Grupo de Análisis Internacional – CEICS
En este proceso, los estados nacionales no pierden importancia, ya que su existencia se hace necesaria para que la burguesía sobreviva a la crisis. No obstante, se exacerban los enfrentamientos políticos y la potencialidad de balcanización de esos espacios. Por eso, los revolucionarios no podemos aliarnos con ninguna fracción burguesa. El horizonte de la intervención no debe ser la defensa nacional, sino el socialismo.
En el último tiempo, el avance de la crisis capitalista trajo varias novedades en el plano internacional. Por un lado, un cambio en la hegemonía mundial. Ya no hay un enfrentamiento único, como lo fue el de la Guerra Fría, sino más bien tres alianzas imperialistas bien definidas: aquella que dirige Estados Unidos, las que dirigen China y Alemania. En medio de este enfrentamiento están las burguesías locales, las cuales tienen un cierto margen de maniobra, aunque sufren el avance de diversas crisis políticas. En consecuencia, vamos a encontrar una exacerbación de los enfrentamientos políticos nacionales, empujando hacia la descomposición a los estados más débiles (África, Medio Oriente).
La izquierda, en lugar de coordinar una intervención que reagrupe a la vanguardia en acciones comunes, se dedicó a atizar los fuegos del reformismo. A continuación vamos a analizar alguno de los posicionamientos de los partidos más importantes de la izquierda argentina (Partido Obrero, PTS, Izquierda Socialista y el Frente Único de Izquierda Revolucionaria con Hombre Nuevo) para comprender por qué no logran poner en pie una intervención real.
Sin norte
El cambio de administración en el gobierno norteamericano obligó a la izquierda a pronunciarse al respecto. El primer problema aparece al intentar caracterizar el momento de la llegada de Trump a la Casa Blanca. Tanto el PO, como el PTS e IS entienden que la victoria de Trump es expresión de una crisis política al interior de la burguesía norteamericana.
Para el PO, se trata de una crisis de régimen político, es decir, un derrumbe general de las instituciones y partidos[1]. El PO confunde aquello que aparece en potencialidad (la crisis de régimen) con su desenlace (el derrumbe de las instituciones).
Para el PTS se trata de una crisis orgánica, una “fuerte polarización social y política y una fractura profunda del aparato estatal y la clase dominante”[2]. El problema que esa afirmación no basta para confirmar que estamos en presencia de una crisis orgánica. Como el lector imaginará, el PTS tampoco ofrece ningún análisis mayor para sustentar tal afirmación.
Para IS se trata de una crisis política generalizada, aunque no lograron explicar sus motivos[3].
El segundo problema aparece cuando se analiza el programa político de Trump. Ante un desconocimiento total del problema, el PO decidió adoptar diversas caracterizaciones. Primero, afirmaron que se trataba de la victoria de una camarilla y un caudillo con un programa proteccionista y nacionalista[4]. Luego, de un personal bonapartista, simplemente por el intento de establecer un poder personal[5].
Para el PTS se trataba de un bonapartismo autoritario con elementos fascistas[6]. IS recurrió a calificativos: “derechista, misógino, racista”, nuevamente, sin mayores explicaciones. Lo mismo podemos señalar de los compañeros de IR.
El problema es que ninguna de las caracterizaciones mencionada es correcta. La idea de un “Trump facista” expresa un total desconocimiento por las fuerzas que el presidente norteamericano encarna. No hay en Estados Unidos una amenaza revolucionaria que amerite para la burguesía jugarse todo en una salida tan radical. Trump representa, más bien, una alianza de los capitales más chicos de la burguesía, afectados por la crisis económica, de ahí su proteccionismo.
De todas maneras, esto no significa que el programa de Trump sea el del conjunto de la burguesía norteamericana. Por el contrario, vamos a encontrar diversos episodios de las luchas internas al interior del gobierno, que buscan disputar esa orientación política. Los virajes que parecen incoherentes o erráticos expresan, en realidad, la imposibilidad de imponer este programa. Trump tiene un programa bonapartista, pero la capacidad de implementarlo es el resultado de estas luchas internas.
El lector se preguntará por qué no mencionamos las posiciones de HN-IR. Sencillamente, porque no existen. Cómo un partido pretende organizar a la vanguardia sin saber qué pasa con una de las principales burguesías del mundo, no lo sabemos.
¿Cuántos imperialismos?
El PO tiene dos concepciones de imperialismo. Por un lado, entiende el problema como una nueva fase del capitalismo, basada en una competencia exacerbada, donde el ciclo económico se entrelaza con el ciclo político y militar[7]. Por otro, una tercera fase del capitalismo, que se habría inaugurado en los 90´, cuya principal característica es la expansión del “capital financiero” y la necesidad de la burguesía de reestablecer el control sobre el trabajo (como si lo hubiese perdido)[8]. Para el PTS el imperialismo es un tipo de opresión ejercida por potencias imperialistas hacia países “semicoloniales”. Para IS se trata de un sistema dominado por patronales, los multimillonarios y los monopolios[9]. HN-IR, al igual que IS, no tiene ninguna definición y hace un uso vacío de los términos.
En las dos explicaciones del PO, aparece mezclado un problema político -la capacidad de los capitales más concentrados para generar una estructura lo suficientemente grande para defender sus intereses- con el ciclo económico. En diversas oportunidades hemos señalado que, el capitalismo actual sigue funcionando a partir de la competencia, y eso no implica una fase distinta de acumulación donde el precio de las mercancías es determinado por cuestiones políticas[10]. Para el PTS se trata de una coacción extraeconómica, por fuera de las relaciones sociales capitalistas.
¿Cuál es la importancia de la precisión en los términos? Que al momento de realizar un análisis concreto, estas confusiones nos pueden llevar hacia estrategias equivocadas. Veamos punto por punto.
El primer punto es la caracterización del imperialismo norteamericano. El PO afirma que no hay potencia que le haga frente a la hegemonía imperialista de norteamericana y, al mismo tiempo, advierte que hay una declinación en esa hegemonía. En este punto, el PO ignora el crecimiento del capital alemán y chino, y por otro lado, no logra explicar en qué consiste esa declinación. El PO cree que Estados Unidos va hacia un militarismo más intervencionista, al estilo Bush, para contrarrestar la caída actual. Este balance también es compartido por el PTS, HN-IR e IS.
Sin embargo, Trump está llevando adelante un repliegue defensivo. El presidente norteamericano apostó a una solución negociada con Rusia respecto a los conflictos de Siria y Ucrania, mientras intenta disciplinar a Corea del Norte por medio de China. También apostó a reforzar viejas alianzas en Medio Oriente (Israel, Arabia Saudita, Egipto) para ordenar el territorio. Incluso, planea fuertes reformas en la OTAN y amenazó a los países europeos con desvincularse del organismo si no envían el dinero suficiente.
Otro problema es la caracterización de la Unión Europea. Todos los partidos le asignan un carácter imperialista a la UE. Para el PO la alianza es imperialista porque sus monopolios se expanden hacia Europa del Este. No obstante, no ofrece una prueba de la existencia de esos “monopolios” o de la política imperialista de todos esos capitales.
El PO sostiene además, que la UE tiene un carácter transitorio, ya que fracasó en la creación de un capital nacional fuerte (entonces, no se entiende por qué la UE es, de conjunto imperialista). Aun así, afirman que posee un carácter imperialista, ya que los estados nacionales están subordinados a monopolios[11]. Estos monopolios son los que llevan a la reacción política y a un alejamiento de la democracia. Es decir que, para el PO, habría que luchar por las libertades democráticas de los estados nacionales.
Para IS, el imperialismo de la UE consiste en un acuerdo al servicio de las grandes multinacionales y los estados. Nuevamente, una caracterización nula.
A diferencia del PO, el PTS caracteriza que la UE tiene una tendencia a reforzar el poder ejecutivo y las instituciones burguesas no electas (como el Banco Central Europeo), impulsando la liquidación de la soberanía nacional. Por este motivo propone una lucha con consignas democráticas–transicionales: “acelerar la experiencia de las masas con sus ilusiones democráticas y facilitarán el camino al poder obrero”[12].
Para el PTS, la respuesta al imperialismo es la lucha por la democracia, por eso difunde análisis como los de Tariq Ali, un reformista que caracteriza que a nivel político, existe un “extremo centro”, compuesto por socialdemócratas y conservadores, que responde a los intereses imperialistas[13].
El PTS cree que la UE se compone de diversos estados imperialistas, pero coincide con el PO en que estos intereses son irreconciliables entre sí. Por este motivo plantea que está siempre latente una debacle generalizada de la alianza o que Alemania logre una hegemonía total del territorio y los convierta a todos en semicolonias. Lo segundo es ciertamente plausible, pero lo tercero es una fantasía. Como el PTS no sabe lo que dice, pero no quiere dejar ningún argumento afuera, desarrolló tres hipótesis más sobre el futuro de la alianza, algo así como un “elige tu propia aventura” sobre política internacional[14]. Fuera de lo tragicómico del caso, los compañeros deberían tomarse en serio la responsabilidad que tienen en sus manos. En la misma línea va HN-IR, quienes han llamado a defender abiertamente el interés nacional frente al imperialismo.[15]
El otro problema es la caracterización del imperialismo chino. El PO caracteriza China, a una de las mayores potencias capitalistas del planeta, como una economía híbrida, con un sector “no capitalista”[16]. El gigante asiático sería simplemente un reservorio de mano de obra barata para los capitales internacionales y nada más. El PO logró identificar parcialmente la estrategia china en el plano internacional (la ruta de la seda y acuerdos comerciales) pero aún no advirtió que ese país ya completó la revolución burguesa en su totalidad. En este punto, los compañeros desconocen las características más esenciales de una de las principales potencias mundiales.
El PTS cree que China una economía dependiente del capitalismo norteamericano, una potencia regional, pero que a la vez busca “desescalar” los conflictos. Otra vez, la incapacidad de ver el gigantesco desarrollo del capitalismo y de la burguesía china.
Para IS, se trata de un régimen capitalista con un gobierno dictatorial y una economía dominada por las empresas trasnacionales[17]. IS se ha ocupado en discutir la posibilidad de un imperialismo chino. Su principal argumento, es que el crecimiento asiático se basa en la superexplotación de obreros y no en el desarrollo tecnológico.
HN-IR es el único advirtió que el desarrollo capitalista de China impulsó la influencia por fuera de las fronteras nacionales. Los compañeros mencionan los casos de la expansión en África y mediante acuerdos de comercio. Sin embargo, deja de lado otros elementos como la expansión militar, los acuerdos de inversiones, el establecimiento de nuevas alianzas mediante la Nueva Ruta de la Seda o la conflictividad en el Mar del Sur. Tanto la vía militar como la integración por medio de la creación de áreas de libre comercio, son medios para la destrucción de capital sobrante y liquidación de las burguesías más débiles. Esto significa que estamos lejos de un intento de “desescalar” los conflictos.
En suma, no se puede ver a China como una potencia capitalista central y con peso propio. Y, para el caso de Europa, el planteo ha servido para la defensa del nacionalismo, ya sea por la vía de cumplir tareas nacionales pendientes o lisa y llanamente, para defender la democracia.
Al no comprender las características de los bloques en pugna, la izquierda tampoco puede explicar la conflictividad entre ellos.
La existencia de una estrategia de repliegue defensivo en Estados Unidos, no significa, que no hay ninguna posibilidad de enfrentamientos entre los distintos bloques.
Mientras IS se ha ocupado de negar esto en varias oportunidades[18], el PO y el PTS dan por hecho un aumento de esta conflictividad, pero desconocen los escenarios en disputa, las estrategias desarrolladas y alianzas de cada bando. HN-IR vincula los conflictos con una ofensiva del imperialismo norteamericano, pero solo logró identificar alguno de ellos (Siria, Corea del Norte y Sudán). Es decir que, en el mejor de los casos, hay una visión incompleta de un problema que viene creciendo en el último tiempo.
La cuestión nacional
La defensa de la nación no aparece solo con el problema del imperialismo. Hay que sumar que, muchas veces, la izquierda cree que la Revolución Burguesa no se completó. Pero no solo en Argentina o en los países con menor desarrollo capitalista, sino también en países centrales. Un ejemplo de ello fue la posición adoptada ante el independentismo catalán.
Toda la izquierda se ha pronunciado a favor de la independencia de Cataluña. Hubo un argumento central en todos los planteos: la monarquía que lleva adelante una sujeción de las nacionalidades. Esto es compartido por el PO, PTS, IS e HN-IR. Todos están de acuerdo en que la revolución burguesa no se completó y el Estado español sigue gobernado por una “monarquía”. Nadie se ocupado en explicar en qué consiste esa sujeción o verificar que esto realmente suceda así.
Si por lo menos revisaran la Constitución española, verían que el Rey no puede dictar leyes, reglamentos, actos administrativos o sentencias. Es decir no tiene poder político. Su actividad está supeditada a las Cortes Generales, las cuales son elegidas por voto directo. La monarquía se financia a través de un presupuesto determinado por esas cortes, el cual permite sostener la casa real y la familia real. Por otro lado, Cataluña tiene la misma participación política que cualquier otra región en del país. Es decir, no existe tal opresión.
Otro de los argumentos en defensa de la independencia se basa en respeto por la decisión del pueblo catalán. Además de tratarse de un planteo mezquino (una parte del país puede decidir por cosas que van a afectar al conjunto), esconde que en el último referéndum votó menos de la mitad de la población. En suma, que el 43% estaba decidiendo por sobre el total.
A esto hay que sumarle que, al igual que el sistema electoral español, la representación no es proporcional a la cantidad de habitantes que hay en las provincias. La elección estaba basada en una ley electoral del año 1980, que no contempla cambios demográficos importantes. Por ejemplo, dejó a ciertas provincias sobre representadas (Girona y Lleida, bastiones del independentismo) y otras sub representadas (Barcelona y Tarragona, más proclives a la integración). Otra vez, la minoría le dicta lo que hay que hacer a la mayoría.
El fantasma de las tareas nacionales le impidió a la izquierda darse cuenta de un problema central: el avance de la crisis acorraló a una fracción importante de la clase obrera catalana. Ante la falta de perspectivas, se inclinaron hacia salidas desesperadas, como el nacionalismo. Fue este mismo descontento el que permitió la victoria de Trump, el avance de la ultraderecha en el resto de Europa y el voto al Brexit.
La tarea de la izquierda, en este plano, era elevar la conciencia de las masas para que supere ese nacionalismo. Debería haber señalado que la independencia no era una salida real, y en su lugar, organizar al el resto de la clase obrera española contra el Estado burgués.
La izquierda confía ciegamente en lo que la burguesía dice sobre el funcionamiento ideal de una nación o un régimen democrático. Ante la falta de alguno de estos elementos, creen que hay “una cuestión nacional” pendiente, una serie de tareas que el proletariado debe llevar adelante para completar la transición hacia el capitalismo.
Lo que la izquierda no advirtió es la descomposición de un Estado, producto de la debilidad de la clase que lo gobierna, que no puede garantizar la unidad de su personal político.
Salir del pantano
Uno de los argumentos más utilizados por la izquierda para defenderse de estas y otras críticas, es afirmar que se trata de “consignas de transición”. Es decir, un intento de unir los reclamos por intereses secundarios con la lucha por los históricos. Sin embargo, las consignas transicionales son útiles para cuando estamos frente a una situación revolucionaria, siempre y cuando se haya hecho un trabajo previo sobre los compañeros. Así las cosas, el resultado de esta estrategia en el plano internacional ha sido una intervención escasa, que los ubicó detrás de la burguesía nacionalista.
La clarificación programática es, entonces, una tarea fundamental. Para empezar, la necesidad de superar la cuestión nacional. Para ello hay que entender que el avance de la competencia capitalista lleva a la relocalización y centralización de capitales. En este proceso, los estados nacionales no pierden importancia, ya que su existencia se hace necesaria para que la burguesía sobreviva a la crisis. No obstante, se exacerban los enfrentamientos políticos y la potencialidad de balcanización de esos espacios.
Por eso, los revolucionarios no podemos aliarnos con ninguna fracción burguesa. El horizonte de la intervención no debe ser la defensa nacional, sino el socialismo.
En segundo lugar, hay que señalar que a nivel mundial, no hay ningún tipo de dominación política que impida el desarrollo del capital. No hay países semicoloniales o coloniales. Hay pleno desarrollo capitalista, y por lo tanto, el dominio de diferentes fracciones burguesas con distintos grados de poder. En este plano, el imperialismo debe ser comprendido como la política de los capitales de mayor envergadura, que organiza el campo internacional a través de una serie de alianzas. La función de esa política es garantizar la hegemonía de las fracciones del capital que se expresan en ese Estado y la de sus socios. La capacidad de intervención política y militar de un Estado tiene como fundamento la capacidad de acumulación de la burguesía de esa nación, que no está exenta de contradicciones internas. Esto significa que, cualquier socialista está obligado a combatir el imperialismo, en tanto expresión política más poderosa del enemigo. Pero ello no redunda en la defensa de la burguesía más débil, porque el antagonismo de clase debe prevalecer por sobre el problema nacional, si es que realmente buscamos la revolución socialista.
Una vez delimitado el programa, es necesario organizar la intervención. Tanto el PO, como IS y el PTS forman parte de distintas internacionales que han intentado intervenir en la lucha de clases con resultados insignificantes. Uno de los principales problemas actuales es la carencia de una dirección revolucionaria a nivel mundial.
Por este motivo, es necesaria una reagrupación de todas las tendencias revolucionarias mundiales para ordenar la intervención ante las sucesivas crisis políticas. Ese reagrupamiento presupone una articulación organizativa. Se requiere, entonces, un gran congreso internacional de todas las organizaciones revolucionarias, para discutir y votar un programa y una intervención unificada.
NOTAS
[1]Heller, Pablo: “La situación mundial después de la victoria de Trump”, En Defensa del Marxismo N°49, p. 56.
[2] Cinatti, C. “La crisis de los misiles y la decadencia del imperio norteamericano”, La Izquierda Diario, 02/12/2017.
[3] El socialista, 19/11/2017
[4] Altamira, J. “Trump, la fractura americana”, Prensa Obrera, 2/06/2016
[5] Heller, op.cit, p.57
[6] Cinatti, op. cit., p.3
[7] Marcelo Ramal «Imperialismo y revolución ayer y hoy», Charla en Facultad de Ciencias Sociales, 8/11/2017. Disponible en https://goo.gl/yH3mXc
[8] Savas Matsas, M. “Un nuevo-viejo imperialismo”, En Defensa del Marxismo N°40
[9]El Socialista N°378, 31/01/2018
[10] Kornblihtt, J. “Crítica del Marxismo Liberal: Monopolio y competencia en el capitalismo argentino”, Ediciones RyR, 2013.
[11]Prensa Obrera, 6/12/2012.
[12] Manifiesto por un Movimiento por una Internacional de la Revolución Socialista Cuarta Internacional, 10/10/2013.
[13] Cinatti, C. “Del Brexit al Corbyn moment”, Ideas de Izquierda, julio 2017.
[14] Cinatti, C. “Lucha de Clases y nuevos fenómenos políticos en el quinto año de la crisis capitalista”, Estrategia Internacional N°28, Septiembre 2012.
[16] Heller, P. “China: El otro bonapartismo”, Prensa Obrera, 09/03/2017
[18] Lamas, M. “¿Se viene la Tercera Guerra Mundial?, abril 2017.
como los imperialismos se van readaptando al mismo tiempo que las burguesias locales,no creo en la revolucion permanente….si pienso que como el socialismo en una etapa va a convivir con el capitalismo, primero se debe crear un estado muy muy fuerte ,si en el poder esta un partido socialista, con empresas del estado y capitales privados, luego de esa etapa de mentalizacion popular dar el intento de pasar al socialismo…Al analizar lo que pasa en el pais en estos dias los movimientos de masa no son socialista ni pretenden revoluciones permanentes con cambio del sistema eso es lo que los politicos de izquierda deben trabajar