Luis Franco: El poeta olvidado.

en El Aromo nº 6

Por Guillermo Parson.
Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina en el CEICS
Mucho antes de que la Academia «descubriera» la relación entre saber y poder de la mano de Foucault y sus seguidores, el marxismo ya afirmaba -en fecha tan temprana como 1845- que las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante y tiempo después Gramsci nos recordaba que existe una organización de la cultura mediante la cual se genera educación, costumbres, arte y ciencia, como de la misma manera se vitupera o se caricaturiza, se oculta o se proscribe una obra, un autor, una representación artística o un trabajo científico.
Marx a lo largo de toda su producción –releamos atentamente El Capital – afirmaba que la existencia de una sociedad fetichizada escindía al hombre y lo parcelaba; presentando sus relaciones como si fueran relaciones entre meras cosas. En dicha separación de su ser, la clase obligada a alquilar su fuerza de trabajo al capital, se sentía libre de coacción y en un estado cercano a la felicidad durante las funciones meramente animales (comer, beber, procrear); con lo cual la vida en dicha sociedad – para aquéllos que no morían antes o se veían condenados a la miseria más terrible – no merecía ser tenida por tal. De ello resultaba la necesidad impostergable de su transformación.
Luis Franco hizo de dicha hermenéutica el axioma de su vida y de su literatura la herramienta para poder llevarla a cabo. Creemos que es precisamente por ello que ésta toma tamaña profundidad y junto a la belleza que posee, se convierte en única dentro de las letras rioplatenses del siglo XX. Uno de los escasísimos escritores y críticos literarios que se ocupó de él, seleccionando y prologando su antología poética -hablamos de Lucas Moreno- supo ver la afinidad (y la revalorización) que el autor catamarqueño hacía sobre este aspecto de la cosmovisión marxiana. En dicho prefacio señala: «La poesía de Luis Franco, inicialmente
eglógica, se integra con elementos conceptuales y
formales hasta lograrse en plenitud como poesía
cósmica. De la naturaleza, sí, pero más aún del
hombre. O por encima de él y de sí mismo con la
consigna final de anunciar al hombre y al mundo
venideros. El tiempo dará validez a su mensaje
confirmando la profundidad y novedad de su
numen.»
En la poesía de Franco la interrelación de la naturaleza y el hombre es una constante y a la vez una tarea y un proyecto que éste debe terminar de consumar. La naturaleza humanizada y aquélla como cuerpo inorgánico del hombre. La matriz filosófica es innegable: la idea -ésta como demiurgo del homo sapiens- se exterioriza en la naturaleza, provocando la primera escisión, claro está, no exenta de dolor. El hombre se desprende de la naturaleza pero sin desprenderse totalmente: de lo contrario volvería a la animalidad y al mero deseo carnal, que en verdad es el punto de partida, la inmediatez, no la constitución propia del sujeto; como nos enseña la bella metáfora del amo y el esclavo hegeliana. Por eso es un ser «enfermo». La salida no es tampoco ningún tipo de trascendencia celestial como supo advertir Feuerbach primero y con mayor precisión Marx y Engels después.

La verdadera respuesta es la destrucción del estado de cosas existente. Es terminar con determinadas relaciones sociales que plantean la necesidad de la ilusión -política, religiosa, individualista, etc.- desarrollando fuerza social y hegemonía, o sea: construyendo el partido (intelectual colectivo por excelencia), aunque una de las posibilidades sea la derrota (léase: desaparición, exilio, silenciamiento obligado). Su vida también es prueba palpable de ello. Si bien con grandes amigos anarquistas (Pascual Vuotto entre otros) su ligazón orgánica fue con sectores del trotskismo: Perelman, Gallo, Milcíades Peña y Nahuel Moreno con quienes participa en la revista

Estrategia hacia fines de los ’50. Forma parte del PST a comienzos de los ’70 -si bien nunca ocupó cargos de dirección- y es uno de los cofundadores del MAS en 1982. Llamativamente ninguna de estas corrientes lo tuvo nunca demasiado en cuenta, incluso en la propia publicación de sus obras. Creemos que dicho «olvido» no es fortuito, obedece a una razón más profunda: la carencia en esas organizaciones de una política cultural en general y un tratamiento – y espacio – para con los intelectuales en particular.
Volviendo a su poética, puede llamar la atención que digamos que la poesía franquista es enteramente racional. Claro está aquí existe un entrelazamiento con su visión e interpretación histórica que no hacemos referencia a la razón kantiana o de la Ilustración, la raisson bourgueois por excelencia. La razón de la cual es deudora esta poesía, proviene del desgarramiento que provoca el capitalismo, pero a la vez de las posibilidades únicas que éste abre para su superación con la nueva clase que al enfrentarse con aquél, cobra vida y conciencia y que será finalmente su «sepulturera».
Ella contiene la totalidad de lo humano: el sentímiento, el intelecto, el deseo, las sensaciones iluminadas por esa misma (nueva) razón. Y como tal, celebra el porvenir como algo que nunca termina de ser sino que permanentemente está siendo. Esa alegría pánica de los poemas de Franco, no es la sonrisa superficial propia de maniquíes. Es aquélla que devino arma de combate, producto de la lucha y la carencia y por ende de la memoria y el ansía porfiada de victoria. La suya es una obra desaparecida. Corresponderá a otra clase y otro régimen social «correr el velo» que mantiene escondido el tesoro de literatos y artistas integrales como el del autor de «Suma». Desde El Aromo hacemos nuestra esa tarea.

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