Por Alan Woods* – La situación mundial actual se encuentra caracterizada por la presencia de crisis en todos lados y en todos los niveles: económico, financiero, social, político, diplomático y militar. No es posible comprender el desarrollo en un único continente o país por fuera de la crisis global del capitalismo.
*Militante de Socialist Appeal y de la
Corriente Marxista Internacional
La situación mundial actual se encuentra caracterizada por la presencia de crisis en todos lados y en todos los niveles: económico, financiero, social, político, diplomático y militar. No es posible comprender el desarrollo en un único continente o país por fuera de la crisis global del capitalismo.
La historia del capitalismo es una historia de expansiones y contracciones conocida como el “ciclo económico”. Este ciclo de booms y caídas continuará hasta que el capitalismo haya terminado, de la misma manera que una persona inhala y exhala al respirar hasta que muere. Sin embargo, además de esto, uno puede diferenciar períodos largos, curvas de desarrollo y declive.
Algunos, como Kodratiev y sus modernos imitadores, intentaron explicar esto de manera mecánica. Estas ideas se están poniendo de moda en estos tiempos, porque presuponen que cada recesión se encuentra inevitablemente seguida de un largo período de auge. Esta línea de pensamiento consuela a los economistas burgueses que se devanan los sesos intentando comprender la naturaleza de la crisis para poder encontrar una salida. Los estrategas capitalistas más serios tienden a alcanzar las mismas conclusiones que los marxistas, aunque con cierto retraso. Así, la OCDE considera que no se va a ver un crecimiento significativo por lo menos en los próximos 50 años. Las expansiones y contracciones continuarán, pero la tendencia general será a la baja. Eso es una receta terminada para la lucha de clases.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la economía mundial entró en un período de expansión que duró por décadas y dejó su huella en la conciencia de las masas en los países capitalistas más avanzados de Europa, Norte América y Japón. Al igual que en el período que precedió a la Primera Guerra Mundial, esto condujo al refuerzo de las ilusiones reformistas. Durante décadas los marxistas quedaron aislados de las masas y pelearon contra la corriente. Pero la historia finalmente se tomó revancha de la burguesía y sus apologistas en el liderazgo del movimiento obrero. Ahora el FMI advierte que las principales economías del mundo deben prepararse para un prolongado período de bajas tasas de crecimiento. Las advertencias del FMI revitalizarán los temores acerca de que la economía mundial ha de enfrentarse a un largo período de escaso crecimiento. El pesimismo de los economistas burgueses queda demostrado por sus predicciones de una era de “estancamiento secular”.
En su reporte de abril del 2016, el FMI una vez más redujo sus previsiones para la economía mundial. En la última entrega de su informe World Economic Outlook, el FMI predice un crecimiento mundial del 3,2% este año y del 3,5% en 2017. El nuevo informe se titula “Demasiado lento para demasiado tiempo”. Brasil, Rusia y muchos de los llamados BRICs ingresaron en un espiral descendente. China, que fue la principal fuerza motora de la economía mundial durante las últimas tres décadas, ha experimentado su crecimiento más lento en 25 años. La tasa oficial de crecimiento es del 6,9%, pero muchos economistas sospechan que ese dato subestima la profundidad de la crisis. Por su parte, Rusia se enfrenta a un declive económico como resultado de los bajos precios de las commodities (en particular del petróleo) y de las sanciones por la situación en Ucrania.
Esta fue la segunda oportunidad este año en que el FMI redujo sus predicciones acerca del crecimiento de la economía mundial. Esta situación se viene repitiendo. Hace tan solo un año la predicción de crecimiento para 2016 era del 3,8%. El economista en jefe de la agencia, Maurice Obstfeld, describió el ritmo del crecimiento como “cada vez más decepcionante”. Dijo que esto deja a la economía mundial mucho más expuesta a “riesgos negativos”.
Esto significa que todo lo dicho acerca de una recuperación en la economía es falso. Si se puede hablar de algún tipo de recuperación, ha sido la más lenta y débil de la historia. Y ahora los economistas burgueses se encuentran expresando abiertamente sus temores de que el mundo se encamina hacia una nueva recesión que puede ser aún más profunda que la crisis que siguió al colapso financiero de 2008.
Todo apunta a la misma dirección: nos encontramos al borde de otra contracción. Los temores de los burgueses se expresan en la volatilidad de los mercados financieros a principios de este año. Si bien es verdad que los movimientos de las bolsas de valores no necesariamente reflejan la economía real, sí dan cuenta de cómo la burguesía ve las perspectivas a futuro. Las caídas agudas en los movimientos bursátiles demuestran una extrema preocupación por parte de los inversionistas, y su creciente pesimismo acerca de las perspectivas de la economía mundial.
Ni los keynesianos ni los ortodoxos monetaristas pueden ofrecer una solución. Los ya intolerables niveles de deuda continúan creciendo, haciendo de lastre para el crecimiento. Los gobiernos y las compañías intentan pasar la carga a los hombros de la clase obrera y de la clase media para reducir sus niveles de deuda. Esto tiene profundas consecuencias en las relaciones sociales y en la conciencia de todas las clases.
China
La dialéctica nos enseña que tarde o temprano las cosas cambian y se transforman en su opuesto. Durante todo el período reciente, China tuvo el rol de ser el mayor motor de la economía mundial. Pero ahora es un factor negativo que arrastra a toda la economía. La desaceleración de las economías emergentes refleja la desaceleración de China y de las debilitadas economías avanzadas. Este panorama se traduce en un comercio mundial permanentemente debilitado. Todo esto es un círculo vicioso en el que una demanda y unos mercados debilitados conducen hacia débiles producciones e inversiones. Pobres inversiones que conducen a una débil recuperación y que a su vez conducen a una pobre demanda.
La desaceleración de la economía china es una clara expresión de las clásicas crisis de sobreproducción. El crecimiento de China en las décadas recientes creó una gran capacidad productiva, pero la cantidad de commodities producidas por la industria china anualmente no puede ser absorbida por el mercado interno. Debe exportar para no sufrir una extinción económica. El problema es: ¿a dónde exportar? Tomemos el acero, por ejemplo. Existe un excedente de acero en el mercado mundial. En China hay reservas de acero sin vender. Las fábricas están cerrando y los trabajadores son despedidos. Los esfuerzos de China para resolver este problema exportando acero a precios que se encuentran por debajo de los costos de producción (“dumping”) causan serios problemas en las industrias del acero británicas y europeas. En efecto, China está exportando desempleo.
Las exportaciones y la producción industrial alemanas también sintieron las consecuencias de la desaceleración china y de las economías emergentes. Esto da cuenta de la interconección de la economía mundial. El mundo entero ha conformado un único, indivisible e interdependiente todo, como predijeron Marx y Engels en su Manifiesto Comunista. Las consecuencias de esto se pueden apreciar a simple vista. Si Europa y Estados Unidos no están consumiendo como lo hacían en el pasado, China no puede producir. Si China no produce, los países como Argentina, Brasil y Australia, etc. no pueden vender sus materias primas y serán arrastrados hacia la crisis. Brasil, que se había convertido en el gigante económico de América Latina, ha visto su economía reducirse en un 3,8% mismo porcentaje que el año pasado. Se encuentra en un estado de profunda crisis social y política. Lo mismo se puede decir de Argentina y el resto de América Latina.
¿Pueden los capitalistas encontrar una salida?
Lenin señaló que no existe algo así como una crisis final del capitalismo. Mientras que el capitalismo no sea derrocado por la clase obrera, los capitalistas siempre encontrarán una salida, incluso de las peores crisis. Como una afirmación general, esto es cierto. Pero no nos dice nada en concreto de la situación actual, que no tiene paralelo en la historia del capitalismo. No debemos preguntarnos “¿Pueden los capitalistas encontrar una salida?” sino más bien “¿Cuánto tiempo puede llevarles resolver este desorden y a qué costo?” Planteemos la pregunta concretamente. Es bien sabido que la burguesía tiene ciertos mecanismos para salir de las recesiones. Existen dos básicamente: bajar la tasa de interés y aumentar el gasto del estado. Consideremos la primera opción. Reducir la tasa de interés es una manera de estimular los préstamos y el gasto. El problema es que la tasa de interés está cerca e incluso por debajo de cero.
El economista jefe del Banco de Inglaterra declaró que las tasas de interés están en el nivel más bajo de los últimos 5.000 años. De dónde sacó semejante dato es un misterio que solo él puede explicar. Pero no hay duda que las tasas de interés están en un mínimo histórico. En Gran Bretaña durante los últimos 300 años la tasa de interés nunca estuvo por debajo del 2%. Un valor típico es del 5%. Ahora mismo es del 0.5% y se está hablando de reducirla todavía más. En Japón, Suecia y algunos otros países, la tasa de interés es negativa. La Reserva Federal de los Estados Unidos elevó las tasas de interés, pero la fragilidad de la economía mundial es tal que se verá forzada a bajarlas.
Los reformistas y los keynesianos abogan por un mayor gasto público. Incluso el FMI aconseja aumentar el gasto estatal en infraestructura para estimular la economía. Pero esto llevará a enfrentarse con la contradicción de una enorme deuda, que solo puede ser contrarrestada con mayor cantidad de recortes. Por lo tanto, sigan la dirección que sigan siempre se enfrentarán con nuevas e insolubles contradicciones.
“En su conjunto, el excedente mundial de potencial oferta parece apuntar a empeorar. Por este motivo es muy probable que las presiones deflacionarias aumenten a nivel mundial” escribe Martin Wolf en el Financial Times (13/10/15). En otras palabras, hay sobreproducción en todas partes. Y agrega “En el corto plazo, es vital evitar desaceleraciones importantes, sin mencionar cosas peores. Los instrumentos para tratar esta condición no están disponibles…”
El problema es que ya se usaron las armas de reserva intentando aumentar el crecimiento y también para prevenir una nueva recesión. Fallaron en su intento de lograr esto y ahora se enfrentan con desplome más profundo sin ningún medio para prevenirlo. En 1914 y 1939 el capitalismo resolvió la crisis con la guerra mundial. Pero esa solución no es posible porque ha cambiado la relación de fuerzas a nivel mundial, la fuerza de la clase obrera y la existencia de armas nucleares. En estas condiciones todas las contradicciones se acumularán hasta alcanzar un punto crítico que provocará una explosión en la lucha de clases en un país tras otro.
Relaciones Mundiales
Los Estados Unidos se establecieron como la potencia mundial dominante en 1945. Antes de la Segunda Guerra Mundial León Trotsky había predicho esto, pero agregó que Estados Unidos tendría dinamita acoplada a sus cimientos. Esa predicción fue dramáticamente confirmada con la destrucción de las Torres Gemelas en el 11 de septiembre.
El alza del poder americano fue acompañado del colapso de los estados europeos imperialistas. La Segunda Guerra Mundial había destrozado tanto a Japón como a Europa occidental. Los Estado Unidos dominaron económica, militar y políticamente, aunque enfrentados al poder de la Unión Soviética. Un incómodo condominio que duró casi medio siglo se había establecido. El poder no se encontraba ni en Londres, ni en Paris ni en Varsovia. Estaba en Moscú y en Washington. Los poderes pigmeos de Europa intentaron formar un bloque que pudiera rivalizar con el poder del imperialismo norteamericano y de la Rusia estalinista. En teoría, Europa tenía suficientes recursos para desafiar a Estados Unidos, pero una Europa genuinamente unida es imposible bajo el capitalismo.
Sin embargo el colapso de la Unión Soviética en 1989 creó una nueva situación histórica. Los Estados Unidos emergieron luego de 1992 como el único poder global balanceado. Por primera vez en cien años existía un único super poder. Pero ahora podemos ver los límites del poder norteamericano. Luego del 9/11, se tomó la decisión de luchar en Afganistán e Irak. Esto dio cuenta de los límites del poder del imperialismo de Estados Unidos.
Si bien los Estados Unidos fueron y son enormemente poderosos, se encuentran lejos de ser omnipotentes. Incluso el más poderoso de los estados imperialistas no puede costear el encontrarse involucrado directamente en una gran cantidad de conflictos alrededor del mundo y se vio superado en Irak y Afganistán. Por otro lado, se enfrenta a la creciente resistencia de Rusia y China. Contribuyó con la desestabilización de Ukrania, pero solo logró sumergirlo en un abismo de guerra y caos en el que la gente común, como siempre, es la que paga el precio.
Los americanos se comportaron siempre como un elefante en un comercio de cerámicas. La pesadilla de Medio Oriente es el resultado de los crímenes del imperialismo norteamericano, particularmente de la barbárica invasión a Irak. Pero los hombres y mujeres de Washington no entendieron ni previeron nada. Desataron fuerzas que no pueden controlar y estas se convirtieron en una amenaza para los intereses del imperialismo norteamericano en lugares claves del mundo. Y ahora no tienen idea de qué hacer con todo esto.
Con cierto retraso se encontraron con el peligro que representaba el Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés). Pero para poder derrotarlos no alcanza solo con bombardearlos, necesitan botas en el suelo. La pregunta es ¿de quién son esas botas? Luego del caos en Afganistán e Irak, el público norteamericano no se encuentra entusiasmado con la idea de verse envuelto en una nueva aventura en el medio oriente. Por este motivo fueron forzados a virar hacia Irán y tolerar la intervención rusa en Siria.
La intervención militar rusa transformó toda la ecuación. Bajo la protección del poder aéreo ruso, y con la ayuda de las tropas iraníes y las milicias kurdas y Shia, el régimen sirio pudo contrarrestar los esfuerzos jihadista –no solo de Isis, sino también de los “moderados” jihadistas respaldados por Estados Unidos. Washington levantó la voz en señal de protesta pero, al igual que en Ucrania, no hizo nada.
Fue más que nada el tratado acerca del poder nuclear con Tehran lo que mostró los límites del imperialismo americano. Irán emergió enormemente fortalecido por esto. Pero enfureció a los aliados tradicionales de los Estados Unidos en la región: Israel, Arabia Saudita y Turquía, cuyo principal objetivo fue y es derrocar a Assad, opción que ya no se encuentra en la agenda. Assad seguirá en el poder mientras Moscú decida que así debe ser. Es Vladimir Putin y no Barack Obama quien decide el destino de Siria.
En el corto plazo, el régimen iraní se verá fortificado. Pero, en un mediano plazo esto puede cambiar. Como resultado de las sanciones, los salarios de los trabajadores iraníes fueron congelados y en algunos casos ni siquiera se pagaron por meses o años mientras que los precios aumentaban. El levantamiento de las sanciones puede conducir a un estímulo para la economía y conducirá a una serie de huelgas económicas, que de mantenerse las condiciones actuales inevitablemente se transformarán en huelgas políticas. El régimen ya se encuentra cuestionado. Eso quedó demostrado en las elecciones recientes donde los “reformistas” ganaron cada escaño en Teherán en contra de la oposición de los Mullahs reaccionarios. Tarde o temprano la revolución iraní será tema de agenda de nuevo. Y esta vez el poderoso proletariado iraní jugará un rol clave. En este momento no es posible predecir con ninguna certeza qué forma adoptará la revolución. Lo que sí se puede decir es qué forma no adoptará: el fundamentalismo islámico no puede ser utilizado para derrotar a la Revolución Iraní. La juventud y los trabajadores iraníes aprendieron una importante lección y no desean repetir la experiencia. El futuro de la Revolución Iraní se encuentra en un nivel más elevado de lo que jamás se haya visto en la región y puede rápidamente transformar los destinos de la misma.
La barbarie de la crisis de los refugiados es un resultado directo de la intromisión imperialista en el medio oriente. Esto se ha vuelto un elemento de inestabilidad más profundo. Millones de personas desesperadas huyen del infierno sirio y golpean las puertas de Europa. Los gobernantes europeos les han dado una lección acerca del significado de los valores de la civilización y el humanitarismo elevando barreras de alambres de púa, protegidas por perros de guardia, bastones policiales y gas lacrimógeno.
La crisis de los refugiados ha exacerbado la crisis de la Unión Europea. Levantando barreras y cerrando las fronteras, la Unión Europea ha debilitado uno de los cimientos más fundamentales sobre los que descansa: el libre movimiento de la gente. El Acuerdo de Schengen que sostiene este principio carece de validez. Y el otro principio que conduce a “profundizar aún más la Unión”-El Euro- se encuentra en crisis. El futuro de la Unión Europea es dudoso.
Europa
Europa se enfrenta a un largo y prolongado proceso de deflación y de bajo crecimiento. Según Wolfgang Munchau, se encuentra bajo “constante amenaza de insolvencia y de una insurrección política.” (Financial Times, 15/6/14) Los esfuerzos para reducir las deudas en este entorno serán “más duros y sangrientos” de lo que jamás hemos visto. En 2016, las restricciones de la UE entrarán en efecto para acelerar la consolidación fiscal (austeridad). “El resultado que el ajuste post-crisis total será mucho más brutal de lo que fue en Japón hace 20 años”, afirmó Munchau. “En semejante entorno esperaría que la reacción política sea mucho más seria… Incluso si el desapalancamiento pudiese funcionar-lo que no es muy claro- podría no funcionar políticamente… Reduciendo la inestabilidad política, terminarán aumentando la inestabilidad financiera.”
La mayor amenaza para la economía mundial es el resurgimiento de las tendencias proteccionistas. El crecimiento del comercio mundial en las décadas anteriores y la intensificación de la división internacional del trabajo (“globalización”) funcionaron como el principal motor de la economía mundial. Gracias a esto la burguesía tuvo, por un tiempo, un moderado éxito superando los límites del Estado-nación. Pero todo esto se ha vuelto en su contra.
Un sorprendente ejemplo es la Unión Europea, por la que la burguesía europea (liderada inicialmente por Francia y Alemania, y ahora solo por Alemania) intentó unirse en único mercado con una única moneda, el Euro. Los marxistas predijeron que esto fracasaría y que la primera crisis económica seria conduciría al resurgimiento de todas las viejas divisiones y rivalidades nacionales, que se encontraban disimuladas, pero no abolidas por el mercado único.
La crisis del Euro, que se ha desplomado en relación al dólar, refleja lo serio de la crisis económica. En Grecia, a pesar de la capitulación de Tsipras, nada fue resuelto. Los líderes de la Unión Europea (en realidad de la burguesía alemana) aplicaron una presión brutal al gobierno de Syriza para que realice recortes. Pero una cosa es estar de acuerdo y otra es llevarlo a la práctica en contra de la voluntad de las masas. El resultado ha sido que estallen huelgas y movilizaciones. El gobierno de Syriza está siendo molido por dos piedras de molino.
La crisis griega es solo la expresión más realizada de una crisis que puede llevar al colapso del Euro e incluso a la disolución de la Unión Europea. Dicho acontecimiento podría tener graves consecuencias para la totalidad de la economía mundial. Por este motivo Obama exhorta a los europeos a resolver la crisis a toda costa. Él comprende que el colapso de la Unión Europea puede conducir a una crisis en los Estados Unidos.
El impacto de la crisis griega tuvo repercusiones mucho más allá de Grecia. La idea de una integración europea quedó truncada. En las negociaciones, Alemania fue como el conductor de una orquesta dictando todos los movimientos en una brutal muestra de poder. Las tibias preocupaciones expresadas por Francia fueron removidas como cuando uno remueve un mosquito de su manga.
La vacuidad de la democracia burguesa ha sido expuesta a la mente de millones. Grecia ha demostrado que los referéndums y las elecciones no poseen ningún valor real: los grandes poderes, los banqueros y los capitalistas que se encuentran detrás de ellos ignorarán la voluntad popular y desautorizarán a los gobiernos electos y a los Estados soberanos. Por sobre todas las cosas, los límites del reformismo y de la socialdemocracia fueron expuestos por todo el continente. Esto está teniendo consecuencias de largo alcance.
En España podemos ver el avance de Podemos, que hace tan solo dos años era muy pequeño. En Escocia, donde el nacionalista SNP, con un programa de “izquierda”, derrotó al Partido Laborista que mantuvo una mayoría aplastante en la política escocesa por décadas, pero que ahora cuenta con solo un escaño. En el resto de Gran Bretaña pudimos ver el ascenso de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista. Y cruzando el Canal, en Francia hay masivas manifestaciones en las calles de cada pueblo y ciudad similares a las de los “Indignados” en España, que llevaron a la creación de Podemos.
Por sobre estos acontecimientos, surge el referéndum británico para la permanencia en la Unión Europea, que podría dejarlos afuera e incluso provocar la ruptura de la Unión Europea. Si esto ocurriese podría provocar descargas a través de la economía mundial e incluso ser el detonador de una depresión, como lo advirtió el FMI.
América Latina
Los años de relativa estabilidad garantizados por el crecimiento de la economía latinoamericana llegaron a su fin. Esto tiene las más profundas implicaciones políticas y sociales. Brasil entró en un empinado declive, con una caída del PBI el año pasado del 4,5%. En conjunto con una serie de medidas antiobreras aplicadas por el gobierno dejaron en claro que el Partido de los Trabajadores (PT) defendía los intereses del capitalismo y no de los trabajadores. Lejos quedaron los días en los que el partido gozaba de la lealtad de las masas. En su lugar tenemos la radicalización, especialmente entre jóvenes, expresado en una serie de huelgas y protestas.
La victoria de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales argentinas terminan con doce años de populismo kirchnerista que dejaron una economía en crisis; reservas decrecientes; inflación de alrededor del 25%; y un déficit presupuestario de más del 6% del PBI. Esto creó la base para la victoria de la derecha. Pero incluso si el kircherista Daniel Scioli hubiese ganado, hubiese llevado adelante políticas similares. La crisis del capitalismo lo hubiese dejado con pocas opciones.
Esto da cuenta de los límites del llamado populismo, que intenta resolver las contradicciones sin llevar adelante la expropiación de la burguesía y el imperialismo. Es decir, hacer lo imposible. Corto del lenguaje “revolucionario” y radical del reformismo de izquierda el populismo se presenta como una variante adaptada a las tradiciones y la psicología latinoamericana. En el último análisis todo lo que el populismo significa, incluso en un sentido etimológico, es demagogia.
Chavez en Venezuela llevó esto más lejos que nadie. Habló de la revolución socialista, pero dejó las palancas claves del poder económico en las manos de la oligarquía, que usó su poder para organizar la contrarrevolución. Luego de la muerte de Chavez todas las contradicciones pasaron a primer plano con consecuencias desastrosas. La derrota electoral en Venezuela el 6 de diciembre de 2015 fue el resultado del rechazo a concluir la revolución expropiando a la clase gobernante y destruyendo el Estado capitalista. En su lugar, los intentos de regular el capitalismo a través del control de precios y de divisas condujeron a distorsiones económicas. La dirección Bolivariana utilizó los ingresos del petróleo para solventar programas sociales y de obra pública. El colapso en el precio del petróleo en el mercado mundial los dejó sin lugar para maniobrar.
Nicolás Maduro no posee ni el carisma ni la audacia de su predecesor. Recuerda a Robespierre, que podía convocar a las masas una y otra vez para salvar la revolución –hasta que un día no le respondieron. Cuando Robespierre viró hacia la derecha, se comportó como el que corta una rama sobre la que está sentado. Decepcionando y desmoralizando a las masas, la dirección bolivariana preparó el campo para su propia destrucción.
Las distorsiones que surgieron a partir del intento de manejar el capitalismo desembocaron en una situación caótica: un círculo vicioso de hiperinflación, contrabando, mercado negro, corrupción y crimen. El gobierno de Maduro, manteniéndose firmemente en los límites del capitalismo, se mostró incapaz de abordar estos problemas. Gran parte de las masas perdió la confianza en el gobierno y esto los llevó a la derrota electoral.
Lo que fracasó en Venezuela no fue el socialismo o la revolución, al contrario, el reformismo, las medias tintas, la corrupción y la burocracia fueron el problema. La oposición contrarrevolucionaria, teniendo dos tercios de la mayoría en la asamblea nacional lanzará una ofensiva para revertir las leyes más progresistas de la revolución, para recuperar el control sobre las partes fundamentales del aparato de Estado, para privatizar las empresas nacionalizadas, para remover las regulaciones de precios y sobre las divisas; y para poder desencadenar un referéndum para la remoción del presidente de su cargo.
Estos eventos exponen la vacuidad del “socialismo del petróleo”, al igual que la capitulación de Tsipras en Grecia expuso las limitaciones y las contradicciones del reformismo de izquierda. En la práctica, todos apuntan a lo mismo, esto es, un intento utópico de llevar adelante políticas socialistas sin una ruptura radical con el capitalismo. Al final de cuentas, estas políticas solo desmoralizan a las masas y destruyen su fe en el socialismo preparando el terreno para la victoria de la reacción de una u otra forma.
Marx explicó que la contrarrevolución puede actuar como un estímulo para hacer avanzar la revolución. Luego de un período de desorientación, las masas revolucionarias intentarán resistir los ataques de la contrarrevolución a través de la movilización y la acción directa. La derrota electoral también servirá para acelerar el proceso de diferenciación interno del bolivarianismo. Hacia adentro de la dirección habrá una gran presión para hacer concesiones a la oposición. Lo elementos más corruptos y degenerados se unirán a la derecha. Pero las bases revolucionarias militantes se encontrarán mejor predispuestas para las ideas marxistas. Esto producirá condiciones favorables para el fortalecimiento de las tendencias marxistas dentro del movimiento bolivariano.
Efectos políticos de la crisis
Una prolongada recesión económica crea disturbios en los viejos equilibrios. Las viejas certezas desaparecen y el statu quo universal, sus valores e ideologías son cuestionados. Buscando una salida de la crisis, las masas ponen a prueba un partido tras otro. Los viejos líderes y programas son analizados y descartados. Esos partidos que son elegidos y que traicionan las esperanzas de la gente, llevando adelante recortes contradiciendo sus promesas electorales, son rápidamente desacreditados. Las que eran consideradas ideologías convencionales son detestadas. Existe un creciente enfado hacia las élites políticas: en contra de los ricos, los poderosos y los privilegiados. Esta reacción en contra del statu quo, que contiene los embriones de los procesos revolucionarios, pueden durar incluso hasta el momento en el que se puede registrar signos de mejora. Como resultado, se le hará a los alardes del gobierno británico acerca de un crecimiento relativamente fuerte oídos sordos. La gente ya no cree en lo que los políticos dicen o prometen. Existe una creciente desilusión con el establishment político y los partidos políticos en general.
Hay una sensación bien establecida de malestar económico en la sociedad. Pero se carece de un vehículo que sea capaz de darle una expresión organizada. En el caso de Escocia la revuelta en contra del establishment se vio reflejada en el ascenso del Partido Nacional Escocés (SNP). Este no fue un movimiento hacia la derecha, sino hacia la izquierda. No fue una expresión de nacionalismo, sino de odio hacia la élite que gobierna en Westminster. El Partido Laborista, como resultado de las cobardes políticas colaboracionistas de sus líderes, es visto como parte del establishment.
En Francia, donde el Partido Socialista arrasó en la última elección, Francois Hollande tiene la peor imagen que ha tenido algún presidente desde 1958. En Grecia vimos el colapso de Pasok y el alza de Syriza. En España tenemos el avance de Podemos. Todo esto es una expresión de profundo descontento que existe en la sociedad y que busca una expresión política. A través de Europa se extiende el temor de que las políticas de austeridad no serán un ajuste temporario, sino un ataque permanente a los estándares de vida. En los países como Grecia, Portugal e Irlanda dichas políticas resultaron en profundos recortes a los salarios nominales y a las pensiones sin resolver el problema del déficit. Por lo tanto, todo el sufrimiento y las privaciones de la gente fueron en vano. En todos lados los pobres se hacen más pobres y los ricos más ricos.
Todas las señales indican que los actuales niveles de desempleo no son temporales sino estructurales y orgánicos. El desempleo en la zona Euro se mantiene en un 11,2% y pocos economistas piensan que el crecimiento tomará un ritmo lo suficientemente rápido para que las empresas contraten más trabajadores. Los pronósticos del Banco Central Europeo sugieren que la crisis de dinero del área es tan severa que la tasa de desempleo se mantendrá cercana a las dos cifras incluso luego de una inyección de 1.1 trillones de Euros bajo el programa de alivio cuantitativo.
Las cifras de desempleo en la eurozona ocultan profundas divisiones en los países más ricos y lo más pobres. Antes de la crisis, las tasas de desempleo de las economías más importantes de la región eran similares. En la actualidad, la mayor economía de la región, Alemania, el desempleo entre jóvenes se encuentra en un 7,1%. En Italia, más del 40% de la gente de menos de 25 años de edad se encuentra buscando trabajo o desempleada.
La juventud se ve particularmente afectada por la crisis del capitalismo. Las tasas de desempleo joven están altísimas: 60% en Grecia, arriba del 50% en España, cerca del 40% en Italia, 23% en Francia y 17% en el Reino Unido. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial la generación emergente puede esperar ser más pobre y menos segura que sus padres. Esto es así tanto en Estados Unidos como en Europa.
La clase gobernante tiene muy en claro el peligro que esto representa para el sistema. La señora Reichlin de la London Bussines School dijo: “Existe una gran cantidad de jóvenes en Italia que corren el riesgo de perderse para siempre y generarán presiones políticas a lo largo del tiempo. La oposición italiana se encuentra fragmentada por el momento, pero esto no será así siempre.” La clase gobernante está tomando conciencia del potencial revolucionario de la situación, especialmente en Europa. No hace mucho que Donald Tusk, el ex- primer ministro polaco que ahora encabeza al Consejo Europeo, dijo que temía más el “contagio político” de la crisis griega que las consecuencias financieras, argumentando que la causa común entre sectores de derecha e izquierda han sido los precursores de algunos de los momentos más oscuros de Europa durante el último siglo. “Temo realmente al contagio político o ideológico, no al contagio financiero, de la crisis griega,” dijo el señor Tusk.
“Siempre fue lo mismo antes de las mayores tragedias de nuestra historia europea, la alianza táctica entre radicales de ambos bandos. Hoy claramente podemos observar la misma clase de fenómeno político. […] Para mí, la atmósfera es similar a la que había luego de 1968 en Europa,” dijo. “Puedo sentir, no un estado de ánimo revolucionario, pero sí de una impaciencia generalizada. Cuando la impaciencia pase del plano individual al social, este es el punto de partida para las revoluciones.”
En política como en economía, los estrategas del capital llegan finalmente a las mismas conclusiones que los marxistas. Los capitalistas no tienen fe en el sistema. Se sientan en pilas de trillones de dólares ¿Por qué invertir si no hay demanda? Alternativamente, almacenan su dinero en forma de oro, de obras de arte, o lo acumulan en las “cuentas offshore” donde no pagan impuestos. Estos lugares han sido vistos como refugios en una tormenta. Pero el reciente escándalo de Panamá expuso las deshonestas actividades de los ricos, incluyendo a prominentes figuras y líderes políticos.
Recientemente el primer ministro de Islandia fue derrocado por un movimiento masivo, que continuó demandando la renuncia del gobierno en su totalidad. En el pasado estábamos acostumbrados a ver esos movimientos en Argentina (“¡Que se vayan todos!”). Pero, que este tipo de cosas pasen en las calles de la pequeña Islandia es destacable. Demuestra que la crisis está empezando a manifestarse en la consciencia, lo que transforma la psicología de las masas en todos lados.
Los Estados Unidos
En los Estados Unidos también podemos ver un fenómeno interesante. Tan solo hace un año, difícilmente alguien conociera el nombre de Bernie Sanders, mientras que no existía nadie que no conociera a Hillary Clinton. Entonces ella gozó una ventaja de 52 puntos sobre Sanders. Nadie pensó que él podía derrotar a Clinton. Pero eso cambió rápidamente. Atrajo a grandes multitudes. En Texas 10.000 personas fueron a Austin a escucharlo, y alrededor de 8.000 en Dallas.
La campaña de Sanders caló en muchas personas. Su difusión fue a través de internet y gracias a un ejército de voluntarios que recaudaron grandes cantidades de dinero para poder llevar adelante la campaña. Hay un deseo de cambio en la sociedad norteamericana. Clinton representa el statu quo, mientras que Sanders ofrece un cambio. Clinton es una criatura de Wall Street, mientras que Sanders atacó a Wall Street y los grandes negocios.
Cada vez que él ataca a Wall Street, a los grandes negocios y pide por un salario mínimo de 15 dólares, su apoyo crece. Los representantes de la clase gobernante notaron esto. El Financial Times comenta: “Los temas de conversación giran en torno a estudiantes enfrascados en deudas impagables y padres teniendo que tener dos o tres trabajos mal pagos para llegar a fin de mes.” Cuando Sanders habla de una “revolución política” dice algo que llega a todos, especialmente a jóvenes y trabajadores mal pagos.
Muchas personas odian Wall Street y las observaciones de Sanders acerca de la desigualdad alcanzan a millones. La gente no quiere el statu quo. De una manera perversa y reaccionaria, esto se ve reflejado en Donald Trump. Esto explica la aparente paradoja de que muchos de los simpatizantes de Trump, también se encuentran atentos al mensaje de Sanders. En el mitín de celebración de Trump en New Hampshire, mientras que hubo gritos y abucheos cuando apareció Clinton en la pantalla, hubo un silencio respetuoso cuando apareció Sanders.
¿Qué pasará en la convención demócrata en julio? Es imposible saberlo. El establishment demócrata intentará detener a Sanders por todos los medios. Existen muchas maneras de hacerlo. Los medios ejercen una fuerte influencia. Pero el significado real de este reto no puede ser expresado en la aritmética de los delegados. Esto va más allá de la nominación presidencial. Y cualquiera sea el resultado de esta disputa, la política en Estados Unidos nunca será la misma.
De acuerdo a una encuesta de opinión, que data de verano del 2015, es decir, antes de que la campaña de Sanders realmente despegara, 69% de los americanos jóvenes decían que votarían por un presidente socialista, mientras que el 34% de personas mayores (de más de 65 años de edad) dijeron lo mismo. Es cierto que lo que Sanders llama socialismo no es lo que los marxistas quieren decir. Pero cuando convoca a reuniones públicas para una revolución política en contra de la clase millonaria y consigue aplausos entusiastas, uno debe concluir que algo profundo está sucediendo en las profundidades de la sociedad capitalista más poderosa del planeta.
Proceso Molecular
Fue Trotsky, el gran revolucionario dialéctico, quien acuñó la frase “el proceso molecular de la revolución socialista”. Mucho antes de que salga a la superficie como un fenómeno explosivo, la revolución madura lenta y silenciosamente bajo la superficie. Es muy similar al proceso que se da en un océano de roca fundida debajo de la corteza terrestre. Altísimas temperaturas y presiones crecen y buscan por donde salir. Estas fuerzas subterráneas pueden ser contenidas por las capas de roca sólida que quedaron de pasadas explosiones que fueron olvidadas. Pero tarde o temprano las fuerzas encontrarán un punto débil en la corteza y explotarán en los más violentos de los cataclismos conocidos por la humanidad. En la sociedad estos eventos son conocidos como revoluciones.
Sin embargo, de la misma manera que hombres y mujeres no pueden ver el desarrollo de estas fuerzas explosivas que se acumulan bajo sus pies, tienen solo una pequeña noción del enojo que se viene acumulando en las entrañas de la sociedad. Los habitantes de Nápoles y San Francisco siguen con sus rutinas como siempre, inconscientes de los peligros de vivir al borde de la catástrofe que les fue advertida varias veces pero que parece remota.
Los paralelismos internacionales son obvios, como señaló el locutor de izquierda Paul Mason: “¿Qué significa?” pregunta. “Sencillamente que el sentimiento progresivo y radical que barrió en Grecia, España, Escocia y en el movimiento Laborista británico ha llegado a América” (el subrayado es mío).
Es cierto que estos procesos no ocurren en todos lados al mismo tiempo, con la misma prisa o la misma intensidad. Diferentes condiciones en diferentes países darán forma a la conciencia de las masas, que se manifestarán de distintas maneras. Pero es la tarea de la ciencia eliminar lo accidental y secundario para mirar más allá de las diferencias superficiales y descubrir las leyes generales de lo que yace bajo la superficie. En todos lados la gente empieza a alcanzar las mismas conclusiones. Desde Teherán hasta Vermont, desde Atenas a Madrid, desde Dublin a Lisboa, desde Glasgow hasta Londres, la ira acumulada de las masas está buscando una expresión política. Cómo, cuándo y dónde lo encontrarán difiere en cada caso. Pero una cosa es absolutamente cierta: en algún momento alcanzará la superficie y arrasará con todo a su paso.
A pesar de sus muchas diferencias, tenemos derecho a comparar las diferentes situaciones de los países a lo largo del mundo y alcanzar la conclusión: las placas tectónicas se están moviendo, no solo bajo la superficie de la tierra sino de la sociedad misma. Tarde o temprano, vendrán las explosiones.
Londres, 14 de abril de 2016
Traducción: Manuel Seguez Ocantos