Por Melisa Slatman, Grupo de Investigación de la Historia de la Izquierda Argentina de CEICS-RyR
El Movimineto de Liberación Nacional MLN o MALENA- se desarrolló en la Argentina entre 1960 y 1968. Este estudio, cuyos avances se presentaron en RyR 10, surge de la necesidad de entender cuál es el rol de la pequeña burguesía en la construcción del partido revolucionario. Partimos de la hipótesis de que en los setenta faltó el partido. Lo que implica entender por qué la pequeña burguesía de los ’60 -de donde el proletariado debió nutrirse de sus principales cuadros- escapó a la tarea. El MALENA es un ejemplo del subdesarrollo de la función intelectual y de la sobrevaloración de la agitación inmediata.
El MALENA tuvo tres momentos, que se corresponden con dos generaciones. Nace como “izquierda dentro del oficialismo”: como oposición crítica del frondizismo (debido a la crisis de la UCRI post firma de los tratados petroleros). Con la Revolución Cubana pasa, digámoslo así para simplificar, de la actividad meramente cultural, centrada alrededor de la revista literario-política Contorno, a lo que podríamos llamar la militancia full time en una agrupación que rechazaba toda estructuración de tipo partidaria a la que identificaba con «la izquierda tradicional». En la negación de la izquierda tradicional negaba la necesidad de una organización y programa definidos constituyéndose en un nucleamiento de agitadores. Esta caracterización sirve para la primera generación MALENA, la dirección del movimiento.
La segunda generación se compone de jóvenes que en su mayoría realizan el primer acercamiento a la política, que son atraídos por esas posiciones poco comprometidas y faltas de organicidad. Éstos con posterioridad van a formar parte de la radicalizada juventud de los setenta, participando en distintas formaciones políticas como el PRT, el OCPO o el GOR. La diferencia entre la primera y la segunda generación es que la segunda hace el aprendizaje de la primera y lo niega. La primera permanece afincada en sus posiciones “neoizquierdistas”, «humanistas», en el “autonomismo horizontal”, en posiciones populistas. La segunda hace estallar el movimiento en mil pedazos habiendo planteado la necesidad de constituirse en partido, y por tanto, la necesidad del programa y la organización. Pero no lo desarrolla.
Beatriz Balvé -ayer militante del MLN, hoy socióloga de CICSO- explica: «te digo que es la misma fracción social [la pequeño burguesía] que se reproduce y que adopta formas distintas (…) va pasando el tiempo y vos vas a ver que las tendencias continúan, en el sentido que siempre es el mismo, es al misma fracción social que busca volver a la fuente porque es el mismo proceso social (…) Da enseñanza para la lectura de hoy».
La experiencia de la pequeño burguesía ante el proceso revolucionario acaudillado por los trabajadores se repite hoy. Beatriz compara al primer MLN con el FrePaSo. Reemplazado por el Ari o Recrear. Sin embargo buena parte de la clase media ya aprendió y se aleja de la izquierda del régimen para organizarse en torno al movimiento piquetero. Pero subsisten el horizontalismo, la “oposición a la organización” que defenestra a los partidos revolucionarios, a la “izquierda tradicional». Posiciones que se llenan la boca con lenguaje pseudo izquierdista pero que cuando la realidad pare al germen del partido revolucionario miran hacia otro lado como quien no quiere la cosa; obrerismo, macartismo asambleario. O sea del Chacho y Carrió a Zamora-2001. Estas tendencias siempre resurgen. Otra vez como ayer: autonomismo, horizontalismo, foquismo, rechazo de la organización política. Hasta el humanismo individualista sartreano vuelve de la mano del «situacionismo» reaccionario de los Holloway y Cía.
La sociedad argentina avanza hacia la polarización y la crisis. Socialismo o barbarie. Corresponde aprender del pasado, lejano o cercano, porque lo que hoy se muestra como novedad ya tuvo su oportunidad en los ’60. Y ya sabemos como terminó.