La misión militar francesa en la escuela superior de Guerra y los orígenes de la Guerra Sucia, 1957-1962

en El Aromo nº 59
aromo95_francia_guerrasuciaDaniel H. Mazzei*
Doctor en Historia – Docente de la Facultad de Filosofía y Letras – UBA
El Ejército argentino experimentó grandes transformaciones durante la segunda mitad de los años cincuenta. Tras el derrocamiento del general Perón, en septiembre de 1955, el sector “liberal” del Ejército buscó reemplazar la Doctrina de Defensa Nacional vigente al tiempo que inició un profundo proceso de “desperonización” que significó el retiro de al menos 500 oficiales y miles de suboficiales entre 1955 y 1958.(1)  En el marco de la sustitución de la doctrina de defensa se dio un mayor interés por nuevas formas de guerra, no tradicionales, surgidas en el marco de la Guerra Fría: la Guerra Nuclear o Atómica, y la Guerra Revolucionaria. En ese contexto también se eclipsó, definitivamente, la influencia alemana sobre el Ejército argentino que fue reemplazada por el predominio de las tradiciones militares norteamericana y francesa.(2)  En el caso norteamericano se relaciona con el papel dominante logrado por su ejército después de la Segunda Guerra Mundial y, particularmente, por la incorporación en el plano doctrinario de la problemática vinculada a la guerra atómica o nuclear. Por su parte, la tradición militar francesa estrechó sus relaciones con el Ejército argentino, con el que ya estaba vinculado desde el gobierno de Perón, y se transformó en dominante durante el período 1957-1962.

La gradual reconversión de la doctrina de defensa y el estudio de estas nuevas formas de guerra se inició en la Escuela Superior de Guerra (ESG), principal centro de formación teórica del Ejército y ámbito natural en el que mejor y más rápidamente se manifiestan estos cambios. La renovación temática, programática y pedagógica de la Escuela Superior de Guerra comenzó hacia 1957, y se reflejó –inmediatamente- en su principal órgano de difusión, la Revista de la Escuela Superior de Guerra. Hasta entonces los artículos de esta publicación trimestral estaban dedicados, preferentemente, a la Historia Militar argentina del siglo XIX y a la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1957, los temas se diversificaron y se prestó mayor atención a las “nuevas formas de guerra”, la Atómica y la Revolucionaria. En este último caso todas las fuentes consultadas señalan que el verdadero inspirador de este giro hacia las doctrinas francesas sobre Guerra Revolucionaria fue el coronel Carlos Jorge Rosas.(3)  Este prestigioso oficial del arma de Ingenieros había sido agregado militar en Francia y alumno de la Ecole Superieure de Guerre de París hasta 1955. En 1957 fue designado profesor de Táctica y Estrategia, y subdirector de la Escuela Superior de Guerra. Desde ese destino fue el responsable de la incorporación a la misma de una misión militar francesa portadora de las nuevas doctrinas que estaba desarrollando el Ejército francés a la luz de su experiencia en las guerras coloniales de Indochina (1946-1954) y Argelia (1954-1962).

El objetivo de este trabajo es estudiar la influencia doctrinaria y metodológica del Ejército francés sobre el Ejército argentino entre 1957 y 1962, no sólo a partir de la actuación de la misión militar en la Escuela Superior de Guerra sino también de la experiencia de los militares argentinos que realizaron cursos en Francia, principal destino de los oficiales que se capacitaron en el exterior durante esta etapa. En esta primera parte, describiré la particular situación del Ejército francés en la segunda posguerra. A continuación, en la segunda parte, recorreré el desempeño de la misión francesa en la Escuela Superior de Guerra y de los oficiales argentinos que pasaron por aulas francesas. En la tercera parte desarrollaré los conceptos de Guerra Revolucionaria y Guerra Subversiva, que me permitirán relacionar, a continuación, el papel de la población en la Guerra Revolucionaria con la redefinición del enemigo, el desarrollo de la “comunidad informativa” y, finalmente, los argumentos que llevaron a los franceses primero, y luego a los argentinos, a justificar la práctica de la tortura. Por último realizaré un balance de los cambios experimentados por el Ejército argentino y que significaron la incorporación de la doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria, así como la internalización de una serie de principios y prácticas que habrían de tener dramáticas consecuencias para la sociedad argentina durante los años setenta.

El imperialismo francés en crisis

El Ejército francés enfrentó, desde noviembre de 1954, su segunda guerra colonial de posguerra. Durante la primera, en Indochina (1946-1954), debieron luchar contra un enemigo diferente, no tradicional: los guerrilleros del Viet Minh que, liderados por Ho Chi Minh, tenían el apoyo de la China de Mao Tse-Tung y la Unión Soviética. Después de siete años, en mayo de 1954, la guerra culminó con la rendición de la guarnición francesa de Dien Bien Phu, y la aceptación -humillante para los franceses- de los acuerdos de Ginebra, que dividieron el territorio vietnamita en dos sectores separados por el paralelo 18º Norte. A menos de seis meses de la caída de Dien Bien Phu, el 1º de noviembre, estalló en Argelia una rebelión nacionalista, encabezada por el Frente de Liberación Nacional (FLN). El conflicto era otra muestra del proceso de descomposición del imperio colonial francés, y comprometió a la inestable IV República Francesa en una nueva y larga guerra librada ahora en un vasto territorio cercano a la metrópoli y con casi 1 millón de habitantes de origen europeo (los pied noirs). La revuelta, iniciada por los nacionalistas y con un importante componente religioso, se extendió desde el interior de Argelia hacia las principales ciudades (Argel, Oran, Constantina), mientras el gobierno de París comprometía un contingente que, en algún momento, alcanzó los 500 mil hombres.

Pero ni la superioridad numérica y militar, ni la brutal represión policial, alcanzaron para sofocar la rebelión que se extendió a todo el territorio argelino, al mismo tiempo que aumentaba la violencia terrorista. La guerra alcanzó uno de sus momentos culminantes durante la llamada “batalla de Argel”, en marzo de 1957. A partir de entonces se hizo notoria -por su particular metodología represiva- la acción de los regimientos de paracaidistas (los “para”), veteranos de Vietnam. Durante aquel año 1957, la guerra de Argelia se transformó en el principal tema de debate para la opinión pública francesa, y puso en jaque a las débiles coaliciones políticas de la IV República, cuya convulsionada existencia culminó el 13 de mayo de 1958 cuando los regimientos de paracaidistas se rebelaron en Argel exigiendo el regreso del general Charles De Gaulle al gobierno. Tanto ellos como los pied noirs confiaban en que tan sólo el viejo general aseguraría una Argelia francesa. Pero la guerra se prolongó, y su costo e impopularidad crecieron en la metrópoli. De Gaulle, ya Presidente de la V República, fue variando su postura hasta proponer la autodeterminación del pueblo argelino. La reacción no se hizo esperar y en abril de 1961 los regimientos de paracaidistas liderados por los generales Salan y Massu, junto con los pied noirs organizaron el llamado “putsch de los generales”, al grito de ¡Algerie Française!

En aquellos años, los paracaidistas no eran sino una minoría del Ejército francés, pero una minoría activa que, después de su éxito en la llamada “batalla de Argel”, devino en un verdadero ejército dentro del ejército. Casi una secta con sus propios ritos y leyendas, y un fuerte sentimiento de superioridad. La mayoría de ellos había combatido en Indochina, donde se habían enfrentado al comunismo, al que consideraban el verdadero enemigo de la Civilización Occidental y la Religión Cristiana. Convencidos de que sólo podrían lograr la victoria utilizando las mismas armas que sus adversarios, dejaron de lado los reglamentos militares para utilizar una serie de tácticas conocidas como Guerra Contrarrevolucionaria:

“Las órdenes de sus jefes debían ser avaladas por sus subordinados antes de ser ejecutadas. El mito ‘para’ cuidadosamente mantenido por los paracaidistas y una prensa complaciente, los convirtió en héroes protectores. […] Una jerarquía oficiosa distinguía a los boinas verdes, ‘paras’ de la Legión, los boinas rojas, ‘paras’ coloniales -unos y otros infinitamente más considerados que los boinas azules, ‘paras’ metropolitanos. En el seno del ejército tenían privilegios a la medida de sus méritos: sueldo más elevado, ascenso más rápido, condecoraciones más numerosas. Entre ellos evocan la gloriosa saga de los ‘para’, exaltan la gloria de sus unidades y hablan una jerga común. Han adoptado himnos alemanes, como Lilly Marlene o Alli Allo, […] cultivan cuidadosamente su imagen viril, menosprecian al mismo tiempo la imagen inversa del hombre-mujer por excelencia, el político […].”(4)

 

Los paracaidistas detestaban a los políticos y a los intelectuales a quienes responsabilizaban por las humillaciones que habían sufrido en Indochina y las que los amenazaban en Argelia. Según Bernard Droz y Evelyne Lever, “esta guerra que hacen a los rebeldes, los ‘para’ la hacen también contra los intelectuales progresistas, organizadores de la derrota. Se muestran orgullosos de su ignorancia, puesto que se la han ingeniado para explicarles que las sutilezas intelectuales conducen al país a la decadencia”.(5)  Su ideal consistía en salvar lo que quedaba del imperio colonial frente al avance del comunismo internacional del que era cómplice (según acusaban) el propio Charles De Gaulle. Derrotados, decenas de oficiales veteranos de la guerra de Argelia se incorporaron a la Organization Armée Secrete (OAS), un grupo terrorista de extrema derecha que enfrentó al mismo tiempo a los rebeldes argelinos y a la V República. Sin embargo, los atentados y la violencia indiscriminada no pudieron impedir los acuerdos de Évian que culminaron con la independencia de Argelia en julio de 1962.

Notas:

* Este artículo constituye la primera parte de un texto más extenso, cuya segunda parte será publicada en el próximo número de El Aromo (N. del E.).
(1) La relación entre los cambios doctrinarios y el proceso de desperonización ha sido analizada en profundidad por Ernesto López en su libro Seguridad Nacional y sedición militar (Buenos Aires, Legasa, 1987). La desperonización estuvo acompañada por la reincorporación masiva de casi 200 oficiales pasados a retiro durante el gobierno peronista. Para una lista completa de los reincorporados véase Ernesto López, op.cit., pp. 111 a 126. Sobre el proceso de desperonización en el Ejército y sus consecuencias véase Daniel H. Mazzei, “Tiempo de revancha: la desperonización del Ejército durante la revolución Libertadora”,Taller 12, abril de 2000.
(2) La influencia alemana en el Ejército argentino comenzó a principios del siglo XX con la contratación de profesores para la Escuela Superior de Guerra, creada en 1900. Posteriormente decenas de oficiales argentinos fueron destinados a unidades del Ejército alemán
(3) Carlos Jorge Rosas (1915-1969) pertenecía a la promoción 61 del Colegio Militar de la Nación. A su regreso de Francia, en 1955, fue designado Subdirector de la Escuela Superior de Guerra, luego fue Jefe de Operaciones del Estado Mayor General, y alcanzó el comando del II Ejército entre 1963 y 1964. Según Alejandro A. Lanusse, Rosas fue “el factotum de la incorporación de la doctrina y las experiencias adquiridas por el Ejército francés” (Alejandro Lanusse: Protagonista y testigo, Lugones editores, Buenos Aires, 1988, pág. 257). Otro tanto afirma Ramón Camps en su artículo “Derrota de la subversión. Apogeo y declinación de la guerrilla en la Argentina”, en La Prensa, 4 de enero de 1981, p. 2. En una reciente versión oficial de la propia Escuela Superior de Guerra se reconoce -recurriendo al testimonio del general Isaías García Enciso- que “la influencia francesa en el Ejército argentino fue propuesta por el coronel Rosas” (Coronel José Luis Picciuolo, “La Escuela Superior de Guerra después de la revolución de 1930 y hasta mediados del siglo XX”, Revista de la Escuela Superior de Guerra, nº 523, (oct.1996), p. 34.
(4) Bernard Droz y Evelyne Lever, Historie de la guerre d´Algérie, (Paris: Editions du Seuil, 1982), pp. 291-292
(5) Ibid, p. 292. Para un perfil psicológico de los paracaidistas veteranos de Indochina, su visión de la Guerra Revolucionaria y la política francesa puede leerse la novela de Jean Larteguy, Los centuriones (Buenos Aires, Emecé, 1968). En esta novela épica sobre las tropas francesas durante la batalla de Argel, Larteguy –un veterano paracaidista de Indochina– justificaba plenamente el uso de la tortura.

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