¿Vio la película Criadas y señoras? Trazando un cuadro de la explotación y el racismo en el sur norteamericano, en los ’60, el film intenta conmover al público. Aquí, analizamos sus aciertos y sus límites.
En el mes de agosto de 2011, se estrenó Criadas y Señoras. Este año, el film llegó a tener cuatro nominaciones al Oscar: mejor película, mejor actriz (Viola Davis) y dos por mejor actriz de reparto (Jessica Chastain y Octavia Spencer). En la ceremonia, fue premiada Octavia Spenser. La película está basada en el best-seller de Kathryn Stockett, quien escribió sobre las experiencias de empleadas domesticas negras que fueran sus niñeras, en Jackson, Mississippi, durante los años ‘60. El director desarrolla una trama desde la mirada de las “oprimidas”, pues diversas escenas esbozan el padecimiento y las humillaciones que han sufrido dichas mujeres al ser sometidas a condiciones de trabajo extremas.
Durante dos horas y media, el director presenta una sociedad claramente dividida en mujeres blancas acomodadas y mujeres negras desposeídas, donde el factor racial y de género acentúa la explotación de estas últimas. El mérito del director se basa en mostrar los diversos aspectos para que dicha explotación impere. Aunque sus intenciones apuntan hacia la denuncia de la discriminación, su relato tiende a una mirada simplista que reduce la explotación a una cuestión moral y resulta conformista en términos políticos.
No es solo una cuestión de piel
El film tiene como personaje principal a Skeeter (Emma Stone), una joven acaudalada que luego de graduarse en la universidad, regresa a su ciudad natal, Mississippi, para trabajar como periodista. Skeeter pone en tela de juicio la moralidad paternalista que obliga a las mujeres blancas de la época a contraer matrimonio a cierta edad. La protagonista, por el contrario, a sus veintitrés años no está casada y no parece obsesionada con la maternidad. Por el contrario, privilegia su desarrollo profesional a todos esos mandatos. Por si fuera poco, advierte los maltratos hacia las domésticas y aspira a publicar un libro con los testimonios laborales de las mismas. Este emprendimiento literario es síntoma de un quiebre de conciencia de un sector de la burguesía, que, no obstante, se acerca a la clase obrera con una mirada paternalista y naif.
Durante la película se acentúan múltiples contradicciones, como el hecho mismo de la maternidad y la discriminación racial. Es decir, las “señoras” blancas acomodadas segregan a las “criadas” hasta el hecho de no dejarlas compartir el mismo baño, pero sí les otorgan el cuidado de sus hijos, desentendiéndose de un modo absoluto de su crianza. A esto se le agrega que las mucamas están condenadas a cuidar hijos ajenos sin poder criar a los propios. Por otro lado, se aborda la hipocresía social, la cual queda al desnudo en una escena donde un conjunto de mujeres burguesas organizan una especie de evento para recaudar dinero destinado a los niños del África, pero, su vez , tratan a sus mucamas de una forma denigrante.
El panorama social es cuestionado y de alguna forma resistido por Aibileen (Viola Davis), una criada negra que rechaza la naturalización del racismo que se manifiesta, incluso, entre sus pares. Después de escuchar en la iglesia el sermón de un sacerdote negro -quien llama a sus fieles a “amar a nuestros enemigos”-, Aibileen decide colaborar con el libro de Skeeter con el propósito de contar su historia de sufrimiento y degradación. A ella se suma Minnie Jackson (Octavia Spencer) que, luego de ser echada por usar el mismo retrete que su patrona, decide contar cómo se venga de ésta, preparándole un pastel con su propio excremento. Dar sus testimonios requería cierta dosis de coraje, puesto que podían ir presas por ello.
A lo largo del film, se desenvuelven situaciones que pueden llevar al espectador a la extrema indignación, como cuando las empleadas son acusadas de falsos robos o cuando una patrona le responde a su mucama, ante el pedido de un adelanto de dinero para llevar a sus hijos a la universidad, “como soy una buena cristiana te daré un consejo: consigue el dinero por ti misma”.
Pese a estas realidades bien logradas, el argumento central es una copia de un sin fin de películas que afrontan la temática de la discriminación y que no escapan, en alguna medida, de la acción anecdótica, emotiva e individual, como única alternativa para oponerse a los abusos. El punto débil de la película es consecuencia del abordaje del racismo como una cuestión de minorías, sin ahondar en la perspectiva de clase. Esto se pone en manifiesto cuando Minnie cambia su actitud contestataria ante el comportamiento amistoso que le brinda su nueva patrona, quien le ofrece compartir la mesa y consejos. Podemos deducir que, ante el buen trato, no hay razón para objetar la relación de explotación. Mediante escenas emotivas y melosas entre la empleadora y la empleada no se cuestiona, durante la narración, la dominación de clase.
Recetas para ganar el Oscar
Con un tinte sentimental y sin caer en golpes bajos, el humor invade las historias trazadas en escenarios y diálogos bien caracterizados, lo cual hace que sea una película apacible de ver. Si bien el film no es un mar de lágrimas como “Color púrpura” de Spielberg, lejos está de “Malcolm X” de Spike Lee, que no solo es más fiel con el contexto sino que, además, incita a la acción combativa para afrontar las desigualdades. En efecto, salta a la vista qué películas premia la academia cinematográfica, ya que “Criadas y señoras” es una respuesta más bien romántica al conflicto que propone.
En la obra, se celebra, ante el despotismo del sistema, una suerte de “treta del débil”, como podría considerarse a la entrega del ya mencionado pastel. Si bien el panorama social es padecido con sufrimiento por los personajes oprimidos, se escapa un cierto mensaje complaciente. Esto lo corrobora el director cuando afirma que “por desgracia los seres humanos son criaturas imperfectas, así que siento decir que creo que los temas raciales van a estar siempre con nosotros”1. Aquí podemos ver la concepción esencialista y abstracta del ser humano, dejando de lado el contexto socio-histórico donde reinaron los conflictos de la clase trabajadora negra entre 1955 y 1965, que confrontaban con el orden social vigente, peleando por sus derechos civiles. En el film no hubo ninguna referencia a las movilizaciones sociales y sus consignas.
A pesar de que la dominación política se hace explicita en una escena donde Skeeter lee en un parque “Las leyes que rigen la conducta de los no blancos y otras minorías” (que establecían la discriminación de los negros en las escuelas públicas, lugares públicos, transporte público, baños y restaurantes), no es un tema que se desarrolle contundentemente en el relato. En definitiva, los negros no sólo sufrían la desigualdad económica al ser en su mayoría obreros, sino también la civil, que aseguraba y reforzaba la primera. Consecuentemente, en el período había demasiadas reivindicaciones por encauzar, que efectivamente se llevaron adelante. Pero en la narración, la transgresión y la confrontación al orden existente se manifiesta, en su mayor medida, en el ámbito de explotación doméstica y en estas pequeñas microresistencias.
Criadas y señoras puede parecer una película simpática, pues pretende dar un mensaje esperanzador, ya que finalmente Skeeter logra que la publicación de su libro sobre las vivencias de las empleadas, como forma de denuncia, tuviese un gran éxito. No obstante, la película no busca explicar las causas profundas de la discriminación racial y, además, diluye la cuestión de clase al concentrarse en el ámbito privado y ubicar el problema en las personalidades individuales. En definitiva, la omisión de la participación colectiva frente a un Estado represor que garantizó, y garantiza, las condiciones de discriminación y de explotación, no es un simple elección del director, sino que es fruto de una mirada simplista que hace injusticia con quienes combatieron la inequidad del sistema colectivamente para revertir dicha situación. Y que, incluso, entregaron su vida.
Notas:
1 Véase www.youtube.com/watch?v=C9Zzg0SCLqY.