Nuestra formación universitaria presenta una doble degradación. Por un lado, en la nula formación que nos prepare para producir conocimiento científico, en analizar la realidad como una totalidad. Nos enseñan ideología burguesa y no ciencia. De la mano de esto va la incapacidad de generar un conocimiento crítico. Puntualmente, en las carreras de Historia, nos limitamos a leer y repetir posiciones historiográficas, ocultando o matizando las consecuencias políticas tras las mismas.
De esta tendencia general no escapan las jornadas de investigación más importantes de esa carrera: Interescuelas. Por el contrario, la promueve y refuerza. Debemos tener en cuenta que estas jornadas son un espacio de discusión del devenir de la historia de la humanidad. Por lo tanto, un espacio de discusión política acerca de la actualidad en la que vivimos. Hace no muchos años, la combatividad de los estudiantes de Historia convirtió a Interescuelas en un gigantesco espacio de deliberación, con asambleas que ocupaban gran parte del evento y discusiones en las mesas donde los historiadores consagrados eran cuestionados. En la actualidad, nos encontramos con que es todo lo contrario. Pasó de ser una instancia de debate político, a ser un evento donde la idea principal es juntar “papelitos”. Es decir, antecedentes académicos. No es casualidad que academicismo burgués prime por sobre el debate político y la formación de intelectual crítica y revolucionaria, en la medida en la cual vemos cómo la degradación avanza sobre nuestra disciplina. Otra vez, insistimos, no es una anomalía, sino la tendencia general.
¿Por qué sucede esto? Muy sencillo. Porque los órganos que financian las investigaciones (CONICET), como la universidad están manejados por las mismas camarillas de intelectuales/profesores que representan a (y trabajan para) la burguesía. El grueso de la población estudiantil, en su mayoría obrera, queda completamente fuera de las discusiones. CONICET tiene un sistema clientelar de cooptación y evaluación que transforma a cualquier estudiante combativo en un adocenado posmoderno.
En las universidades, los votos del puñado de profesores (titulares y adjuntos) vale lo mismo que los auxiliares, los graduados (que trabajan como docentes en secundarios) y estudiantes, que componen el elemento obrero.
En lo que nos atañe, la formación y los planes de estudio, la promoción dentro del circuito académico, la posibilidad de hacer carrera, es estimulada no por la producción de conocimiento científico sino por la “rosca”, las redes de clientelismo adicto y todo tipo de genuflexiones.
Veamos el siguiente ejemplo. En nuestro anterior número explicamos cómo uno de nuestros compañeros fue censurado en Interescuelas por intelectuales ligados a los estratos superiores de CONICET, tras la presentación de una investigación crítica. Esa investigación fue censurada por motivos políticos: dejaba en evidencia el nivel de la represión de los gobiernos de la Alianza y de Néstor Kirchner. El crecimiento profesional de los compañeros fue obturado en este medio.
Por lo tanto, si como estudiantes de Historia, como intelectuales, queremos discutir y llevar a cabo una transformación de nuestros planes de estudio para que nuestra disciplina se transforme en un elemento crítico y revolucionario al servicio de la transformación social, debemos, necesariamente, cambiar también el régimen de gobierno de la universidad. De otro modo sucederá lo que ya pasó en UNNE en 2012, UnaM en 2013, UBA en 2014, UADER en 2015. Se trata de reformas, en las cuales la mayor parte de los proyectos fueron digitados desde las autoridades, sin ninguna participación real de estudiantes y docentes. El resultado fue la mayor degradación de la formación.
Por estos motivos, llamamos al conjunto de los estudiantes de la carrera a participar de la Federación de Nacional de Estudiantes de Historia. Esta debe ser un elemento activo y un espacio de discusión real de los planes de estudio vigentes y la democratización del gobierno universitario con la abolición de los claustros. Se debe plasmarse a través de una serie de encuentros nacionales anuales, en lugares a los que puedan trasladarse todos. Las asambleas deben ser libres y no se puede restringir el voto de quienes vienen efectuando una lucha con la excusa de “mandatos provinciales”, donde cada provincia tiene la misma cantidad de votos, haya enviado compañeros en lucha o no. La federación debe trascender los límites que le impregna el academicismo imperante, contraponiéndoles la deliberación seria y real, para la formación de un programa político concreto y un plan de lucha nacional, que tome las demandas en común del conjunto de los estudiantes.