El gobierno de Bachelet ha dicho que venía a poner fin a la “derecha” y prometió toda una serie de reformas. Si usted cree que algo sustantivo va a cambiar en Chile, fíjese lo que tienen para decirle estos compañeros trasandinos…
Por Carlos Riquelme y Gabriel Rivas (Grupo de Estudios Marxistas-Chile)
Bachelet tiene que ganar consenso debido a que llegó muy debilitada a su gobierno: casi el 60% se abstuvo de votar en las elecciones Frente a la creciente movilización política de los trabajadores y los “estudiantes”, el Gobierno ahora debió realizar parte de las reformas que había prometido mientras estuvo en la oposición. En este contexto, los cambios en Educación, en los impuestos y en el sistema político buscan captar parte del descontento y tratar de lograr hegemonía en una porción de la clase obrera que comienza a distanciarse. Por eso mismo, se presenta como un gobierno de “izquierda”. Veamos si esto es realmente cierto.
De la Concertación a la Nueva Mayoría
A partir del año 2000, en Chile se acumulan las contradicciones acumuladas en la formación nacional, las que colocan en cuestión los logros del capitalismo a través de un rearme de la lucha de los trabajadores. Este proceso se concentra en dos sectores: por un lado, en una franja de trabajadores que se ubican en los llamados “sectores estratégicos” de la economía (cobre, forestales y portuarios) que protagonizaron una serie de huelgas por fuera de la legalidad, con un fuerte componente de acción directa de masas e importantes movilizaciones de los trabajadores del sector público y privado, todo en una escala ascendente. El total anual acumulado de huelgas aumentó de 192 el año 2003 a 278 el año 2009. Por otro lado, el sector más dinámico (y el que tiende a consolidarse de una manera más agresiva dentro del escenario nacional) es el mundialmente famoso “movimiento estudiantil”, ocupando, hoy por hoy, la posición más avanzada dentro de este proceso.1
En nuestra opinión, este rearme de los trabajadores, en sus diferentes expresiones, ha obligado a una reelaboración del pacto social que mantuvo a la Concertación en el poder durante 20 años, dando los primeros pasos que pretenden ir desde un consenso “pasivo” a uno “activo”, dependiendo, claramente, de cómo la clase trabajadora sea capaz de tomar o no la iniciativa.
No está de más recordar que Bachelet llegó a su segundo gobierno en el marco de una importante merma en el apoyo de la ciudadanía al sistema político. Durante los cuatro años del gobierno anterior (la administración de Sebastián Piñera) la Concertación se dedicó a jugar a la oposición, en el mejor de los casos, coqueteando con las consignas que fueron puestas en la calle por los sectores movilizados, particularmente, del movimiento estudiantil.
Justamente, fue en ese contexto que el mismo ex – Presidente Piñera reconocía que las desigualdades de Chile eran “excesivas, inmorales e intolerables”. Así, el bloque en el poder en su conjunto (el Gobierno y la Oposición de ese periodo) reconocía la necesidad de corregir detalles o de realizar reformas al aparataje institucional y económico. El problema, entonces, era la conformación de una fuerza política capaz de impulsarlas, sin que con ello se pusiera en juego la hegemonía de ese bloque en su conjunto, ni el ritmo y la magnitud de la acumulación del capital nacional y extranjero.
Esa fuerza política fue la Concertación, a la que se incorporó el Partido Comunista; conglomerado que pasó a ocupar el nombre de Nueva Mayoría. Con Bachelet a la cabeza, Nueva Mayoría presentó un programa de reformas que ha sido catalogado por sectores de la burguesía norteamericana y de la derecha chilena como una vuelta a la polarización que caracterizó a nuestro país durante el Gobierno de Allende o propias de un “socialismo sesentero”.2 Lo interesante del asunto es que las reformas no tienen otro objeto que moderar excesos particulares del capitalismo chileno, relacionados con las “desigualdades” económicas que genera el “modelo”3, las que, como vimos, se hacen presente una y otra vez en los análisis de los dos conglomerados de la burguesía (Derecha y Nueva Mayoría).
Las reformas en cuestión comprenden, principalmente, educación, previsión, sistema tributario y sistema político. A continuación las principales características de cada una de estas. Lo que tienen en común es que se pretenden pasar como de izquierda, pero atacan a las condiciones obreras.
Las “reformas” de Bachelet
Por un lado, el gobierno de Bachelet pretende incrementar la recaudación fiscal en un 3% del PBI con miras a financiar la implementación del resto de su programa. Para eso, necesita llevar a cabo una reforma tributaria. Sin perjuicio de ello, los analistas han mostrado sus dudas al respecto, toda vez que la propuesta no altera sustancialmente el régimen tributario chileno, en tanto si bien aumenta la carga a las empresas (impuesto de primera categoría, de un 20 a un 25%), deja intacto el “sistema integrado de impuestos”, donde lo que se paga como impuestos de empresas se le descuenta al burgués cuando paga sus impuestos personales. Aun cuando elimina un mecanismo único (el FUT), lo que podría ser celebrado, la reforma reduce el impuesto máximo (segunda categoría y global complementario) al tramo más alto de un 40 a un 35%. De hecho, no aumenta los impuestos al sector minero. Precisamente, no extraña que el Estado de Chile, cuando se esfuerza por convencer a los capitalistas extranjeros de invertir en el país, les diga, con franqueza que Chile es “(…) uno de los países con menos gravámenes para las empresas en Sudamérica”, agregando que “esta tasa representa menos de la mitad del gravamen total promedio de los países sudamericanos, que es del 53,5%. La mayoría de los países de la región está en el rango de 30% a 60%”.4 Para peor, además de esta reforma, pretende profundizar las trabas para la organización gremial de los trabajadores.
En efecto, Chile cuenta a la fecha con uno de los sistemas de negociación colectiva más restrictivos del mundo. Los trabajadores sólo pueden organizarse en sindicatos o grupos de trabajadores y así negociar colectivamente, de manera obligatoria para la patronal, con su respectiva empresa. Esto ha repercutido en que la burguesía eche a volar su creatividad a la hora de torcer la realidad y, con ella, la mano de los trabajadores. Así, los empresarios chilenos se han dado a la tarea de crear distintas razones sociales (empresas) para un mismo emprendimiento. Trabajadores que deberían poder formar sindicatos y así negociar colectivamente con la misma empresa (aumentando su número y su poder negociador) no pueden hacerlo porque, formalmente y contra la realidad misma, les prestan servicios a personas jurídicas distintas.
Pues bien, el Gobierno envió una indicación al Proyecto de Ley que tenía por objeto regular esta realidad. Lo hizo siguiendo casi al pie de la letra el texto enviado por la Administración del ex – presidente Sebastián Piñera. Y, por supuesto, el nuevo Proyecto no viene a solucionar esta situación, ni menos a tocar en caso alguno el régimen heredado del plan laboral de la dictadura.5
Asimismo, Bachelet ha impulsado una reforma al sistema electoral chileno, el que ha sido calificado como altamente excluyente y que, hoy por hoy, repercutiría en la baja aprobación pública con la que cuentan los partidos políticos. En el caso de las elecciones legislativas (senadores y diputados), cuentan con un mismo número de escaños (dos) para cada una de las circunscripciones a lo largo del país. Lo binominal, en este caso, sería el número de candidatos que pueden ser elegidos.6 Asimismo, las candidaturas se presentan “por listas cerradas”, de manera que resulta electo el candidato más votado de la lista más votada (no el candidato más votado a secas), lo que ha producido revuelo periodístico y, en cierta medida, una sensación de falta de legitimidad sobre la representatividad del sistema político.
Sobre dicho marco de cosas, el gobierno de Bachelet propone un aumento de los senadores y diputados a elegir, además de modificar la estructuración de los distritos electorales. Es dudoso que este sistema vaya a cambiar, de alguna manera significativa, la composición política de los honorables elegidos por la ciudadanía.
En lo que toca a la reforma educacional, el Gobierno ha planteado el “fin al lucro” como consigna principal. Como en casi todo en la vida, el asunto se vuelve más claro mirando la “letra chica”. Así, Bachelet ha sugerido eliminar el lucro sólo respecto de aquellos establecimientos que reciben fondos públicos (dejando fuera a los Centros de Formación Técnica y los Institutos Profesionales, de marcada composición obrera), financiando la educación por medio de la subvención a la demanda (aparentemente, por medio de vouchers). A su vez, concentra las medidas propuestas en la educación de párvulos así como en la creación de una nueva institucionalidad para el sector educativo con miras a la desmunicipalización de la educación primera y secundaria, además de eliminar el financiamiento compartido sólo para ciertos establecimientos de dicho sector. Así, la reforma toca sólo determinadas “partes” del sistema educativo actual sin alterar los pilares que constituyen su “todo”.
Balance
Desde una perspectiva muy general, ninguna de estas reformas representa un cambio cualitativo en sus áreas, sino que se presentan como intentos de ajustes que pretenden remediar “externalidades” propias de la acumulación capitalista en Chile, “recoger las demandas del movimiento social” y restituir la hegemonía que se vio empeñada por las movilizaciones de los diferentes sectores de trabajadores. De esta manera, la clase dominante conserva la iniciativa y ha sabido buscar las formas de aparentar virajes “a la izquierda”, ampliar su espectro allegando al progresismo e incluso mostrándose como susceptible de ser “tensado hacia la izquierda”, embaucando a los más ingenuos amigos de la realpolitik, para que, al final del día, nada cambie. La denuncia del Gobierno a los excesos del capitalismo nacional debería ser usada en su contra. Por todo lo expuesto aquí, una de las grandes deudas de los trabajadores chilenos es oponer su proyecto, en la calle, a los espejismos del poder burgués.
Notas
1 El sistema educacional chileno pasó de ser uno de élites a uno de masas (OCDE). Así, los sectores que más han aumentado su matrícula son los Centros de Formación Técnica y los Institutos Profesionales, llegando a un 137% entre el 2006 y el 2011, seguidos por las Universidades Privadas en un 63% y sólo un 18% las Universidades del CRUCH (compuestos por Universidades Estatales y Privadas tradicionales). De esta manera, las reformas impulsadas por la Dictadura y perfeccionadas en democracia, militaron a favor de una reconfiguración de la composición social de los estudiantes de la educación superior.
2 La Nación, 25-04-2014. http://goo.gl/z4I907
3 Senado de Chile, 21-05-2014. http://goo.gl/ KCGgQ8
4 Comité de Inversiones Extranjeras. Chile País de Oportunidades: http://goo.gl/qudEuK
5 El mostrador, 24-04-2014. http://goo.gl/ QDpjw5.
6 Informe del Congreso Nacional: Antecedentes teóricos y metodológicos para un análisis de las propuestas para una reforma de sistema electoral chileno.