del sistema educativo. Dicha reforma abarcaba todos los niveles, extendía a nueve años la escolaridad obligatoria y reformaba de cabo a rabo la estructura del sistema como hemos reseñado en el número anterior de este mensuario. En segundo lugar, el recurso de las entrevistas es más que significativo. Resulta asombroso leer cómo el autor niega lo que él mismo señala: los mismos personajes se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo. Van Gelderen, Salonia y Lamarra participan en el Congreso y en la Ley Federal, el segundo además bajo Frondizi, el primero y el último también bajo Onganía. Filmus y Cecilia Braslavsky participan en una de las comisiones encargadas de elaborar una encuesta de consulta a la comunidad durante el Congreso. También es por demás conocido su pasado como pedagoga del menemismo.

El autor no quiere develar que hace cincuenta años que existe una misma política de Estado para la educación: la descentralización. Con marchas y contramarchas, fue desarrollada por los gobiernos de signo político más diverso. Es más, como vimos, estuvo encarnada en los mismos especialistas. Dicha continuidad expresa que estamos en presencia de una política de clase. La burguesía juega a reformar lo que, en esencia, no puede reformar. La descentralización implica un cambio de estrategia acorde a las necesidades que impone la agudización de las contradicciones del sistema capitalista en su fase de gran industria, de declinación histórica.

Como el autor no quiere develarlo minimiza en su relato las propuesta de la Comisión Nº 7 del

Congreso Pedagógico, donde se formularon las propuestas más claras en materia de financiamiento “alternativo” para el sostenimiento del sistema educativo: cargas impositivas, promoción de participación de las empresas capitalistas que serían desgravadas impositivamente si participan del sostenimiento de las escuelas, cooperadoras escolares, venta de producción en forma capitalista por parte de las escuelas técnicas, alquiler de edificios escolares, etc.3.

A diferencia de lo que el autor sostiene, la “lógica financiera” también estuvo presente en el Congreso Pedagógico. De la misma forma que estaba presente en 1956, en 1961, en 1968/70 y en 1978. Siempre las descentralizaciones fueron de la mano de procesos de racionalización administrativa general.

La descentralización adecua el sistema a las necesidades de la acumulación de capital. Es cierto que la mejor reforma del sistema educativo vendrá cuando los cimientos de la sociedad capitalista que le dan origen se desmoronen. Mientras tanto, los docentes debemos luchar por la centralización del sistema, por diseñar nosotros mismos los programas de estudio colocando los conocimientos de la ciencia al servicio de la clase obrera, es decir, contribuir al esclarecimiento de los determinantes últimos de la sociedad actual con el objeto de transformarla. Eso constituye la verdadera calidad educativa y no el paliativo de una evaluación eliminatoria.

El libro de De Vedia no contribuye a esclarecer qué fue el Congreso Pedagógico y mucho menos los problemas de la educación en general. Su lector no comprenderá qué es lo que espera la educación. Mientras ellos siguen esperando la carroza, nosotros debemos trabajar para ganar un mundo entero.

 

Notas

1De Vedia, M.: La educación aún espera. A veinte años del Congreso Pedagógico, Bs. As., Eudeba, marzo de 2005. De aquí en adelante todos los entrecomillados corresponden a citas del libro.

2Caras y Caretas nº 2, agosto de 2005. Remitimos al lector a nuestra reseña de dicha revista en el nº 23 de El Aromo.

3Comisión Honoraria de Asesoramiento, Congreso Pedagógico: “Informe sobre posibles reformas del sistema educativo”, II Informe al Presidente de la Nación sobre Reforma del Sistema Educativo, diciembre de 1987, p. 80-109.

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