Sandra Rodríguez Ramos
rodriguez.sandra93@gmail.com
La RAE define el término ‘prostituta’ como “persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero”. ‘Persona’, recalco este concepto porque a muchos (y a muchas) a veces se nos olvida. También es una mujer, aunque el gran diccionario acuñe primero la acepción ‘prostituto’. Mujeres, que también forman parte de las estadísticas de violaciones, las mismas que señalan que en España se produce una denuncia por violación cada 8 horas, aunque a nuestros jueces les parezca complicado que es posible drogar, someter y violar a una mujer en prostitución, a pesar de que las pruebas médicas confirmen la agresión sexual. Algunos ni siquiera son capaces de identificarlo en una violación múltiple a una joven de 18 años que se quedó paralizada al ver que cinco hombres iban a forzarla.
Si las mujeres ya de por sí somos discriminadas, ¿cómo vamos a entender la industria de la prostitución? Un sistema que se nutre del sexo de pago, que sitúa a España como tercer país que más lo consume en el mundo y el primero en Europa (según Naciones Unidas), donde uno de cada cuatro hombres reconoce haber sido putero alguna vez. ¿Cómo vamos a entender que haya mujeres explotadas sexualmente (más de cuatro millones al año en todo el mundo) si no paramos de alimentar la cultura de la violación?
La mayoría de las mujeres en prostitución son extranjeras (muchas veces sin los papeles en regla) y muchas son de raza negra. Esto les incrementa el estigma que ya de por sí cargan por ser mujeres y estar en situación de prostitución. Si nos fijamos en cómo los medios de comunicación audiovisuales abordan el tema de la prostitución, veremos cómo la gran mayoría de ellos (por no lanzarme a la piscina de decir todos) sitúan el foco en las mujeres. Hace un par de años vi un reportaje de Antena 3 que entrevistaba a los vecinos del polígono Marconi de Villaverde (Madrid) y éstos decían que era una vergüenza que esas mujeres indecentes estuvieran en las calles. ¿Por qué no tachaban de indecentes a los demandantes de prostitución o a los proxenetas que (os lo confirmo en primera persona) están sentados al lado de las mujeres mientras ellas esperan de pie, congeladas de frío en invierno, a que se paren los coches? Tenemos que ver de una vez que el foco de la prostitución no es la mujer, sino el hombre, tanto el proxeneta como el demandante.
Para mí, como mujer y como periodista, los medios de comunicación deberíamos centrarnos en esta idea principal para informar sobre trata de mujeres y prostitución.
Realicé una investigación para mi proyecto final de carrera el año pasado y analicé el tratamiento de los medios sobre las informaciones de trata de mujeres en España desde el año 2008 hasta 2017, teniendo en cuenta la legislación vigente. Revisando las noticias de seis medios de referencia nacional, me di cuenta de que prácticamente todos los titulares señalaban la nacionalidad de la víctima. También era muy utilizado el término ‘trata de blancas’ en todos ellos. No se libraba ni uno.
El concepto de trata de blancas se empleaba en el siglo XIX para hacer referencia a las mujeres europeas, transmitiendo una preocupación superior por las mujeres esclavizadas de raza blanca y excluyendo a las mujeres que representan el porcentaje más elevado entre las víctimas de trata: las de raza negra.
Con este concepto estamos invisibilizando (voy a citar datos de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres de 2016) al 34,5% de mujeres nigerianas que son tratadas y explotadas sexualmente en España o al 13,51% de las procedentes de Camerún, por ejemplo. Sólo la organización Proyecto Esperanza ha identificado 60 nacionalidades según sus informes y Naciones Unidas ha llegado a señalar más de 100 países diferentes de procedencia.
En la serie ‘La casa de papel’, que está tan de moda ahora, repiten varias veces este concepto. Incluso Cristina Pardo, que para los que no la conocen es una periodista de referencia en España, también dice que uno de los atracadores está acusado de trata de blancas.
Seguimos con recalcar la nacionalidad de la víctima y del proxeneta. ¿Es relevante la procedencia de la víctima y del proxeneta? Durante la carrera de Periodismo, te enseñan distintos principios para informar sobre actualidad. Uno de ellos es que un factor muy importante es la cercanía en términos geográficos de dónde ocurre el suceso y dónde vives. Ese es uno de los factores que determinará la importancia de la noticia para el lector y condicionará al periódico para darle una mayor presencia en su medio. En esto sucede lo mismo. Escuchamos que se han desmantelado redes de trata de mujeres, pero al conocer que se trata de personas extranjeras (de Rumanía, de Nigeria o de China), nos da una sensación de lejanía o lo asociamos a la cultura de esos países. No, queridos lectores, la trata de mujeres sucede en cualquier país. España es uno de los principales países de destino de mujeres. Una de las calles principales de Madrid, la calle Montera, está plagada de mujeres en situación de trata. Hace poco se desmanteló una red ahí mismo. Hay menos mujeres españolas que rumanas o nigerianas, es cierto, pero eso depende de la demanda. Si los demandantes de prostitución reclaman mujeres de raza negra (cada vez más jóvenes por cierto), aumentará el número de nigerianas en esta situación. También jugamos con la barrera del idioma. Es mucho más difícil que una mujer española sea captada por una red de trata en su propio país. Los proxenetas se aprovechan de la barrera idiomática para tenerlas recluidas y aisladas, a pesar de que se crucen con miles de personas cada día.
Esto está pasando en nuestras calles, con nuestras compañeras, y son nuestros familiares, amigos y vecinos los que forman la demanda que tanto invisibilizamos en los medios.
Guía para periodistas
La Alcaldesa de Madrid por parte del grupo Ahora Madrid, Manuela Carmena, elaboró una guía de recursos para periodistas en el año 2015 que incluye herramientas para abordar las informaciones sobre prostitución y trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Esta guía, según explicó la alcaldesa, está dirigida a hacer visible al demandante de prostitución y a los proxenetas, situando el foco de la noticia en ellos y no en las mujeres.
Para informar sobre los delitos de trata de mujeres, esta guía promueve los términos ‘víctima de trata’ o ‘mujer en prostitución’ frente a los frecuentemente empleados como ‘prostituta’ o ‘meretriz’, para reflejar la situación de la mujer como pasiva. También señala conveniente denominar al demandante de prostitución ‘prostituidor’ o ‘putero’, en lugar de ‘cliente’ o ‘consumidor’. Para la “persona que obtiene beneficios de la prostitución de otra” (definición de proxeneta en la RAE), la guía indica los términos ‘proxeneta’ o ‘explotador sexual’, eliminando así conceptos como ‘empresario del sexo’ o incluso ‘dueño del burdel o prostíbulo’. La explotación de mujeres no puede ser un negocio.
Si no contextualizamos la noticia, si no damos suficientes detalles sobre la realidad de la trata de mujeres, continuará pasando como con los casos de violencia de género: se tratarán como hechos aislados y no entenderemos que realmente se trata de una vulneración de los derechos humanos. Seguiremos queriendo quitar a esas mujeres semidesnudas de la calle Montera o del polígono Marconi de Madrid, sin preguntarnos qué está pasando realmente y por qué están ahí. Continuaremos estigmatizando a la mujer por llevar una falda en pleno invierno, pero no pondremos el dedo sobre el hombre que la está dirigiendo al piso y que representa a toda esa demanda que sustenta la prostitución, y que no se pregunta si esa mujer está sufriendo explotación sexual, si el dinero que está pagando se lo queda ella o si realmente está coaccionándola él.
Los medios de comunicación tienen que actuar como aliados contra la trata de mujeres. Es impactante que uno de los medios por excelencia de España, el diario ‘El País’, eliminara de sus páginas los anuncios de contactos hace tan sólo un año, el 15 de julio de 2017.
Los periódicos digitales que analicé en mi investigación han ido incluyendo en un mismo tiempo opiniones (como clasifica Beatriz Gimeno) de perspectiva anti-prostitución y de perspectiva pro-prostitución. También es cierto que, siendo un debate tan arraigado al feminismo, los medios no se están arriesgando a dar una perspectiva única para no eliminar de entre sus lectores a los que tengan una posición contraria.
¿Por qué no interesa profundizar más en las informaciones de trata de mujeres y darles un enfoque más feminista y cuidado? Porque es muy complicado luchar contra un fenómeno que se ha convertido en el segundo negocio más lucrativo del mundo y que puede modificar el PIB de un país con sólo un mínimo toque. Fijémonos más en las mujeres, pero sin los ojos de revictimización o del estigma, intentemos denunciar su situación real. Pero, sobre todo, señalemos al demandante de prostitución y al proxeneta como los principales causantes de esta industria. Y no lo hagamos sólo a través de los medios, ayudemos a las mujeres en la calle, dejando de juzgarlas e intentando conocer la realidad de su situación. Informemos desde el feminismo, que ha quedado muy claro que, a pesar de los grandes avances del movimiento feminista, sigue siendo muy necesario.