Ya se vienen las PASO. Unas elecciones completamente inútiles que solo sirven para que los partidos de la burguesía afinen sus alianzas y chanchullos. No sorprende que la principal fuerza que las aproveche sea el peronismo y, en menor medida, el macrismo. ¿Sabe cuánto sale toda esta maniobra? 2.800 millones de pesos ¿Y quién lo paga? Adivinó: nosotros. La plata la pone el Estado, claro. Pero el Estado, a su vez, la saca de nuestros bolsillos a través de los impuestos.
Pero olvidémonos de esto por un momento y vayamos al análisis político. Todas las miradas están concentradas en la ex presidenta, Cristina Kirchner. Finalmente, volvió a la escena pública, con un acto en la cancha de Arsenal. Si queremos comparar, su último gran acto pre-electoral, fue en el 2012. Era el lanzamiento de Unidos y Organizados, ese frente amplio de agrupaciones K que debía dirigir La Cámpora con la intención de disputar las listas contra el PJ, lo que terminó en un gran fracaso. En ese momento, llenó el estadio de Vélez. Si comparamos se nota entonces una caída en la convocatoria: los 18.000 espectadores sentados que ofrece Arsenal contra los casi 50.000 de Vélez. La baja es grande, pero aumenta si tenemos en cuenta que, en el 2010, Cristina llenó el Monumental, en un acto con Moyano.
¿Y el acto? Bien PRO: sin banderas políticas, austero y con un escenario al ras del piso. Apelando a un discurso de lo que “nos sacaron”, fueron desfilando personajes perjudicados por Cambiemos: científicos, discapacitados, jubilados, y pequeños empresarios. O sea, poco obrero y mucha “clase media”. Que Cristina no viene a combatir el ajuste, es algo que el lector ya sabe. En varias oportunidades mostramos cómo Macri no hace más que continuar con su obra. Como si faltaran pruebas, ya la dama pidió a sus sindicalistas que bajaran una movilización antes de las elecciones y que mejor “recen” por trabajo. A confesión de partes…
A primera vista, parece que Cristina tiene un peso fuerte en la provincia de Buenos Aires. Ahí tiene el respaldo de 36 intendentes, contra los 12 de Randazzo y 11 de Massa. Estos personajes son claves, porque son los que hacen política en el terreno y garantizan los votos. Pero todo este conteo de barones del Conurbano no quiere decir que CFK tenga nada asegurado. Los intendentes casi no están en las listas nacionales y su gente va en las provinciales y municipales. O sea, nada garantiza que hagan campaña por Ella. Ellos afichan su municipio con su cara, ponen fiscales para sus boletas cortadas y se olvidan de lo demás. Además, hay que considerar que Randazzo no está solo: cuenta con el apoyo de la CGT y del principal movimiento asistencial (el Movimiento Evita).
Otra cuestión: Buenos Aires no es el país. Fuera de la provincia, la estructura de Cristina se debilita. Quedó fuera de los grandes armados del PJ y sus listas son casi testimoniales. Por ejemplo, en San Luis, una provincia aliada por los hermanos Saá, el kirchnerismo se integró pero en lugares marginales. Lo mismo pasa en La Pampa y San Juan. En Córdoba van con lista propia y en Tucumán dentro del Frente Justicialista. En ambos casos, sin embargo, sin chances reales. Para empeorar la situación, en Santa Cruz, la provincia del ajuste y la represión de Alicia K, se encamina hacia una derrota frente al PRO. Podríamos seguir nombrando provincias para encontrarnos con un panorama que se repite. La mayoría de los gobernadores y referentes peronistas provinciales (sino todos) apoyan la “renovación”. Es decir, a Randazzo. Esa renovación también incluye al Frente Renovador. No es extraño que en Salta, Misiones y Tucumán el PJ comparta listas con el massismo. A su vez, Massa comparte boletas con Cambiemos en Catamarca, Jujuy y Mendoza. ¿Se da cuenta por qué decimos que son todos lo mismo?
Lo que muestra todo esto es que ya no queda prácticamente nada de la fuerza política que supo conducir Cristina a nivel nacional. La dama está en su momento de mayor debilidad. Tuvo que postularse ella misma y como no tenía fuerza para expulsar a Randazzo o ir a una interna, tuvo que construir su propio espacio, Unidad Ciudadana. Si en Buenos Aires no se garantiza un porcentaje respetable (al menos, un segundo lugar), en el resto del país no tiene nada ni a nadie. Saliendo segunda en Buenos Aires podrá ser nuevamente senadora. Pero si no supera el 25% de los votos, algo nada fácil, estará en los últimos lugares a nivel nacional. En un escenario así, deberá despedirse de las presidenciales de 2019.