Los festejos del Bicentenario abren otra grieta: la de los historiadores.
Los hechos, hechos son. Pero puede cambiar la perspectiva del análisis, la impronta, dependiendo de quién los estudia y su propia ideología. El festejo de la Declaración de la Independencia, de la que la Argentina celebrará este año el Bicentenario, es motivo de polémica entre historiadores de distintas vertientes.
Por Victoria Pellegrinelli
Como parte del proceso de revisionismo histórico al que era afecto el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se creó el Instituto Dorrego y a través de programas en los canales Encuentro y Paka Paka se dio relevancia a próceres, caudillos y pensadores del campo popular y, entre otras cosas, desde algunos sectores de esa corriente se intentó poner como Día de la Independencia el Bicentenario de los Pueblos Libres, que fue en 1815. Los dichos de la ex presidenta, refiriendo que Gervasio Artigas, el prócer de la independencia uruguaya, quería ser argentino y no lo dejaron, repercutieron en ambas orillas y suscitaron fuertes críticas de políticos e historiadores en ambas márgenes del Río de la Plata.
De cara a la celebración del Bicentenario, que el actual gobierno plantea como austero, el debate sobre el revisionismo vuelve a surgir. Por eso, PERFIL entrevistó a historiadores de distintos espacios y pensamientos para profundizar en el tema.
El sesgo y lo binario. Así como para analizar la política actual y reciente el gobierno de ambos presidentes Kirchner siguió una óptica binaria que aplicó a diversos temas con eslóganes como “Patria o buitres”, al mejor estilo del “Braden o Perón” de la década del 40, el mismo concepto se aplicó a la historia. Y allí entra el revisionismo. “Es importante distinguir dos niveles. Uno, el sentido común histórico, que ha sido moldeado por todas las variantes del revisionismo. El triunfo, en ese sentido, ha sido enorme, y no a través de la escuela. En los 12 años enganchó el gobierno con ese sentido común y le dio cierta forma, con una variante, por ejemplo como que en la Vuelta de Obligado ganamos los argentinos y perdieron los ingleses, y hasta se intentó poner una fecha de 1815 con Artigas como la independencia”, ejemplifica Luis Alberto Romero, profesor de Historia en la Universidad de Buenos Aires, que dicta cursos de posgrado en la Universidad Torcuato Di Tella e integra el Consejo de Administración de la Fundación Universidad de San Andrés.
“Por otro lado estamos los historiadores que tenemos una idea más comprensiva de la historia que nos parece que discutir si Rosas era bueno o malo no tiene sentido. Y plantearse otra cosa más allá de si tenemos o no Patria. Los historiadores se plantean cosas muy diversas, y el momento de la emancipación y la historia han cambiado el tipo de problemas que les interesan”, agrega Romero. Una distinción se hace necesaria: “La visión revisionista nacionalista y toda esa concepción está en la base de nuestra cultura. Todo lo que tenga un costado liberal está más bien en la periferia. La visión sesgada va a ser un problema duro. Por ejemplo, que de 1880 a 1820 fue la peor época de la historia argentina. La llegada de los ferrocarriles, producir para exportar. Pero no se dice que es el momento en que la Argentina creció. Los historiadores profesionales no se ocupan del revisionismo y sus políticas. Quizás podrían dedicar su tiempo a polemizar contra el revisionismo, que es una tarea ardua y poco grata”, reconoce Romero.
María Sáenz Quesada, licenciada en Historia y secretaria de la Academia Nacional de la Historia y subdirectora de Todo es Historia, la revista creada por Félix Luna, opina: “Todo cambio político importante, como es el triunfo de Cambiemos en las últimas elecciones, implica un cambio cultural y de actitudes en el electorado y de búsqueda de soluciones a los problemas. Y esto se refleja en la búsqueda de ver el pasado. En el kirchnerismo, la historia se miró como una confrontación de buenos y malos. Una simplificación de la historia que revive el viejo revisionismo de los años 40, que tuvo que ver con los orígenes del peronismo, aquellos viejos nacionalistas que escribían, como José María Rosa o Vicente Sierra. Hubo mucha investigación en aquella época, que fue un debate positivo en esa época. En los últimos años se le dio nuevas interpretaciones mucho más de la izquierda nacional: bastante menos de investigación y mucho más de divulgación simplificada de muchos de aquellos viejos documentos”.
Sáenz Quesada trae a colación la creación del Instituto Dorrego. “Se lo dotó de muchos fondos y no sé cuál es el balance ni los frutos. El año pasado se hizo un intento de modificación de bases muy fuertes de la historia, como que la primera Declaración de la Independencia habría sido la que hace Artigas con la Declaración de los Pueblos Libres y se la conmemoró como un hecho histórico. Desde la Academia salimos a decir que eso no fue así, que no había ningún registro de esa Declaración y que la real es la que se hizo ante los pueblos del mundo, que fue la de Tucumán. Esto respondió a la necesidad de realzar la figura de los caudillos, que no necesitaban que se realce porque tenían lo propio, y la necesidad de resignificar a lo que había ocurrido en Tucumán, pese a que San Martín y Belgrano estaban allí. Como este ejemplo, llegó un momento en que se podía decir cualquier cosa, a mi juicio, y sobre todo sacar de contexto a los grandes temas”, reflexiona Saénz Quesada. La Academia está preparando las Jornadas en Conmemoración del Bicentenario de la Independencia Argentina, que abordará las circunstancias nacionales e internacionales que desembocaron en uno de los hechos fundacionales en la historia de la Argentina: la Declaración de la Independencia por el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816.
Contrario a lo que opinan Romero y Sáenz Quesada, y también a la corriente revisionista cuyas caras más visibles son Felipe Pigna y Pacho O’Donnell, para el historiador de orientación marxista Fabián Harari, “lo que sucedió con el revisionismo bajo el kirchnerismo es que el gobierno quería un mito, arma un relato que es falso. No cambió la forma de ver la historia, no quiso hacerlo”. Para Harari, “el Dorrego no tuvo existencia real, era un sello de goma, no era académico. En las distintas organizaciones, hay historiadores K, otros muy anti K. Pueden votar diferente, todos coinciden en la concepción de la historia. Las diferencias políticas inmedatas no expresan visiones de la historia diferentes. ¿Cuán diferentes son esas opciones políticas inmediatas? Es la historia que defiende el statu quo, el sistema social vigente, por eso tienen la misma concepción histórica. Yo no comparto los presupuestos de la historia dominante. El revisionismo del kirchnerismo es un mito que no tiene base. Lo hizo con una misma persona que sale de los mismos claustros ligados por el posmodernismo”, opina Harari.
Investigación y contexto
El revisionismo es una corriente. Pero no la única. Ese es quizás el mayor cuestionamiento a la polarización que se desparramó no sólo en la historia, sino en la sociedad. “Creo que es una forma binaria de mirar el pasado que es atractiva, es muy adolescente: aquellos son los traidores, éstos son los buenos, yo estoy del lado de los buenos. Son formas que trasladadas a la escuela y al sector docente han tenido muchísimo efecto, por ejemplo. Y creo que hay que ayudar, también teniendo en cuenta la historia reciente, a que la mirada se amplíe. Así como en política hay que tratar de volver al diálogo y al consenso, también en la historia, porque obviamente hay miradas diferentes, hay visiones con sentimientos muy genuinos de patriotismo local o de afinidades, pero hay que tratar de poner alguna distancia y, sobre todo, manejarnos con mucha seriedad, porque la verdad última histórica es muy difícil de encontrar”, asevera Sáenz Quesada.
“Los historiadores profesionales, que nos hemos formado en universidad y organismos de investigación, que estamos sometidos a una disciplina, nuestra función no es hacer un contrarrelato ni tener como referente de discusión el revisionismo histórico, que desde el principio del siglo XX ha tenido impacto en la opinión pública y que en los últimos años, al estar sustentado por el gobierno que hizo uso político de la retórica, ha tenido eficacia. La nuestra es una tarea profesional que implica ir al pasado con nuevas preguntas”, afirma Marcela Ternavasio, profesora y licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Rosario, donde es profesora al mismo tiempo en el Posgrado en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella, además de ser investigadora del Conicet.
Para Ternavasio, no es cuestión de ignorar el revisionismo, que es fuente de estudio en distintas cátedras. Sí lo es que sea la única fuente. “Es tan sesgado binariamente que se pierde la capacidad de poner en discusión. Un cumpleaños como el Bicentenario debería llevarnos a volver a interrogarnos desde el presente pero no binariamente, sino sobre que siempre hubo abiertas distintas opciones que se disputaron distintas alternativas de poder. Nosotros estamos destinados no a juzgarlas, sino a darles visibilidad a esas funciones. El revisionismo divide el panteón de buenos y malos, de héroes y villanos, y al final la gente no entiende nada. Y esto ha tenido mucha capacidad de entrada en la opinión pública de una manera maniquea”, explica.