Como explicamos en otra nota de este mismo número (“La necesidad de la ESI”), la Iglesia Católica mientras duró el debate por la legalización del aborto, se colocó como la mayor defensora de la educación sexual. Ahora bien, cuando se instaló el debate en torno a la modificación de la Ley de Educación Sexual Integral, las sotanas y los pañuelos celestes volvieron a sus posiciones históricas. Qué trucazo, ¿no? Veamos más de cerca este asunto.
Lo primero que hay que decir es que históricamente la Iglesia se opuso a la ESI. Así lo hizo en 2006, cuando la ley fue sancionada, sosteniendo que el agente educador debía ser la familia y no el Estado. Volvió a hacerlo este año, cuando se intentó realizar una modificación que no dejara el contenido ESI en manos de cada institución escolar.
Consecuentemente, también es enemiga de los métodos anticonceptivos. Los sectores católicos entienden que el uso de preservativos es un método que incitaría la promiscuidad y al libertinaje. No solo eso, mienten para defender la idea de que no es seguro como anticonceptivo. ¿Se acuerda del doctor Abel Albino diciendo que “el virus del Sida atraviesa la porcelana”? Terrible. Pero hay algo peor. No fue una barrabasada a título personal. En 2005, el Consorcio de Médicos Católicos afirmó que el preservativo era ineficaz para prevenir el Sida porque el virus era más pequeño que los poros del látex. Una irresponsabilidad completa, que la evidencia científica refuta completamente.
De más está decir que también se opone al uso de pastillas anticonceptivas y del dispositivo intrauterino (DIU), argumentando que generan cáncer y abortos espontáneos. ¿Cuál sería el método correcto? La castidad, que le funciona tan bien puertas para adentro, si tenemos en cuenta los miles de casos de curas abusadores, violadores y pedófilos.
Ahora, cuando volvió a discutirse la ESI, los celestes salieron a la carga. Seguramente escuchó la consigna “con mis hijos no te metas”. Ahí está el nudo del asunto. Como dijimos unas líneas atrás, la Iglesia considera que el Estado no debe ocupar un rol importante en la educación. Según esta gente, la educación sexual debe darse en el ámbito familiar educando gradualmente, comenzando por la vía del ejemplo a raíz del trato entre los padres y “develando el misterio con naturalidad, confianza y cariño” durante la adolescencia.
En cuanto a contenido, su educación es claramente sexista: las madres educan a las hijas y los padres a los hijos. Como no puede ser de otra manera, refuerzan el patriarcado: dentro de las jerarquías entre padres, el varón es la suprema autoridad del hogar y la mujer subordinada, claro está, a él. Si bien su concepción es sexista y patriarcal niegan cualquier discusión sobre género. Discutir eso abriría la puerta a las “desviaciones”, esto es: homosexualidad, bisexualidad, travestismo. Recuerde que el Papa ha dicho hace poco que la homosexualidad es una “moda”. Estas “modas” destruirían el orden “natural” de las cosas querido por Dios donde la mujer ocupa un lugar inferior.
Esta es la educación que quiere la Iglesia: burguesa, patriarcal, sexista. Y es la educación que nuestros hijos pueden recibir (y de hecho muchos chicos la están recibiendo), si no tomamos cartas en el asunto. La Iglesia es un enemigo a tomar en serio. Batalla aquí y allá por difundir e imponer sus ideas. Tiene poder de presión en el Estado, lo que le permitió modelar leyes a su gusto. También crea sus materiales propios y ocupa con sus ideas oscurantistas ámbitos científicos. Siempre, para reforzar el patriarcado.
La Iglesia catolica esta contra el uso de anticonceptivos, coherentemente. Ninguno muere por no hacer el coito.