Grupo de Análisis Internacional – CEICS
Las diferentes coyunturas por las que están pasando los gobiernos bonapartistas de América Latina, obligan a realizar una reflexión y balance sobre lo que ha representado esta experiencia. Veamos cuál es la situación particular en la que se ubican los bonapartismos que quedan en pie, y principalmente, cuál es el balance y programa que propone la izquierda para el desarrollo de la lucha de clases latinoamericana.
El surgimiento
A lo largo de los primeros años del inicio del siglo XXI, América Latina fue testigo de una serie de levantamientos populares que derribaron presidentes, y pusieron en jaque a otros. Con las particularidades de cada caso, se trataron de levantamientos obreros que se dieron en el marco de una crisis de hegemonía burguesa. Es decir, esta última no tenía el control de la situación en sus manos, y tampoco lograba conseguir un personal político que puede recomponer la situación. El lector se dará cuenta rápidamente, y estará en lo cierto, que esta situación se asemeja mucho al “Argentinazo” del 2001. Y es que lo sucedido en Argentina, no fue el único cimbronazo contra la burguesía, repitiéndose en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Sin embargo, ninguno de estos levantamientos logró llevar al proletariado al poder, aunque la burguesía tampoco logró, inmediatamente, conseguir el restablecimiento de su hegemonía. Esto dio origen a la aparición de una situación de empate entre las clases, generando el tipo de régimen que aparece ante esta relación de fuerza, que es el bonapartismo. Es decir, Néstor, no es diferente a lo que es Evo, o fueron Chávez y Correa. Llamará la atención cómo organizaciones que se autoproclaman de izquierda y revolucionarias, no dudan en apoyar a estos regímenes a nivel internacional. Pasado más de 10 años de experiencia de estos gobiernos, es necesario observar cómo se encuentran hoy en día, y lo más importante, que caracterización y balance hace la izquierda de esos procesos.
El final
El chavismo se ha convertido en uno de los regímenes bonapartista que mayor descomposición ha alcanzado. También, en un régimen altamente represivo contra la clase obrera. Durante los últimos años, se ha profundizado la aplicación de las Operaciones de Liberación Popular (OLP) con más de 800 muertos, muchos en fosas comunes, y 18.000 detenciones, afectando a los barrios obreros de Caracas y Miranda. A esto, debe sumársele más de 100 sindicalistas opositores asesinados por el sicariato, algo que ya era utilizado con Chávez, como sucedió con los asesinatos de Javier Marcano y Pedro Suárez, trabajadores de las empresas Mitsubishi y Macusa de Anzoátegui que en 2009 reclamaban contra el despido 135 tercerizados, siendo baleados mientras ocupaban la fábrica. En 2008, también habían sido asesinados los militantes Richard Gallardo, coordinador nacional de la Unión Nacional de Trabajadores Luís Hernández, dirigente sindical de la Pepsi Cola, y Carlos Requena, delegado de prevención de Produvisa, militantes a su vez de la entonces USI (hoy PSL). El ataque a la clase obrera, también se puede ver en otros elementos más cotidianos. Por ejemplo, la última inflación acumulada de Venezuela superó el 2.000% y se espera que para este año la misma se acerque al 5.000%, lo que ha llevado a que se necesiten casi 30 salarios solo para que coma una familia promedio. Esto derivó en pérdida de peso por parte de la población venezolana, ya que según datos del Observatorio Venezolano de la Salud, se calcula que existe una caída de 8 kg en el peso promedio de la población. También generó un intenso movimiento migratorio de venezolanos al exterior. Se calcula en más de un millón y medio de personas se han ido del país, al menos en forma legal. El grueso de esa migración termina ocupando los trabajos más precarios, como sucede, por ejemplo, en Argentina. Hace un tiempo, dijimos que no sería descabellado pensar en un panorama similar a Siria en Venezuela,[1]y el tiempo nos dio la razón. Los datos son claros, Venezuela no ha avanzado en ninguna transformación estructural, y ha descargado el ajuste sobre las espaldas de los trabajadores. El secreto de Chávez fue aprovechar los elevados precios del petróleo para contener la movilización social, mediante la implementación de Misiones sociales, aunque bien contabilizada la distribución de los ingresos petroleros ni siquiera llega al “fifty-fifty”. La otra cara del chavismo fue la represión sobre los trabajadores, la persecución política, la creación de sindicatos paralelos, y la generación de una boliburguesía que aún hoy se beneficia de hacer negocios con el Estado, al mejor estilo Lázaro Baéz. Es decir, el chavismo no ha sido otra cosa que el proyecto político de la fracción más débil de la burguesía venezolana, y la regimentación de la clase obrera. En el camino, y sin una opción revolucionaria, la oposición burguesa se ha dividido respecto a la estrategia a llevar adelante, entre los que proponen mantener la presión en las calles, como Vente Venezuela, partidos como PJ o AD que prefieren una salida institucional aunque no hay consenso para la elección de un candidato, y Avanzada Progresista de Henry Falcón, que fue el primero en reconocer la derrota en las elecciones a gobernador y ya anunció que se presentara por su cuenta a las elecciones presidenciales. Es decir, reina una confusión generalizada en las filas de la burguesía, porque nadie quiere prender el mechero.
Ecuador y Bolivia presentan diferencias respecto a lo sucedido en Venezuela.Puntualmente,porque allí la crisis aún no ha estallado en la misma dimensión que lo hizo en el país caribeño, aunque eso no quiere decir que los mismos no hayan atravesado por circunstancias que desnudan su carácter burgués. En el caso del primero, durante los últimos años de Correa, se produjo un recorte en el gasto estatal, que había sido la principal forma de cooptación y contención de la llamada “Revolución Ciudadana”. Por un lado, dejó un creciente desempleo que pasó de 4,3% en septiembre del 2015, a 5,2% en septiembre del 2016, lo que implicó la creación de casi 100 mil desocupados en un año. El empleo adecuado pasó de 46% a 39,2%, mientras que el subempleo pasó de 14,8% a 19,4%.[2] Esta situación se dio en un contexto de crisis económica que iba profundizándose. La caída del precio del petróleo que hizo añicos al chavismo también afectó a Ecuador, que recurrió al endeudamiento de más del 40% del PBI, incluyendo la emisión de bonos. Vale aclarar que la economía ecuatoriana venía de una caída de casi 2 puntos del PBI en 2016.Esta política de ajuste llevó a Correa a romper alianzas con fracciones obreras, principalmente con las fracciones sindicalizadas, a disolver el combativo sindicato docente, y romper con movimientos sociales, como la CONAIE. En el medio, sancionó el Decreto 016 que aumentaba el control del gobierno sobre las organizaciones sociales, incluyendo la presentación de informes sobre los que se discute hacia el interior de cada una, y apeló a la creación de organizaciones paralelas, como la Red Agraria, la Red de Maestros, el Parlamento Laboral, y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Lo paradójico que se daría en Ecuador, es que a diferencia de lo sucedido aquí con el kirchnerismo, Correa sí logró imponer a su candidato, Lenin Moreno, que triunfó en las elecciones frente al banquero Guillermo Lasso, del partido CREO. Como también dijimos, gane quien gane tenía por delante la tarea de relanzar la economía ecuatoriana.Por este motivo, uno de los objetivos de Lenin Moreno fue avanzar en un mayor ajuste, eliminando impuestos para la industria, impulsando la flexibilidad laboral, como la contratación por horas, y el establecimiento de acuerdos de financiamientos con la burguesía. Esto le valió que Lasso dijera que “Lenin Moreno está haciendo muchas de las cosas que CREO propuso”. Como parte de esta estrategia de profundizar el ajuste, Moreno necesitaba un chivo expiatorio, y ahí apareció la “pesada herencia” ecuatoriana. Primero fue el “desastre económico” y el “gran endeudamientos” que dejó la gestión anterior. Luego cayó su vicepresidente Jorge Glas, afín a Correa, que estuvo implicado en causas de corrupción con Odebrecht, y ahora le toca el propio Correa, limitando la reelección a una sola vez, e inhabilitando la participación en la vida política a todo condenado por corrupción. Evitar el retorno del personal político del correísmo, es la forma de cerrar el bonapartismo en Ecuador. Así, al igual que Lula y Temer en Brasil, la Justicia opera como el poder de veto entre el diferente personal político burgués. Moreno también consiguió, con casi 70% de aprobación en el referendo, una legitimidad propia para avanzar con el ajuste. Así que ya se sabe lo que hubiera pasado si ganaba Scioli…
Para el caso boliviano, la particularidad está dada porque la crisis económica aún no afectó de manera tal que obligue a Evo Morales a realizar un ajuste feroz. La menor caída del precio del gas que del petróleo, le ha permitido a Bolivia mantener el crecimiento del PBI, un ahorro de divisas de más de 10 mil millones de dólares, generar un superávit de otros 500 millones equivalentes al 1.5% de su PBI. Para una población reducida, de poco más de 10 millones, estos números le permiten tener cierto aire económico, por ahora. Sin embargo, a pesar de no tener una crisis económica galopante, como Venezuela, o incipiente, como Ecuador, Evo ha dado sobradas muestras de ataques contra la clase obrera y de su acercamiento a la burguesía tradicional de Bolivia. En 2009, impulsó una nueva Constitución acordada con la burguesía de la “Media Luna” que había impulsado levantamientos en el 2008. Allí, se consagraba la propiedad de la tierra, los hidrocarburos, y cierta autonomía departamental. Esta Constitución que fue aprobada por referendo, y saludada por buena parte de la burguesía tradicional, bastó para desarmar los levantamientos del año anterior. Por esto, señalábamos la derechización del programa del MAS en su victoria en las elecciones de aquel año,[3] algo que se repetiría en las elecciones del 2014, donde Evo triunfó en alianza con las viejas estructuras y militantes reciclados de la derecha.[4] En el medio, sucedieron actos de violencia contra los obreros, como la represión a la población sobrante del TIPNIS, el “gasolinazo”, y ruptura de organizaciones aliadas como la CIDOB. El intento de crear una Partido de los Trabajadores, a pesar de sus limitaciones programáticas y el boicot de la COB, mostró cierta tendencia de la clase obrera a oponerse a Evo Morales. Parte de esa tendencia, se pudo observar tanto en las elecciones a gobernador del 2015, donde el masismo perdió bastiones claves como La Paz y particularmente El Alto, cuna del movimiento revolucionario, y el referéndum para una nueva reelección de Evo que acabó en derrota. Así, el masismo realizó un proceso de adaptación, aunque este año promete ser convulsionado, porque si bien Evo no podía presentar a una nueva reelección, mediante un reclamo judicial consiguió la aprobación de su candidatura. Como anticipo, la respuesta social ante esto fue el triunfo del voto nulo en las elecciones judiciales de fines del año pasado. En Bolivia, es el propio Evo quien busca cerrar el bonapartismo, aunque la lucha reciente de la clase obrera augura que no le será una tarea sencilla.
La izquierda
¿Qué ha hecho la izquierda ante estos escenarios? Poco y mal, porque osciló entre la mimetización y el derrotismo. Frente al ascenso de masas, ha sido incapaz de crecer y, mucho menos, organizar una alternativa revolucionaria frente al derrumbe. En eso, las filiales argentinas tienen gran responsabilidad, porque en muchos casos guiaban la política allí.
El caso más emblemático es el del Frente Único Izquierda Revolucionaria-Hombre Nuevo, que compite por ser una sucursal argentina del PSUV. Su posición sobre Venezuela ha sido directamente el apoyo al régimen asesino de Maduro y la crítica a toda la izquierda que se posiciona en contra. Curiosamente, no propone la lucha contra el capitalismo y la burguesía, sino contra la derecha “neoliberal” representante del imperialismo. Es decir, ha abandonado el programa revolucionario y se ha pasado al reformismo. Detrás del apoyo al “pueblo venezolano” frente a la agresión imperial, se esconde el apoyo liso y llano a Maduro, desconociendo la descomposición social que el chavismo produjo, el ajuste brutal sobre los trabajadores, los asesinatos y persecución de los obreros sindicalizados, la perpetuidad de la estructura económica capitalista. Es decir, todo lo que para IR-HN se ubica dentro del plano de las “contradicciones”. Es más, si de imperialismo hablamos, el chavismo colocó a Venezuela dentro del campo imperialista ruso-chino. El problema de IR-HN, es que por imperialismo entiende solo lo que respecta a EE.UU., perdiendo de vista la disputa entre los diferentes países que pueden darse una política a nivel mundial. Esta caracterización del chavismo derivó en el apoyo a la Asamblea Constituyente y al reforzamiento del Estado. Finalmente, ante las elecciones a gobernadores de fines del año pasado, IR-HN vio un nuevo capítulo de la lucha del “pueblo y su gobierno” contra la “derecha y el imperialismo”. Sin embargo, el PSUV sacó un millón de votos menos que la abstención, y perdió 3 millones de votos respecto al 2015. Es decir, todo parece indicar que el chavismo se mantiene no por fuerza propia, sino por la división de la oposición, y principalmente por la no aparición de una alternativa verdaderamente revolucionaria que logre intervenir en la crisis.
La izquierda trotskista ha demostrado una severa incapacidad para actuar en las crisis más importantes que se fueron desarrollando. En Venezuela, en el contexto de la crisis del régimen chavista y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, el PTS y su organización venezolana, la LTS, para quienes Venezuela constituye una “semicolonia” con tareas democráticas pendientes,[5] se limitaron a convocar a una “Asamblea Constituyente Libre y Soberana”, porque la impulsada por Maduro se encontraba amañada. Es decir, no convocó a los trabajadores a movilizar y organizarse para disputar la dirección de las protestas. El PSL (organización hermana de Izquierda Socialista) tuvo una posición oscilante, aunque el simple hecho de reconocer el componente obrero en las movilizaciones contra Maduro, lo ubica un paso delante del PTS. El PSL osciló entre llamar a no participar del “paro con todo el mundo en sus casas” convocado por la MUD para el 28 de octubre del 2016,[6] y sumarse al paro de 48 horas y “Toma de Caracas” impulsado por la MUD en los días previos a la realización de la elección de la ANC, donde también llamaba a todas las direcciones sindicales a conformar una “coordinación sindical nacional” para organizar “democráticamente a los trabajadores” y dar continuidad al paro.[7] Es decir, pasó de no utilizar el contexto del paro convocado por la oposición y la burocracia aliada para denunciar con una movilización a toda la burguesía, en lo que hubiese sido una tribuna exclusiva de la izquierda, a participar de la “Toma de Caracas”, mimetizándose con la oposición.
El PO, buscando despegarse de la MUD, terminó cercano al chavismo, y aplicó el inmovilismo absoluto. Llamó a boicotear tanto las movilizaciones encabezadas por MUD como la ANC del gobierno, considerando contrarevolucionarias a las primeras y al segundo como incapaz de hacerle frente. Por eso, propuso
“en primer lugar el llamado a ocupar las empresas y desterrar de ellas a la burocracia boliburguesa, en la industria y en Pdvsa; imponer la gestión obrera y el control del abastecimiento alimentario –en especial cuando la derecha y el clero reclaman una “asistencia internacional”, que daría un control decisivo al imperialismo. La administración de los recursos nacionales debe pasar al control obrero. El rechazo al pago de la deuda externa se ha convertido en un eje fundamental”.
El PO, otra vez, ante una crisis política, cae en consignas sindicales y pone el carro delante del caballo. ¿Cómo la clase obrera va participar independientemente de la MUD y el oficialismo, si la propia izquierda revolucionaria no logra hacerlo? Para eso, la izquierda debe profundizar la convocatoria y la militancia de una Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados, que incluya a todos los obreros movilizados que quieren independizarse de todos los agrupamientos burgueses. Las dificultades que tanto la oposición como el chavismo han tenido para canalizar la crisis, abren una brecha que representa una oportunidad para la izquierda en su conjunto.
Para el caso boliviano, ante el ascenso de Evo Morales en 2005, el PO llamó a votar por él en las elecciones por considerar que las mismas se realizaban a partir de la irrupción de masas de la clase obrera y porque de esa forma se conseguía intervenir en la crisis política, al mismo tiempo que se le daba un golpe al imperialismo.[8] El PTS (LOR-CI) cuestionó esta posición por oportunista, y llamó al voto nulo o blanco.[9] Frente al mencionado referendo constitucional del 2009, el PO llamó a votar por el “NO”,[10] mientras que el PTS mostró una gran impericia convocando a votar nulo o blanco, considerando que cualquier resultado favorecería al gobierno o a la oposición.[11] Como dijimos, la reforma tuvo varios puntos de consenso entre la oposición y el gobierno, y apuntaba a garantizar la propiedad privada, por lo que la victoria del NO, agitado por una campaña de izquierda entre los obreros con un programa independiente de la oposición, hubiese aportado a la ruptura del vínculo entre la clase obrera y el MAS. En relación al referendo para definir una nueva reelección de Morales,en 2016, el PTS nuevamente convocaría a la abstención,[12] Alternativa Revolucionaria del Pueblo (Izquierda Socialista) convocó votar por el “NO” y a impulsar una “Coordinadora de Organizaciones Sociales” junto a CONAMAQ, el Comité Cívico de Potosí, federaciones departamentales de maestros, federaciones estudiantiles, entre otras.[13] El PO, por su parte, cuestionó al PTS por sectario y a IS por democratizante y por acercarse a la derecha, en relación al Comité Cívico de Potosí, y contrapuso una campaña independiente por el “NO” aunque la misma brilló por su ausencia.[14] Es decir, con matices, el problema general es que la izquierda no ha podido erigirse como la oposición real a Evo.
Balance
El escenario latinoamericano se caracteriza por la salida de los bonapartismos instaurados a comienzo del siglo, en algunos casos con el mismo personal político llevando adelante esa tarea. Sin embargo, la movilización de clase obrera dificulta la misión. La experiencia de estos gobiernos es una nueva demostración de lo poco que tiene para ofrecer la burguesía, aún en su versión “progresista” y con qué poco se derrumba todo. Por eso, el principal balance es la necesidad de que el proletariado rompa con el conjunto de las direcciones burguesas, y no con una en particular. Realizar una conferencia latinoamericanade las organizaciones revolucionarias para discutir un plan de lucha de agitación socialista a nivel continental es una tarea fundamental que la situación requiere.
NOTAS
[1]Grimaldi, Nicolás: “Una estrategia frente al derrumbe”, El Aromo, N° 93, noviembre/diciembre, 2016
[2]El Universo, 17/10/2016
[3]Schlez, Mariano: “Perón a la boliviana. El triunfo de la derecha y el bonapartismo masista”, El Aromo, N° 54, mayo-junio, 2010
[4]Grimaldi, Nicolás: “Evo, el transformista”, El Aromo, N° 81, noviembre/diciembre, 2014
[5]https://goo.gl/5RaRy4
[6]https://goo.gl/wg4s8Q
[7]https://goo.gl/dfeuTS
[8]Ver “La Revolución Boliviana 2003-2006”, Partido Obrero, septiembre, 2006.
[9]LVO, 09/12/2005
[10]https://goo.gl/DfSVPc
[11]Prensa Obrera, N° 1.072, 19/02/2009
[12]https://goo.gl/bohzm1
[13]El Socialista, N° 306
[14]https://goo.gl/mJfT8a